Notas del capítulo:

Dedicado a A.J , espero que te guste este fic escrito con toda mi ilusión y cariño ^^

Parejas: NaLu y GaLe

Parejas secundarias: JErza y MiraXus

Rating: M (lemon)

Disclamier: Fairy Tail y todos sus personajes pertenece a Hiro Mashima.


Chapter 1

"Dragon Slayer... cuenta la leyenda, que hace más de millones de años, las magias más oscuras y poderosas, crearon unos humanos capaces de asesinar dragones. No importaba que tan grandes o poderoso fueran, aquellas personas, los matarían.

Lo que jamás imaginaron fue que los dragones, antes de morir, introdujeran una maldición a los humanos que se habían atrevido a enfrentarse a ellos y ser capaces se robarles la vida. La maldición de convertirse en un dragón, ser odiado por toda la humanidad. De cargar con el peso de la soledad, ser considerado un monstruo. Un monstruo llamado Dragon Slayer..."

La oscuridad era densa pero, la luna iluminaba todo el bosque con su luz plateada. Los pasos rápidos de un muchacho se detuvieron y comenzó a olfatear el lugar. Pronto, encontró lo que buscaba, hizo una apagada señal y varios hombres corrieron en silencio hacia donde les había indicado el chico.

Todos llevaban trajes de samurais, rojos y negros, con el escudo del clan al que eran fieles en el pecho. La última en salir fue una mujer de cabellos rojo escarlata, con una mirada decidida. Miró al muchacho que había ayudado tanto en aquella búsqueda.

-Muchas gracias, Natsu- agradeció mientras le miraba de reojo y se dirigí a lo que parecía una cueva.

El muchacho sonrió, realmente... Nunca ninguno de aquellos hombres le había agradecido nunca, aunque más de una vez les hubiera salvado... Erza Scarlet era una de las únicas que no le miraba con odio, o con miedo... Tan solo era ella misma y eso le hacía sentirse, de alguna manera, feliz.

La cueva, indicada por el pelirrosa, tenía una entrada realmente grande y empinada, si resbalabas, caerías y quedarías inconsciente y tal vez, morirías. Todos se detuvieron alrededor de aquella cueva, Erza se adelantó unos pasos como capitana que era.

-Es aquí...- murmuró mientras preparaba su katana.- Hazlo.- ordenó a uno de los soldados.

El nombrado, cogió una piedra lo suficientemente grande y la tiró a la cueva con todas su fuerzas. Se escuchó un débil gemido de dolor. No funcionaba, con conseguirían sacarlo de allí con simples piedras.

-Natsu- la pelirroja le miró indicándole lo que debía hacer.

-Sí.

Cogió carrerilla y saltó hacia la entrada de la cueva, y después... Silencio... Todos los samurias, confiaron en que había muerto, cosa que no sería ningún problema. Más bien un alivio... Le odiaban era un monstruo... un...

El gritó furioso de un monstruo sonó por todos los rincones de la cueva, saliendo al exterior, segundos después un Karakasa Kozou salió de la cueva gritando y golpeando todo lo que encontraban. Lo habían encontrado, estos "animales" no era muy comunes por las tierras Suminoe, donde el clan Heartfilia era dueño de todo, eran descritos con un solo ojo en su rostro, dientes tan afilados capaces de destrozar la armadura más poderosa, eran grandes, gigantes por así decirlo.

-¡Tened cuidado!- gritó la capitana mientras sacaba una de sus lanzas.- ¡Apuntad al ojo! ¡Piernas! ¡No toquéis su cuerpo!

El Karakasa rompió un árbol y lo cogió como si de una rama se tratara y comenzó a golpear el suelo, intentando aplastarles. Todos esquivaron, y atacaron al monstruo tal como les había ordenado su capitana.

Erza saltó lanzando su preciada arma al ojo del monstruo, dando en el blanco. Al volver al suelo se llevó un mechón de su largo cabello tras la oreja, mirando como la bestia se movía mientras aullaba de puro dolor al perder su único ojo, pronto, uno de los samurais le cortó uno de los pies haciéndole tambalearse... Y cayó, en dirección de uno de los soldados.

-¡Cuidado Chikara!- gritaron varios de los samurais.

