Disclaimer: Naruto ni sus personajes son míos.
Nota: Esta es una idea que se me ocurrió al pensar en Neji como vampiro pero a raíz de los hechos de los dos últimos capítulos del manga, ha ido tomando forma y se ha convertido en esta historia. Espero que la disfrutéis tanto como yo escribiéndola. A pesar de que estoy escribiendo otro fanfic aparte de este, me ha sido imposible retenerlo más en mi mente. Disfrutádlo. Un gran saludo de Esther.
Atención: Spoilers del 614-615. Tripas y algo de sangre.
Sed
Despertó de súbito en total oscuridad. Débil, exhausto y con la mente nublada, tardó en empezar, no a distinguir pero sí a tantear con sus dedos dónde se encontraba. Madera. Era algo de ese material. Alzó las manos para tocar el techo, que era muy bajo y encontró más de lo mismo. Dio un golpe con todas sus fuerzas y para su sorpresa, rompió una parte de la madera y enseguida una avalancha de tierra cubrió por completo su cara. Como pudo, apartó la tierra y subió poco a poco por ella, hasta tocar tierra firme.
Cuando salió, con los búhos ululando desde los árboles y la noche oscura y fría, el olor a tierra fresca entró en sus fosas nasales como maná. Miró hacia abajo, al agujero que al parecer había sido su tumba desde su muerte en el campo de batalla. ¿Un ataúd? Aquello era raro, dado que en su familia era costumbre incinerar los cuerpos de los muertos. Rozó la lápida con los dedos. Era de mármol, fría y blanca como los ojos de todos los Hyuuga. Leyó la dedicatoria y una sonrisa se formó en sus labios:
"Neji Hyuuga, gran amigo, sobrino, primo y compañero. Siempre te recordaremos, con orgullo, como aquel que dio la vida por la casa principal".
Quizá, y sólo quizá, era demasiado cursi para su gusto pero seguía siendo bonito. Distinguió, en la lejanía, el monumento a los caídos, entre los que seguramente estaba él mismo. Se acercó y leyó, esperando no encontrar el nombre de ella entre los demás. Suspiró, aliviado, no reconociéndolo en ningún ideograma. El recuerdo que tenía de antes de despertar allí había sido el de ella llorando por él. El acto suicida de protegerla le había costado la vida, sin embargo, no se arrepentía ni por un instante de sus acciones. Había muerto con una sonrisa en el rostro. Sí, muerto. En ese momento debería estar muerto y no de pie en el cementerio. Además, él quería estar muerto. Tenía motivos de sobra para desearlo.
Se alejó del monumento caminando hacia atrás y giró, para encontrarse de frente con unos ojos, blancos y brillantes, que le miraban, taladrándole. Durante un instante, sintió como una voz femenina, proveniente de esos ojos le transmitía un mensaje:
"Veo que ya has despertado. Bienvenido de nuevo".
Tan rápido como aparecieron, aquellos ojos se fueron, dejando al chico totalmente desconcertado. Miró en todas direcciones, sin distinguir nada. Su mente nublada y el cansancio le habían jugado una mala pasada. Seguro. Sacudió la cabeza y se relamió el interior de la boca, dándose cuenta por primera vez que tenía muchísima sed.
Se lanzó a beber de la primera fuente que vio, llenando su boca y su estómago, pero no... el agua no le aliviaba. Se pasó la mano por la cabeza, intentando pensar en algo. Moría de sed. Quizá era una consecuencia del tiempo que llevaba enterrado o de su "resurrección", cuya explicación aún no tenía cabida en su mente. A lo lejos, un perro olisqueaba en un cubo de basura, buscando comida. Neji lo miró fijamente y el animal levantó la cabeza en su dirección, echó las orejas hacia atrás, tensionó sus extremidades y gruñó. Sin embargo, después de unos instantes, removió su rabo alegremente, caminando en su dirección. El chico se arrodilló y lo acarició. La suave textura de su pelaje le hizo recordar de nuevo el sentido del tacto y el calor que emanaba que en su interior se encontraba todo lo que conformaba a un ser vivo: músculos, órganos, sangre... el solo pensamiento, la sola visión de aquel líquido turbio y rojizo hizo que sus pupilas se dilataran de puro placer y se relamió los labios, activando su byakugan sin poder evitarlo. Dándose cuenta de a dónde se dirigían sus pensamientos sacudió la cabeza, asustado.
