Psy
Capítulo Uno.
-¿Segura que no quieres subir con nosotros, hermanita?
-Sí, segura. Tú sabes: miedos, fobias, paranoias, conflictos no resueltos...- Gabriela enumeraba con sus dedos mientras salía de la fila para subir a la rueda de la fortuna. Vicky, Kojiro y Genzo le miraban alejarse.- Suban ustedes, yo los espero abajo.
-Vale. Pero no te alejes. - Vicky y Kojiro entregaron los boletos al encargado-Genzo- llamó Victoria al aludido.- ¡Tu boleto!- El encargado esperaba con la mano extendida que Genzo le pasara el boleto y subiera a la atracción. Pero en últimas, desistió y salió de la fila.
-Eh, yo... Yo me quedo con ella aquí abajo.
Vicky sonrió. Sabía que entre esos dos había más que amistad.
-No te pases de galán, que contrario a lo que piensas, tu rostro no te favorece.- Kojiro esbozó una sonrisa que fue borrada con una palmada de Vicky. Abrió la portezuela de la canasta y ambos entraron.
Gabriela se había quedado a la espera, apoyada en la baranda que separaba a la fila del resto de los espectadores. Genzo se acercó despacio y le susurró en el oído:
-Las damas bonitas no deben quedarse solas en halloween.
-Los caballeros guapos no deben dejarlas solas.
-¿Me estás reclamando?- preguntó él al tiempo que se apoyaba en la baranda
-No. Sólo te respondo.
-Ya. Pero estoy aquí, ¿sabes?
-Lo sé.- Ella se acercó y le besó en los labios. Genzo la abrazó, trayéndola hacia sí, haciendo más intenso el beso.
-Bueno, hasta aquí que Vicky y el cuñis pueden vernos.
-¿Y el qué?- Genzo lanzó una carcajada ante el calificativo para Kojiro.- Jamás en mi vida se me ocurrió pensar en Hyuga como "el cuñis".
-Ya, no te rías, que él es de lo más genial conmigo.- Gabriela le dio una palmada en el hombro, y alzó la vista para divisar la canasta en la que iban Vicky y Kojiro.
-Ahora, no entiendo qué rayos tiene de malo que tú hermana y tu "cuñis" sepan- el tono de Genzo se tornó amargo.
-Es que en verdad no tiene nada de malo, es sólo que...
-¿Qué?- insistió el.
Gabriela desvió la mirada, pero de esos ojos intensos sabía que no tenía escapatoria.
-¿Que tal que no funcione, Gen? No es que quiera ser pesimista, pero en verdad me asusta la idea.
Genzo se quedó en silencio por un instante. Se acercó y le abrazó suavemente.
-No va a pasar. Te lo prometo. No es como antes, esta vez voy en serio porque te quiero. ¿Qué tal si vamos por un helado, em? Porque creo que el par de tórtolos andan en las nubes, literalmente. ¿Cómo un tigre y una gatita suben a la nube? No sé, pero está pasando frente a mis ojos.
Gabriela no pudo evitar reír. Tomó la mano de él y se dirigieron al kiosco de los helados.
-Uno de café y otro de brownie, por favor- pidió Gabriela al hombre que atendía en el lugar.
Se sentaron a comer el helado en el muro que estaba al costado del kiosco. Ninguno dijo palabra hasta que empezó a llover repentinamente. Al principio era una lluvia suave, que luego se tornó tempestuosa. Ambos se quedaron un rato bajo la carpa del kiosco.
-Bonito día de lluvia- dijo Genzo con sorna.
-¿Te parece?- Gabriela no había prestado mucha atención a Genzo. Trataba de marcar al móvil de Victoria sin mucho éxito, porque había poca señal.
-¿Y ahora qué hacemos?- preguntó medio desesperada.
-¿Tú qué crees, damita?- Gabriela le miró de reojo- ¡Esperar! A menos que quieras complacerme con el festival de las camisetas mojadas.
-No inventes.
Los dos se quedaron en silencio por un rato más, hasta que Vicky llamó, devolviéndole así un poco la tranquilidad a Gabriela.
-¿Hermanita? ¿Dónde están?- preguntó Victoria
-Estamos en el kiosco de los helados. La lluvia nos retuvo un rato. ¿Y ustedes? ¿Están bien?
-Sí, no te preocupes. Nos hemos quedado en la entrada de la feria. Si escampa, daremos una vuelta por el tiro al blanco e iremos por ustedes. Si van a otro lugar, me envías un mensaje, ¿vale?
-Vale. Entonces nos vemos dentro de un rato, ¿sí?
-Okey. Diviértanse.
Gabriela cerró el teléfono y le sonrió a Genzo que esperaba en silencio.
-¿Y bien?
-Sigamos divirtiéndonos- Gabriela empezó a caminar bajo la lluvia que ahora era mucho más suave.
-¿Y es que te estabas divirtiendo? Hace dos segundos tenías cara de que no.
-En verdad me lo estoy pasando bien... Contigo.
Genzo le tendió una mano a Gabriela, que aceptó de buen grado.