Cerró los ojos, era su fin... Esperó, no ocurrió nada... Abrió los ojos, encontrándose al pelirrosa sujetando con toda su fuerza impidiendo le lo aplastara.

-S... Sal rápido...- le dijo con cierta dificultad, no aguantaría mucho más.

Ambos salieron con rapidez antes de ser aplastados por el enorme monstruo. Que ahora, se encontraba en el suelo, sin vida. Los samurais, entrenados de las maneras más expertas, se acercaron con cuidado al Karakasa comprobando que no respirara.

-Está muerto.- la única mujer de los presentes sacó el arma del ojo del monstruo como si tal cosa y la guardó en su vaina.- ¡Regresamos! ¡Quemadlo!

-¡Sí!- gritaron todos mientras varios preparaban el fuego para abrasar al "animal" muerto.

Aquel Karakasa, había estado atemorizando varias villas de los territorios Suminoe durante varias noches. Robando el ganado y rompiendo varias casas. Por ello, los aldeanos pidieron ayuda a su señor, al clan Heartfilia, famosos por su arsenal de samurais. Un problema como ese, podrían solucionarlo ellos, estaban seguros.

Natsu observó como el fuego quemaba y convertía en cenizas el cuerpo del monstruo, quieto y callado. Dio unos pasos hacia la enorme fogata, alargando su mano para tocar aquellas llamas que tanto quería.

-Oi, Slayer- le llamó con cierto odio el samurai llamado Chikara.

El nombrado volteó para mirarle apartando la mano de las llamas.

-Hubiera preferido morir, antes que ser salvado por alguien como tú- escupió mientras se marchaba con todos los demás.

Se quedó allí solo mirando el suelo mientras apretaba los puños. No le gustaba que lo llamaran Slayer... significaba asesino, él no era un asesino. Pero era un Dragon Slayer, aun recordaba el día que lo encontraron. Estaba solo, mal herido y cuando vieron aquella marca quisieron matarlo... No lo hicieron, se lo llevaron a Suminoe donde conoció a la familia Heartfilia.

Levantó la mirada, se encontraba solo en la oscuridad del bosque. Miró el fuego que poco a poco se apagaba. Chasqueó y salió corriendo, no quería quedarse por más tiempo allí y encima, solo.


El jardín interior del templo estaba decorado con las más hermosas flores, de diversos colores que en aquel instante, eran imposibles de divisar. La oscuridad había hecho que todas y cada una de ellas fueran iguales, negras.

Pero, en medio de la oscuridad, una leve luz salía a través de la puerta de papel. Era la habitación de Lucy Heartfilia. Podían verse dos siluetas, con peinados tan elegantes y perfectos, dignos de una categoría superior.

Ambas siluetas, eran de mujeres, una de ellas tenía voluptuosos y firmes pechos que se podían admirar incluso tras aquel kimono verde con hermosas flores rosas. Su cabellera era rubia, como el sol... o como el trigo que se cultivaba en pleno verano. Hermosa, joven y con una mirada llena de vida. Ella era Lucy Heartfilia, hija de Jude Heartfilia. A su lado, se encontraba una pequeña mujer de cabellos azules como el cielo, su pecho, no era tan voluptuoso como el de su amiga aun así, era muy linda, con sus ojos color café y con aquella sonrisa dulce e inocente.

Disfrutaban de la compañía de la otra tanto, que el tiempo pasaba tan rápido que se sorprendían.

-Lu-chan, ¿alguna vez habías oído la leyenda del Hada del Cerezo?- preguntó mientras le deshacía el peinado para poder peinarle el cabello.

-¿Hada del Cerezo?- repitió aquel nombre sin conocer aquella leyenda.

-Se dice que es la dama que hace que las flores de los cerezos crezcan, que vuela entre los árboles y deja su polvo mágico entre las ramas y entonces, estallan en cientos de flores rosas y blancas. Gracias a ellas tenemos en Hanami.

-¿En serio? Nunca había escuchado esa historia... Mi padre no me deja salir mucho del templo...- dijo algo apenada.

-Eso es porque se preocupa mucho por ti, Lu-chan- le sonrió.- Incluso me habéis acogido...

