Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada.

Antes de partir

Capítulo 1

Caminaba rápido por en medio de la multitud. Aunque había mucha gente a su alrededor podía sentir que lo observaban. Giró su cabeza varias veces para ver si lograba ubicar a quien supuestamente lo estaba siguiendo, pero no pudo ver a nadie.

Se detuvo unos segundos. Su corazón comenzaba a latir erráticamente justo en el momento menos indicado. Debía volver cuanto antes a la sala de urgencias, pero la falta de aire debido a sus arritmias le impedía seguir avanzando. Tomó su pulso… un latido, dos, tres… nada… un latido, dos, tres… nada... esa ausencia de latidos siempre le preocupaban aun cuando sabía que no eran peligrosas. La ansiedad se apoderaba de él en ese momento, provocándole un sudor en el cuerpo y un temblor en sus manos. Se apoyó en la pared de un negocio, intentando calmarse y poder así controlar su respiración. Inspiraba y contaba hasta diez, botando lentamente el aire. Esa era la única manera de relajarse. Volvió a sentir aquella presencia que lo observaba. Miró a un lado luego al otro sin encontrar a nadie nuevamente. ¿Sería su imaginación?

Aun cuando intentaba calmarse había algo diferente esta vez… miró al frente y su visión se volvió blanca, sin poder distinguir nada, sus piernas temblaron y cayó de rodillas al suelo, sintiendo que perdía lentamente el conocimiento. ¿Qué le estaba pasando?

Justo en ese momento sintió que alguien se acercaba y lo sostenía para que no terminara de caer al suelo. Pudo verla, una joven de largo y liso cabello negro, pálida piel y ojos púrpura. La reconocería en cualquier lugar, aunque ya habían pasado muchos años de la última vez que la había visto. Pero en ese instante recordó algo que no podría olvidar… se suponía que ella ya no estaba viva. ¿Qué hacía ahí entonces? ¿Acaso él…

—¿Pandora? —logró articular finalmente casi en un susurro.

—No hables. Por ahora debes descansar —su voz sonaba dulce y delicada.

—¿Tú… tú eras quien… me seguía? —aún le faltaba el aire y se le hacía difícil hablar.

—Sí, pero es necesario que conversemos cuando te sientas mejor —le dijo mientras intentaba ayudarlo.

—Pe-pero tú… —no sabía si preguntar eso que le intrigaba.

—Te contaré todo cuando te sientas mejor. ¿Tenías algo importante que hacer ahora? —preguntó, mirándolo.

—Sí… iba a mi trabajo… había una urgencia que tenía que atender —le reveló sin dudar.

—¿Cómo puedes atender urgencias en ese estado? — cuestionaba la joven.

—Nunca me había sentido… tan mal… como ahora —seguía con la falta de aire.

—¿Hay alguna manera de informar que no estás en condiciones de ir? —se notaba preocupada por su situación.

—Mi celular… puedo enviar un mensaje —hablaba mientras intentaba ubicar su teléfono en los bolsillos de su pantalón.

—Déjame, dime qué escribo —cuando él encontró el celular, ella se lo quitó de las manos para mandar el mensaje en su lugar.

—Busca el número bajo el nombre Urgencias… escribe "No alcanzo a llegar, tuve una crisis de arritmias antes de llegar al hospital y aún me siento mal"… ellos entenderán — le dictó.

Mientras ella escribía, él se quedó observándola. No parecía la misma Pandora que había visto antes. Ahora era más ¿amable? Parecía una chica común y corriente, sólo la oscuridad de sus ropas le recordaban cuando la había visto en Giudecca. Ella levantó la mirada y sus ojos se encontraron, quedándose unos segundos en silencio. Ese momento le recordó cuando la vio por primera vez en el castillo Heinstein, cuando descendía hacia el inframundo. El celular vibró rompiendo el silencio que se había formado. Podría estar tranquilo, pues ya habían encontrado quien lo sustituyera en la emergencia.

Estuvieron ahí unos minutos más esperando que Shun se sintiera mejor. Cuando al fin las arritmias cesaron, él se puso de pie. Pandora se mantuvo a su lado, esperaba poder tener tiempo para explicarle su presencia.

—Ahora que te sientes mejor ¿es posible que vayamos a algún lugar donde podamos conversar? —preguntó al fin la joven.

—¿Puedo confiar en ti? No entiendo cómo es posible que estés aquí —le cuestionó.

—Solo déjame explicarte por qué estoy aquí y tú decidirás si confías en mí o no —se mostró segura ante las dudas de él.

—Está bien. Aquí cerca hay un café. Ahí podemos tomar algo mientras conversamos —Shun seguía desconfiado, pero necesitaba saber qué hacía ella ahí. Eso le preocupaba más.

