Esto pretender ser una serie de historias, donde espero poder agregar algo de sentido y lógica secuencial. Solo me apeteció escribir de ellos, que los tengo revoloteando en mi cabeza desde hace mucho. Esperemos que la falta de técnica no se note (soy nueva y no pido pena, solo aviso, por si ven alguna aberración en la redacción. Si alguien quiere ser mi beta, uff ¡bienvenida!)
De Amistad y Esas Cosas
Albus
Había ciertas cosas concretas que Albus detestaba. Como madrugar y hacer los deberes cuando afuera había buen clima para jugar quidditch. Odiaba la comida condimentada y las declaraciones empalagosas. Pero eso, eso de soportar durante media hora el parloteo incesante de Darla no me se tu apellido, se estaba volviendo realmente insoportable.
Era un chico de gustos sencillos, de acciones concretas y de pocas palabras. Le gustaba perderse en los matorrales del invernadero con chicas lindas -un amplio concepto según su prima- y le gustaba que las chicas desde el comienzo supieran que con él, no había nada serio. Nada de cartas, ni citas ni esas cosas. Era más de amigas que a veces mojan y fin. Si el a veces era reducido a una vez, que así fuera. Albus no coqueataba ni iba tras de nadie, no era del tipo bonachón que se sabe guapo, solo era bondadoso y recibía feliz y contento las atenciones de la chica que se sintiera con antojo de Potter moreno.
Pero Darla Algo, lo estaba agotando, y eso en Albus Potter el rey de la paciencia según algunos, era rarísimo. Y no por que fuese una chica romántica que lo quisiera convencer de lo perfecto que seria todo si pudieran ir de la mano por la escuela, se regalaran flores de vez en cuando y fueran al pueblo a comer helados. Darla era tonta, y superficial, y ni siquiera hablaba de forma graciosa.
Suspiró.
Rose en alguna parte se debía estar muriendo de la risa. Ya le había dicho ella -es como dejar puesta la interferencia en la radio, así de molesto eh inútil.
Debió haberle hecho caso. Su padre en algún momento le comento eso de que tía Hermione no siempre decía cosas geniales, pero siempre tenia la razón y tal vez eso se pasaba por la sangre, y el asunto era: Escucha cuando Rose te diga algo.
Aun que tal vez, ahora que Rose se creía punk, usaba el cabello de colores y tenía aros por todas partes ese consejo perdía fuerza. O tal vez ser la primera de su generación lo reafirmaba. Rose era un caso raro, dentro de casos raros.
El asunto era, deshacerse de Darla, mandarla a volar y que jamás le dirigiera la palabra nuevamente.
Y llamado desde el lugar donde Merlín comanda todo este circo, aprecio Scorpius Malfoy, con la mejor de sus caras de no me hables que muerdo, sumado a eso de ser Slytherin y Malfoy. Al mismo tiempo. Albus sonrío y agradeció a sus santos o fortuna o lo que sea.
-¡Eh! Malfoy
Scorpius, hizo gala de toda su popularidad, y lo miro como si fuese mugre en sus zapatos. Mugre fresca y abundante. Pobre, tal vez sufría de constipación o alguna afección igual de molesta de forma crónica. No había otra explicación a esa expresión.
-Albus –le saludo y miro a Darla, con todo el entusiasmo que ponía en mirar mierda de pájaro- y tú…- sonrisa y algo del encanto que debían enseñarle en la academia Malfoy. Albus había conocido al padre de Scorpius un montón de años atrás. Un rubio con grandes entradas y modales de oro, le extendió la mano e incluso comento el parecido con su padre. Todo en un tono de absoluto interés y el más sincero aburrimiento- ¿Cómo te llamas?
Darla arrugo la nariz. Probablemente había escuchado eso de que Malfoy sabia hacer hechizos sin varita. O que le gustaba hacer pociones sin que fuesen obligatorias. O solo era eso de ser demasiado rubio. Algo de había molesto y eso a Albus le alegro de sobre manera.
-Darla, de Ravenclaw.
Si Albus había guardado alguna gana de continuar con eso todo se fue al caño con esa simple presentación.
El que esa chica insulsa, con los pechos no tan grandes, fuera de Ravenclaw era tan obvio como que él, Albus era de Gryffindor. Y es que todos los presentes traían uniformes con todas las insignias a la vista. Esa presentación y el recalque a la casa, venia de una batalla sin sentido, tan antiquísima como los tapices de la escuela. Era dejar en claro, yo soy de aquí y tú eres de allá, y ni siquiera trates de confundirme.
Albus lo odiaba.
Albus se sentaba en la mesa de Slytherin unas veinte veces durante el día. El resto lo repartía entre su casa y todas las demás. Sabía la forma de entrar en todas las salas comunes. Y un par de veces había usado túnicas con distintos logos solo por molestar. Era de los que creían que la división de casa no tenia sentido. Él mismo se avergonzada de su yo a los once años, cuando temía estar en Slytherin. Bien sabía que nada hubiese sido muy distinto. Igual los días de calor los pasaría en las mazmorras, y los días de lluvia en Gryffindor y cuando tuviese deseos de escabullirse de clases se iría a la lechucearía. Y los cigarrillos de la risa de su hermano serian su elección para las escapadas a los techos. Y todo seria más o menos igual.
Y Scorpius Malfoy seria de todas formas su mejor amigo, y tal vez eso seria mas entretenido si se hubiese ido a la casa de las serpientes, verlo todas las noches y molestarlo por ser tan blanco como un fantasma antes de ponerse a dormir, escuchar el parloteo de Rose y entre los tres hacer eso que hacían cada mañana en la mesa del desayuno, ponerse al día, lo harían mientras se vistiesen.
