Harry Potter es propiedad de JK Rowling.
→ Hay referencias a "Desde la oscuridad", "Curiosidad" y "Recordatorio". Los últimos tres son los drabbles #34 y #35 de la compilación de historias titulada En el anonimato.
→ Leroy Ainsworth, Izzy Cook, Carina Hitchens, Isis, Lynx Hitchens y Ophelia Hitchens me pertenecen.
Constancia y seguridad
«Screaming, deceiving and blending for you and you still won't hear me.
Don't want your hand, this time I'll save myself.
Maybe I'll wake up for once, not tormented daily defeated by you.
Just when I thought I'd reached the bottom, I'm dying again.»
Going Under – Evanescence.
[…] Se supone que son amigos ¿por qué no ha pensado en ella? ¿Por qué ha tenido que arriesgar a ambos en una aventura que no ha tenido que pasar?
Dennis mira a Martha de reojo.
—Tú no me entiendes —murmura—. Solamente quiero que se acabe.
—Todo ha terminado. Estás aquí sano y salvo, en nuestro hogar.
Pero Dennis no se siente así.
El orfanato de Wool antes ha sido el lugar en donde se ha sabido que no ha podido pasar nada malo, ni siquiera cuando las jugarretas han tomado un giro pésimo, generalmente hechos por los adolescentes en contra de los niños, pero todo eso ha cambiado en el momento en que Tom Ryddle ha empezado a crecer. Al principio Dennis lo ha desestimado y lo ha defendido de vez en cuando, sin embargo, la aventura del horror que ha tenido le ha enseñado que se ha equivocado.
Ir a explorar la cueva ha sido un error que ha pagado caro, ha terminado traumatizado y ha hecho la elección de no volver a salir de la recámara. La misma decisión ha tomado Amy, quien solo permite que la señora Cole entre para entregarle lo que tiene que comer.
La señora Cole ha estado muy preocupada por ellos, no ha sabido qué hacer para ayudarles y Dennis no quiere aceptar lo que pueda venir de ella. Ni la señora Cole ni nadie han estado presentes cuando se ha enfrentado a Tom.
Aunque se ha sentido fatal y ha echado de menos los comentarios ocurrentes de Amy, no se ha quejado. Lo ha aceptado y le ha pedido a la señora Cole que no le exija salir.
El silencio se ha convertido en el enemigo que más teme, ya que la respiración se le corta cuando empieza a oír sonidos, lo que se vuelven aún más escalofriantes si no hay nadie más que él en la recámara. Mientras que la señora Cole se ha ocupado de Amy, Martha ha decidido que le dará más atención que a los otros niños. Si antes le ha desagrado que lo traten como si tuviese cinco años, ahora le enferma que Martha lo considere el nuevo caso de caridad del orfanato.
Aquellas criaturas le han dado el susto del año, pero continúa siendo capaz de resolver sus propios problemas.
Si tan solo fuese así de fácil olvidarse de lo que sea que la ha soltado aquel sonido infernal. Se ha convertido en la fuente de las pesadillas y está a seguro que existe magia oscurísima detrás de ellas: el color pálido y la manera en que se han movido, arrastrando sus cadavéricos cuerpos mientras han avanzado usando las manos y pies, qué aterrador.
Es como si hubiesen estado buscando la oportunidad para devorarse el cerebro o lo que sea que hagan esas copias de los zombis. Se ha abrazado a sí mismo y suda frío; tiene el presentimiento que los no zombis hacen algo peor que comerse el cerebro de la gente. No va a hacer una segunda excursión a la cueva para descubrirlo, mejor buscará la respuesta en un libro o se lo preguntará a alguien que conozca del tema.
Lo que sea necesario para no volver a dejarse llevar por la curiosidad.
—0—
Oye que tocan la puerta. Ve a Billy Stubbs, el adolescente de catorce años vacila antes de ingresar en la habitación de Dennis. Sonríe un poco al ver que Billy tiene la camiseta mal abotonada, siendo una de las razones por las que la señora Cole lo ha regañado desde hace años. Billy da un resoplido para quitarse las mechones de pelo que le tapan más uno ojo que el otro. Probablemente él también ha notado que Amy y Dennis se han vuelto más distantes después que han regresado de la fatídica excursión y, como todos los demás, no se han acercado a menos que crean que tienen una palabra de aliento.
No es sencillo saber cómo ayudarlos, no es un caso que se haya dado anteriormente.
Dennis se paraliza cuando Billy se ha acercado a él y da un salto hacia atrás, retrocede lo más rápido que puede hacia la cama y, sin dejar ver a Billy, se sube rápidamente y se cubre con las sábanas, dejando a la vista su rostro.
—¿Martha te envió aquí?
—No —dice Billy cerrando la puerta, quien se ha quedado un par de centímetros cerca de la pared y baja las manos—, vine por iniciativa propia. ¿Quieres que hablemos?
—¿Por qué piensan que hablar solucionará algo?
—Lo lamento, entonces, ¿qué quieres que hagamos? ¿Ir a pasear o que juguemos en el patio?
—Preferiría no salir.
—¿Un juego de mesa?
—Sí.
—¿Ajedrez? Es lo único que sé.
Dennis se encoge de hombros. Billy saca un tablero de ajedrez viejo y descolorido de la mochila, una bolsa que contiene las piezas. Se sientan en el suelo y Billy acomoda las piezas en el lugar que le corresponde. No ha mostrado interés en el funcionamiento del juego hasta que un peón ha capturado la pieza que ha estado en G3. El adolescente le ha sonreído como si estuviese diciendo principiante; en una serie de jugadas, pierde el primer caballo y dos peones más. Ahora sí que está observando el tablero mientras piensa en la siguiente jugada que debe realizar, si no quiere perder miserablemente.
—Llevo años en el ajedrez.
—Lo sé. —Dennis mueve otro peón a H7 pero la torre, que Billy ha movido a la izquierda en la jugada anterior, la regresa a donde ha estado—. ¡Oye! ¡Eso no es justo! ¡Ahora solo me quedan tres y a ti cuatro!
—Sí que lo es.
—Me quitaste una torre —protesta Dennis.
Billy solo ríe mientras mueve el rey, el juego continúa sin que ocurra nada relevante; al menos hasta que Dennis ha movido la dama a F1. Ha estado a punto de decir que ha mejorado, no obstante, ha notado que solo le quedan cuatro piezas. Y Billy aún tiene diez piezas en su poder.
—Moveré mi último peón.
—No puedes.
—¿Por qué?
—Los movimientos permitidos que tienes pertenecen a la dama y al rey.
—No es un campeonato.
—Igual. No puedes.
—Me rindo —dice Dennis con una mueca en el rostro. Billy sacude la cabeza de lado a otro, empieza a guardar el set de juego—. Fue divertido, aunque fallé varias veces.
—La suerte del principiante no siempre ayuda. ¿Quieres que te enseñe?
—No.
