Aquella mañana se había levantado más temprano de lo que lo había hecho y con mucho más entusiasmo de lo normal. Había saltado de su cama con una sonrisa que no había podido evitar, después, cuando calmó su excitación, sustituyó la sonrisa para una cara de indiferencia, perfectamente confundible con una cara de aburrimiento.
Cogió su ropa, recién limpia y sin una sola arruga. Se vistió pausadamente, sabiendo que si se apresuraba demasiado y llegaba muy rápido al comedor, su padre lo miraría con disgusto, pensando que no era capaz de controlarse. Y obviamente, Draco sabía controlarse y se lo iba a demostrar. Hoy, haría que su padre se sintiera orgulloso, quedaría en Slytherin y entonces Lucius estaría más que contento, o todo lo contento que pudiera estar un hombre frío como él.
Tras vestirse, se colocó delante del enorme espejo que tenía en su habitación. Empezó a peinarse el pelo hacia atrás, poniendo cada pelo en su lugar, su madre siempre insistía en la importancia de estar perfectamente arreglado en todo momento.
Cogió aire profundamente y caminó hacia la puerta con aire decidido y casual, como si fuera otro día cualquiera y no estuviera a punto de entrar en Hogwarts. Aunque por dentro sentía unos nervios muy molestos que no lo dejaban en paz.
Al llegar al comedor, no se sorprendió porque sus padres no lo saludaran, su pare estaba ocupado leyendo El Profeta y su madre solo le dirigió una mirada, haciéndole saber que lo había visto y sabía que estaba ahí, eso bastaba no les hacía falta nada más.
Se sentó en una silla, en el lado izquierdo de la mesa, solo, ya que sus padres se sentaban cada uno en una cabecera de la mesa.
Comió en silencio, se moría de ganas por hablar de Hogwarts y de que le preguntaran por si estaba nervioso o algo. Pero sus padres no le dirigieron palabra alguna y él prefirió no hablar, no quería que su padre le regañara por ser demasiado preguntón o no saber mantener la compostura.
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Draco se permitió una sonrisa satisfecha al llegar a la estación y ver el enorme tren que lo llevaría a Hogwarts.
-Mira, Draco. Ahí están Grabbe y Goyle. –Draco frunció el ceño ante las palabras de su padre, sabía que quería que fuera hacia ellos, ya que eran hijos de unos importantes socios de su padre. Pero a Draco no le apetecía estar con ellos, eran unos brutos que nunca se enteraban de nada, ni siquiera cuando los insultaba.
Prefería estar con Nott o tal vez Zabinne, este último podía llegar a ser un poco molesto porque parecía tener una extraña fijación por despeinarlo pero era soportable y podía decir correctamente una frase con más de tres palabras. O Pansy, ella a veces era muy pesada pero Draco suponía que todas las chicas eran así, además él sabía que le gustaba a Pansy y eso de alguna manera le gustaba y le hacía sentirse mejor.
-¿Es necesario? –preguntó Draco con desagradó, dispuesto a replicar pero se calló de inmediato ante la mirada que le lanzó su padre. –Iré ajunto de ellos, padre. –dijo al final, sabiendo que era mejor no enfadar a su padre.
Lucius asintió.
-Serás un gran Slytherin, hijo. –sentenció antes de que Draco se fuera y este sintió una extraña alegría y un raro alivio al oír a su padre, como sí que él lo dijera hiciera que así fuera a ser. No es que Draco tuviera alguna duda de que sería un Slytherin, pero siempre era bueno que confirmaran lo que ya sabías, por seguridad, sobre todo si ese alguien era tu frío y helado padre.
Su madre asintió, demostrando su acuerdo y le sonrió brevemente para seguidamente volver a su cara impasible.
-Adiós, nos veremos en Navidades. –dijo Draco antes de irse, no hubo abrazos o lloros, ellos eran los Malfoy y no podían permitirse tales cosas.
Cuando llegó hasta Grabbe y Goyle, internamente rezó porque algo hiciera que no tuviera que hablar con ellos una vez llegados a Hogwarts.
No sabía lo mucho que se arrepentiría de pensar así.
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Sentía la mirada de todo Hogwarts, sin exagerar, sobre él. La mayoría estaba en shock, hasta la profesora McGonagall lo miraba impresionada. La misma profesora que instantes atrás lo miraba con seriedad y, aunque ella lo negara, un poco de molestia y recelo, pero ahora lo miraba totalmente sorprendida y con un pequeño brillo en sus ojos, como si fuera una leve e inofensiva, de momento, llama de, tal vez, confianza. Como si el hecho de que lo que le acababa de pasar, le hiciera verle de una forma diferente.
