Cuatro magos Mexicanos

Tepito, México DF.

Hermelinda López barría la banqueta de su casa como de costumbre. Todo había transcurrido normal esa mañana. Su marido, Espiridión se había ido muy temprano en la mañana a la central de los microbuses a trabajar. Lo más seguro era que esa noche llegaría muy ebrio de la cantina, o de plano no llegaría a dormir. Su hijo, Brayan Arnulfo (En realidad la mujer quiso llamarlo Bryan, pero al no saber como se escribía, en el acta de nacimiento quedó escrito de ese modo), roncaba como de costumbre desparramado en su cama sin preocuparse de trabajo o escuela.

El muchacho era un vago; no había terminado el primer semestre de preparatoria debido a un extraño incidente ocurrido durante una pelea. Brayan había manoseado a la una chica, de la cual el joven ignoraba que era hermana de uno de los muchachos del equipo de fútbol, el cual al enterarse, quiso darle una lección al malandrín que se había atrevido a faltarle el respeto a su hermana.

El chico agarró a Brayan Arnulfo y lo azotó contra la pared varias veces, lo golpeó lo mandó al suelo y… sin saber ninguno de los dos como ni de donde, Brayan desapareció y repentinamente cayó encima de su oponente. Nadie supo explicar lo que ocurrió, así que debido a su largo historial de mala conducta, su indolencia para las clases y el hecho de que el otro muchacho se fracturó el cuello teniendo que usar collarín durante 3 meses, Brayan salió expulsado.

Hermelinda barría la banqueta mientras canturreaba "Za za za yaku zá, Yaku zá" moviendo su cuerpo obeso, por toda la acera, cuando escuchó un sonido como de un aleteo que le pasó muy cerca. La mujer volteó y se encontró con una lechuza parda. Hermelinda se extrañó, hasta donde ella recordaba, estos animales son habitualmente nocturnos. Entonces recordó la historia que le contó su tía Lupe: Que las lechuzas en realidad son brujas disfrazadas. Ella se persignó asustada y levantó su escoba en forma amenazante y bajándola de inmediato al percatarse de que llevaba un sobre. La lechuza voló dejándola caer en la puerta. Hermelinda miró atónita como la lechuza se alejaba.

-¡Chaaaaaaleeeee! –se dijo a sí misma- No sabía que existían búhos mensajeros…

La señora recogió el sobre con sus manos regordetas. El sobre era grueso, y pesado; parecía ser hecho de pergamino amarillento. No tenía sello postal y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda.

Hermelinda se sorprendió al ver que iba dirigida a su hijo.

Señor Brayan A. Pérez López

Cuarto del fondo a la izquierda

Colonia Tepito #625

México DF

México.

-¡Ay güey! –Exclamó- Es pa'l Brayan…

Ni tarda ni perezosa, Hermelinda se dirigió a donde su hijo roncaba plácidamente y se acercó a el para despertarlo a zapes.

-¡Ya levántate pinche vago güevón! –gritó la mujer con su voz nasal y chillona- ¡Órale, cabrón!

-Tssss… ¿Qué pasión mi jefecita? ¿Por qué esos gritos?

-Te llegó esta carta, cabrón –le dijo golpeándolo en la frente con el sobre.

-¿Y eso?

El joven tomó el sobre y lo abrió para leerlo.

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Director: Albus Dumbledore

(Orden de Merlín, Primera Clase,

Gran Hechicero, Jefe de Magos,

Jefe Supremo, Confederación

Internacional de Magos).

Querido señor Pérez:

Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza y una beca en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.

Las clases comienzan el 1 de septiembre. Al ser usted Hijo de Muggles, esta noche recibirá la visita del Director para explicarle a sus padres con detalle sobre nuestra institución.

Muy cordialmente, Minerva McGonagall

Directora adjunta

-¡Orale, mi'jo! ¿Ya oistes? – Dijo Hermelinda emocionada- ¡Vas a entrar a un colegio de magos! Así te puedes hacer famoso y salir en la tele como el Mago Frank. Y si eres muy chingón, hasta puedes ser como el "Deivid Coperfil"

-¡Ooossssss! –dijo Brayan sonriendo- Y tener una nenorra así de buenona como la Claudia "Chifer" ¿Te imaginas, jefa?