Se quedan en un silencio no incómodo. Dennis jadea antes de volver a parpadear, para asegurarse que no ha visto a uno de los no zombis en un extremo oscuro de la recámara: con ese cuerpo inclinado, al acecho y mirándole con los ojos desorbitados. Se vuelve a estremecer y se pone en posición fetal.
—¿Dennis? —dice Billy, preocupado. Se pone de pie, tirando lo que h estado ordenando y se acomoda a la par de Dennis. Le coloca una mano en la frente—. ¿Estás bien?
—Sí.
—No, no lo estás.
—Sí lo estoy.
—¿Estás asustado? —pregunta Billy en un tono más suave y afectuoso.
—Quizá.
—Estarás bien.
—¿Y cómo lo sabes? Tú no estuviste ahí cuando… cuando…
—Tom Ryddle.
—¿Cómo supiste que fue él? —susurra Dennis.
Billy tensa el agarre en el tablero de ajedrez. Ahí es cuando se da cuenta que haber encontrado a su conejito colgando de una viga ha causado un fuerte golpe emocional en él. Dennis no ha tenido una mascota nunca, no obstante, le ha cogido cariño al pequeño Woody y también ha lamentado su pérdida. Billy se pellizca la pierna.
—Los desastres suceden cuando Tom está cerca —responde, en un tono más forzado que el anterior—. Y sé que ustedes se internaron en una pequeña misión. Tú y Amy, digo; Tom debió seguirlos después.
—¿Por qué suenas muy seguro?
El adolescente le fulmina con la mirada.
—En una playa con una veintena de niños y cuatro adolescentes era evidente que ocurriera algún desastre que amenazara la tranquilidad que hubo.
—¿Y qué estás insinuando?
—Lo vi escaparse de la supervisión de la señora Cole —responde, sin endurecer el tono—. No pensé que llegarían tan lejos, pequeño cabezota. Sé que esto tú lo empezaste.
—Lo lamento.
—Sé que sí.
—0—
Dennis aprecia la compañía que Billy le está dando.
A veces el adolescente llega y se queda durante horas. En ocasiones hablan de temas que luego olvidan, o tienen partidas de ajedrez que finalizan con una victoria apabullante para Billy, o le lee un pasaje de los libros que ayudarán a Billy a convertirse en un zoólogo o biólogo cuando sea mayor. Le hubiese gustado encontrar un tema que le permita ser quien inicie la conversación, igual que hace un mes, pero no tiene ganas.
Martha se ha emocionado cuando Dennis le ha preguntado si ellos pueden tener una especie de reunión nocturna, y les ha dado su autorización. Este ha sido el permiso que ha obtenido con una facilidad que nunca ha esperado. La pequeña reunión la van a tener en dos horas, por lo que está pasando el tiempo en el patio del orfanato de Wool. Sin árboles frondosos que le den sombra, o flores que embellezcan el paisaje. Solo grama, juegos dañados y niños botando pelotas de basquetbol a medio desinflar.
Se baja la gorra, que utiliza en los días más soleados que hay, y se sienta debajo del árbol que ha sido plantado hace años. Sin Amy para acompañarle en las aventuras, no tiene sentido hacerlas.
¿Qué emoción hay sin su amiga?
Flexiona las rodillas y las abraza; alza la vista y nota que Tom ha estado viendo el patio desde la ventana del segundo piso, donde se queda a menos que tenga una razón para salir. Se encoge en el lugar, procurando mantenerse alejado del rango de visión de Tom Ryddle.
—Tú nunca fuiste un verdadero amigo —acusa Eric Whalley deteniéndose delante él, con un brillo de superioridad y malicia en los ojos azul océano—, lo único que te importa son tus aventuras.
—Eso no es verdad —masculla entre dientes, desafiando su mirada e inclinándose hacia adelante—. Te equivocas. Amy me importa.
—¿Entonces por qué Benson no ha salido de su habitación?.
—Eso no es asunto tuyo.
—Todos hemos notado que algo ha pasado entre ustedes dos.
—¿Y?
—Antes han sido inseparables, parecían estar unidos por la cadera; y no importaba qué sucediera, siempre sabíamos que estaban involucrados en una especie de lío que acabaría perjudicándolos de alguna manera.
—Pues soy perfectamente capaz de resolverlo por mí mismo, Whalley.
—Sabía que los riesgos no te interesaban mientras obtuvieras lo que querías —dice Eric—, pero no pensé que llegarías tan lejos para que Benson haya terminado en este estado. Supongo que estás satisfecho con lo que conseguiste, ¿cierto, Bishop?
—Parece que eres observador —gruñe Dennis levantando un puño en dirección a Eric, que se queda dónde estaba y le sonríe petulante. Se siente furioso porque no ha encontrado cómo defenderse de las acusaciones de Eric, quien no se va a callar hasta que alguien lo obligue. Frunce el ceño, ladea la cabeza hacia un lado y masculla entre dientes—: Y lo que nos pase no es de tu incumbencia.
—Pero sí la tuya, ¿cierto? ¿A dónde está tu amiguita querida ahora?
—Cállate.
—Ella, regodeándose en su propio dolor; tú, dispuesto a seguir adelante. Qué buen amigo resultaste ser.
—Pero, ¿cuál es tu problema? —Dennis se levanta, toma a Eric por el dobladillo de la camisa y lo acerca a él—. ¿Qué te he hecho yo para que estés atacándome constantemente? ¿Qué te hemos hecho nosotros para que no nos dejes vivir tranquilamente? Estábamos mejor sin ti, ¿sabes? Ahora, haznos un favor y desaparécete.
Eric chasquea la lengua. La primera impresión que Dennis ha tenido del otro es que Eric es perfectamente capaz de sacar el peor lado de quien esté hablándole. Lo considera tan pedante, molesto que ha decidido que no hablará ni siquiera cuando estén solos en el orfanato o estén enfermos al mismo tiempo.
—Eres más irritante en persona —dice Eric poniendo los ojos en blanco—, te lo diré así. Es tu culpa, solo tuya lo que pasó. ¿Entendiste?
—¿Y por qué te importa?
—Honestamente me da igual lo que hagan, pero quería aprovechar mi tiempo en algo productivo.
Un tic aparece en el ojo de Dennis. Hace uso de la fuerza de voluntad que tiene para no darse a golpes con el niñato este.
—Pequeño…
—¿Qué está pasando?
Es Billy; el adolescente está doblando el mapa de zoología que ha comprado el día anterior mientras sostiene un libro de la misma asignatura, les está viendo como si estuviese recriminándoles el comportamiento. Dennis empieza a silbar y pasa a mirar alrededor, como si hay algo que le ha llamado la atención. Eric, en cambio, se despide alegando que solo le ha estado haciendo compañía a Dennis y se marcha.
Billy sisea una frase que no entiende, guarda el mapa dentro del libro.
—¿Otra vez te estaba molestando?
—Sí.
—¿Quieres que le diga a la señora Cole?
—No —dice Dennis, disgustado—, lo usará de excusa para molestarme más. Lo voy a seguir ignorando. Ya encontrará a otra víctima.
