Los personajes de Naruto no me pertenecen.
Él es Sasuke.
Más allá, más lejos donde tu vista pueda ver, mucho más os encontrareis. Lo sabes.
Así que solo aprieta el kunai, empiezas una carrera, tus mechones de pelo son besados por el viento, mientras tu boca ansiosamente busca las palabras para llamarlo y tu cuerpo se estremece por el arduo trabajo, insistes y empiezas de nuevo, si te caes te levantaras, si lloras secaras las lágrimas, si gritas enmudecerás para no llamar la atención de los demás y menos aún su lastima, si abres los ojos no lo volverás a cerrar. Solo porque él se puede perder de tu vista. Eres como un radar, buscándolo por todos lados, una sola información―ya sea falsa o no―, te lleva a buscarlo, porque es él.
Miras a través del bosque, tu respiración es acelerada mientras tus piernas siguen corriendo, un poco más, un poco más.
No dejes que tu esperanza muera en medio de la nada, tienes que volver a verlo, y cuando lo veas le dirás aquello.
Le dirás aquello y él tiene que decir algo, no importa si se sorprende, no importa si te insulta, él tiene que darte una respuesta. Porque eres tú y él es él, la persona más añorada y querida de tu corazón.
Relames los labios con ansiedad, paras un segundo solo porque tus piernas se derrumban cayendo irremediablemente en el suelo de tierra, tus ojos buscan algo―¿Será que estará ahí él? ―, luego te paras y haces caso omiso del jadeo entrecortado de tu cuerpo.
No perderás ahora, no serás tan inútil para dejarlo ahora, joder, no serás un maldito cobarde como para no volver a intentarlo.
Ves un poco de luz al final del bosque, un poco más, empiezas a correr más frenéticamente, tus mechones rubios mojados meciéndose, tu traje sucio, la banda de Konoha, la hoja en la banda traspasada por una raya, las sandalias ninjas rotas y tus manos más delgadas.
La luz toca tu cuerpo y tú gritas fuertemente.
―¡Sasuke…!
Lo único que escuchas es los sonidos de los animalillos, jadeas, abres los ojos con sorpresa, buscas con tus ojos azules alguna cueva, algo, Sasuke tiene que estar ahí, tiene que ser su guarida, te lo habían dicho. Cuando no encuentras nada respiras débilmente antes de girar sobre tus talones y volver a correr.
Una lucha desesperada por encontrarlo, si Sasuke no da la mano tú la cogerías sin permiso, si Sasuke daba la espalda tu darías la vuelta para verle el rostro, si Sasuke se sentía solo tú solo estarías ahí mirándole.
―¡Sasuke! ―gritas de nuevo, y de nuevo, sin quererlo y proponerlo, desapareces buscándolo.
Solamente eres tú, y él es Sasuke.