-Pos sí, pero 'tons báñate escuincle marrano

-Ooooosssss ¿Por qué jefa? Si ya me bañé hace dos días –protestó Brayan-. Peligro y se me haga costumbre y luego quien paga el agua.

Hermelinda movió la cabeza.

-Ooooss, pos tú báñate, yo luego me arreglo con el del agua –dijo Hermelinda llevando al muchacho a empujones al baño.

Cd. Madero, Tamaulipas, México.

Alchemy Mondragón se preparaba como todas las mañanas para ir al gimnasio después de despedir a su esposo Arturo antes de ir a la embajada a trabajar. Su hija, Bárbara aún dormía en su recámara. Alchemy –Chemy como la llamaban sus familiares y amigos más cercanos- se asomó por la puerta de la pieza de Bárbara, y al verla decidió no despertarla, después de todo, era día libre para la joven.

Alchemy se dirigió a abrir la ventana al tiempo que recogía su cabello rojo en una cola de caballo y corrió las cortinas dejando entrar la luz del sol y el aire fresco de la costa.

Después salió de la casa.

Una lechuza entró por la ventana a la recámara de Bárbara y dejó caer una carta sobre la mesa de noche. Y entonces se fue volando.

-¡Barbarita! –Se oía una voz desde las escaleras- Barbarita, baja a desayunar…

La joven abrió los ojos y se incorporó. En ese momento se oyeron toquidos en su puerta.

-Barbarita, ¿ya estás despierta? –preguntaba la voz del otro lado de la puerta.

-Sí, vieja –dijo la joven mientras se estiraba para sacudirse la modorra-. Pásale…

Eustaquia había trabajado para la familia del padre de Bárbara desde hacía muchos años, ella fue nana de Bárbara desde que era muy pequeña. Era una bruja de edad avanzada, pero eso no significaba que estuviera acabada. Eustaquia tenía una apariencia frágil, era flaca, con el cabello gris por los años, que llevaba recogido en una trenza, pero con una expresión bondadosa en su rostro.

-Ya estuvo bueno de tanto dormir, muchacha –dijo la vieja sonriendo-, que ya está el almuerzo. Recuerda que quedaste de ir con Reginita a la playa. Además –agregó con un guiño de complicidad-, te hice los chilaquiles con frijolitos que tanto te gustan...

Bárbara se levantó como si un resorte la impulsara.

-¿Chilaquiles? –Exclamó Bárbara con el rostro iluminado de felicidad- En ese caso, ahorita bajo a desayunar, sólo espera a que me cambie.

-Como digas, -dijo Eustaquia mientras salía de la habitación- ¡Pero no vayas a quedarte dormida de nuevo!

Bárbara se levantó de su cama de hierro forjado cubierta de sábanas en color lavanda y se fijó en la mesa de noche para ver el reloj, entonces, el sobre de pergamino llamó su atención.

-Achis, achis… qué raro –dijo mientras tomaba el sobre.

La joven leyó la dirección:

Señorita Bárbara Alchemy Mondragón M.

Primer cuarto del pasillo del segundo piso

Fraccionamiento Miramar #299

Ciudad Madero Tamaulipas

México.

La chica abrió la carta, lo primero que vió, fue el escudo de Hogwarts impreso en la hoja.

-No mames… -murmuraba Bárbara al verlo, entonces al leer el contenido lanzó un grito de alegría tan fuerte, que Eustaquia subió para ver que pasaba.

-Barbarita ¿estás bien?

Al abrir la puerta, Eustaquia se encontró con Bárbara brincando en la cama alegremente.

-¿Qué gritos son esos, muchacha? –dijo la vieja algo molesta- ¡Me sacaste un buen susto!

Bárbara bajó de un salto de la cama y se acercó a Eustaquia con el rostro radiante de felicidad.

-Me acaba de llegar una carta… -dijo apenas conteniendo la emoción- ¡Me voy a Hogwarts!