Billy se rasca la nuca, se coloca a la par del niño y, de nuevo, están en silencio durante minutos.
—0—
Una semana después, mientras está en el patio, Dennis empieza a hacer círculos en el suelo con el dedo índice, recordando lo que le ha dicho Eric. No le gusta reconocerlo, no obstante, tiene razón.
Lo que le ha preocupado más ha sido cómo llegar a la cueva, ni siquiera se ha molestado en seguir a Amy cuando ellos se han separado en medio del trayecto y, si no fuese porque la ha visto llorando y agazapada en una esquina de la cueva, no hubiese a Tom Ryddle directamente.
—¿Soy un mal amigo?
Billy pone suavemente una mano en el hombro de Dennis.
—No, no lo eres. Fue accidente. Lo que haya pasado, no pudiste haberlo causado.
—Pero fue idea mía.
Billy le revuelve el pelo a Dennis, haciéndolo más desordenado de lo que ya es. Dennis hace una mueca ya que sigue sin gustarle que tenga esos gestos con él, pero se ha acostumbrado a la manera en que lo trata Billy.
El adolescente tiene el mismo semblante de hace dos años, cuando ha perdido a Woody, y siente curiosidad por saber si lo está recordando mientras lo intenta animar. Se muerde la comisura del labio inferior, sintiendo que es un tema que no le corresponde y suponiendo que Billy reaccionará agresivamente si hace la menor mención a Woody.
—A veces extraño a mi conejito. Fue mi mejor amigo durante años —dice Billy suspirando y mirando a la lejanía—, no sé cómo pasó y lo agradezco. Es decir, solo hay qué ver la manera en que encontré a Woody.
—¿Odias a Tom? —pregunta cuidadosamente—. Él mató a Woody; no lo ocultó o lo desmintió.
—Independiente de lo que hice —dijo Billy que ha pasado a sentarse en posición de flor de loto—, no lo odio. En parte fue culpa mía por dejar la jaula abierta. No estoy justificando a Tom pero tampoco le voy a echar toda la culpa. Era mi mascota y me descuidé. Viviré con eso.
Billy baja gradualmente el tono que ha empleado al hablar.
—Me hubiera gustado tener una mascota. —Billy vuelve a verle, luciendo desganado—. ¿Sería una gran responsabilidad, verdad? Si tuviera una, ¿me enseñarías a cuidarla como se debe?
—Si llegas a tener, lo haré.
Dennis se para, coge el libro de Billy y le dice:
—Entonces vamos con Martha. Ella está en su hora libre. Estará encantada de llevarnos a la tienda de mascotas.
—Estás hablando en plural.
—Creo que va siendo hora que te consigas otra mascota. No otro conejo, quizá un gato o un perro.
—¿Sabes qué? —dice Billy, sonriéndole—. Tienes razón. Y honraré a la memoria de Woody, él sería feliz por mí.
Martha casi se abalanza sobre ellos cuando le han preguntado si pueden tener una mascota. La mujer los ha llevado a la tienda mascota y les ha dicho, casi apenada, que solo disponen del dinero suficiente para comprar una mascota, sea la que sea, y ambos concuerdan en que no hay ningún problema. Se separan y emprenden la búsqueda para encontrar a la mascota perfecta para ambos.
La primera que le ha gustado ha sido un conejito adulto grisáceo que ha empezado a saltar cuando lo ha mirado detenidamente, ha estado a punto de decírselo a Billy cuando se lo ha pensado mejor. Sigue recorriendo la tienda hasta que se ha encontrado con una gata pelicorto inglés de dos meses de edad, con el pelaje de color negro con blanco y de ojos turquesa. La pequeña gata ha estado jugando con una bola de estambre y no ha notado que se ha vuelto en el centro de atención de Dennis. El niño solo se ha apoyado en uno de los postes, que sirve de impedimento para que huya, y la contempla. Se ve linda, tierna y juguetona.
Le recuerda a Izzy Cook, excepto cuando alguien se interpone entre el postre e Izzy. Leroy Ainsworth lo ha aprendido a base de arañazos y tirones de pelo que ambos se han dado.
—¿Te gusta? —le pregunta Billy parándose a la par de él. Dennis asiente—. ¡Martha, ya sabemos a quién queremos!
—¿A quién?
—A ella.
La dependienta le entrega a Isis, el nombre que Billy le ha dado. En todo el camino de regreso, Martha estuvo aconsejándoles del cuidado que deben darle a la gatita, así como de las precauciones que hay que tener. Billy ha estado extra atento a cada palabra que Martha ha dicho mientras que Dennis ha acariciado a Isis sin prestar atención.
—¿Con quién se quedará?
—Lo ideal es que fuera conmigo. Tengo más experiencia con las mascotas.
—Entonces te acostumbrarás a que sea una constante presencia allá.
—Lidiaré con eso. —Billy le sonríe—. Esto será genial.
—0—
Y Billy tiene razón.
Jugar con Isis le ha ayudado a mantener la mente alejada de los sucesos de la cueva, al menos la mayor parte del tiempo.
El problema aparece cuando llega la hora de regresar a la cama y debe enfrentarse solo a la oscuridad que reina en su habitación. A veces se duerme abrazando a Isis, a quien no le molesta que Dennis la use de almohada. Sin embargo, en esta ocasión, es turno de Billy de tener a la gata. Dennis ha querido patalear e insistir en que él la necesita más pero se supone que es un adolescente y que no tiene que hacer tales espectáculos.
Ayer, veintidós de octubre, ha sido un día que no olvidará pronto y no se ha debido por la pequeña fiesta que le ha organizado Martha. La fiesta ha sido sencilla: un pastel de vainilla, han jugado a las sillas musicales, han bailado, han hecho bromas que la señora Cole ha ignorado e Izzy se ha peleado con Leroy cuando este ha tratado de obtener la última rebanada de pastel.
Ha ganado Leroy, por cierto. Billy también ha llegado y se la ha pasado leyendo el libro, otra vez.
A las dos de la mañana todavía tiene los ojos abiertos, sin que pueda tranquilizarse para que pueda dormirse. La puerta se abre de golpe, sobresaltándolo; en frente de él se encuentra Amy Benson, quien tiene el pelo cortado por sobre los hombros y con las orejas disimuladas con maquillaje mal aplicado, al menos por lo que dice Izzy. Se yergue y se sienta en la cama.
—No me invitaste —susurra Amy, alicaída.
—¿A mi fiesta? Creí que no querías verme.
—Tú eres el que no quiere verme —dice Amy, más fuerte que antes. Dennis pestañea—. Me has ignorado desde que regresamos, hace dos meses.
—Tú eras la que no quería de la recámara, la señora Cole no me dejó siquiera tocar tu puerta —se defiende, trata de mantener un tono de voz que no delate cómo se está sintiendo—. Respeté tus deseos. Y luego solo nos distanciamos.