Caminaron por varias atracciones. Algunas estaban a reventar a pesar de la lluvia, y otras estaban casi que vacías. Pero fue una la que atrajo la atención de Gabriela.
-Casa de los sustos...- leyó ella en voz baja, pero Genzo alcanzó a escucharle.
-¿Quieres entrar?- preguntó desafiante.
-Sí, me encantaría. A menos que mi acompañante desista de la idea por ser "aterradora"
-Creo que el título de "acompañante" no me va.
-Sí, claro- respondió sarcásticamente.
Genzo sonrió y se acercó a la taquilla de la atracción. Era atendida por una anciana, de cara amable, que los miró fijamente.
-Dos boletos, por favor.- Le entregó el dinero a la anciana que les dio los dos tiquetes sin decir una palabra.
-Gracias- Genzo recogió los tiquetes y tomó la mano de Gabriela, que terminaba de enviar el mensaje al móvil de Vicky, avisando dónde estaban.
Entraron a través de una puerta ancha, iluminada por dos antorchas medievales.
-Medio rara la viejita, ¿no?- dijo Gabriela que se agachaba un poco para no tocar la telaraña que había encima de su cabeza.
-¿Ya tienes miedo, damita?
-Ya quisieras, Wakabayashi- Gabriela le sonrió con suficiencia y caminó adelante.
Luego de atravesar el pasadizo oscuro iluminado por antorchas iguales a las de la puerta, llegaron a un salón enorme. Era moderno, de paredes amarillas y techo blanco. No tenía muebles, ni ventanas, sólo numerosas puertas marrones que se extendían por las paredes. Nada parecido a las típicas casas de terror.
La estancia era acogedora. Contrario al pasadizo anterior, ésta si estaba completamente iluminada. Genzo y Gabriela se miraron contrariados.
-¿Y qué se supone que es lo que da miedo aquí?- preguntó ella, mientras daba una mirada rápida al lugar.
-No tengo la más mínima idea. Pero si quieres, podemos empezar por abrir algunas puertas. ¿Te parece?
-Está bien. Sólo espero que no haya Jumanji detrás de cada puerta.
Genzo sonrió. También estaba confundido, pero para salir del lugar al parecer no había más remedio que explorar.
Caminaron juntos a la primera puerta. Gabriela tiro del pomo y la abrió lentamente. Detrás de la puerta, había un espejo del tamaño de la misma. El reflejo de ambos se proyectó como el de un par de bebés recién nacidos. A medida que se miraban, los bebés crecían, mostrando el reflejo de los niños que fueron, luego adolescentes, luego su reflejo actual, e iba avanzando el tiempo del espejo, reflejándose como adultos, luego como ancianos, hasta que Gabriela arrojó con fuerza la puerta, cerrando así el espejo.
Genzo la observó. Parecía alterada. Caminaron hasta la segunda puerta. Esta vez fue él el que la abrió. Detrás de la puerta había un enorme abismo. Un vacío infinito, oscuro. Gabriela se agachó hasta el borde de la puerta y expuso su mano.
-¿Qué haces?- preguntó Genzo
-Miro si es real.- respondió ella mirándolo.
Pero se puso de pie enseguida y metió su mano debajo de la blusa. Cerró la puerta y también sus ojos.
-¿Pasa algo, Gaby?
-Quiero salir de aquí. No sé de qué se trata, pero ya no más.
Genzo la abrazó.
-Lo importante es mantenernos juntos. Nada de separarnos como los idiotas de las películas, porque siempre alguno resulta muerto.
-Esto no es una película, Gen.
-Lo sé. Y por lo mismo lo digo.
Siguieron caminando, esta vez sin abrir puertas, pero la estancia parecía infinita como el abismo. Un trueno fuerte hizo titilar las luces. Gabriela apretó la mano de Genzo y se detuvo. Sintió escurridizo el suelo, y se agachó para tocar con sus manos. Genzo la miró horrorizado.
-¿Estás bien? ¿Porque sangras?
-N-No soy yo, Gen- respondió mirando sus manos- Es el suelo.
Rápidamente la sangre fue extendiéndose por el salón, cubriendo los zapatos de ambos y subiendo el nivel en cantidades alarmantes.
-Abramos cualquier puerta, ya me estoy mareando- Gabriela se sujetó fuerte a Genzo, y caminaron entre la marea de sangre que inundaba el lugar, hasta la puerta más cercana.
Al abrirla, fueron empujados hacia afuera. Parecía que la pesadilla había acabado, y lo que faltaba era encontrarse el uno al otro: se habían separado.
-¡Gabriela!- Genzo gritaba fuerte, haciendo pausas para tratar de escuchar alguna posible respuesta. Pero no había nada. Todo estaba solo. La feria había acabado. Las atracciones estaban vacías, incluso sin los encargados.
Dio varias vueltas al lugar, pero no halló a nadie.
-¡Gaby!- Volvió a gritar. Un ruido entre los arbustos le hizo detenerse.- ¿Gabriela?- Se acercó y cruzó los arbustos tratando de no hacer mucho ruido. Un nuevo ruido, y un grito desgarrador lo paralizaron. Devolvió sus pasos, y al regresar encontró lo que tanto temía.