-Me estás bromeando… -dijo ella con incredulidad.

-No –respondió la joven mostrándole la carta- Mira.

La vieja Eustaquia la leyó y miró a Bárbara sorprendida.

Bárbara Alchemy Mondragón era hija de dos magos. Sus dos padres habían estudiado en Hogwarts.

A sus dieciséis años, Bárbara era una mujer muy hermosa de cabello muy oscuro, casi negro, con suaves reflejos rojizos, piel muy blanca y hermosos ojos color verde grisáceo, herencia de su madre irlandesa. Era un poco más alta que la mayoría de la gente de su país natal, pero menos alta que la minoría. De presencia avasalladora, y una mirada que igual podría helar la sangre de cualquiera de la misma manera que podía derretir el corazón mas duro dependiendo la expresión.

-¡Barabarita! –exclamó Eustaquia- Tus papás se pondrán muy alegres al saberlo.

-Lo sé -dijo Bárbara mientras se peinaba-. Ellos ahí estudiaron, ¿no?

-Sí, vieras qué guapo se veía tu papá con su uniforme…

-¿Y mi mamá? –inquiriٕó la chica.

-A tu mamá no tuve oportunidad de verla con su uniforme, pero dicen que lucía muy linda –puntualizó Eustaquia-. Pero niña baja que se te enfrían los chilaquiles…

-Ahí voy, viejita –dijo Bárbara riendo-. Espérame abajo.

Eustaquia bajó y unos minutos después, Bárbara se sentó a desayunar.

-¿Te imaginas? –dijo Eustaquia entusiasmada.

Bárbara levantó la mirada extrañada.

-¿Imaginarme qué? –preguntó

-Pues que conocieras a un inglés guapo…

-Ay vieja… ¿Otra vez con eso?

-Es que ya te hace falta conocer a alguien… - dijo Eustaquia en tono de reproche- nunca has mostrado el más mínimo interés en algún muchacho.

-Tal vez sea que no he encontrado a alguien que me guste lo suficiente -respondió Bárbara-. Además no me interesa conocer a ningún inglés… a mí me interesa conocer Inglaterra, ¡Cielos! No puedo esperar a ver Hogwarts. Dicen que es un castillo enorme y maravilloso.

En ese momento alguien golpeó la puerta de la entrada insistentemente.

-¡Voy! –vociferó Bárbara mientras se limpiaba la cara y se levantaba de la mesa.

La chica se apresuró desde la cocina hasta la puerta principal. Bárbara abrió la puerta para encontrarse con una chica de largo cabello negro y ojos azules. Era Regina Bladó, amiga de Bárbara desde hacía años. La chica se apresuró a entrar a la casa.

-¡Wey, te tengo un notición! –dijo la joven del cabello negro.

-No, wey –contestó Bárbara- ¡Yo soy la que te tengo un notición!

-No creo que sea tan buena noticia como la mía –dijo Regina.

-A ver, dime primero tu –dijo Bárbara mientras ambas se encaminaban hacia la cocina..

Regina se detuvo en seco.

-Wey, no me lo vas a creer, pero… -dijo ella poniéndole emoción al asunto- ¡Me aceptaron en Hogwarts!

-¿Tu también recibiste la carta? –Inquirió Bárbara emocionada- A mí me llegó esta mañana. Eso significa que estaremos juntas en Hogwarts.

Ambas gritaron y brincaron por todo el pasillo contentas.

-Solo falta ver a qué casa nos tocará entrar –dijo Bárbara algo desanimada.

-Yo soy capáz de sobornar a quien sea para quedar en la misma casa que tu –dijo Regina.

-Una de dos –dijo Bárbara-. O quedo en Slytherin o en Gryffindor. Mi mamá era Slytherin, y mi papá Gryffindor.

Eustaquia las miraba con más tristeza que alegría. Bárbara se acercó a su nana.

-¿Qué te pasa, viejita? –Preguntó- ¿Por qué esa cara tan triste?

-Nada –gimoteó Eustaquia-. Son cosas de vieja… es que… ya no podré verte, Barbarita.