Amy se encorva y abraza con más fuerza el oso que ha traído. Desde que Amy ha llegado al orfanato no se ha querido separar el oso y, cuando le ha preguntado a que se debe, le ha chistado que no ande de metomentodo y no le ha vuelto a dirigir la palabra en lo que ha quedado del día. Dennis no ha sabido qué decir ya que no se explica qué tipo de importancia puede tener un oso sucio, descocido y que ha perdido uno de los botones que simulan una camiseta.
—Se suponía que éramos amigos. Mejores amigos. ¡Pero tú solo me abandonaste!
—No lo hice.
—Me dejaste sola.
—No lo hice —repite con los puños apretados encima de la manta.
¿Le está jugando una broma o Eric la ha vuelto a atacar diciéndole un montón de estupideces que tiene que decir? ¿O es que finalmente se ha dado cuenta que no tiene ninguna amiga niña y está tratando de obligarlo para que hablen de moda, chicos, maquillaje y demás tonterías que no entiende?
—¡En la isla!
—¿Qué?
—¡Me dejaste sola y Tom me encontró!
Dennis retrocede como si Amy le hubiese dado una bofetada, traga en seco y mira la sábana. Agarra sin cuidado un borde de la manta, la retuerce en diferentes direcciones. Lo último que ha gritado Amy le ha taladrado el cerebro ya que no se ha esperado que le vaya a reclamar ese tipo de cosas. Le quiere preguntar qué ha pasado y decirle que baje el tono de voz, alguien les puede encontrar y, si descubren de qué están hablando, tendrán que responder interrogantes que le estropearán los nervios.
Amy mueve de modo rítmico una mano sobre la otra, con los ojos fijos en el suelo. Vuelve a unir los labios antes que pueda decir un monosílabo, continúa de esa manera hasta que susurra:
—Tom me engañó.
—¿Cómo?
¿Por qué lo ha dicho, por qué no ha podido mantener la boca cerrada? Se quiere dar un golpe con la almohada, el único objeto que tiene a la mano; no se avergüenza por lo ha dicho, ruega porque Amy no se vaya antes que se lo diga.
—Cuando me alejé de ti no sabía a donde iba. Tú eras el que dirigió la búsqueda y yo pensé que sería más importante para ti un tesoro. Me equivoqué. Me encontré con Tom… yo, yo creí que él me ayudaría a regresar con la señora Cole y él me dijo que lo haría, que solo tenía que seguirlo y que estaríamos a salvo. Le creí.
»No sé por qué le creí. Pero me pareció mejor que estar varada en la isla o que quedarme ahí sola, a merced de las criaturas que podía encontrarme mientras que tú y los demás volvían al orfanato.
—¿Cómo creías que te abandonaría?
—Olvídalo.
—Pero, Amy, está todo mal.
—Por favor, olvídalo.
—Estás malinterpretando todo —insiste Dennis. Amy le da la espalda—. Yo no pude saber que Tom iría en contra de ti. ¡No fue culpa mía lo que él te hizo!
—¡No te estoy culpando por lo que Tom me hizo! ¡Te estoy llamando mal amigo!
—¿Solo por la cueva?
Es ridículo. La mismísima Amy le ha apoyado al principio para que se aventuren en la cueva, ¿y ahora se viene a quejar? Hay que ver que las niñas en ocasiones son contradictorias. Resopla y se cruza de brazos, mirándola con dureza. Amy avanza cuatro pasos hacia él y se inclina hacia adelante, Dennis aleja medio cuerpo de ella.
—¡La búsqueda de la cueva, el tesoro, el enigma por resolver! ¡Estoy tan enferma de escucharte hablar de las aventuras que quieres tener!
—¿No querías ir conmigo? —dice sin estar seguro que haya oído bien. Esto no puede estar pasando, Amy debe de estar tan cambiante como lo ha estado la semana pasada y ahora debe estar sufriendo de alucinaciones que le impiden ver la realidad. ¿Ya no querer ir de aventuras con él, con su mejor amigo? ¿Acaso está insinuando que ha sido un error que se hayan unido en primer lugar?
Siente un retorcijón en la boca del estómago.
—Somos adolescentes, éramos niños. —Amy está lívida con una sonrisa vacilante en el rostro—. No somos héroes, ni pequeños advenedizos que pretenden ser héroes para salvar al orfanato, o quien sea que nos encontremos. Métetelo en la cabeza.
Dennis baja los hombros y las comisuras de sus labios se mueven hacia abajo.
Amy se marcha de la habitación sin echarle una segunda mirada.
—0—
Cuatro días después, cerca de las cinco de la tarde, Dennis toma el picaporte de la puerta, lo gira deteniéndose cuando siente que el ruido va a alertar a Martha o la señora Cole, a quien no le gustará que esté por ingresar en la habitación de una muchacha. A Dennis tampoco le agrada lo que va a hacer sin embargo no tiene otra opción. La conversación no se la puede quitar de la cabeza, sigue rechazando la idea de que Amy no quiere estar más con él. Empieza a quitar la mano; no, tiene que hacerlo. Cuando consigue que se abra, suelta el aire que ha contenido.
La hendija de la puerta le deja ver a Amy, quien está hablando con Izzy de algún tema que las entretiene lo suficiente para que se estén carcajeando. Desearía ser él quien esté haciendo reír a Amy; el maullido de Isis atrae su atención. Dennis baja la mirada y le sonríe a la gatita, quien salta a sus brazos y se acurruca en su pecho.
—¿Qué haces?
Se endereza al oír una voz detrás de él, se gira. Billy está sacudiendo la cabeza de un lado a otro con una sonrisa divertida y resignada en el rostro, sosteniendo la correa violeta que usan para llevar a Isis de paseo al parque. Balbucea una serie de excusas que ni siquiera él cree. Billy levanta una mano y Dennis se calla, no sin antes decir:
—Esto no es lo que parece.
—Así todos piensan que vas a hacer algo muy grave —dice Billy uniendo los labios con fuerza, sin dejar que el sonido termine de escapar. Dennis pone los ojos en blanco, sabe que Billy está reteniendo la risa. Le parece extraño que esté muy feliz, ya que ni siquiera la broma de Leroy, que ha involucrado un balde de miel y unas plumas, lo ha molestado. Además, ¿qué podrá estar haciendo aquí? El cuarto de Billy es el treinta y cuatro.—. No esperaba encontrarte por aquí. Creí que ya no la querías. Y es tu turno de cuidar a Isis.
Una opresión aparece en el pecho y le hiere el corazón. Primero Eric, luego Amy, ahora Billy. ¿Cuántas personas más van a recordarle lo que ha hecho? ¿Por qué no simplemente le apoyan en lugar de criticarle hasta por lo que no ha dicho? Ha sido solo un niño que no ha sabido cómo tratar con la experiencia que ha tenido; a pesar que no han estado solo combatiendo con la inmensa sombra que andan detrás de sí, él también resiente la ausencia de Amy.
Él no puede saber qué pasa por la mente de su ex mejor amiga.