Su prima había sido mas lista. En el tren, durante su primer viaje, los tres habían compartido vagón. Scorpius Malfoy tenía la misma cara que tiene un niño al conocer el dentista, y nada parecía interesarle de forma real. Pero eso era solo una cara, que escondía una risa explosiva y una mirada de absoluto interés a las historias de una familia demasiado numerosa. Malfoy se había criado bajo todo el resguardo que le pudieron dar sus padres y el gran repudio a su apellido a cuestas. Le habían enseñado a mostrar indiferencia para que no le hicieran daño, pero Scorpius Malfoy era, y seria, un buen chico, demasiado absorto en el universo en expansión como para escuchar comentarios simplistas y crueles. Jamás había hecho un desaire a nadie y en todos los años que llevaba conociéndolo y jamás había rechazado un apretón de manos. Tenía excelentes modales, sabía usar infinidad de cubiertos y cual era el orden en que se nombran las autoridades en un salón. Y siempre escuchaba atento a su interlocutor. Pero su mirada neutra, esa de no estoy pensando en nada, daba miedo o la impresión de estar constipado. Entre eso, su apellido y sus facciones tendía a alejar a la gente. Era una pena, por que Scorpius Malfoy era un tipo increíble, sabia infinidad de bromas obscenas y todas dichas en un perfecto vocabulario y pronunciación.
Rose había sido lista. Se habían hecho amigos durante esas largar horas de viaje, y cuando se bajo del tren, fue hasta donde su primo, y con la máxima seguridad le dijo.
-Iré en la misma casa que él
Y así, fue. Malfoy quedo en Slytherin y cuando el profesor Bates llamo a Weasley Rose, todos pensaron que sabían lo que ocurriría. El sombrero le cubrió hasta la perilla, se quedo un largo rato sobre la chica, moviendo la punta y finalmente decidido, y sonriendo-a pesar de se un gorro- grito
-¡Slytherin!
El que una Weasley fuese a la casa de las serpientes debió desequilibrar el mundo. Ese año hubo un terremoto e alguna parte del mundo, y tío Ron se encargo de recalcar en cada carta que eso era culpa de Una Weasley en Slytherin.
Albus no había tenido la entereza. El gorro dijo-tienes lo necesario para ser lo que tú quieras- y supuso que lo que quería era lo que todos decían que debía querer ser y pensó –Gryffindor-y fin de la historia.
Ahora, en sexto año, los tres eran el nuevo trío algo, llevaban la contra a cualquier orden social existente e incluso de estilos-Malfoy era ordenado y limpio, Rose era una punk con ímpetu revolucionario y Albus solo media dos metros- y lo pasaban de increíble juntos.
Con los años, incluso los más reticentes lo entendieron y solo los tarados no se ponían al día. Un Gryffindor podía ser el mejor amigo de un Slytherin y nadie se levanto de su tumba para llevar la contra (aunque tío Ron siempre decía algo se removió en la tierra cuando eso paso).
Y visto así, la pobre de Darla era aun más tonta de lo que Albus pensaba, y desecharla fue:
-Darla, lo siento, me tengo que ir con Malfoy, de Slytherin a torturar a chicas de primero, lo siento.
Scorpius tuvo la delicadeza de decir "adiós" cuando Albus ya lo estaba arrastrando hacia las puertas de camino a los patios.
-Recuérdame…
-¿No intentarlo con chicas idiotas? – Pregunto el rubio, ya caminado a su lado- Rose siempre lo hace –completo con una sonrisa- y siempre le dices…
-Hippie de mierda- miro a su amigo, su risa y sus cejas y esa eterna antítesis de estar curvada la primera, apretadas las segundas-Debo cambiar ese insulto. Ya no le viene.
-Lo hippie se le paso hace años.
-¿Recuerdas los cintillos de colores?
-Los vapores de colores Coloso, los vapores. De. Colores.
Darla era tarada, Scorpius era familiar y amigo. Y tenían recuerdos juntos. Habían pasado tardes completas persiguiendo las hojas que caían de los árboles en pleno otoño en los linderos del bosque ya no tan prohibido, borrachos hasta la desazón, y no cambiaria eso ni por todos los revolcones del mundo. Incluso le tenía un apodo asquerosamente idiota –Coloso- y ni aun así.
-¿Dónde esta Rose?
-No se, en las cocinas, dando discurso feminista a las elfas probablemente –Scorpius usaba lentes para leer, tenían marco en la base y Al no sabia si tenían un nombre especial, pero le gustaba que no se los sacara incluso cuando no estaba leyendo-tal vez las convenza de hacer paro y no darles postre a los pobres elfos hasta que tengan derechos en la cama. Ya sabes, lo típico en Rose.
-Rose esta probando cosas nuevas, y no esta invitando.
-Debe ser esa cosa que usa para teñirse el cabello, tiene un olor fuertísimo
-¿Crees que se lo jala? ¿En secreto durante la noche?
-Durante la noche tu querida prima hace cosas que ningún chico debería ver, pero como es una gata errante y cree que mi habitación es la suya… dios.
Rose entre segundo y tercer año decidió que todas las chicas de su habitación era tontas y machistas. Tomo sus pocas cosas y comenzó a dormir en la habitación de los chicos. Concretamente en la cama de Scorpius. Los otros tres compañeros hubiesen querido comentar algo, pero Rose dormía con pantalones cortos y tenia las piernas demasiado largas para decirle cualquier cosa. Ahora, con dieciséis estaban tan habituados a su presencia, que Rose solo debía preocuparse de cambiarse en el baño, con el fin de no alertar a esas hormonas que ya se habían acostumbrado a su presencia, y seguir hablando como cantinero. A veces usaba acento irlandés solo para reafirmar su bien merecido lugar en esa habitación.
Rose era, todo un caso.
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