El hechizo de un ser mágico someterá el orgullo de todo aquel, que se negara a aceptar sus verdaderos sentimientos, mediante un intercambio entre los involucrados. Sólo la confesión, les permitirá recuperar sus cuerpos. ¿Imposible? No, sólo difícil.
Un intercambio por una confesión
Capítulo 1: Hechizo
En las profundidades de un lejano y místico bosque, —un lugar al que muy pocas personas se atrevían a aventurarse por los peligros y seres mágicos que podían encontrarse allí—, se dejó entrever una pequeña criatura de no más de treinta centímetros de alto, trepando sobre una heterogénea roca, mucho más grande que él. Con algo de dificultad, el diminuto hombrecito de aspecto anciano, orejas puntiagudas, nariz redonda y ojos prominentes, se acomodó su sombrero picudo de color verde, y tomando impulso, tironeó un saquito lleno de especias, logrando subirlo a su nivel. Tomó un cansino respiro y se sentó, agotado, sobre la superficie del montículo, contemplando la belleza de la naturaleza a su alrededor. Se relajó y finalmente cerró sus párpados, permitiendo que la paz y tranquilidad del bosque relajaran cada uno de sus sentidos.
—Qué molesto eres, ¿podrías dejarme tranquila?
Bueno, al parecer, había alguien en contra de esa pacífica quietud. ¡Vaya escándalo!
Al escuchar unas voces, no pudo evitar centrar su atención en los desconocidos que habían irrumpido aquella calma. ¿Una humana? Era muy extraño encontrarse con humanos en un lugar como éste, pero lo que más despertó su curiosidad, fue el individuo de largos y platinados cabellos que la acompañaba. ¡Un híbrido! Un ser que no pertenecía ni a una especie ni a otra, sin un lugar definido en el mundo, visto por muchos como una abominación y una vergüenza, tanto por demonios como por humanos. Sin embargo, éste tenía algo especial. Él había aceptado su condición como tal; y al indagar en lo más profundo del corazón de aquel sujeto, —gracias a su visión especial—, el pequeño hombrecillo descubrió, que éste emanaba un espíritu fuerte, indómito, altivo y… un alma noble y sensible, lleno de emociones fuertes, aparentemente incapaces de ser reveladas. Una combinación, sin duda, muy peculiar.
Decidido a observar a esos dos un poco más e indagar en su situación, guardó silencio y permaneció quieto en su puesto. Todo indicaba que éste, sería un nuevo caso que requeriría de su valiosa y mágica ayuda.
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—¡Eres una imprudente y descuidada! —Le refunfuñó el híbrido a su acompañante, mientras caminaban lado a lado—. ¿Sabes lo que hubiera pasado si no llegaba a tiempo? ¿Cómo se te ocurre correr hacia el bosque tú sola y sin protección alguna? ¡¿Acaso estás loca?
—Ya te dije que lo sentía, ¿cuántas veces vas a reprochármelo? —Replicó la muchacha junto a él, suspirando cansinamente—. Además, tú tuviste la culpa…
—¡¿Qué yo tuve la culpa? ¿Quién estuvo coqueteando con ese fulano terrateniente de pacotilla en primer lugar? ¿Yo? No lo creo —siseó, evidentemente molesto, deteniendo su paso para posarse enfrente de ella con el ceño fruncido.
—¿Coqueteando? ¡¿Coqueteando? Fue él quien me apartó del grupo para hablarme de algo importante y… y… —trató de defenderse, pero no pudo terminar su frase al recordar la declaración amorosa del joven hombre, terminando por sonrojarse y jugar con sus dedos, nerviosa.
—Keh. Escuché perfectamente lo que ese miserable te dijo, y te juro que si se te vuelve a acercar de esa manera, ¡lo mataré! —amenazó el oji-dorado, haciendo tronar sus dedos y mostrando sus afiladas garras.
—¡No te atrevas a hacerle daño! El joven Yosuke no ha hecho nada malo. Él sólo…
—¿Qué? ¿Ahora me dirás que te gusta ese sujeto? Pues que mal gusto tienes, Kagome —bufó él con una sonrisa socarrona en sus labios.
—Y si así fuera, ¿qué? ¿Tienes algún problema? ¡Tú no tienes ningún derecho de reclamarme!
La muchacha, simplemente, no lo soportó más y decidió provocarlo, intencionalmente. Quizás, si lo orillaba, él, finalmente, le expondría sus sentimientos, que sabía él guardaba por ella… o eso quería creer. De todas maneras, no perdía nada con intentarlo, ¿o sí? Lo sucedido con aquel hombre, —nieto de la matriarca del pueblo al cual habían llegado, junto con sus amigos—, lo consideró una buena oportunidad.