No lo ha querido reconocer antes, no obstante, el tono que ha utilizado Amy contra él se lo ha dado a entender, no por nada la ha conocido desde que ambos ha tenido siete años. El maullido Isis le recuerda que la está acariciando y que ha hecho más presión de la que le gusta; le dice que lo lamenta, Isis ronronea y ve a Billy.
—¿De verdad abandoné a Amy?
—Siempre muy unidos. Se separan de pronto —dice Billy como si no quisiese tener que hacerlo. Dennis suspira y le pide que continúe, pese a que sabe que no le gustará enterarse de cómo los ven—. Amy ha intentado llamar tu atención pero tú ni la veías. La mayoría asumimos que ya no eran amigos.
»Eric llegó a decir que ya sabía que tú eras el mejor amigo que una chica podía tener.
Cierra la puerta, se lleva una mano al pelo y tira de un par de mechones con fuerza; apoya la espalda en la pared y desliza hasta que se sienta en el suelo.
—¿Por qué ha tenido que pasarme esto?
Esconde el rostro entre las rodillas.
—0—
—Vamos, anímate.
Dennis continúa con la mirada puesta en el suelo e ignora la sugerencia de Billy. Ha pasado una semana desde que Amy y él han acabado con la amistad que han tenido y se ha sentido fatal, él no ha querido que acabe de esta manera, sin embargo, no ha podido hacer que Amy le vuelva a dirigir la palabra. Una parte de él sabe que lo tiene merecido, la otra está haciendo una rabieta ya que lo desaprueba y la quiere tener devuelta. Si tan solo se hubiese recordado que tiene una amiga que lo ha necesitado, tanto en el bosque como en el orfanato, esto no hubiese sucedido; no obstante, Amy ha tenido que acercarse para que él se dé cuenta lo que no ha hecho.
Tiene a Isis encima de las piernas mientras que la gata está jugando con una bola de estambre. Ha perdido algo más que una amiga, ha perdido a una hermana mayor.
—No servirá de nada.
—Amy está recuperándose, tú has ido por el mismo camino. ¿Qué te parece…?
—Eso fue lo que causó esto.
—No, no lo fue —dice Billy, seguro de sí. Dennis niega con la cabeza—. Tú y Amy están igual de dañados. Y solo ha necesitado una excusa para enfrentarse.
—¿A qué te refieres? —pregunta, mirándolo por primera vez en lo que va del día.
—Si no resuelves los problemas cuando empiezan, solo crecerán y se volverán más grandes de lo que realmente son.
—¿Qué hago?
—Deja que pase el tiempo, deja que sanen las heridas.
—¿Y después? —dice Dennis, que está un poco más convencido que antes.
Billy le sonríe.
—Habla con Amy.
—¿Funcionará?
—Confía en mí.
Dennis asiente.
Isis salta del regazo de Dennis y se va al suelo, se sienta en frente de los muchachos y maúlla alzando una de las patas, como si estuviese agarrando algo. Billy ríe mientras saca una caña de pescar, en lugar del cebo puesto hay un juguete que tintinea cuando lo mueve de lado a lado. Isis empieza a saltar para atraparlo cuando Billy lo sacude de extremo en extremo. Al ver que se está poniendo muy oscuro, Dennis se levanta, camina hacia la única ventana que hay en la recámara para subir la cortina.
—Hay una familia que está interesada en mí —dice Billy en un tono incómodo.
—¿Está interesada en ti? —repite, suelta el cordel que no ha terminado de atar en la vieja cortina de tela azul oscuro. «No estará hablando en serio. Creí que había dicho que se iría cuando tuviera la mayoría de edad», piensa. El otro tiene los ojos pegados al suelo—. Cuando me sentí fatal, tú me aseguraste que te quedarías conmigo. ¿Y ahora te vas?
—Yo nunca…
—Lo diste a entender —le interrumpe Dennis entre dientes, se pone delante de él y extiende los brazos. Billy es lo más cercano que ha tenido a un buen amigo durante meses, sin contar a Martha, y es quien más le ha ayudado o lo ha tranquilizado cuando ha tenido sus ataques de pánico. Estos le da cada vez que alguien hace una mención a las cuevas más cercanas o cuando escucha a alguien comentar lo genial que lo ha pasado en la última excursión a la playa. No se lo ha dicho a Billy ni a Martha ni a la señora Cole, a pesar que supone que ellos lo ha tenido que notar—. No puedes hacerme esto.
—No te voy a abandonar.
Billy le pone una mano en la cabeza, lo que es fácil teniendo en cuenta la altura que tiene, y le revuelve el pelo.
—Pero no vas a estar aquí.
—No dejaré de visitar el orfanato, ¿vale? Tendré una familia, sí, pero no me olvidaré de dónde vengo —dice Billy.
—Pero… —Dennis se muerde el labio. Es incapaz de seguir debatiendo cuando Billy está por cumplir el sueño que la mayoría de los niños tienen: tener un papá y una mamá que los amen—. Si tú no puedes venir, ¿yo puedo ir a tu nueva casa?
—Se lo preguntaré a Carina.
—Te voy a echar de menos —susurra Dennis.
—Regresaré, lo prometo.
No está convencido que Billy realmente regrese ya que ¿quién lo hace cuando ya tiene a una familia? No importa que se lo prometa en los dos idiomas que conoce, no le creerá hasta que suceda. Igual, da un asentimiento y Billy se relaja. Vuelve a mirar a la gatita que está atenta a lo que está pasando y se congela en donde está parado. ¿Quién se va a encargar de ella? ¿Tendrán que llevarla de la nueva casa de Billy al orfanato de regreso? ¿O será que Billy se quedará con ella? No quiere despedirse de Isis, le ha cogido demasiado cariño para que ahora tenga que decirle adiós. Se agacha y recoge a Isis, quien maúlla inconforme.
—Puedes quedarte con Isis.
—¿Seguro? —pregunta, se aferra más a la gata quien trata de zafarse del abrazo de Dennis—. No quisiera robártela, ya sabes.
—Carina odia los gatos —dice Billy pateando el suelo. Añade con voz modulada—: ¿Podríamos organizarnos para vernos en el parque?
—¿Organizarnos? —repite, confundido.
¿Billy y «organizado» en la misma frase? ¿Eso es posible?
—Carina solamente me adoptó para que me hiciera cargo del Emporio de los Trajes Elegantes cuando ella muriera o se jubilara.
—¿No sería más fácil criar a un niño?
—Carina no tiene tiempo.
—0—
Cuatro meses después, el veintiséis de febrero, Dennis parpadea al ver la casa de nogal que está delante de él.
Retrocede paso a paso hasta que alcanza a ver el tejado de la casa y, aun así, tiene que alzar la cabeza para distinguir la chimenea que hay. Ni al mirar a la izquierda o a la derecha puede decir en qué parte termina o comienza la casa. Se acerca a la puerta y toca, intenta no hacer demasiada fuerza para que no se dañe el precioso tallado en francés o italiano que hay ahí: «Toujours Pur». Aprieta el agarre en la correa de la mochila, a pesar que no ha estado a punto de caerse. Esta es la primera vez que Billy. ¿Y si comete un error? ¿Y si termina siendo vetado?