Levy, no era de aquellas tierras, su casa no era aquella, las tierras dirigidas por los Mcgarden eran las tierras Sumiyoshi, famosa por su cultura. Ambos clanes, Heartfilia y Mcgarden, estaban muy unidos los jefes de las familias se conocieron desde hace mucho tiempo y por ello mismo, sus dos hijas habían estado siempre en compañía de la otra.

Había ocurrido un conflicto no muy importante en las tierras Sumiyoshi, pero aun así, el padre de Levy, Thiago Mcgarden había pedido que cuidaran de su hija mientras aclaraban todo aquel alboroto.

-No pasa nada, Levy- le tranquilizó la rubia.- Somos amigas, podemos contar siempre la una con la otra.

La más pequeña le abrazó cariñosamente en señal de afecto y cariño. Aunque sus padres no les hicieran mucho caso debido a sus tareas como señores de sus tierras, se tenían la una a la otra. No estaban solas...


El bosque Aokigahara, llamado así por ser "maldito". Un bosque tan oscuro, que de tan solo estar cerca daba escalofríos. Incluso, de día, el sol no conseguía llegar a aquel lugar. Denominado bosque maldito porque se oían el susurro bestias, de alimañas.

Desde que él vivía allí, no había oído ninguno de esos ruidos, ni había visto monstruos ni chorradas para asustar a los niños pequeños. La razón por la que contaban aquellas historias de terror era simple, Natsu vivía allí. En mitad de aquel bosque, alejado de la entrada a ese bosque -que daba con la aldea- y lo suficientemente lejos para que no estuviera a las afueras de las tierras, vivía Natsu. Desde los seis años, allí.

No era una casa muy grande, ni tampoco digna de un señor pero, era su hogar después de todo. El único lugar donde se sentía realmente a gusto. Entró dentro y allí se encontró a aquel gatito azul con orbes negros que le miraban fijamente desde la cama. Sonrió, aquel gato era su único amigo, no le miraba mal, ni tampoco intentaba alejarse de él por miedo. Era un simple gato que también fue marginado por la sociedad por el simple hecho de ser diferente, por ser azul.

-Happy...- murmuró con cariño en su voz.

El animal saltó de la cama y se acercó al pelirrosa abrazando con su lomo las piernas del recién llegado. Maulló y se puso a dos patas colocando las delanteras en la pierna derecha de Natsu, aquella era señal de que, deseaba ser cogido por su dueño y que le diera mimos oh, y calor.

Lo cogió con cuidado y se lo acomodó en los brazos mientras le acariciaba la cabeza y después el lomo. Happy ronroneó haciendo sonreír más a Natsu. Si no le tuviera a su lado... se sentiría tan solo que le darían ganas de quitarse la vida.

-¿Tienes frío, Happy? Tendría que dejarte el fuego puesto... Lo siento.- aun con él en brazos, salió fuera a coger algunos troncos cortados de leña que se encontraban amontonados en uno de los costados de la casa.

Cuando volvió a entrar sintió que, realmente hacía mucho frío. Se extrañaba de que el pobre gato pudiera aguantar aquellas bajas temperaturas. Se agachó y dejó caer la leña en la pequeña chimenea que tenía. Cogió aire y sopló fuego, el aliento de un dragón de fuego. Las llamas engulleron la madera con rapidez.

No tenía costumbre de usar sus poderes y menos en público, la gente le miraría con tanto asombro y pánico que le suplicarían a su señor que le echaran de allí. En realidad, jamás se había transformado en un dragón tenía miedo de hacerlo. Un miedo que le hacía sudar frío, ¿y sí un día aquel terrorífico poder quería liberarse? ¿Y si mataba a alguien...? El poder de un dragón era abismal, ¿quién decía que no iba a perder el control?

La cola de Happy rozó su rostro, haciéndole volver a la realidad. Parpadeó varias veces y miró el fuego, el crepitar de las llamas... le relajaba tanto aquel sonido... Dejó al gatito en el suelo y se acercó a su cama, que no estaba a mucha distancia de la chimenea, a los pies de la cama se encontraba un baúl bastante grande donde había ropa "limpia" por así decirlo y varias mantas que lo ayudaban a superar cada año los meses de invierno.

