Disclaimer: Todos y cada uno de los personajes de Harry Potter son de J.K Rowling. Sí, de verdad, siento decepcionaros xD

Primero, tengo que decir que hay spoilers de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte aunque realmente no creo que quede mucha gente que a estas alturas no se lo haya leído, pero en fin, avisados estáis.

No sé si podría considerar este fic en memoria de Remus y Tonks, pero supongo que lo empecé con ese fin…

Espero que os guste, y tal :D

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Mira la casa como si fuera la primera vez que lo hiciera. Ya no parece la misma. Ya no es la misma. Las luces están apagadas, hasta el más mínimo rincón cerrado y el jardín está descuidado por el tiempo que ha pasado fuera. Parecía como si ya no tuviera la misma vida que antes.

Cierra los ojos mientras empuja el carrito de Ted por la parcela, casi siempre abierta. Cierra los ojos porque recuerda la primera vez que una niña de la misma edad que el que llevaba en los brazos, y con la misma tendencia al cambio de pelo, entró por primera vez en esa verja. Y recuerda la última vez que lo hizo.

Sabía que se equivocaba cuando la vio marchar, sin más, y desaparecerse en el jardín. Pero no tenía fuerzas para impedírselo. No podía ignorar ese brillo de dolor en sus ojos. No pudo enfrentarse a ella, con su determinación y su temeridad, igual que no pudo hacerlo cuando quiso unirse a los aurores. Y, en el fondo, sabe que de todas formas nunca podría haberlo impedido. Que Dora hubiera ido a ese castillo, con su consentimiento o sin él. Que no podría haber hecho nada. Pero nunca se imaginaría que era la última vez que vería a su única hija.

Cuando pisa la hierba seca, ésta cruje sobre sus pasos, y da la sensación de que toda la hilera de casas de alrededor está en silencio, expectante. Que todo el mundo se ha parado y que lo único que existe es ese camino que separa la verja de la puerta de la casa.

Cuando la abre, el crujido suena sordo a través de las paredes. Ya no está Ted para escuchar la radio a todo volumen en la cocina, ni Dora ha tirado nada en el piso de arriba. Ni siquiera Teddy está llorando, como llevaba días haciendo. Da la sensación de que incluso él sabe que en esa casa hay algo que no funciona. Que hay algo que falta.

La moqueta cruje bajo sus pasos. Recuerda, con una sonrisa nostálgica, la última vez que pudo recordarle a Ted que tenían que arreglarla. Sus ojos se empañan con los recuerdos, y duele. Duele porque ese lugar está lleno de ellos.

Está incluso en el aire, porque todavía puede oler la pintura en el piso de arriba, con los últimos preparativos de lo que sería el cuarto de Teddy. Siente pánico al saber que tendrá que terminarlo, sola.

Los ojos se le empañan, y tiene que sentarse en los escalones porque le falta el aire. Siente en sus ojos las lágrimas que no ha soltado cuando la vio en Hogwarts, tirada en el suelo, junto a Remus, como si simplemente estuviera durmiendo y tuviera que despertarla para su primer día en Hogwarts. Las lágrimas que no había podido llorar cuando supo que Ted nunca volvería a casa.

Y sabe que ese niño nunca llegará a conocer a sus padres. Que sólo la tiene a ella, y que la única razón por la que por la que guardará la radio de Ted y dejará las fotos del vestíbulo, se llama Teddy.

Y vivirá, sin Dora, sin Ted y sin Remus.

Porque, en el fondo, duele saber que estás sola, duele saber que nunca van a volver. Duele saber que tuviste una familia, y ahora sólo te queda él.

Pero, sobretodo, duele saber que eres lo único que le queda.

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