Por supuesto que, el plan inicial del grupo, había sido descansar un poco de su prolongado viaje (sin señales de Naraku) y abastecerse. Con lo que no habían contado, era que el joven Yosuke —un delgado hombre de oscuros cabellos rizados— se enamorara perdidamente de ella, se le declarara y le propusiera, inesperadamente, matrimonio, cosa que terminó por revolucionar los nervios de Inuyasha. Bueno, quizás, el hecho de quererla besar, fue el real motivo para hacer estallar la furia del híbrido. Por ende, tras el susto —y casi asesinato— del pobre hombre, ella terminó de enfadarse, adentrándose (y posteriormente, perdiéndose) en el extraño bosque. Fue inevitable que su aroma atrajera a un enorme ogro hambriento, y la atacara, convirtiéndola casi en su almuerzo… hasta que llegó Inuyasha en su rescate.
—No te atreverías —gruñó el peli-plateado, roncamente. Era evidente que el comentario de la azabache lo había alterado.
¿Acaso era tan difícil de comprender el porqué de su actitud? ¿Qué esperaba esa tonta que hiciera? ¿Quedarse con los brazos cruzados y dejar que otro se la quitara en sus narices? ¡De ninguna manera, Kagome era suya! Aunque pareciera egoísta, no permitiría que nadie se la arrebatara.
—¿Y por qué no? Soy libre de decidirme por quien me plazca. ¿O qué? ¿Acaso estás celoso?
Hubo un momento en que creyó verlo titubear, y hasta sonrojarse levemente. Lo había provocado y hecho enojar lo suficiente como para obtener algún resultado favorable de su parte —por pequeño que fuere—, sin embargo, eso no sucedió. Por el contrario, sus ánimos y esperanzas se vinieron completamente abajo con lo que escuchó en ese momento:
—¿Celoso yo? ¡Ja! ¡¿Quién podría celar a una niñita tan fea y gritona como tú? —espetó—. Sólo un humano estúpido y ciego podría hacerlo.
Una respuesta cruda, cruel, y definitivamente desesperada por escapar de lo evidente. En realidad, no había querido decir aquello, mucho menos lastimarla (de eso se dio cuenta al oler las lágrimas contenidas de la muchacha y escuchar el rechinar de sus dientes), pero su gran bocota se encargó de fastidiarlo todo... como siempre. ¡Demonios! ¿Por qué simplemente no podía decirle lo que sentía por ella? Debía reconocerlo, ¡era un maldito cobarde!
—¿En verdad… piensas eso? —masculló ella, ocultando la mirada debajo de su flequillo azabache, mientras apretaba fuertemente sus puños.
—Kagome, yo no quise…
Normalmente ya lo hubiese sentado, aplastado literalmente contra el suelo, pero por alguna razón, no se sentía con las suficientes fuerzas para hacerlo, mucho menos los ánimos para gritarle como se merecía. También era posible que estuviera más sensible de lo normal... Sí, seguramente debía estar cerca de "esos días". Total, ya se le pasaría, y como siempre, al final, perdonaría a ese tonto. Patético. ¿Por qué tenía que quererlo tanto, si al fin y al cabo no era correspondida?
—Lamento no ser lo suficientemente buena para ti, Inuyasha —dijo, denotando mucha tristeza en su achocolatada mirada, fingiendo una sonrisa—. Supongo que nunca podré competir contra la sombra de Kikyo.
Con un suspiro cansino, Kagome giró sobre sus pasos y se encaminó de regreso a la pequeña aldea, en donde Sango, Miroku, Shippo y Kirara la estarían esperando. Por lo menos ellos apreciarían más su presencia que él.
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Tras escuchar esas palabras —y leer los más profundos pensamientos de Inuyasha—, el hombrecillo de ojos saltones, no pudo evitar sonreír de medio lado con cierta diversión. De modo que se trataba de un híbrido, enamorado de una humana, o más bien dicho, una joven sacerdotisa, a quien no se atrevía confesarle sus verdaderos sentimientos. Interesante. Bien, había sido más que evidente que el motivo de tan absurda pelea eran los celos del peli-plateado, así como también, la falta de comprensión y confianza entre aquella humana y él. Claramente, esa mujer estaba enamorada de él, y viceversa, con el único inconveniente, que ese terco y orgulloso híbrido no lo admitía. Él no debería actuar con tanta indiferencia ante la eminente presencia de un sentimiento tan valioso como lo era el amor, en este caso, más que fraternal. Al menos eso era lo que pensó el duendecillo, cruzándosele una grandiosa idea por su mente.
Si a ese sujeto, llamado Inuyasha, le costaba tanto expresar su verdadero sentir a las personas que apreciaba, tendría que motivarlo a hacerlo. Y él, sabía exactamente cómo…
La magia de duende era infalible.
Sus pequeños dedos se movieron en el aire, al tiempo que diminutas partículas escarchadas surgían de ellas. Y, un hechizo, tan antiguo como su misma existencia, salió de sus labios casi como un lejano canto:
"Terco es el corazón, grande es el amor.