Se quitó la bufanda blanca que tuvo desde que era pequeño con cuidado y la dejó en el baúl, también, se desprendió de los zapatos y cogió la manta más grande y caliente que encontró, se introdujo en las sabanas finas de la cama y se hecho la manta por encima. El calor fue directo.

Happy, se acercó corriendo hacia él y se quedó encima de la manta en el hueco que dejaba el cuerpo de Natsu, que se encontraba acurrucado, disfrutando del calor que le daba el pelirrosa y aquella manta.

Ambos se durmieron al instante, con el leve ruido del crepitar de las llamas... Con el suave mecer de las hojas.


Una de las cosas que había unido mucho a Levy e Lucy fue la pasión por la lectura, podían pasarse horas leyendo para después recomendarse muchísimos libros o hablar sobre su libro predilecto. Levy, era amante de los libros, por eso mismo, conseguía libros de la otra punta del mundo si era necesario. Todo con tal de poder engullir un libro, por perderse en sus hojas, por ir a otro mundo.

Se encontraban en el jardín exterior de la casa de Lucy, disfrutando del cálido sol de aquella mañana mientras leían con tranquilidad. Cuando terminaron los libros, los cerraron y se miraron. Se rieron.

-Cada día leemos más rápido- comentó Levy mientras miraba una bonita mariposa posada en una de las flores.

-Tienes razón- sonrió y la miró.- ¿De qué iba el tuyo?

-Dragones- murmuró, ambas sabían que hablar de aquel tema en alto era algo muy mal visto.- Un dragón se enamoraba de una princesa... Pero no podían estar juntos- miró el cielo.- ¿Tú que opinas de los dragones, Lu-chan?

-¿De los dragones? Pues... nunca he visto a uno... ¿Tienen que dar miedo no? Aunque... también tienen que ser asombrosos, capaces de volar con lo que tienen que pesar... sus rugidos ¡y escupen fuego...! Realmente me gustaría ver uno...

-Lu-chan... ¿tú padre no te lo contó? ¿Has ignorado "eso" durante tanto años?- asombrada, se acercó mucho a su amiga.- ¡Llegas a ser torpe cuando quieres! ¡Podrías haber investigado un poco! Yo se lo escuché hablar a mi padre hace mucho... Pero tú... que raro...

-¿Eh? ¿De qué hablas? ¡No te entiendo!- frustrada se llevó las manos a la cabeza..- ¡Cuéntame, Levy! ¡Necesito saber de qué hablas!

-¡Tranquilízate...! Además, no creo que este tema sea como para hablarlo aquí...- al ver la mirada que le dirigía su amiga suspiró derrotada- está bien, está bien...

Miró a ambos lados comprobando que no hubiera nadie cerca y se acercó al oído de su amiga.

-¿Te suena la palabra Dragon Slayer?- comenzó a susurrarle.

Lucy pensó, recordaba haber oído aquellas palabras... Pero hace muchísimo tiempo, ¿se lo escuchó a su padre? Tal vez, no estaba segura... Negó con la cabeza esperando a que le contara más.

-Los Dragon Slayer son humanos que asesinaron a unos dragones de verdad, de ahí el nombre... Se dice, que al matar a un dragón, te cae una maldición que te convierte en un dragón.

-Levy... ¿y eso que tiene que ver...?

La peli azul tragó saliva, lo que iba a decirle estaba prohibido, sabía que Jude Heartfilia no iba a permitir que su hija se diera cuenta de "eso". Estaba apunto de hablar cuando...

-Lucy-sama, ¿aun sigue aquí?- la dulce voz de su dama de compañía hizo que ambas chicas se separaran con el corazón latiendo con mucha fuerza... Mirajane podía ser silenciosa cuando quería.- ¿Uh? ¿Ocurre algo? ¿Les he asustado?

-N... No, tranquila- dijo la rubia mirando a su amiga.- Como sea... ¿qué querías Mirajane?

-¿No se acuerda? Su padre le pidió que fuera a hablar con él- miró a Levy con una sonrisa- yo me quedaré con usted, Levy-sama.

-Muy amable...

Antes de irse, ambas chicas se miraron a los ojos diciendo un claro "luego hablamos". La rubia se alejó dejando a una Levy algo preocupada de que Mirajane les hubiera oído. Y era cierto... la albina había oído un poco de aquella conversación y no le gustaba nada... Ni un pelo.