Se oye un «clic». Una niña de cabellera café oscuro y ojos verde pasto, que parece tener nueve años, le ve como si hubiese cometido un error por haber llegado. Pese a que Dennis suelta una risa nerviosa e histérica, ve que ella está sosteniendo un tabloide con un papel adherido a él. Hay un dibujo de un águila, o lo que Dennis deduce que es una águila.
—Soy Ophelia Hitchens. A tía Carina no le gustan los vagabundos. Fuera de aquí.
Dicho eso, le cierra la puerta en la cara. Dennis se masajea el puente de la nariz.
—No soy un vagabundo —murmura para sí. Toca la puerta una vez más—. ¿Qué le pasa a esta niña?
En esta ocasión es Billy S–Hitchens. Es insólito que Billy esté una camisa blanco hueso con un saco caqui con las mangas estrechas, solabas de pico y con el cuello en forma de V. El pantalón que utiliza, en cambio, es arrugado y amplio en la parte inferior. La familia Hitchens debe tener dinero, para permitirse un traje a la moda, en especial con las dificultades económicas que hay en Gran Bretaña.
—Lamento lo de Ophelia —dice Billy, avergonzado—. No es personal, todavía me odia.
—¿Qué le hiciste? —pregunta Dennis desconcertado y esperando a que Billy le dé el visto para entrar. Billy le indica con la cabeza que ingrese y Dennis lo hace—. Creí que Leroy era el bromista; diría que Eric se ha tranquilizado también pero no me lo creo. Nadie lo hace, en realidad.
—Vivir aquí.
—¿Solo eso?
—Ajá, ¿cómo va todo en el orfanato?
Dennis une los dientes con firmeza. No ha sido su intención, sin embargo, ha escuchado que la crisis económica está afectado la manutención que hay en el orfanato, y la señora Cole está preocupada y alterada por todos los niños que viven ahí. Incluido Tom, quien está haciendo su primer año en aquel internado. Es extraño que el anciano solo haya aparecido para ofrecerle la beca a él, pero no le ha tomado importancia.
Mientras más lejos esté Tom, mejor estarán todos.
—Bien. Todo va muy bien —dice, sonriente. Billy le ve con desconfianza—. No podríamos estar mejor.
—Vale —dice Billy, alarga la «a» antes de terminar abruptamente con el «le»—. ¿Y mi preciosa Isis?
—Martha la llevó al veterinario, para un chequeo rutinario —añade Dennis antes que Billy se escandalice—. ¿No tiene hijos la señora Hitchens?
—«Señorita Hitchens», Dennis. Carina no está casada ni lo estará.
—Pero sí tiene una sobrina.
—Sobrinos, más bien. Ya conociste a Ophelia, ella es la menor. El mayor es Lynx, él está haciendo su último año de estudio en un internado muy lejos de aquí.
—¿Billy? —dice Dennis, extrañado.
¿Por qué la respuesta ambigua?
—Es todo lo que Carina me ha dicho —dice Billy desestimando el tema. Ingresan en la casa—. Y tampoco he preguntado, por si te lo preguntas.
—¿Entonces por qué sus sobrinos no se ocupan del negocio?
Billy luce un poco incómodo cuando responde:
—Lynx ya decidió que estudiaría para ser un san–médico. Un pediatra. Y Ophelia odia la moda.
Bueno, si la pequeña princesa odia la moda es lógico que la señorita Hitchens la haya obviado. No será que la aversión de Ophelia Hitchens lleve al negocio a la bancarrota.
—¿A dónde vamos?
—A mi cuarto.
Diez minutos después, Dennis intenta no sentirse fatal. La cama que Billy tiene es, a simple vista, más cómoda que las del orfanato de Wool, con grandes almohadas cubiertas por una tela elegante. La ventana se encuentra limpia y sin grietas debido a los balonazos que los más jóvenes dan de vez en cuando. Se queda ahí, inspeccionando la recámara y pensando que todo esto le hubiese venido de maravilla a los niños y niñas. A regañadientes se sienta en la cama.
—¿Es mucho para ti, cierto? —pregunta Billy en tono pragmático.
—Sí.
—Para mí también.
—Pero tú vives aquí —dice sin comprender por qué alguien se sentirá agobiado por tal cantidad de comodidades.
Finalmente no tiene que racionar las porciones para que alcancen para todos, o escuchar las constantes quejas de la señora Cole o los susurros iracundos de los empleados del orfanato. La única que ha quedado en el orfanato es Martha, motivada por el amor a los niños que demuestra día sí y día también. Los demás, más jóvenes o mayores, la han tachado de loca por quedarse en un lugar que no le generará de ningún tipo. Martha los ha ignorado, según tiene entendido.
—Pasé quince años viviendo en un orfanato que está a punto de caerse, ni siquiera se ha pintado desde que soy capaz de recordar —dice Billy con una tembladera del labio y haciendo puño sus manos. Da un profundo respiro y continúa—: ¿Y ahora tengo esto? Es…
—¿Desconcertante?
—Sí.
El tono tajante de Billy es la alerta de que está entrando en terreno peligroso, así que cambia de tema.
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Es mayo. Dennis se encuentra, como a menudo, recogiendo los juguetes que Isis deja tirados por ahí.
No queda nada de la pequeña gata que han comprado en aquella tienda, sino que ahora es una gata de mayor tamaño que se pasa todo el tiempo correteando en cualquier parte del orfanato, causando destrozos allá por donde esté y haciendo que la señora Cole sufra de algunas caídas cuando a Isis se le ocurre por debajo de la falda. Eso es divertido, pese a que se lleve el sermón habitual de que tiene vigilar a la gata y/o domesticarla mejor para que no esté entorpeciendo el servicio de los empleados.
Por norma general, los ignora.
Una vez que ha puesto todos los juguetes en la bolsa, se levanta del suelo y se dirige para el comedor. Si no se equivoca, Leroy le ha dicho que ha visto a la gata dirigirse ahí; y si la memoria no le falla, hay varios costales de harina que pueden terminar rasgados por las garras de Isis. Una vez que ha llegado, ha dejado caer la bolsa y la mandíbula se le ha desencajado por la escena que tiene delante. Amy está tratando de limpiarse las lágrimas que no dejan de salir con la manga de la blusa, susurrando que no quiere que le recuerden lo que ha vivido. Izzy se encuentra pasando una mano en la espalda de Amy, en un vano intento por tranquilizarla.
No sabe qué hacer.
Nunca ha visto ni a Amy ni a cualquier otra niña llorar, ¿qué tiene que decir? ¿Debe de acercarse para ayudar a Izzy o solo esperar a que ella calme a Amy? No, eso es definitivamente lo que no hará. Ya ha cometido el error de abandonar a Amy una vez hace meses, cuando ella más lo ha necesitado, no lo volverá a hacer. Puede que ya no tengan ningún lazo que los una, que ninguno haya hablado con el otro y que se hayan evitado mutuamente, pero Amy sigue siendo una amiga muy querida para él. Al menos, la sigue queriendo como si todavía lo fuese.