Dumblendore, por su parte, tenía una pequeña sonrisa en su cara. Esa sonrisa que prometía saber más de lo que decía, esa sonrisa que tendría muchas más veces en cuanto a lo referente a Draco Malfoy.
Pero a él, siendo solo un niño de 11 años, no podía importarle menos como lo miraban ambos profesores. Estaba demasiado ocupado pensando en lo que le haría su padre cuando se enterase. ¡Por Merlín! ¡Había quedado en Griffindor! ¡Él, Draco Lucius Malfoy era un Griffindor!
¿Cuál sería su cara al mirar a su padre? Todos sus honorables y distinguidos ancestros habían quedado en la tan odiada y prestigiosa casa de Slytherin, la casa de los magos sangre puras más importantes por excelencia. Y ahí estaba él, faltando a la tradición y yendo a parar, justamente, en la casa rival y más odiada por su familia desde hacía generaciones.
¿Qué futuro le esperaba en Griffindor? Estaría rodeado de sangres sucias, traidores a la sangre y demás calaña. Rodeado de simplones e ingenuos, demasiado honorables y mojigatos para alguien que había sido criado para ser un Slytherin. Para alguien que había sido instruido y educado en el arte de engañar y embaucar, de manipular. No encajaba en aquella casa y sin embargo, el Sombrero seleccionador parecía opinar todo lo contrario.
Estoy seguro de que serás un gran Slytherin, hijo le había dicho su padre, aquella misma mañana, sin tan siquiera sospechar lo que le tenía deparado el futuro.
Si de niño hubiese sabido la mitad de insultos y palabrotas que conocería de adolescente, las hubiera dicho todas y habría impresionado aún más a todo Hogwarts.
Draco apretó sus puños con fuerza, no iba a dejarse intimidar por una panda de inútiles que no le llegaban ni a la suela de los zapatos, por encima de todo era un Malfoy y un Malfoy nunca se deja ver en ridículo o vulnerable.
Así que se levantó con decisión, le entregó el viejo Sombrero seleccionador a McGonagall y se encaminó hacia la mesa de Griffindor, en vez de la de Slytherin, al contrario de cómo se suponía que tenía que ser. Los alumnos empezaron a murmurar, pero él no les prestó atención, se concentró en mirar hacia el frente, haciendo caso omiso de las descaradas miradas y manos que lo señalaban.
La llama de confianza se hizo un poquito más grande en los ojos de McGonagall.
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Draco se sentó en una de las mesas de la biblioteca, estaba solo pero poco le importaba o al menos eso quería aparentar. Al fin y al cabo las apariencias lo son todo.
No pudo evitar sentir un fuerte picor en sus ojos, aquellos que estaban fijos en un libro que hacía tiempo había dejado de intentar leer.
Aunque quisiera negarlo, le dolía el desprecio de sus compañeros, pero cómo no hacerlo. Era un niño, solamente un niño de 11 años que había tenido la desgracia de caer en la casa equivocada, no era su culpa… ¿verdad? ¿A caso había hecho algo para merecer eso? ¿No había demostrado ser astuto e inteligente? ¡Cómo mínimo podrían haberlo mandado a Ravenclaw!
Se mordió son fuerza el labio para no llorar, al recordar las amargas y dolorosas palabras de su padre y la maldita carta que le había mandado.
"Draco:
Me has decepcionado profundamente. Has deshonrado a tu linaje y a todos tus honorables y respetables ancestros. ¿Cómo osas a dejarnos en ridículo de esta manera a tu madre y a mí? ¿No piensas en tu familia? Esperaba que por una vez hicieras algo bien y demostraras que eres un verdadero Malfoy, solo tenías que hacer una cosa sencilla, solo tenía que quedar en Slytherin. ¡Pero no! ¡El niñito estúpido no podía hacer ni siquiera eso bien! ¡Y para colmo quedaste en la peor de la casas! ¡Griffindor! ¡Nuestro eterno rival! Habría preferido mil veces que fueras un Huffelpuff llorica. ¿Por qué tienes que fastidiarla siempre? Solo das problemas.
Lucius Malfoy"
Draco prefería no seguir recordándola o acabaría llorando.
Su madre al contrario que su padre, no había dado signos de vida y no había dicho palabra alguna. No sabía que le dolía más, él rechazo de su padre o la indiferencia de su madre.
-No les hagas caso, si te dan de lado es solo porque son unos ignorantes. –dijo una voz que Draco no tardó en reconocer, sería imposible no reconocer la voz de esa sabelotodo que se pasaba el día contestando las preguntas de los profesores, con su típico ritintin de sabionda.
