Se sitúa al final de la temporada 7. Jaime abandona Desembarco del Rey y a Cersei. Llega a Invernalia, donde se encuentra con Jon, Daenerys, Sansa y Brienne.
Espero que os guste, tendrá 3 capítulos creo, depende de como vaya la historia y de si os gusta o no. Espero vuestros comentarios. No seáis malos :)
Jaime había llegado a Invernalia después de recorrer kilómetros y kilómetros en su caballo, el cual nada más llegar a las puertas había caído desplomado del cansancio, tirando al Matarreyes inconsciente al suelo.
Rápidamente fue atendido por los guardias e inmediatamente dieron aviso a Jon Snow, Daenerys y Sansa Stark.
A los pocos minutos toda Invernalia sabía que el Matarreyes estaba en la fortaleza.
Lo llevaron con apuro a una de las pocas habitaciones que quedaban libres. Era pequeña y oscura, simplemente tenía una cama y una mesita vacía al lado.
Cuando lo tumbaron en la cama los guardias se fueron, dejándolo en la habitación con Sansa, Jon y Daenerys.
-¿Qué debemos hacer con él? Ha venido solo. –Preguntó Sansa mirando el cuerpo inconsciente de Jaime.
-No sabemos por qué ha venido solo. No ha traído casi nada con él. Debemos esperar a que despierte, pero no me da buena espina. –Dijo Jon.
-No tiene buen color. –Dijo Daenerys. –No aguantará. Apenas respira.
-Ya he enviado a Brienne a buscar a Samwell, han de llegar de un momento a otro. Él puede hacer que se recupere. –Comentó Sansa.
En ese momento la puerta de la habitación se abrió, apareciendo Samwell y Brienne.
Samwell inmediatamente empezó a suministrar a Jaime algunos medicamentos mientras que Brienne se quedó de pie, observando con preocupación la cara del Lannister.
-Está helado. –Comentó Samwell. –Necesitamos una habitación con chimenea.
-No quedan. –Dijo Daenerys.
-Aquí no pasará de esta noche. Tiene hipotermia y está desnutrido. Necesitamos calor.
-Le ofrezco mi habitación. –Dijo Brienne decidida haciendo que todos la sorprendidos. Ella miró a Jaime y siguió hablando. –Me quedaré yo en esta habitación, él puede quedarse con la mía, tiene chimenea y leña suficiente.
-Brienne, el invierno ha llegado y en está habitación fría es muy fácil enfermar. No puedo permitir que te alejes del cuidado de mi hermana, y mucho menos por cederle tu habitación al Matarreyes. –Comentó Jon.
Brienne iba a hablar de nuevo pero Sansa la cortó. –Brienne se quedará en mi habitación. Avisaré de que le preparen una cama.
Jon asintió y Brienne respiró aliviada. Ninguno de los dos pasaría frio esta noche.
Por la noche Brienne fue hacia su habitación compartida con Sansa. Estaba nerviosa, hacía tiempo que no compartía habitación con nadie, y menos con una persona como Sansa.
Al entrar se encontró a sansa en un camisón preparada para dormir, al darse la vuelta la recibió con una sonrisa.
-Espero que la cama sea de su agrado, Lady Brienne.
-Lo es, mi señora.
Con timidez Brienne se sentó en la cama y comenzó a quitarse la armadura. Sansa había visto como Pod la había ayudado varias veces a despojarse de ella, y ahora entendía por qué, Lady Brienne era un poco torpe deshaciendo los nudos. No pudo evitar reírse y se acercó a ella para deshacerle el nudo que tanto le estaba costando.
Brienne se sorprendió ante la ayuda de Sansa.
-Mi señora, no es necesario. –Dijo Brienne tercamente.
-No pasa nada Brienne, he visto a Pod hacerlo muchas veces, creo que sabré como quitarla.
Brienne asintió tímidamente mientras esperó a que Sansa deshiciera los últimos nudos con rapidez.
-Eres más rápida que Pod. –Bromeó Brienne sorprendida.
-Los hombres a veces olvidan que a veces es mejor la maña que la fuerza. –Comentó Sansa sonriendo a Brienne.
Finalmente Brienne se despojó de toda su armadura, y Sansa observó como la ponía en un lado de habitación con gran delicadeza, justo al lado de su espada.
Sansa se sentó en su cama y observó como Brienne se disponía a limpiar la espada antes de dormir.
