ADVERTENCIA: SLASH! Un monton de Slash con esta ship que me estaba quemando los dedos por escribir pero que no se me ocurria nada de nada. So, la cosa es que son adorables, y realmente comencé a otepearlos(?) por los artes de C2ndyac1d–gracias por darme vicio!

NOTA: Courage: the Cowardly Dog no me pertenece, si no a John R. Dilworth de manera que solo hago esto para calmar mis ansias y porque los adoro.


¿Hacia cuanto que no sentía aquello? La necesidad imperiosa de mantener a alguien a su lado así fuera atado a algún mueble. La última vez que recordaba sintió aquel calor burbujear incontenible tenía 16 años, y la cosa no había resultado del todo bien.

Y justo ahora, aquel fuego interno estaba volviendo a colarse por sus venas sin poderlo evitar; y claro que lo hacía rabiar, no le causaba ninguna gracia sentirse así al verlo a 'Él'.

Le había conocido algunos 4 años atrás, en uno de sus tantos e insalubres hoteles, y bueno, el final de aquello había sido un Katz con un par de meses en prisión y unos miles de dólares de deuda. Definitivamente el chico había sido una completa molestia

Pero ahora estaba ahí, a unos pasos de él, con esa sonrisa boba y los movimientos torpes de manos, con ese tono de voz bajo y suave, con todo su cuerpo nervioso. ¡Y esos cabellos! ¿Qué acaso Courage Bagge no conocía los cepillos? En verdad que verle ahí le daban ganas de saltar la barra, tomarlo del cuello, estamparlo en pared y romperle la boca a be..

-¡Katz! ¿Qué si vas a querer café, lo de siempre?-la voz de su adorada hermana, rompiendo su trance mental le hizo bien, en verdad que si-entonces, anda y siéntate..-musito con suavidad y eso le relajó un poco más. Por eso, buscó una mesa y rápidamente la encontró, situada estratégicamente junto a la ventana y frente a la caja registradora. Que dulce le sería la reacción del pequeño pelirrosa al verle.


Frustrado, así es como se sentía. Tenían aproximadamente 25 minutos ahí sentados y el pelirrosa no se había dignado a levantar la mirada más de lo necesario, no había recorrido el lugar con la mirada como el chico antes de él lo hacía, no había hecho ademan alguno de salir de la barra.

-hermano, te estoy hablando..-susurró suavecito la mujer, chasqueando un par de dedos frente a sus ojos– ¿Puedes dejar de taladrar al pobre Courage con la mirada?-cuestionó frunciendo un poco el ceño al igual que su hermano

-¿Lo conoces?-respondió entrecerrando los ojos, ganándose un asentimiento de cabeza-oh..ese maldito niño fue el que me hizo pasar 3 meses..-

-3 meses que para ti no fueron nada, porque nadie te hacía nada, todos te respetaban-gruñó rodando los ojos, pateando al mayor por debajo de la mesa-eres un imbécil si crees que con acosarlo con la mirada vas a lograr que te pida disculpas, porque se ve que eso quieres..-suspiró y le dio un último trago a su café-pero no..no tienes el derecho de pedirle eso, al contrario, si alguien debe de disculparse eres tu-musito poniéndose de pie y saliendo de ahí, dejando al pelirrojo

-oh, y ahora tengo que pagar yo, ¡perfecto!-gruñó poniéndose también de pie cuando ya no había casi gente alrededor de la caja-hey, dos capuchinos de caramelo con vainilla, especiales-susurró inclinándose sobre la barra, dejando que su aliento golpeara el oído ajeno, sonriendo cuando la piel del menor se erizo-hola-musito sonriendo más, de manera arrogante al ver como el rojo subía y cubría aquellas pecas

-Ka..Katz..-jadeó apenas, y cierto orgullo le invadió al ver como al pequeño irse hacia atrás al verle a los ojos.


Aquella tarde había sido más divertida de lo que tenía pensado en un principio, pues después de que el pelirrosa se desmayara el dueño del lugar prácticamente lo había arrastrado con un inconsciente Courage al hospital, alegando que él había tenido la culpa por molestarle, y no se arrepentía de eso. Aunque claro, cuando Kitty le llamo a media noche preguntando donde estaba no había sido fácil intentar calmarla y mantenerla alejada del lugar, sin embargo, había cumplido el reto auto~impuesto.

-hey, ¿Te sientes mejor?-cuestionó suavemente, despejando un poco la frente del pelirrosa, arqueando una ceja cuando apenas boqueó un 'creo' e intentó levantarse–¿A dónde crees qué vas?-

-a casa, seguramente Muriel debe de estar preocupada..-respondió mirándole algo nervioso, jugando con sus manos antes de lanzar un gritillo cuando el pelirrojo le regresó a la cama

-la gorda ya sabe que estas aquí, dijo que estaba bien si tenías quien te cuidara idiota-musito encogiéndose de hombros ante la mirada que le dirigía el menor, por lo que simplemente se dirigió a la ventana, tomó su café de la mesita junto a esta y se quedó quieto, observando de reojo al bajito-¿Sabes que por tu culpa perdí mucho dinero cierto?-cuestionó al aire, sonriendo cuando el otro agachó la mirada

-lo siento..-y listo, fue todo lo que necesitó para que aquella sonrisa se extendiera más y se dignara a mirar al contrario, haciéndole saber que no debió de hacer aquello.