-No te lo he preguntado, Granger. –le espetó frunciendo el ceño y mirándola con obvio desagrado.
-Solo intento ser amable contigo, podrías ser menos desagradable. –regañó ella, sentándose frente él y dejando sus libros sobre la mesa, ignorando olímpicamente su tono de voz y su mirada.
-¿Qué haces? –preguntó él con sorpresa, dejando de lado su desagrado.
-Los deberes y tú también deberías hacerlos. –respondió ella con tranquilidad.
Él no dijo nada, solo cogió sus pergaminos y su pluma y empezó a hacer sus deberes, sin saber por qué hacía lo que la niña molesta le había dicho.
No hablaron, no dijeron palabra alguna y aún a día de hoy, Draco no sabe por qué no la echó de allí por ser una sangre sucia, tal cual se suponía que tenía que hacer. Tal vez, fuera una forma de vengarse de su padre por sus palabras, tal vez fuera que se había cansado de la total soledad o puede que fuera mucho más que eso. Algo demasiado difícil y complicado para que un niño de 11 años lo entienda.
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-Eres muy pesada, Granger. –dijo Draco sin poner mucho empeñó o desagrado en sus palabras, poco a poco se estaba acostumbrado a su compañía e incluso la agradecía, ya que al fin y al cabo Hermione era la única que le hablaba.
-Lo que tú digas, Draco. –el niño frunció el ceño al oír su nombre dicho por ella.
-¿Por qué me llamas Draco? –preguntó sin dejar de fruncir el ceño.
-Es tu nombre. –le contestó Hermione, como si fuera obvio.
-Eso ya lo sé. –dijo rodando los ojos. –Pero ¿con qué derecho me llamas por mi nombre? –inquirió alzando una ceja.
-¿No debería llamarte por tu nombre? ¿Prefieres que te llame Malfoy? –le preguntó a modo de respuesta, pasándose el pelo por detrás de la oreja o intentándolo, su pelo era demasiado alborotado y enmarañado como para aguantarse y siempre acababa rebelándose.
Draco parpadeó, sorprendido por sus preguntas. ¿Por qué no debería llamarlo por su nombre? Además, él no quería que ella, justamente ella, lo llamara por su apellido. Simplemente no quería.
-No, no quiero que me llames Malfoy. Llámame Draco, pero ni se te ocurra decirles a los demás que lo hagan. –amenazó él, que ella lo llamara por su nombre se sentía bien, raro por la falta de costumbre, pero bien. Los demás ya eran otra cosa, ellos tenían que llamarlo por su apellido y punto.
-Estás bien. Y tú llámame Hermione. –le dijo sonriendo y con sincera felicidad, por fin sus intentos de formar una amistad con él estaban dando sus frutos.
-Sigue soñando, Granger. –resopló él, sonriéndole levemente.
Ella, en vez de sentirse decepcionada o algo así, le sonrió aún más.
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-¿Sabes? Se supone que no debería hablarte, a no ser que no sea para insultarte. –dijo Draco, apoyando su espalda en el tronco del árbol y sin mirar a la niña de pelo indomable, como había empezado a llamarla en su mente.
-¿Tu familia es de…esas? –preguntó la niña, sin querer decir algo como "racistas" para no ofender al niño. Actualmente era lo más parecido a un amigo que tenía, los demás la tomaban por una insufrible sabelotodo, por lo que no sería buena idea espantarlo.
-Sí. Es irónico que se suponga que no deba hablar contigo y sin embargo seas la única con la que hablo. –el niño se negó a decir que eran los demás los que no le hablaban, en realidad no hablaban con ninguno de los dos.
Ella por ser una sabelotodo y él por ser…un Malfoy.
Posiblemente por eso hablaban entre ellos. No tenían a nadie más. A Draco sus amigos lo habían abandonado, ¡incluso Pansy! Grabbe y Goyle se habían pegado a Zabine como lapas, este último parecía algo incómodo por ello, no estaba acostumbrado a tener perritos falderos y prefería ir a su aire pero al parecer nunca conseguía deshacerse de ellos y desde luego, no se le iba a acercar estando con esos dos que no dudarían en chivarse a su madre. Des que había quedado en Griffindor estaba en la lista de indeseables de los sangre puras y los padres no querían que se les acercara a sus hijos, cuando hasta hacía un par de semanas sus hijos se peleaban por estar con él.
-¿Crees que soy una sabelotodo? –preguntó Hermione tras unos instantes de silencio, la pregunta había sido formulada con un toque de angustia.