-He visto durante toda mi vida soldados, guardias reales, caballeros… Y nunca he visto tratar una armadura con tanta delicadeza como tú. –Comentó Sansa.
Brienne la miró. –Es un regalo, mi señora. Lo tengo en alta estima. Si tiene que romper que se en batalla.
-Puedes llamarme Sansa. No hace falta que tú me trates de señora.
-No sé si me acostumbraré. –Comentó Brienne.
-Inténtalo, al fin y al cabo pasamos mucho tiempo juntas. Y si no fuera por ti yo no estaría aquí. No sé si te he agradecido debidamente todo lo que has hecho por mí.
-Aceptar mi protección es agradecimiento suficiente, mi… Sansa. Sansa. –Corrigió rápido Brienne, haciendo que ambas se sonrieran.
Cuando Brienne acabó de limpiar la espada la volvió a colocar al lado de la armadura, llamando otra vez la atención de Sansa.
-No sabía que en Tarth existiera un acero como el de tu armadura. Es una de las mejores que he visto. –Observó Sansa.
-No es acero de Tarth. –Le informó Brienne, insegura de como contarle de donde procedía su armadura.
-¿Te la regalo tu padre? –Preguntó Sansa curiosa. –Mi padre nunca dejaba que Arya aprendiera a luchar, aunque al final no le quedó más remedio que ceder. –Ambas sonrieron al pensar en Arya.
-No ha sido mi padre… -Le dijo Brienne, aumentando la curiosidad en Sansa.
-¿Entonces quién? Tiene que ser alguien que te tenga una alta estima, ese acero es uno de los más caros de los Siete Reinos.
Brienne no sabía si revelar de dónde provenía su armadura. No se avergonzaba de que se la diera Jaime Lannister, pero algo en su interior sabía que podría traerle problemas.
-Un buen amigo… -Contestó Brienne. Sansa notó como las palabras de Brienne eran melancólicas, como si le doliera decirlas.
Sansa no podía creer que Brienne tuviera a un hombre ahí fuera pensando en ella. No porqué físicamente no fuera atractiva, o por su manera de ser, si no porqué parecía que en lo único que pensaba era en luchas y protegerla.
En ese momento Sansa se dio cuenta de que no la conocía, y tenía ganas de conocerla más, de ser su amiga.
-¿Solo un buen amigo? –Preguntó Sansa curiosa. Brienne le esquivó la mirada y no contestó, no sabía que decirle. -¿Lo amáis, Brienne?
La pregunta hizo que Brienne se tensara. Sansa lo notó, e inmediatamente se arrepintió de haber preguntado. Antes de que pudiera hablar otra vez para pedirle perdón por su curiosidad, Brienne susurró un monosílabo. –Sí.
Ambas quedaron calladas y Brienne se metió en su cama, tapándose con la sábana.
Sansa sabía que la pregunta le había molestado. –Siento haber preguntado, Brienne. No debería meterme en tus asuntos.
-No pasa nada.
Volvieron a quedarse calladas hasta que Sansa volvió a romper el silencio.
-¿Por qué no te vas con él?
-Mi deber está aquí. –Comentó Brienne secamente.
Sansa salió de su cama para ir a sentarse al lado de Brienne, sorprendiéndola, la cual se sentó también para quedar a la misma altura.
-¿Cómo es? –Preguntó Sansa curiosa.
-¿Cómo es qué? –Pregunto Brienne terca.
-¿Cómo es que te quieran? ¿Cómo es estar con el hombre que amas? –Dijo Sansa a modo que parecía una niña pequeña. Brienne pensó que al fin y al cabo lo era, era una niña que soñaba con un hombre que la amara, que la tratara bien, como hacía ella a su edad.
-Me gustaría responderte, Sansa. Pero no lo sé. –Dijo triste.
-¿No lo sabes? Pero si lo amáis. –Dijo Sansa sin entender.
-Pero él a mi no. –Dijo Brienne mirando a los ojos a Sansa, notando tristeza en su cara.
-Pero si te ha regalado una de las mejores armaduras de Poniente. ¿Quién regala eso? Tiene que amarte para regalarte esto, Brinne. Además te conoce de sobra para saber que a ti no se te conquista con flores ni canciones, si no con espadas y armaduras. –Dijo Sansa sonriendo, intentando animar a Brienne, a la que sabía que la había hecho sentir mal. –¿Si no me dices quien es al menos puedes contarme cómo es? ¿Es guapo? ¿Es bueno? ¿Cómo os conocisteis?