Y eso, para Dennis, es más que suficiente.
—¿Amy?
Se regaña por tal monosílabo. Izzy le ve con tristeza y nostalgia, antes de hacer un ademan para que se acerque. Amy se aleja de él cuando antes de que pueda romper la poca distancia que los separa, sin embargo, Dennis tampoco cómo debe de proceder. ¿Una de las frases alentadoras de Billy va a ayudar a Amy? Lo más seguro es que termine dando a entender algo que no es y ella le declare la guerra, así que no. Camina con los ojos fijos en el suelo, murmurando una serie de frases que no lo terminan de convencer.
—A ver qué puedes hacer por ella —susurra Izzy cuando pasa al lado de ella.
Dennis no dice nada y solo levanta los ojos al reconocer el viejo estilo de zapatos que Amy adora. ¿Un abrazo, una sonrisa, un chiste…? Se queda delante de Amy sin saber qué decirle o cómo hacerlo; Amy, luego de varios minutos que le parecen horas, empieza a cesar los gimoteos que da.
—¿Qué pasa? —pregunta Dennis.
Amy todavía sollozando fuertemente, pero se esfuerza por darle una respuesta:
—Arrastrarme al agua… Tom Ryddle… Gritos… Atraparme…
Dennis se paraliza.
—No es la primera vez que tiene pesadillas, Dennis —dice Izzy, angustiada—. No me quiere decir qué pasó, dice que no la entiendo y no ha querido comer.
—Pero sí come, ¿cierto? —balbucea él.
—Ni Martha ni yo hemos permitido que no coma pero… Dennis, ya no sé qué hacer. Amy no está mejorando, no como tú…
No ha terminado de oír lo que ha dicho Izzy, no después de que lo ha comparado con él. Las comparaciones no le importan, suele ignorarlas cuando las recibe, pero en esta ocasión es imposible que lo pueda hacer. Él retrocede varios pasos con los ojos fijos en Izzy, quien se calla cuando se da cuenta, sin querer creer ninguna palabra; además, sintiendo un gran peso en el pecho que no soporta. ¿Cómo ha pasado esto? ¿Cómo han llegado a este extremo, donde Amy es incapaz de decirle que no está bien? Joder, ni siquiera él lo está, y eso que ahora tiene a su preciada gata con él, y la amistad de Billy.
—¿Puedes dejarnos solos, Izzy? —dice Dennis con una voz tan baja que apenas se alcanza a oír.
—Eh… Sí —tartamudea Izzy—. ¡Hasta la vista, Amy!
—¿Qué? —Dennis pestañea mientras se rasca por detrás de la oreja—. ¿Qué fue lo que dijiste?
—Perdón —dice Izzy, divertida—. Soy medio hispana. Dije «nos vemos pronto». Solía escuchar a mi madre hablar en su lengua natal todo el tiempo.
Izzy Cook es de las pocas personas que, habiendo terminado en el orfanato, vuelve a hablar de sus padres con una sonrisa en el rostro. Quizá lo ha superado con el tiempo, después de todo, ella tiene dieciséis años. Lo que, después de Leroy, la convierte en la segunda niñera que tienen cuando ni Martha ni la señora Cole están.
Amy, en cambio, jadea al oír que la puerta del comedor se cierra. El corazón de Dennis está latiendo a ritmo irregular y le está siendo difícil normalizar la respiración, lo que siempre le pasa cuando se encuentra en un lugar cerrado. Le da igual que haya una ventana; la puerta es más rápida para escapar y más segura, ya que la ventana puede estar muy alta y la caída solo entorpecerá cualquier intento de escape. Respira profundo con los ojos cerrados. No hay nada en este lugar que le haga daño, la cueva está a kilómetros de distancia, Tom todavía está en el internado y es de día. No hay nada qué temer, no hay a quién temer.
Se deja caer en el suelo y se limpia el sudor del rostro con la manga de la camiseta. Por el rabillo del ojo ve que el lápiz delineador que Amy ha usado se ha corrido, lo que confirma que ha sido una pérdida de tiempo ponérselo: da igual que ella lo use o no, sus ojos siguen viéndose igual de apagados. Amy trata de limpiarse las lágrimas, pero solo ha conseguido que el lápiz delineador se extienda más.
—¿Qué quieres, Dennis? —Amy baja las cejas, se empeora el semblante que tiene—. Si Leroy te ha pedido…
—¿También lo sabe?
—Eras el único que no lo sabía. Billy, por ejemplo, antes de ser adoptado me verificada regularmente. No me hacía gracia, pero nunca pude echarlo.
—Y aunque lo intentaras, no se iría —dice, tratando de no pensar en lo que ha dicho, o en la evidente insinuación—. Sé que Izzy no te entiende pero yo sí. ¿Podríamos hacer una tregua momentánea y, ya sabes, hablar de esto?
Amy pone los ojos en blanco y se encoge de hombros, desganada.
—¿Realmente quieres hablar de esto? —pregunta—. Yo tuve suficiente en la c–cu–cue… ¡Allá!
—Al principio pensaba que hablar de los problemas no ayudaría pero, ¿sabes qué? Me ayudó —dice Dennis, nostálgico—. Billy trató de aconsejarme pero no pudo, se rindió; estoy seguro que no pasaría lo mismo si lo intentáramos nosotros. Si hay alguien nos entiende, somos nosotros.
—No lo sé, Dennis.
—Al menos, inténtalo. Si no funciona, lo dejamos. ¿De acuerdo?
Dos minutos, Amy susurra:
—De acuerdo.
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Tom Ryddle ha regresado al orfanato de Wool.
No tiene ni idea de qué experiencias ha tenido en el internado aquel, pero Tom ha estado más malhumorado que nunca; todo ha empezado cuando ha atravesado la entrada principal y le ha dado una mirada de muerte a la señora Cole, quien le ha preguntado si ha necesitado que le ayude con los baúles, que han venido más llenos y, a menos que esté loco, cree que ha escuchado croar a una rana ahí dentro. Pero eso es imposible. Las únicas criaturas de sangre fría que le gustan son las serpientes y todavía se pregunta cómo estas lo soportan. Quizá se sientan solas y acepten al primer humano que piense que puede hablar con ellas. Qué lástima.
Dennis nunca olvidará en que Amy le ha contado todo. Él se ha mantenido lo más sonriente que ha podido, diciendo monosílabos para que Amy haya sabido que la ha estado oyendo cuando, en realidad, ha luchado con sus propios recuerdos, que han emergido en el momento más inoportuno. En otras circunstancias le hubiese pedido que se detenga, que su historia le está trayendo malos ratos y que no le vuelvan a hablar del tema; sin embargo eso no ha sido sobre él y sus propios deseos, sino sobre Amy.
