Capítulo 1: De vuelta a Hogwarts
La estación del Expresso estaba abarrotada de magos, baúles y jaulas. Todos con prisa por entrar en sus compartimentos y llegar a Hogwarts, pero este año era diferente para ellos, este año era el último para Hermione y sus amigos. La joven miraba la vida del andén como si tratara de memorizar todo lo que sucedía, los olores, las caras, los padres primerizos separándose de los nuevos alumnos.
Una voz que conocía muy bien, y que deseaba no conocer, la sacó de su ensimismamiento:
- Granger, estás obstaculizando el paso.
Hermione estaba a medio camino entre subir y bajar del tren. Se había parado, por enésima vez, para echar un vistazo a lo que dejaba atrás. Su última despedida al andén. Se giró y vió a su gran enemigo, aquel que le amenizaba los días por los pasillos de Hogwarts. El mismísimo Draco Malfoy.
La verdad es que el verano parecía haberle cambiado. Su pelo seguía tan rubio como siempre pero parecía haberse cansado de llevarlo peinado hacia atrás y varios mechones caían rebeldes sobre su frente. Su tono de piel aún pálido tenía una tonalidad mucho más sana. Además parecía haber crecido varios centímetros, si Hermione no hubiera estado subida a uno de los escalones del tren habría tenido que mirar mucho más arriba.
Draco, que parecía haberse dado cuenta del análisis que le estaba dedicando la Gryffindor sonrió con sarcasmo:
- ¿Te gusta lo que ves, Granger? Lástima, porque una sangre sucia como tú jamás podría tentarme. – Mientras lo decía clavó sus ojos helados sobre los almendrados de Hermione.
Ella, lejos de acobardarse, pues tenía claro que este año iba a ser diferente, y se había esforzado para eso, le devolvió una sonrisa como respuesta:
- Estoy demasiado contenta como para que nada de lo que digas pueda afectarme, Malfoy. – Ampliando la sonrisa, enarcó una ceja y añadió.- Además, no estás tan bien.
Dicho esto, subió al tren y buscó el compartimento donde sin duda le estaban esperando Harry y Ron, con un gran surtido de caramelos de todos los sabores, dejando a Malfoy con una gran cara de confusión. No por la respuesta de la Gryffindor, ni siquiera tenía su orgullo herido por aquel comentario sobre su físico, bien sabía él que era prácticamente irresistible para toda mujer viviente. Sino por su sonrisa. No recordaba haberla visto sonreír así jamás, y menos a él.
Sacudiendo la cabeza para sacar esos pensamientos subió al tren buscando a Parkinson y Zabini. Sin duda, su conversación de escaso nivel intelectual le sacaría esas estúpidas ideas sobre la sonrisa de Granger.
En su compartimento, la joven charlaba amigablemente con sus amigos. La verdad es que el verano había sido muy interesante, y aunque se habían mantenido en contacto vía lechuza, no se habían visto más que un par de días.
Ella había estado en Grecia, visitando las ruinas que ella consideraba interesantísimas. Recopiló información que le sería de muchísima utilidad en sus futuras clases de Runas, pero no todo fueron estudios. Los jóvenes griegos, con su piel morena dorada al sol, también fueron un área de estudio importante, y creía haberse desinhibido al menos un poco y haber adquirido cierta práctica en las artes amatorias labiales.
Por su parte, Harry y Ron habían estado gran parte del tiempo juntos en la reconstruida Madriguera. Practicando en sus escobas, y vagueando al sol. La verdad es que no tenían mal aspecto.
Harry, que seguía igual de estatura, tenía el pelo alborotado sobre los ojos esmeralda, tapando la cicatriz. Se resistía a cambiar sus gafas por unas más modernas y acordes a su edad, al parecer no quería cambiar sus complementos.
Ron había pegado el estirón, otro. Ahora Hermione parecía una mesilla de noche a su lado. Parecería todo un hombre, grande y protector, de no ser por las cientos de pequitas que decoraban sus mejillas y su nariz, dándole un toque muy dulce, pero a la vez, nada ofensivo. Curiosa mezcla.
Sus dos amigos habían cambiado para mejor, había que admitirlo. Seguramente habrían tenido sus escarceos amorosos, y no tan amorosos, este verano. Aunque no esperaba que le contaran los detalles, tampoco ella pensaba contarles a ellos todos sus progresos.
También su apariencia exterior había cambio pero no tanto como la interior. Su espesa mata de pelo castaño ya no era tan rebelde gracias y ciertos acondicionadores muggles mezclados con poción desenredadora. Seguía resultando un poco difícil de domar, pero ahora caía como una maraña de rizos que le daban un aire sensual y salvaje; y sofisticado en los recogidos. Además de un nada despreciable lavado de cara a su vestuario. Tenía ganas de ver la cara que pondría Ginny cuando viera alguno de los modelitos.
A la castaña nunca le había llamado la atención la ropa, y el maquillaje era algo que tenía olvidado. Para ella ir de compras se resumía en dar vueltas por las librerías mientras dejaba que su madre comprara lo que fuera por ella. Odiaba entrar en esas tiendas atestadas de gente, con un hilo musical que le ponía de los nervios. Pasarse horas mirando entre perchas algo que pudiera gustarle y que le quedara bien, y encima tener que hacer cola para entrar en los probadores y comprobar si de verdad le quedaba bien o es solo que esa percha favorecía mucho la prenda en cuestión.