Sansa nunca había tenido una amiga con la que hablar de chicos y estaba realmente disfrutando de este momento. Brienne le sonrió haciendo que ella sonriera también. Quizá contarle a alguien que estaba enamorada no era mala idea, era un peso que quería quitarse de encima.
-Es el más guapo de los reinos. –Dijo Brienne sonrojándose, haciendo que a Sansa se le iluminara la cara. Se puso de rodillas en la cama enfrente a Brienne, espectante, para escuchar bien lo que le iba a decir. –Al principio no era bueno, fue un idiota conmigo, un hombre más que me insultaba y se reía de mí. Hasta que un día, unos hombres nos atraparon, y por la noche varios de ellos querían violarme. –Sansa se sorprendió y puso cara de preocupación.
-Lo siento mucho, Brienne… -Dijo Sansa sinceramente.
-No, al final no pasó nada. Él habló con uno de ellos y me volvieron a atar al árbol al que estaba encadenada sin hacerme nada. Pero el… no tuvo la misma suerte.
-¿Qué le pasó?
Brienne no podía contar que le habían cortado la mano por salvarla, se daría cuenta de que era Jaime. Así que se inventó otra cosa.
-Le pegaron. –Dijo Brienne intentando parecer convencida. –Él lo pasó muy mal, lo dejaron mal herido por semanas… No tenía porqué salvarme. Podía quedarse callado y a él no le pasaría nada, pero decidió ayudarme y él pagó el precio. –Sansa estaba muda, deseando que continuara con la historia. –Nos llevaron a un lugar, un castillo, y como él era muy valioso lo dejaron marchar… yo, en cambio, me quedé allí sola, con la gente que había tratado de violarme. Nos despedimos y pensé que no lo vería nunca más. Esa tarde esos hombres me hicieron pelear con un oso, y solo tenía una espada de madera. Pensé que sería mi muerte. Pero de repente el saltó delante del oso, sin espada y sin nada para defenderse, aun herido. –Sansa se llevó la mano a la boca de la emoción. –Conseguimos salir de allí, y semanas después llegamos a su casa al fin. Allí fue donde me regaló la armadura.
-Brienne, es una historia horrible, pero preciosa a la vez. Ese hombre daría la vida por ti. Alguien que hace eso está enamorado, ese hombre te ama, Brienne. –Dijo Sansa emocionada.
-No lo creo. –Dijo Brienne.
-¿Lo volvisteis a ver después de que te regalara la armadura? –Preguntó Sansa queriendo saber más.
-Si… pensé que no lo volvería a ver pero sí que lo he visto.
-¿Y? –Preguntó Sansa.- ¿Ha pasado algo ahí?
-Hemos hablado, no como antes, si no en serio. Él estaba más serio, muy preocupado. No esperaba verme, pero me dijo que se alegraba de verme con vida. Hablamos un poco y luego… -Brienne paró de hablar, recordando que le había regalado la espada definitivamente, recordando su cara al enterarse de que podían estar en bandos contrarios, el silencio entre ellos antes de marchar… la tensión que sentía en el ambiente. ¿Qué era eso? Se preguntó. Había querido besarlo ahí. Había querido decirle lo que sentía. Algo en el ambiente le decía que lo hiciera, que se lanzara a por sus labios, pero lo único que su cuerpo hizo fue darse la vuelta y caminar.
-¿Luego qué?
-Luego nada, no ha pasado nada. Me marché y continué mi camino.
-Es muy triste Brienne, yo creo que ese hombre te ama. ¿Quién salta desarmado delante de un oso?
Brienne no contestó y Sansa volvió a hablar. –Gracias por contarme esto, Brienne. Me gustaría que nos conociéramos más y fuéramos amigas.
-Me encantaría, Sansa. –Dijo Brienne un poco más alegre.
Sansa sin pensarlo le dio un abrazo, al que Brienne le respondió con cierta torpeza. Al separarse Sansa se fue a su cama y Brienne apagó la luz de la habitación después de taparse con las sabanas.
-Hasta mañana, Brienne.
-Hasta mañana, Sansa.
Me gusta que Sansa y Brienne hablen, creo que ambas han perdido una parte de la niñez que pueden recuperar juntas, como en este caso.
¿Que pasará cuando Sansa se entere de quien es el hombre amado de Brienne? A lo mejor no se entera... o si.