Caminaron en silencio hasta el lugar. Ella iba un poco más atrás de él observando su caminar. Verlo nuevamente había removido recuerdos ya olvidados. Estaba más alto y sus rasgos un poco más gruesos, con su cabello hasta los hombros. Era un adulto con un trabajo importante y una vida. Trece años no pasan en vano, ella ya lo sabía.

Se sentaron en una mesa que se encontraba afuera del café, bajo una sombrilla. Les tomaron el pedido y mientras esperaban comenzaron su conversación.

—Shun… yo... —ahora comenzaba a dudar de hablar.

—¿Sabes? Es Extraño escuchar mi nombre saliendo de tus labios —le dijo, mirando hacia la calle el incesante pasar de los autos.

—Lo sé. Pero, es necesario que entiendas algo antes de todo —volvió a hablar con tono serio.

—¿Qué es lo que tengo que entender? —giró su rostro para mirarla fijamente.

—Debes saber que yo cuidé a mi hermano menor por muchos años y él… siempre tomó tu forma para manifestarse. Tu rostro, tus manos, todo él eras tú. Bueno, a excepción de tus ojos, que aún siguen tan transparentes como cuando nos vimos en las escaleras hacia el inframundo —le reveló, acercando su mano —Fueron estas manos las que vendé y cuidé —dijo mientras ponía sus dedos sobre los suyos. Al fin levantó la mirada para darle más peso a sus palabras — Quiero que entiendas que jamás te haría daño.

Shun se quedó sin palabras ante esa manifestación de aparente interés sincero, pero aún dudaba de su presencia y su objetivo.

—Si no quieres hacerme daño ¿qué quieres de mí entonces? —le cuestionó, retirando su mano de la mesa.

—Tengo un mensaje que darte. Pero, es necesario que creas en mí antes de decírtelo, porque si no confías en mí no me creerás nada.

—¿Habrá una nueva guerra? ¿Es eso? —preguntó un tanto disgustado ya de tanto misterio.

—No. No es eso. Sólo tiene que ver contigo y… tu vida… —agregó dudosa.

—¿Algo le va a pasar a mi familia? ¿A mi esposa? —interrogó alarmado.

—¿Te refieres a tu ex esposa?

Shun abrió sus ojos impresionado. ¿Cómo podría saber eso ella? Ahora ya tenía más razones para desconfiar. Se levantó de la silla con decisión, dejando un billete sobre la mesa, solo volteó para decirle sus últimas palabras.

—No te permitiré inmiscuirte en mi vida. Si tienes algún complejo con tu hermano, lo siento, pero yo no soy él. No te acerques a mi familia. Lo lamento, pero esta conversación llega hasta aquí —dijo lo más amablemente que pudo en ese momento.

—¿Hace cuánto tiempo que te sientes mal? ¿Desde cuándo te tiemblan las manos y las piernas? Yo puedo ayudarte a entender muchas cosas. Por favor, Shun, déjame ayudarte —intentó razonar con él antes de que se marchara.

—Prefiero que no —terminó diciendo, alejándose del café.

Siguió caminando raudo por la vereda. Ya no tendría que ir al hospital, por lo que decidió volver a su departamento. No podía conducir ni tomar el metro o un bus, su condición no se lo permitía. Por eso se había mudado a vivir muy cerca de donde trabajaba. Llevaba un año ya en ese lugar, solo. Las palabras de Pandora le obligaban recordar.

Veía su silueta sobre la ancha cama. El dosel blanco colgaba del techo cubriendo parcialmente el lecho. Las sábanas blancas delicadamente bordadas le daban un toque de pureza al lugar. Le encantaba verla así. Su espalda desnuda y sus rubios cabellos atraían su atención. A su lado estaba recostado su bebé que jugaba con sus delgados dedos. La habitación estaba iluminada por el sol de la mañana. Era un recuerdo mágico. Deslizaba su mano rozando la piel de su espalda, sintiendo su suavidad, mientras los balbuceos de su pequeño hijo le provocaban una inmensa ternura. Podría haber vivido eternamente atrapado en ese momento. Pero, no. El destino había querido algo diferente para él.

Despertó de su sueño sobresaltado. Se había quedado dormido sobre el sillón de la sala. Suspiró sabiendo que había vuelto a la realidad, a su verdadera vida.

Recordó que debía tomar sus medicamentos. Un médico no podía olvidar controlar su propia enfermedad. Pero, él no estaba enfermo, eso lo tenía muy claro.

Continuará…


Notas de la autora: Un primer capítulo breve para una nueva historia. Espero que les haya gustado.

Mi mente va divagando de un lugar a otro sin control y no puedo evitarlo.

Espero que me dejen su opinión para saber si continúo con esta historia. Lo único que puedo decir es que será breve.

Gracias por leer. Saludos, Selitte :)