¿Cuánto había pasado de entonces, 3 meses? Tal vez 4 o 5, no estaba muy seguro de las fechas exactas. Pero si estaba más que seguro que todos los días, sin falta, después de su trabajo solía ir a visitar al menor, ordenaba un café y se sentaba un par de horas antes de salir de ahí con un pedazo de pastel. Aunque claro, eso solo fueron los dos primeros meses, porque al finalizar la segunda semana del tercer mes ya llegaba un poco más tarde, solo para tomar un capuchino, comer algún pastelillo ligero y esperar al menor hasta llevarlo a casa.

-de manera que..el gran Katz está haciendo beneficencia con el pequeño Courage-musito su hermana un jueves por la noche, cuando le vio llegar en medio de gruñidos y maldiciones, esas típicas de su hermano mayor-¿Cómo te fue?-

-ah, ¡cállate!-respondió apresurándose a subir las escaleras encerrándose en su habitación para comenzar a desnudarse camino al baño. La verdad que había sido un día pesado en la oficina, y no había mejorado cuando al llegar al café este estaba abarrotado, terminando por joderse cuando al dejar a Courage en la puerta de la casa de ese par de ancianos se había inclinado a besarle, dejando a un pequeño completamente rojo y haciéndole huir al interior. ¿Qué tan idiota había que ser para hacer aquello? Al parecer mucho, porque lo había arruinado; pero él era Katz, y sin duda resolvería aquello a su mejor manera.


Había despertado temprano, con el olor a café inundando su nariz y aun cuando tenía un buen tiempo trabajando en una cafetería, jamás se cansaría del olor tan característico del café de Muriel. Por esa razón es que aun con pereza bajo a la cocina, sonriendo un poco al entrar a ella pero sonrojándose hasta la punta de los cabellos al ver al mayor ahí, mirándole fijamente con aquellos ojos dorados.

-oh querido, mira quien vino a visitarte..de nuevo, gracias por la tarta Katz-susurró la anciana, sonriendo y tarareando un poco

-naaa, no es nada, la manda mi hermana de cualquier manera-musito encogiéndose de hombros, sonriéndole a la mujer mientras esta dejaba un plato de comida frente al menor, el cual no apartaba la mirada del pelirrojo-come, que tengo pensado ocupar tu día libre..-expuso antes de ponerse de pie, subir las mangas de su camiseta y ayudarle a la mujer con lo que habían ensuciado en el desayuno.

Y después de eso, fue sencillo convencer al menor, claro, con ayuda de la anciana. Aunque realmente no había sido un mal día si lo repasaba lentamente; al salir una visita al acuario de la ciudad, de ahí al zoológico para después ir a comer, siguiendo con una vuelta al parque de atracciones para inmediatamente encerrarse en el cine. Claro, si ignoraba el hecho de que estaban atrapados a mitad de carretera, con la lluvia sobre ellos.

-bueno, podría ser peor ¿No es así mocoso?-cuestionó el pelirrojo, suspirando y pasándose al asiento trasero, arrastrando al pelirrosa sobre sus piernas, rodeando suave y gentilmente sus caderas para pegarle a su pecho justo en el momento en que un trueno retumbaba en el coche-¿Estarás bien?-

-sí..solo..-musito apenas, mordiéndose el labio inferior antes de asentir, suspirando cuando el contrario atrapó sus labios en un suave beso.

Porque esta vez no podía negarlo, no a él mismo cuando en el transcurso del día se había dado cuenta de que no podía dejar ir al pequeño tesoro que significaba el chico. Era asustadizo, demasiado cobarde y tímido pero siempre sacaba valor y coraje cuando se necesitaba; era pequeño y menudo, pero curiosamente podía cargar con cosas casi de su tamaño o peso; era demasiado educado y correcto pero demasiado directo e hiriente cuando se enojaba.

Sinceramente no necesitaba más, al menos no en ese momento, solo mantenerle entre sus brazos mientras le llenaba de suaves besos y caricias, de palabras bajitas pero que opacaran el sonido de la lluvia, de algunos mimos y toques fuertes para que olvidara que afuera estaba prácticamente partiéndose en cielo.

Ya mañana tendría el tiempo necesario para volver a raptarlo, pedirle que fuera suyo y presentarlo como tal ante los demás. Porque él era Katz, y no dejaría ir algo que le había costado llegar a querer con aquella intensidad.