Summary: «Todos tenemos pesadillas. Ése sueño —que no debería llamarse sueño— tan angustioso y aterrador; del que nos despertamos exaltados, con el sudor perlando nuestro rostro y la respiración agitada como si acabáramos de correr una maratón. Como ésa en la que estamos a punto de morir, o en la que somos perseguidos por alguna criatura grotesca. No importa cuál sea, las sensaciones siempre serán tan desagradables —quizá incluso más— que la primera vez. Sin embargo, así como todos tenemos pesadillas, también tenemos nuestros métodos para alejarlas».
Disclaimer: Nada fue mío. Nada es mío. Y, desgraciadamente, nada será mío.
Ranted: K+.
「PESADILLAS TERRORÍFICAS Y CÁLIDAS SONRISAS」
Capítulo uno.
Las pesadillas son parte de nosotros. No importa qué tan repudiadas puedan llegar éstas a ser, eso no quitará el hecho de que sean el yin de nuestro yang; la parte desconocida y oscura —que siempre nos ha dado miedo ver— de nuestros más risueños sueños. Por supuesto, todos las experimentamos: ya sea en esa parte de nuestra infancia en la que —de algún poco lógico y comprensible— terminamos por ir a clases en ropa interior, o en esa realmente aterradora en la que casi terminamos mutilados. Poco importa la situación en la que nos encontremos, de alguna forma u otra, acabaremos exaltados y con una desagradable sensación al despertar que deseamos no experimentar más.
Pero así como todos las tenemos, también tenemos nuestros métodos para espantarlas: desde algún cachivache como un atrapasueños, hasta algo tan banal como una manta con la esperanza de que el monstruo se olvide de visitarnos esa noche.
Sin embargo, en la cabecera de la cama de Gray no descansa ningún adorno tejido y emplumado; entre sus sábanas no se enreda ninguna manta mugre que teme lavar para conservar su suerte; mucho menos se halla oculto un peluche afelpado y roido detrás de sus almohadas. De hecho, en la habitación de Gray —en su cama tampoco— no existe ningún objeto de falsa creencia que le sirva de ayuda para que noche tras noche, se sigan reproduciendo imágenes confortables de cuando están todos felices en el gremio sin problemas, o cuando está en playa tranquilo, o cuando se encuentra entre los brazos de Ur... o en los de su madre. Y no lo están porque Gray sabe que poco le va a ayudar una manta mugre y descosida a espantar sus malos sueños.
Porque aunque hay noches en las que Gray no se despierta sudado y con una extraña y desagradable sensación en el pecho, porque esas noches duerme tranquilo, y no tiene que quedarse despierto en la prenumbra mirando la negrura del techo de su habitación, esperando la salida del alba y añorando las caricias de su madre con un todo va a estar bien, cielo. Vuelve a la cama, yo estoy aquí —porque él sabe que querer eso es estúpido porque nunca lo tendrá. Ya no—, no significa que no hayan de ésas noches en la que despierta exaltado, con el corazón agitado y un nudo en medio de su garganta; siempre están ésas noches en la que Gray desearía no haber ido a dormir previamente. Como cuando sueña con sus padres muertos o con Ur sacrificando su vida por ellos —él y Lyon—, y es entonces cuando realmente anhela que su madre siga a ahí para decirle que todo está bien y que nada de aquello fue real, que vuelva a dormir porque le promete que ahora no soñará nada feo. Pero su madre no está para arrullarlo y calmar sus sollozos con cálidas palabras, tampoco lo está su padre y tampoco está Ur.
Y entonces llega un momento en que mientras mira al techo, justo después de haber visto por la ventana, las imágenes de esa muerte —sea cual sea— continúan en su mente; bailando, burlándose de él por permitirse un momento de debilidad, le hacen removerse en su sitio en el colchón, diciéndose a sí que sólo está incómodo, que falta poco para que los gallos despierten y que no siente ningún picor en sus ojos, aunque él sepa que es mentira. Porque en realidad no está incómodo, aún falta mucho para que los gallos piensen siquiera en despertarse y lo que lo hace cambiar de posición es el picor que comienza a sentir en sus ojos.
En ese momento, Gray está a punto de romperse; porque las imágenes son muy vividas, porque el sueño se sintió muy real, porque el nudo en su garganta se ha hecho más grueso y se le hace difícil tragar y porque sus ojos siguen picando —también porque espera, aún espera, sentir la calidez de la mano de su madre en su rostro secando las lágrimas—.
Y cuando sus ojos pican tanto y el nudo de su garganta comienza a soltarse, algo se posa en su mejilla, haciendo que todo aquello se detenga. Es una mano, es la de una mujer y, aunque él sabe que no es la de su madre ni la de Ur, es cálida. Acaricia y palmea su rostro con suavidad, con calidez.
—Ya, ya, Gray-sama—consigue murmurar Juvia, está más dormida que despierta y, aunque está cansada y quiere seguir durmiendo porque sabe que deben de ser cerca de las doce o una de la mañana, continúa acariciando el rostro de Gray. Tras decir aquello, y tomar fuerza suficiente, termina por rodearle con ambos brazos y la mano que estaba en la mejilla de él, viaja a su cabello, y con voz adormilada (pero cálida) pronuncía—: Está bien, Gray-sama, sólo ha sido un mal sueño. Juvia está aquí.
De pronto, el picor de sus ojos disminuye y el nudo de su garganta ha desaparecido. Quizá sea porque tuvo el gesto que tanto quería, porque Juvia lo ha abrazado sin importarle el sudor que todavía corre por su cuerpo... o porque ha recordado que no se encuentra solo. Porque Juvia ha despertado, sin que él haya hecho ruido, y se lo ha recordado.
—Juvia está aquí, Gray-sama—continúa repitiendo entre murmullos que él puede oír a la perfección—. No está solo. Sólo fue un mal sueño.
No tarda en responder al gesto de la maga y la rodea con sus brazos, atrayéndola a sí, mientras ella le sigue repitiendo Juvia está aquí y no está solo.
—Lo sé—dice después de un rato, ella sigue hablando y él la sigue abrazando con fuerza. Entierra su rostro en su cabello, ahora con una pequeña sonrisa—. Lo sé.
Claro que lo sabe —y se maldice a sí en su mente por parecer olvidarlo— porque aunque no está su madre para secar sus lágrimas, ni su padre, ni Ur, está Juvia. Y también sabe que aun cuando él no la busque en esas noches de angustia para resguardarse en sus cálidos brazos, ella sí lo buscará a él para resguardarlo, porque ella sabe que Gray también tiene pesadillas y que sólo las puede ahuyentar de una forma. Pero no con cachivaches ni trapos sucios de buena suerte, no, nada de eso. Con palabras; palabras cálidas y llenas de amor que le recuerden que el monstruo no es real y que en el caso contrario, no da tanto miedo como parece. Al menos no, si ella está con él.
F I N
¡OH, DEOSH MIDO! ¡Mi primer Gruvia! ¡No puedo creerlo. Creí que nunca llegaría aquí! ¡Creo que estoy a punto de vomitar arcoiris y unicornios con brishitos!
¡Estoy tan feliz! *llora, llora* Puede que me quedara un poquito OoC, pero me siento conforme —lo que es raro en mí con un fic porque ninguno llena mis expectativas—. ¡Me siento tan feliz! Lloraré de alegría, y aún falta el segundo capítulo.
Nos vemos hasta entonces. Bai, bai.
—DanDan—