Era de noche, Lucy había hablado con su padre hace bastante tiempo, ahora, esperaba ansiosa a que su amiga peliazul saliera de darse un baño. Ella acababa de tomar uno, su cabello aun estaba mojado pero pronto se secaría. Su kimono azul oscuro con flores amarillas era ancho y realmente cómodo, le gustaba ponérselo para dormir.

Impaciente, se miró en el espejo de su dormitorio y se peinó el cabello. La curiosidad le estaba volviendo loca... Todo aquello... Los dragones... los Dragon Slayer... ¿qué tenía que ver eso con ella...? O mejor dicho... ¿qué tenía eso que ver con su pueblo? Inconscientemente, se mordió la uña de su pulgar derecho mientras que con la otra tecleaba el suelo una y otra vez.

Al fin, Levy entró al dormitorio de Lucy son su cabello corto totalmente mojado, con un kimono azul oscuro que, al igual que el de la rubia, tenía flores pero a diferencia, las suyas eran rojas.

-¡Levy...! Por fin, ¡me estoy muriendo de curiosidad!

-Lo siento, lo siento, tenía que darme un baño...- suspiró.- Y la curiosidad, mató al gato, ¿lo sabes verdad?

-¡Como sea! ¡Dímelo!- le gritó muy impaciente.

-No grites Lu-chan...

Se sentaron juntas en el centro de la habitación, Lucy, estaba deseosa de que por fin fuera a contarle aquello que le había dejado con la duda todo el día... Incluso cuando habló con su padre no se enteró demasiado bien de las cosas.

Levy comenzó a relatarle la historia, la historia de como hace varios años atrás, la familia Heartfilia encontró a un niño en los bosques más oscuros y terroríficos de sus tierras. Un niño marcado... marcado por un dragón. Pronto descubrieron que era un Dragon Slayer, varios optaron por asesinarlo allí mismo, pero Jude Heartfilia vio algo que les impidió llevar a cabo aquella acción. Se llevaron al muchacho llamado Natsu, Natsu Dragneel.

No fue criado en la sociedad, con los otros niños... Si no, Lucy le habría visto o habría oído hablar de él... ¿Qué había pasado con aquel chico? Levy paró allí su relato. Ni ella misma lo sabía... La duda carcomía a la rubia, su padre le había ocultado algo tan importante durante varios años... pero... ¿por qué? Frunció el ceño, su padre le ocultaba demasiadas cosas... Y tener un Dragon Slayer era... ¡increíble! Era... como tener a un verdadero dragón...

-Eso es todo lo que sé, Lu-chan... Ni si quiera sé donde podría estar...- suspiró.

-Debe estar por algún al que nunca iría... ¿Pero cual? Suminoe es muy grande, no se puede recorrer en un día...

-Tal vez... podríamos investigar- una sonrisa apareció en el rostro de la pequeña, la aventura era una de las cosas que más le gustaba, aparte de leer...

-¿Investigar?

-¡Sí Lucy! ¡Investigar! Tal vez, podríamos preguntarle a una de las personas que más confianza tiene tu padre en ella...

-¿Te refieras a...?

-¡Sí! ¿Quién mejor que ella...? Y no creo que te oculte nada, al fin y al cabo, eres su señora.

-Tienes razón... pero será mejor que se lo pidamos mañana, es demasiado tarde.

La peliazul asintió y se levantó para dirigirse a su habitación, que se encontraba continua a la de Lucy. Se despidió de su queridísima amiga y salió cerrando la puerta tras ella. La emoción recorrió su cuerpo, impaciente, ansiosa de aventuras.

Escondida entre las sombras, una preocupada Mirajane pensaba en todo lo que acababa de oír... Aquellas dos muchachas, no entendían la situación en la que se encontraban. ¿Qué iban a buscar al Dragon Slayer? ¿Y a quién le iban a preguntar...?

A la mente, tan solo se le vino una persona, la única persona que, por fiel a los Heartfilia, le diría todo cuanto quería saber Lucy... Erza Scarlet.

Debo hacer algo antes de que sea demasiado tarde... pensó mientras salía de entre las sombras y se alejaba del cuarto de su señora sin hacer demasiado ruido...


Continuará...