-Sí. –contestó el rubio con despreocupación, Hermione sintió sus ojos escocer y se preparó para salir corriendo y así evitar que Draco viera lo mucho que le había dolido aquella afirmación. –Pero es parte de…tu forma de ser. Si no fueras una sabelotodo…no serías tú. –explicó el niño sin verla, con un leve tono rosa en sus pálidas mejillas.
Hermione olvidó el escozor de sus ojos y sonrió, a la vez que se sonrojaba profundamente.
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Draco frunció el ceño al percatarse de la ausencia de Granger. Ya se había extrañado al no verla en el Gran Comedor, pero en cuanto el chiflado profesor Quirrel apareció gritando que había un troll suelto, todos habían tenido que irse a sus Salas Comunas y al no verla allí empezó a preocuparse de verdad.
Hermione era su única…Merlín, no podía creer que fuera a decir o pensar alguna vez eso de una sangre sucia…pero Hermione era su única amiga y no era plan de que un troll se la comiese. Eso, decididamente, no molaba.
Tiempo después, Hermione entró en la sala y Draco suspiró aliviado al verla. Por una parte quería ir y gritarle por haber hecho que se preocupara para nada y por otra quería…bueno, realmente no entendía del todo lo que quería hacer la otra parte y prefería que eso quedara así, era mejor no indagar más de lo recomendable.
Cuando ya iba a empezar a caminar hacia ella, vio algo que lo sorprendió hasta límites insospechados, Granger estaba con Potter y Weasley. Riéndose y hablando de algo que parecía muy entretenido.
Eso lo cabreó, se suponía que ambos eran unos marginador, unos rechazados y que solo hablaban ente sí. Era como un trato que tenían, nunca mencionado o dicho, pero estaba ahí, o al menos eso pensaba Draco. Y al estar hablando con otros y pasándoselo tan bien sin él, estaba incumpliendo su silencioso trato.
-Estúpida. –murmuró Draco antes de irse a su habitación. Primero lo hacía preocuparse para nada y luego incumplía su silencioso-inexistente trato.
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-¡Draco! ¡Deja de ignorarme! –dicho niño la miró mal por chillarle.
-¿Por qué no te vas con Potty y la comadreja? ¿Ya se han cansado de ti? –Draco sabía que seguramente esas palabras le dolerían a Hermione, pero no le importó, quería hacerle daño, que sufriera.
Pero Hermione estaba lejos de eso, por el contrario, le sonrió suavemente.
-No tienes por qué estar celoso.-Draco bufó ante eso, él no estaba celoso, eso era una completa tontería. –Puede que me haya hecho amiga de ellos, pero tú eres mi mejor amigo. –Draco abrió los ojos con sorpresa ante eso y la miró.
-¿Soy tu mejor amigo? –preguntó asombrado y en cierta manera complacido.
Ella asintió.
-¿Por qué? –preguntó de nuevo él.
-Porque sí. –contestó ella sin más, no dispuesta a dar o explicar sus razones.
Él asintió, como si le pareciera lo más adecuado o eso lo explicara todo, a pesar de no entenderlo.
-Por cierto, creo que si lo intentas puedes llegar a ser amigo de Harry y Ron. Los tres sois unos fanáticos del Quiddich. –comentó como si nada.
-Pides demasiado. –bufó él, desde principios de curso su relación con ambos había sido algo tirante, no eran enemigos acérrimos o algo así, pero Draco aún seguía resentido con Harry por despreciar su amistad y con Ron…bueno, Ron le parecía un auténtico idiota sin modales.
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-La poción debe tener un color azul turquesa, Longbottom. No negro como su futuro en las pociones. –los Slytherins rieron ante el sarcasmo de su profesor favorito. –Se nota lo poco que le importa esta materia, para andar tan distraído. –Neville se sonrojó hasta las orejas. -10 puntos menos para Griffindor.
-Añade una babosa a tu poción, Potter. –le susurró Draco a Harry, el cual lo miró sorprendido, pero al ver que la poción de Draco que era de un azul turquesa perfecto, no dudó mucho y le hizo caso. La poción pasó de azul marino a azul turquesa en un santiamén.
Snape pasó por allí e hizo una mueca de disgusto al ver la poción de Harry pero no dijo nada y pasó de largo.
-Gracias. –le susurró Harry a Draco.
Draco se encogió de hombres, sin darle importancia, solo lo había hecho porque no estaba de humor para aguantar a Hermione quejándose por perder puntos por culpa de Snape y la manía que le tenía al niño-que-vivió.
Miró hacía Hermione la cual le sonreía abiertamente.
Sí, esa era la única razón, el hecho de que Hermione le hubiera pedido que intentara llevarse bien con Potter y Weasley no tenía nada que ver. No, nada que ver. Pensó mientras la veía sonreír.