El orgullo, sólo un obstáculo, que impide el nacimiento del esplendor.
Fuerte el sentimiento, proveniente de lo más profundo del alma.
Deberá ser reconocido minutos antes del alba.
Cámbiense ahora, pues aprenderán a valorarse en el tiempo.
Pero recuerden, sólo la confesión del verdadero amor los devolverá a su cuerpo."
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Para cuando Inuyasha pudo reaccionar y darse cuenta que lo habían plantado sin un "siéntate" —cosa muy extraña en Kagome tras una fuerte discusión—, ella ya había puesto varios metros de distancia entre ellos. Quiso retenerla, retractarse de sus estúpidas palabras y disculparse; sin embargo, sus pasos se detuvieron, de repente, al sentir un olor muy conocido en el aire. Se alteró cuando tuvo al indeseado visitante al alcance de su campo de visión. ¡Siempre tan inoportuno!
—¡Sesshomaru! —escupió—. ¡¿Qué estás haciendo…?
Antes que Inuyasha pudiera terminar su frase, e incluso antes que el serio hermano mayor pudiese terminar de aterrizar delante de él y contestarle con algún comentario seco y sarcástico, un extraño resplandor cayó abruptamente sobre ambos, atrapándolos con su misterioso y desconocido poder. Sus cuerpos palpitaron un par de veces, sintiendo como si sus almas quisieran desprenderse de ellos en cualquier momento. Un místico viento remolinante los envolvió de pies a cabeza, haciéndolos girar con brusquedad y a una velocidad impresionante, hasta sentirse golpeados por un poderoso y cegador flash. Una voz susurrante resonó con un suave eco, indicándoles lo que parecía ser una especie de tiempo límite, cuyo significado ambos ignoraron, mucho menos prestaron atención debido al aturdimiento y confusión.
Luego de eso, todo volvió a la normalidad… o al menos, eso parecía.
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Pese a la sorpresa por la repentina aparición del sujeto de presencia demoniaca y similar apariencia al híbrido, el anciano duende no pudo detener su encantamiento —o mejor dicho, no quiso hacerlo—; por el contrario, decidió llevarlo hasta el final y agregarle un "toque extra" para cuando su pequeño error se enmendara. Esa chica humana no se vería librada, y más adelante tendría su oportunidad como correspondía.
En cuanto a estos dos… ¡eran hermanos, por todos los cielos! Por lo que pudo leer en el corazón de cada uno durante el intercambio, ellos no se llevaban para nada bien. ¿Qué clase de parientes eran? Que esta valiosa lección les sirviera para aceptarse mutuamente y reconocer que, pese a sus diferencias, verdaderamente se apreciaban. Bueno, si deseaban volver a la normalidad, tendrían que hacerlo. Oh, sí, realmente sería muy divertido de ver.
De acuerdo a su viejo libro de hechizos, dependiendo de la relación con la otra persona y el nivel de apreciación hacia ésta, el plazo dado en su conjuro debería ser alterado. Sería un fastidio tener que esperar tanto tiempo por los resultados finales, pero dadas las imprevistas circunstancias, el plazo de un par de días sería un tiempo justo y suficiente.
Hasta el tercer alba…
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—¿Qué demonios fue eso? —Inuyasha fue el primero en hablar. Aún aturdido por lo sucedido, se sostuvo la cabeza y la sacudió levemente—. Me siento un poco… extraño.
Sesshomaru, por su lado, parecía levemente abstraído, observándose atónito las manos. Y, aunque, la mayor parte del tiempo denotara absoluta calma y sus facciones raras veces expresaran algo, esta vez era diferente. ¡Algo no andaba bien! Para empezar, ¿desde cuándo le había vuelto a salir el otro brazo?
—¡Esto no…! —apenas logró articular, cuando decidió ladear su rostro hacia su fastidioso hermano menor. ¿Y cuál fue la sorpresa que se llevó? Su cuerpo estaba delante de él, en el mismo lugar en donde se suponía debería estar Inuyasha—. ¡Maldición!
Continuará…
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N/A: ¡Hola a todos!
Aquí me tienen nuevamente con un nuevo fic, tras un pequeño tiempo de descanso. Ya me hacía falta volver a retomar la escritura y ésta vez, con una loca historia que contará con varios capítulos pequeños como éste ^^. Aún no sé la cantidad exacta, pero según mis cálculos, tampoco creo que sea demasiado extenso. Ya veremos lo que dice la musa, que ya hace bastante me ha estado presionando con esta idea nada coherente xD.
Espero que les agrade la lectura y me acompañen durante este fic, que contendrá algo de humor, romance y… lo que surja durante la escritura (?) xD.
Recuerden que todos sus comentarios y/o sugerencias serán bienvenidas. ¡Los espero con ansias!
¡Muchos besos y nos vemos en la próxima!
Peach ^^
