Hola! Bueno, soy nueva en fanfiction y esta historia todavia esta siendo desarrollada. De una vez aviso que tal vez actualice cada 2 semanas por todo lo que tengo que hacer por el momento. Ya no los entretengo, disfruten!

Los personajes de Yu Yu Hakusho no me pertenecen


Prólogo:

Un gran castillo se hallaba sumido en la más espesa penumbra, característica de las noches en el Makai. Varios youkais de diversas clases cuidaban de que nadie irrumpiera en la fortaleza. Uno de ellos, ubicado en el mirador central, detectó un movimiento muy rápido que cruzaba el bosque frente a ellos. Varios árboles se agitaban violentamente, mientras que otros caían sin más. Sin embargo, antes de que él pudiera dar la voz de alarma, vio un ligero destello por el rabillo del ojo. Ni siquiera se percató de qué fue lo que lo provocó, cuando el filo de una katana cortó su cuello, arrebatándole la vida en un instante.

Una sombra negra se movió rápidamente hacia el interior del palacio. No le importó llamar demasiado la atención, ya que todo aquel que intentaba pararlo, terminaba muerto irremediablemente, dejando incluso, un pequeño rastro de sangre por donde pasaba. Poco tiempo después, se encontraba frente a las que serían las celdas de los prisioneros y/o rehenes de guerra, de haberla, claro.

En esta ocasión, seguro de que no había nadie más que él ahí, fue inspeccionando el interior de cada una de ellas. La mayoría parecían estar vacías y una gruesa capa de polvo cubría el suelo y las paredes de éstas, dejando claro que hacía, mínimo, años que no se usaban.

-Parece que no está aquí- dijo en voz baja, para después dar media vuelta. Sin embargo, en ese momento, un fuerte resplandor surgió de la celda del fondo. Aunque era casi inentendible, una vocecita femenina se escuchaba ligeramente.

-Poraqui…aquiestoy…ayudame

Por el tono usado, la chica parecía estar haciendo un esfuerzo increíblemente grande por hablar, lo que la hacía arrastrar las palabras. Aún sin verla, se podía asumir que después de cada "oración", se le entrecortaba el aliento.

Sin dudarlo un momento, la silueta negra se dirigió hacia el lugar indicado. Con solo patear la pesada puerta, el cerrojo se rompió, dejándolo entrar libremente. Al fondo, había un espejo de cuerpo entero, de donde la luz parecía provenir, aunque era cada vez más tenue. Sin embargo, antes de poder acercarse, una risita muy clara se escuchó.

-Vaya, no esperaba que llegaras hasta aquí tan rápido

Una mujer, la cual se ocultaba en la oscuridad de la celda, se dejó ver. Tenía un largo y rizado cabello color azabache, el cual le llegaba hasta la espalda baja. Sus ojos eran color amatista. Usaba un vestido morado oscuro con una apertura que dejaba ver su pierna derecha desde el inicio del muslo. Mantenía los brazos cruzados y una sonrisa en su rostro.

-No deberías contratar guardias tan débiles, no si tu intención es no dejar pasar a nadie

-Bueno, en parte es tu culpa. Te has vuelto mucho más fuerte de lo que recuerdo. Tanto quieres…

-Vayamos al grano, ¿qué haces aquí?

-¿No es obvio? Este ha sido mi hogar durante muchísimo tiempo, más precisamente, desde que me dejaste plantada, cariño

Un pesado suspiró escapo de los labios del chico frente a ella. Él miró de reojo al espejo y continuó hablando.

-¿Cuántas veces te lo he dicho? Yo no-

-Eso lo sé bien, pero no significa que me vaya a dar por vencida. Es por eso que esto está aquí

La mujer colocó su mano izquierda sobre el marco del espejo, cuyo ligero resplandor parpadeó repentinamente. El muchacho no comprendió en un principio de qué hablaba ella, pero sus ojos se abrieron como platos al mirar la cara de satisfacción de la pelinegra. Sin querer creérselo, se acercó al espejo y se arrodilló frente a éste. Colocó la palma de su mano sobre el cristal y, al contacto, la silueta de otra mano se vio frente a la suya, como si hubiera una persona dentro del espejo. La apartó inmediatamente, pero no se incorporó. Se quedó pensando durante un rato, para luego adquirir una expresión de furia tota que habría intimidado al mismo Satanás.