-Ay, vieja… si voy a venir en vacaciones –dijo la joven de los ojos verdes sonriendo- Además no me voy para siempre. Si te tranquiliza, te escribiré cada semana, Mandaré una carta para mis papás y otra para ti. ¿Okay?

-Ahora con mayor razón debemos ir a la playa –dijo Regina mientras se encaminaban a la cocina-. A donde vamos no hay playa, y creo que vamos a extrañar mucho la playa.

-Tienes razón -observó Bárbara-. De aquí a septiembre nos vamos a la playa todos los días que queramos!

* * *

Bárbara jugaba en las olas del mar mientras Regina se asoleaba en la arena. Tenían que ser cuidadosas, había muchos muggles en la playa. Afortunadamente para ellas, sabían bien como comportarse ante muggles. Especialmente Bárbara, su padre era de la idea que ella tenía que aprender a vivir en ambos mundos, acostumbrarse a los muggles y a los magos. La residencia Mondragón tenía tanto artefactos Muggles como mágicos y los usaban indiscriminadamente. Entre los magos mexicanos, era costumbre, debido a la escasez de magos en el país. Bárbara y Reginaestudiaron en escuelas Muggles, ya que las pocas escuelas de magia en México o eran muy malas, o era pura charlatanería. Ambas sabían vivir tanto como muggles, como magas que eran.

Regina se acercó al mar para jugar con su amiga.

-¿Sabes algo? Me acabo de enterar de algo muy interesante –dijo Regina- ¿Sabías que los integrantes de "Mago de Oz" y "Rata blanca" son magos?

-Mmmm… Siempre tuve esa sospecha –respondió Bárbara-. Ya sabía yo que no podían ser muggles. Se nota.

Una sonrisa pícara se dibujó en el rostro de Regina.

-Oye Bárbara… ¿Sabes lo que me dijo la vieja Eustaquia?

-¿Qué te dijo? –inquirió Bárbara.

-Me hizo prometerle que te ayudaría a conseguir novio.

Sara se llevó las manos al rostro.

-Ya me esperaba que sería algo así –murmuró la chica de cabello rojizo-. Solo tengo dieciséis años, por Merlín. Además no tengo interés en tener novio. Me da hueva.

-No solo eso –prosiguió Regina-, me pidió que si por alguna razón te interesaba un muchacho y no te correspondía, le avisara para que ella te mandara un filtro de amor.

-¿Queeeé? –Exclamó Bárbara- Ora sí ya se pasó de la raya… eso no es correcto. Digo, si me gustara alguien, preferiría enamorarlo de verdad. No a la fácil… Además… ¡A Bárbara Mondragón nadie le dice que no!

-Bueno, ya sabes… la vieja Eustaquia te ha cuidado desde que eras bebé y claro que ella quiere ver que te cases… y poder llegar a conocer a tus hijos.

-Pos sٌí, pero no... Además, dudo mucho que encuentre a un hombre como a mí me gusta…

Monterrey, Nuevo León, México

Azucena se preparaba para ir de compras esa mañana. Agarró una toalla y se introdujo en la ducha y abrió la llave del agua fría. El agua comenzó a caer por todo su cuerpo.

-Qué rico… -murmuró la chica mientras sentía el agua fría recorrer su piel blanca.

Azucena Montemayor era blanca, su cabello estaba teñido de un tono violeta muy oscuro y ojos marrones

Azucena cerró los ojos mientras se aplicaba el shampoo en el cabello masajeando suavemente cuando escuchó un aleteo. La chica abrió los ojos para ver una lechuza parada en el marco de la ventana del baño.

-¿Una carta? –Pensó.

La lechuza la miró y puso la carta junto al lavamanos, entonces se fué volando.

La joven terminó de bañarse y después de secarse bien tomó la carta entre sus manos, efectivamente iba dirigida a ella. La joven la abrió presurosamente mientras salía del baño envuelta en una toalla; al ver el sello de Hogwarts detuvo un momento la respiración para leer.

COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA

Director: Albus Dumbledore

(Orden de Merlín, Primera Clase,

Gran Hechicero, Jefe de Magos,

JefeSupremo, Confederación

Internacional de Magos).