Seguía teniendo sed, cada vez más. Una sed terrible, cada vez más molesta. Siguió acariciando al perro, intentando ignorar el temblor excitado en su cuerpo y el hormigueo incesante en su boca. Su byakugan luchaba por activarse, como si él no pudiera controlarlo y aquellos pensamientos obscenos e impuros adueñarse de su mente. Intentó, en vano, resistirse. El hormigueo en su boca se hizo insoportable y en un momento dado, fue substituido por un agudo escozor a la altura de los caninos que le devolvió por unos segundos a la cordura. No luchó mucho más. Su byakugan, ahora activo, lograba descubrirle todas y cada una de las venas y arterias de aquel ser vivo y aquel hecho era insoportable para él. Oh, ansiaba clavar sus dientes en él y alimentarse de su sangre hasta extinguir de él toda vida.
—Lo siento —murmuró, apoyando la cabeza sobre el lomo del animal. Su voz era como gruñido animalesco.
Sus dientes se clavaron en el desgraciado perro, que antes siquiera de poder soltar un ladrido de protesta o sentir dolor, ya tenía el cuello roto.
Se alejó corriendo del centro de la ciudad, sin ser consciente de por dónde iba. Paró de súbito y se miró las manos manchadas de sangre. Abrió muchos los ojos. Por todos sus antepasados... ¿Qué había hecho con el pobre perro?, ¿en qué se había convertido? Levantó la vista: la casa Hyuuga, en todo su esplendor, se encontraba ante sus ojos. Había llegado allí sin ni siquiera pensarlo; sin embargo, aquel sitio era donde realmente quería ir. Saltó la cerca y entró, rápido, sin que ningún guardia de la puerta principal advirtiese su presencia.
Mientras caminaba por el jardín, el aroma de las rosas y los jazmines se adentró en sus fosas nasales como nunca antes lo había hecho estando vivo. ¿Por qué nunca reparó en ellas como lo hacía ahora?, ¿por qué muerto se sentía más vivo que en vida? Rodeó la casa y se encontró con su ventana, entreabierta a pesar de la fría noche. Se acercó y miró, con cuidado: la cabeza de su prima reposaba sobre su almohada, su cabello se esparcía sobre las sábanas y su abdomen subía y bajaba con tranquilidad. No podía ver su rostro, ya que estaba vuelta hacia la pared. De un salto, se encaramó al alféizar de la ventana y se sentó sobre éste, admirando su larga cabellera negra, su descanso... Por unos instantes, olvidó al perro, las vísceras, la sangre y se relajó. Ella era un remanso de calma. De paz infinita.
Hinata se desperezó y miró por la ventana, entreabierta, recibiendo el rocío en su rostro. Una vez más, como cada mañana, la fugaz visión de su primo entrenando llegó a su vista. Sintió un pinchazo donde se suponía que se hallaba su corazón. Con decepción, comprendió que era un espejismo. Él estaba muerto y enterrado. Dejó que los pensamientos se alejaran de su mente y bajó la vista, distinguiendo unas huellas sanguinolentas en el alféizar. Las examinó. Parecían proceder de unas manos que se hubiesen apoyado allí para saltar. Un escalofrío recorrió su espinazo. Aseguró bien la ventana y comenzó a vestirse.
Más tarde, cuando iba de camino al campo de entrenamiento, distinguió a lo lejos una cabeza rubia acompañada de algunas más: Naruto Uzumaki. Lo saludó con la mano, regalándole una sonrisa. Recordó, sonrojada, cómo había cambiado su relación en la guerra. De ignorarla o ser simplemente una compañera más, pasó a formar parte de su "círculo". Toda aquella sucesión de emociones y sentimientos tras la muerte de su primo la había hecho pensar que podría pasar el resto de su vida junto a la persona que amaba. Ella tomando el rostro de Naruto con sus manos y entregándole su mensaje de valor, ambos tomados de la mano y luchando juntos... Pero ahora ni siquiera sabía lo que sentía ni qué podía hacer para remediarlo. Sentía un vacío en su interior, como si hubiese perdido algo que no recuperaría y ese algo podía hacerla llorar durante horas por la noche. Y lo peor: sentía que el sacrificio de Neji había sido en vano.
Disipó sus pensamientos al ver a sus dos compañeros de equipo en un banco sentados, lejos del campo de entrenamiento. Puso su mejor sonrisa y corrió hacia ellos.
—Hola, chicos. Esperaba encontraros en el campo de entrenamiento.
La significativa mirada de Kiba borró toda sonrisa de su rostro. Su amigo estaba sentado en el banco con el cuerpo echado hacia delante; tenía los ojos hundidos y las ojeras se remarcaban bajo éstos, dándole un aire poco usual a su personalidad alegre y extrovertida. A un lado del camino, Akamaru gemía, desconsolado. Shino estaba de pie, inexpresivo.
—¿Q-Qué ha pasado? —preguntó la chica, temblando ligeramente. Kiba tardó en responder pero cuando lo hizo, su voz era desgarradora.
—Uno de nuestros perros... —confesó, intentando contener las lágrimas—. Fue asesinado anoche; lo destriparon.