-¡¿Qué le hiciste?!- exclamó mirando a la chica, mientras se levantaba

-Por favor, no me digas que estás enojado- dijo con una falsa sonrisa inocente, la cual hizo que la furia del otro aumentara peligrosamente.

Inmediatamente, el muchacho desenvainó una afilada katana manchada de sangre, con la cual lanzó una rápida estocada hacia el cuello de la mujer. La detuvo justo cuando la espada rozó el lado derecho de la garganta de la pelinegra, justo sobre la yugular.

-¡Libérala! ¡YA!- le exigió

Lejos de asustarse, o mínimamente perturbarse, la mujer empezó a reírse de manera burlona. Sus carcajadas resonaron como un fuerte eco por las paredes de piedra. Aunque ni el chico de negro ni la mujer de ojos amatista se percataron de ello, el espejo vibró, como si alguien lo golpeara desde adentro.

Una vez que la risa de la chica se hubiera calmado, con fingida lástima, le dijo al muchacho:

-Ay, cariño, perdóname, pero no puedo hacer eso

-¡Bien, entonces yo lo haré! ¡Romperé ese maldito espejo!

-Je,je, si fuera tú, no haría eso…- ante la mirada interrogativa del hombre, ella prosiguió -…Si intentas romper el espejo, lo único que lograras será arrebatarle la vida, de una forma muy dolorosa, por cierto. Y no quieres eso, ¿verdad, Hiei?

Los ojos carmesí del chico le dirigieron una profunda mirada de odio a la otra, pero segundos más tarde, con una expresión de derrota, apartó la katana y la dejó caer, provocando un ruido seco al golpear con la piedra.

-Así me gusta

La mujer se acercó al otro y acarició su mejilla derecha con el dorso de su mano. El chico apartó el rostro.

-Vamos amor, no seas así, no todo es tan malo. Te propongo algo: ayúdame y yo te ayudo. Si sigues mis órdenes sin dudar y cumplo mi objetivo… consideraré dejarla libre. ¿Qué dices?...

Hiei lo pensó. Sabía que se encontraba en una posición difícil, pero por el momento, no había nada que pudiera hacer, no sin provocar más daño. ¿Que si la idea le gustaba? No, para nada. ¿Tenía otras opciones? No. Estaba claro lo que iba a hacer.

-…Bien…- murmuró entre dientes

-Perdóname, pero no te escuché, ¿qué dijiste?

-No me presiones, Agatha

-En ese caso, ven, quiero mostrarte algo

La chica se dirigió hacia la salida, satisfecha con lo fácil que le fue manipular al chico de cabello negro. Su sonrisita se volvió bastante sádica y le dieron tremendas ganas de echarse a reír nuevamente

Sin embargo, Hiei se sentía humillado. Pero peor se sentiría si… mejor ni pensarlo, ya tenía suficientes problemas por el momento como para llenarse la cabeza de más preocupaciones. Miró al espejo, cuyo brillo luchaba por mantenerse como estaba. Nuevamente, se acercó y colocó su mano sobre el cristal, el cual desprendía un ligero calor. En esta ocasión, le pareció sentir el contacto de otra mano a través de éste, aunque era mucho menor al que debería tener de estar sana la persona.

-Paciencia, te sacaré de aquí

Dicho esto, contempló la katana que descansaba en el suelo, para luego gruñir. Dio media vuelta y, con el seño fruncido, se dispuso a seguir a Agatha.

No vio como, finalmente, el brillo cedía y la celda volvía a sumirse en la fría oscuridad.


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