Querida señorita Montemayor:

Tenemos el placer de informarle de que dispone de ua lugar en el Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.

Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.

Muy cordialmente, Minerva McGonagall

Directora adjunta

Azucena dio un brinco y rápidamente se vistió. No podía esperar a que llegaran sus papás para darles la noticia de que iría a estudiar al colegio de magia más famoso.

* * *

Esa noche, unos golpes se oyeron en la puerta de la casa de la familia Pérez López, Hermelinda, que aún no se quitaba los tubos de la cabeza gritó con su chillona voz nasal.

-¡Brayaaaaaaaan! –Vociferó desde la cocina- ¡Ves a a abrir la puerta, a lo mejor son los del "joguars"!

-Ya voy, ya voy –decía Brayan mientras se encaminaba hacia la puerta.

El muchacho abrió la puerta, ante el se encontraba Albus Dumbledore. Un hombre de ojos azules nariz larga y encorvada con cabello plateado suelto, bigote y barba larga. Llevaba una túnica color azul marino y un sombrero puntiagudo del mismo color. Usaba gafas de media luna.

-¡Amaaaaaaá! –gritó Brayan- Aquí en la puerta está un ruquito bien cotorroooo y creo que viene a pedir "Jalogüin" ¡Ven a ver!

-¿No será tu tío Epifanio? –decía Hermelinda mientras corría hacia la sala con los tubos aún en la cabeza- Ya sabes que le encanta disfrazarse.

-No creo, jefa, el tío Epifanio no tiene los ojos azules –dijo Brayan.

-Usted es Brayan Arnulfo Pérez López, -dijo Albus Dumbledore- ¿Verdad?

-Tsss… ¡El mismo que viste y calza! –dijo sonriendo el muchacho- ¿Ustedes son los que vienen de "Joguars"?

-Sí –respondió el hombre de la barba-. Vengo a hablar con tus padres.

-Pus pásele a lo barrido y siéntese señor –dijo Brayan abriéndoles paso-, orita viene mi jefa.

El director de Hogwarts entró a la casa, detrás de el entró un hombre gigantesco, de brillantes ojos negros, cuyo rostro parecía oculto tras un cabello largo, oscuro enmarañado y una espesa barba.

-¡Chaaaaale! –dijo Brayan al verlo –este güey 'ta bien grandote.

Hermelinda salió secándose las manos con su ropa. Al mirar a los dos visitantes, se apresuró a saludar a ambos.

-Hermelinda López pa' servirle –decía mientras estrechaba las manos de ambos.

-Albus Dumbledore, -dijo el anciano sonriendo cortésmente al saludar a Hermelinda- El señor aquí a mi lado es Rubeus Hagrid.

-Hagrid, para abreviar –dijo el hombronazo gigantesco.

La mujer colocó su enorme trasero en un sofá algo destartalado junto a su hijo. Miró a Hagrid y le guiñó el ojo de manera seductora. Hagrid se removió incómodo.

Posó su vista en Brayan; su aspecto era muy distinto a cualquiera que hubiera visto antes; era muy moreno, delgado de ojos pequeños y orejas que parecían más grandes por su corte de cabello casi a rapa con solo dos mechones teñidos de rubio al frente que le llegaban a la altura de una boca grande. El muchacho tenía un bigote ralo que se notaba más en las comisuras, que lejos de hacerlo ver galán lo hacía ver patético. Llevaba unos pantalones de mezclilla varias tallas más grandes, que parecía que estuvieran a punto de caérsele. Traía una camisa sin mangas blanca. Hagrid sintió ganas de reír mientras Dumbledore hablaba con Hermelinda y su hijo.

-Seguro que ya han recibido nuestra carta –comentó Dumbledore.

-Simón –dijo Brayan.

-¿Qué Simón? –Preguntó Dumbledore extrañado- Mi nombre es Albus, no simón

Hermelinda le dio un zape a Brayan.

-Lo que este escuincle quiere decir, es que sí recibimos la carta.