Hinata ahogó una exclamación de horror y su boca se frunció con disgusto. ¿Quién podría haber hecho algo así? Al recordar la devastadora muerte de su primo hacía apenas un mes, los ojos se le llenaron de lágrimas.
—Lo siento mucho, Kiba —dijo, apesadumbrada—. ¿Q-Quién ha sido?
Achacó el deplorable estado de su amigo a que ni siquiera había empezado a superar las perdidas del mes anterior, y ahora esto... Todos sus compañeros habían perdido algo en aquella guerra, habían cambiado y ella se incluía. Shino se adelantó a su amigo, que parecía que no podía contener más sus lágrimas, y contestó con su habitual tono calmado.
—Sospechan de un animal salvaje, quizá un oso.
—P-Pero si aquí no hay osos, ¿no? —comentó Hinata. En la villa, cualquier problema que amenazara la seguridad de los civiles era resuelto en un abrir y cerrar de ojos.
A pesar de todo, Hinata no dejó de recordar la huella con sangre en su ventana y se preguntó si ambas cosas estarían relacionadas.
—Ese es el caso: que no tiene por qué haberlos. Así que debemos pensar en otras posibilidades.
La tierra húmeda era reconfortante. Yacer en ella, enterrarse era tan acogedor como acostarse en una cama de suaves y cálidas sábanas. Al principio no había osado adentrarse de nuevo en su tumba, pero al ver que el amanecer hería su vista, no tuvo otra opción. Había dormido pero no sabía cuánto. Las horas pasaban sin que él las pudiera contar, interminables, como un sueño eterno, apacible y oscuro. Salió al aire fresco otra vez. La luna, reluciente, iluminaba el cementerio, haciendo brillar las lápidas. Cerró los ojos, la paz invadiendo su ser pero la "sed" llegó de nuevo para dilapidar su cordura.
Furioso consigo mismo por esa necesidad, echó a correr. El aire atizó su rostro mientras corría sin rumbo fijo pero sabiendo bien dónde le llevarían sus pies. Cuando finalmente paró, instantes después, estaba de nuevo frente a la casa Hyuuga, al igual que la noche anterior, colándose entre sus muros y recorriendo rápida y ágilmente el camino a la ventana de su prima, que aquella noche estaba cerrada a cal y canto. La admiró tras el cristal: sus suaves pestañas, su nariz fina y pequeña y sus labios
—Hinata-sama —la llamó, con voz armoniosa y escalofriante. El chico no era consciente de su tono, que apenas era audible pero llegaba como un mensaje mental.
"Hinata-sama"...
La chica ni siquiera abrió los ojos. Sonámbula, salió de la cama y avanzó hacia la ventana, descorriendo los postigos y abriendo el cristal. Se quedó quieta un momento. Neji introdujo su mano a través de la ventana para tocar su rostro y sentir su cálida piel.
—Acérquese, Hinata-sama.
Los ojos de la joven, velados por el sueño, empezaron a tomar conciencia de lo que la rodeaba. Una mano suave y fría acariciaba su mejilla; era agradable pero un temor insondable la recorría. El instinto de preservación la quería hacer correr pero por otro lado, algo más fuerte la obligaba a quedarse. Entonces el hechizo se rompió y pudo abrir sus ojos, encontrándose con lo que nunca creyó posible. Debía huir, alejarse, pero... ¿por qué hacerlo? Aquello no podía ser más que un sueño.
—Neji-ni-san… —tomó su rostro con las dos manos, rezando para que no se marchara-. N-No puedo creer que estés aquí... Debe ser un sueño.
Lo rodeó con sus brazos y sus ojos se llenaron de lágrimas. Había anhelado tanto su contacto... había deseado tanto verle en sueños y poder abrazarle de nuevo... Él cerró los ojos, disfrutando del aroma de su cabello, de su piel y de lo que había bajo ésta. Las venas de su byakugan sobresalieron en sus sienes y alrededor de sus ojos y notó, otra vez, la sangre circulando en un cuerpo vivo. Sus ganas y su excitación aumentaron. Oh, la sed, la maldita sed. Necesitaba su sangre. Se aferró a su cuerpo por la cintura, elevándola del suelo de la habitación como si no pesara nada. Sus labios llegaron a su cuello y lo besaron y después su lengua lamió cada centímetro de la piel que recubría aquello que tanto ansiaba. Hinata gimió, sorprendida y confundida.
—Neji-ni-san... ¿Q-Qué haces?
Intentó apartarle, pero sus brazos parecían de hierro forjado alrededor de su cintura. Le miró entonces y a la luz de la luna, reparó en su apariencia: piel pálida como la de un cadáver, el byakugan activado y sus caninos... ¡Dios mío! Los tenía tan afilados como cuchillos. Gritó aterrorizada al oírle murmurar en su oído:
—Hinata-sama, tengo tanta sed...
¿Continuará?