«Ella, regodeándose en su propio dolor; tú, dispuesto a seguir adelante. Qué buen amigo resultaste ser». Esto es lo que ha recordado cuando ha tratado de dar su opinión, solo para cerrar la boca y morderse la lengua. No ha querido estropear la oportunidad que tiene; además, él mismo lo ha dicho. ¿Cómo quedará si se retracta?
Dennis se aleja de la ventana, desganado; lleva cinco minutos observando cómo Eric ha escalado el árbol para conseguir la pelota que se ha quedado atrapada, solo para ser regañado por Martha. No tiene que estar ahí para saber qué le está diciendo y, lo que es peor, el tono con el que lo está haciendo.
—Dennis.
Es Amy quien entra en su habitación sin llamar. Dennis sonríe; es igual que en los viejos tiempos. Amy se sienta en flor de loto en el suelo, con un libro violeta. Es el mismo libro viejo, no descuidado, que Amy nunca ha dejado que nadie vea. Lo único que sabe es que Amy lo ha tenido con ella el día en que ha llegado al orfanato, lo cuida como si fuese lo más importante para ella.
—¿Amy?
—Yo… —Amy se detiene abruptamente, se aferra más al libro y lo pega contra su pecho. Da un largo suspiro, añade—: No soy precisamente huérfana.
—¿Qué? ¿Cómo? —dice—. Entonces…, no te entiendo. Tienes familia, ¿qué haces aquí?
—Cuando mis padres murieron, llegó la agencia de protección infantil. Ellos dijeron que no podía quedarme con Mike.
Amy gimotea, baja la cabeza
—¿Entonces?
—Mike dijo que no le importaba lo que dijeran, prometió que encontraría un trabajo a tiempo completo —Amy empieza a susurrar, con los ojos llenos de lágrimas—. Le dieron un tiempo límite para que lo consiguiera, para que pudiera demostrar que me podía mantener económicamente. Y–Y rompió su promesa… ¡Mike no hizo nada para impedir que me trajeran aquí! ¡Solo miró cómo sucedía todo!
Amy deja caer el libro y se abraza a sí misma. Todavía está mirando a Dennis a los ojos.
—Las cosas no siempre salen como piensas —dice Dennis. Amy resopla—. No creo que rompiera su promesa. ¡No creo que esa haya sido su intención! Tú… ¿Tú nunca hablaste con él de nuevo?
—No pude.
—¿Por qué no?
—Me trasladaron a este orfanato. Fui muy problemática y me echaron del anterior; no me querían más ahí, no podían tolerarme más. Me prometí que me mejoraría a mí misma, lo hice. Nunca pude contactarme con Mike de nuevo. Yo creo que él ya se olvidó de mí.
Tiene que preguntárselo, tiene que hacerlo.
—¿Es por eso que te enfadaste conmigo?
—Sí —dice Amy con una sonrisa tensa en el rostro—. No quería hacerlo, traté de no pensar en cómo me sentí cuando Mike lo hizo.… Cuando te vi mejorándote, me enfadé. No sé si contigo o con Mike, pero me enfadé. Lo siento; tú no hiciste nada malo, fue culpa mía.
—¿Por qué?
—Por creer que podría obtener un final feliz.
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—Es imposible Billy no esté feliz con los Hitchens.
Han pasado dos meses. En todo ese tiempo Amy le ha contado más historias de su familia y él ha divagado en que debe ser agradable tener un recuerdo familiar. Aunque no es un tema que le haga feliz, le ha dicho a su amiga que quiere saber más de ella. Sabe que ella todavía tiene sus reservaciones, sin embargo, no le exigirá. Al menos, no le ha dicho ninguna manera. Ha descubierto que los señores Benson han muerto en un accidente marítimo: el barco ha navegado en las cercanías del Triángulo de las Bermudas. Es extraño que la mayoría de los accidentes que se han reportado se hayan dado precisamente en aquella zona. Es como si tuviese una fuerza sobrenatural que llamase al desastre, o como si hubiese cantidad de fuerza mística sin descubrir por ahí.
Ni Amy ni Dennis le han dado más vueltas al asunto.
Lo que sea que haya pasado, no devolverá a los señores Benson. Cuando Dennis le ha preguntado por qué los hermanos Benson no han estado en el crucero, ella les ha dicho que ha sido un asunto empresarial. Ahora entiende por qué Amy tiene hidrofobia. Ha considerado preguntarle a Billy si puede buscar el paradero del hermano mayor de Amy, luego ha pensado que quizá a Carina Hitchens no le haga gracia que use el contacto de la familia Hitchens para ubicar a una persona que no significa nada para ella. Es una tragedia. Si tuviese una oportunidad de encontrar a Mike Benson…, sin embargo, no está. Además, ni siquiera sabe si está vivo, o si todavía está en el condado.
Hablando de los Hitchens, parece que a Ophelia le gustan los gatos. Le disgusta enormemente ver a su querida Isis portando un ridículo listón verde, pero al menos Billy puede ver a la gata sin tener que venir al orfanato. Por supuesto que todavía lo odia, aunque al menos ya no es vagabundo para ella. Solo un vago con suerte. Realmente, ¿cuál es el problema de esa niña?
—Creo que tomará tiempo para que se acostumbre —le dice Dennis a Amy, quien está en el dormitorio de Izzy. Dennis no ha preguntado por qué las niñas lo han incluido en su pequeña fiesta de té, pero tampoco se queja. Al menos, no lo han usado para que cargue todas las compras igual que la última vez. Eso fue estresante—. Debe ser diferente para él.
—Es igual que yo —añade Izzy, suspirando—. Me costó asimilar que ya no tendría a mis padres. Cuando llegué aquí, Billy y Leroy inmediatamente me acogieron y me cuidaron igual que una hermana menor. Eso me disgustó pero, no se atrevan a decírselo a ninguno de los dos, me gustó. —Amy y Dennis la miran, incrédulos—. Me hicieron sentir que podría tener una familia aquí —añade, sonando un poco presuntuosa.
Dennis ríe suavemente.
—¿Y extrañas a Billy? —dice Amy.
—Sí; pero si él está feliz, yo también. Además, todavía le podemos visitar.
—¿Crees que Billy cambie? —dice Amy.
—Hay un dicho que recoge la idea: crea fama y échate a dormir. — Dennis suspira exasperado. Izzy se carcajea—. El tiempo lo dirá, pequeño Bishop.
Dennis pone los ojos en blanco. Mil veces le ha dicho a Izzy que le llame por su nombre pero ella le continúa ignorando; así que mejor se da por vencido, ya que es seguro que ella no cambiará de parecer. Le da una mirada indignada a Amy, quien luce divertida de su desgracia. Su amiga todavía no ha sonreído en ningún momento; si hay algo que odie más que no ver a Amy sonreír, es ver que ella fuerce una sonrisa.
¿Amy sonreirá de nuevo? ¿Será tarde o temprano? ¿Qué tanto tiempo tiene que pasar? ¿O nunca lo va a hacer?
Quiere conocer la respuesta.
Y pronto.