-Bien, lo que quiero decir es que su hijo fue aceptado en nuestra institución debido a que su hijo nació con poderes mágicos. Es un mago natural. Al asistir a nuestra institución, su hijo aprenderá a hacer toda clase de encantamientos, hechizos, pociones, en general, a usar sus capacidades.

-¡Chaleeeee! –exclamó Brayan.

-Debió haberlo sacado a mi tío Emeterio –comentó Hermelinda mirando a su hijo-. Ella es Bruja en Catemaco.

-Aaaah –exclamó Dumbledore sin saber de qué hablaba la madre de Brayan.

-Yo pensaba que era un colegio donde me enseñarían a hacer trucos, como los magos de la tele.

-¿Y como saben que tiene poderes mágicos este vago? –inquirió Hermelinda.

-¿Nunca han ocurrido incidentes extraños cerca de su hijo? –inquirió Hagrid.

Desde que Hermelinda recordaba, habían sucedido muchas cosas extrañas con su hijo, de hecho siempre que ocurría algo fuera de lógica, resultaba que Brayan andaba ahí.

-¡Uuuuy! –si le dijera.

-Bueno -dijo Dumbledore-, esos sucesos son debido a los poderes de su hijo, que aún no sabe controlarlos. En Hogwarts le enseñaremos a utilizar y controlar sus poderes.

-¿Y donde queda el colegio? –preguntó la mujer de gran trasero.

-En Gran Bretaña, por el transporte no se preocupe todo va por nuestra cuenta, su hijo cuenta con una beca, sus gastos están cubieros.

-¿O sea que este chamaco va a dormir allá? –exclamó Hermelinda.

-Pues esa es la idea, señora –puntualizó el anciano-. Hogwarts es un colegio interno. Claro, durante las vacaciones el regresará aquí.

Hermelinda se quedó pensando, Brayan les daba demasiados problemas y ya era un problema mantenerlo, así que el hecho de que se fuera haría que las cosas fueran más tranquilas en su casa.

-Pus mire, señor por nosotros no hay pedo, puede llevárselo hoy mismo si quiere –dijo Hermelinda.

-Bueno, primero hay que saber si el muchacho quiere venir –dijo Dumbledore amablemente. Entonces miró a Brayan -. ¿Qué dices?

-Pus, clarines que sí –respondió el muchacho-. Pero tengo una duda…

-Dime, hijo –respondió el anciano.

-Hijo –dijo Brayan.

-¡No sea payaso, escuincle! –gritó Hermelinda mientras zapeaba al muchacho.

-¡Otsssssss! No me pegue, jefa –protestó Brayan.

-¿Qué querías preguntarme? –inquirió Albus Dumbledore amablemente.

-¿Usté es pariente de Don Darvelio, verdad? Es que se parecen un restooooo…

-¿Don Darvelio? –se preguntaron extrañados.

-Sí, el que sale en "Alegrijes y Rebujos" –mencionó el muchacho.

-Me temo que no –respondió Dumbledore.

Después de explicarle la fecha de inicio de clases y más detalles, Dumbledore y Hagrid salieron de la casa. Cruzándose en el camino con Espiridión Pérez, el padre de Brayan Arnulfo, quien llegaba ebrio a su casa. Hagrid Miró a Dumbledore.

-¿Qué hay de los otros tres? –inquirió el gigante

-No hay de qué preocuparse –respondió Dumbledore acomodándose las gafas-. Los demás alumnos nuevos, o mejor dicho alumnas son todos de familia de magos, de hecho, la madre de una de ellas es Irlandesa y estudió en Hogwarts. ¿No recuerdas a Alchemy Morningside?

Hagrid se quedó tratando de ubicar el nombre.

-Morningside, Morningside… ¡Ya la recuerdo! –Exclamó- Si mal no recuerdo era de Slytherin y se casó con otro estudiante que era de Gryffindor, Un tal Hernán Mondragón.

-Efectivamente –corroboró Albus Dumbledore- Uno de los pocos mexicanos que han estudiado en Hogwarts. No sé por qué, pero presiento que será interesante tener a estos cuatro magos…