Las pocas veces que había ido de compras había acabado casi al borde del ataque de nervios. Una ocasión mientras se peleaba con unos vaqueros demasiado ajustados, no comprendía en absoluto la moda pitillo, oyó en el probador de al lado a una joven que en seguida se le antojó malcriada y caprichosa que decía:
- Mamá, búscame otra talla, que esta 32 me está grande.
¿Otra talla? ¿Menor que una 32? O bien esa chica era un completo palillo, o la anorexia se había apoderado de ella. Esa fue la última vez que Hermione J. Granger pisó una tienda de ropa. Decidió que su tiempo era demasiado valioso como para andarse peleando durante 10 minutos de reloj con unos malditos vaqueros.
Estaban a punto de llegar al final del trayecto, así que Hermione sacó la túnica escolar negra y se la puso encima de la ropa que llevaba. Una camiseta lila sencilla y unos vaqueros no muy ajustados, odiaba esos malditos vaqueros aprisionadores de pantorrillas que no le dejaban fluir correctamente la sangre. Como calzado simplemente llevaba unas converse negras, un poco gastadas ya por el uso, pero eran cómodas y no quería deshacerse de ellas.
Ron y Harry hicieron lo propio, y cuando notaron el tren detenerse, salieron del compartimento directos al andén. Allí se encontraron con Ginny y Luna.
Parecía que ese hubiera sido un gran verano para todos, puesto que ellas también estaban muy cambiadas, cada una a su manera. Ginny había dejado de ser la pequeña de los Weasley, y no es que tuvieran un nuevo hermanito, sino que se había convertido en toda una mujercita, con unas formas nada despreciables. Tenía la melena rojiza suelta sobre los hombros y sonreía a Harry de manera bastante insinuante. Al pobre casi parecía faltarle el aire.
Luna, seguía con su habitual aura de luz alrededor, como si fuera parte de cualquier otro mundo menos de este. Un mundo en el que los snorlacks eran algo de lo más común y las hadas de los cuentos no eran simples leyendas. Estaba con la mirada perdida en algún punto lejano a ellos y el viento revoloteaba entre su cabello rubio como si la saludara. La verdad es que la chica era bastante especial.
- Hola chicos – saludó Luna, con un tono absolutamente somnoliento, aunque podrían dar fe casi absoluta de que la rubia estaba despierta.- He pensado mucho en vosotros este verano, pero ya me ha dicho Ginny que todos os lo habéis pasado muy bien.
Al decir esto, Hermione pudo notar cómo Harry se sonrojaba ligeramente y Ginny ensanchaba más la sonrisa. Ron parecía no percatarse de nada, sino seguro que habría puesto el grito en el cielo, pero la castaña tomó nota mental de acosar a la pelirroja tan pronto como estuvieran a solas. Una cosa era pasar las vacaciones en Grecia y otra muy distinta que nadie le comunicara vía lechuza que se estaba cociendo algo grande.
- Yo también me acordé mucho de todos vosotros – dijo Herm para cortar ese silencio que sin querer se había formado.- Pero parece que vosotros no mucho de mí, pocas lechuzas me han llegado este verano. Se ve que teníais mejores cosas que hacer que pensar en la pobre muchacha entre las ruinas, ¿eh?
- No seas tonta – respondió Ginny por todos mientras sonreía y le daba un manotazo cariñoso en el hombro a su amiga. La agarró del brazo y añadió.- Venga, chicos, escojamos carruaje, tengo unas ganas locas de ver qué nueva clase de gente nos traen a Gryffindor.
Arrastró a la castaña al frente de la multitud dejando atrás al resto, que las seguían a trompicones. Cuando estaban a una distancia prudencial, le susurró a su amiga al oído:
- Ya te lo contaré todo, no me odies. Pero Ron no sabe nada, así que, calla.
Hermione asintió en silencio y señaló con la cabeza uno de los carruajes, que estaba completamente vacío. Lo proclamaron como suyo y esperaron a que los demás llegaran y subieran.
- ¿No podíais ir más rápido? – dijo Ron sarcásticamente. – Ni que os estuviera persiguiendo alguien. Sé que has echado a Hermione de menos, hermanita, pero es de todos, y todos tenemos derecho a disfrutarla. Aprende a compartir tus juguetes.
La castaña se fingió indignada y se cruzó de brazos:
- Así que soy un juguete, ¿eh? – dijo en un tono lleno de furia fingida.- Ronald Weasley, acabas de meterte en un gran problema, jovencito.- dijo mientras le daba golpecitos en el pecho con el dedo. Y haciendo una increíble imitación de McGonnagal añadió.- Ya discutiremos su castigo más tarde.
Todos estallaron en carcajadas, hasta Ron que al principio de verdad creía haber ofendido a la Gryffindor.
- Joder, Herm, casi me lo creo.- dijo Harry cuando consiguió parar de reir.- Pero, ¿desde cuándo haces imitaciones de profesores? ¿No consideras eso una falta de respeto? Oh, ¡Dios! Han poseído a la alumna más responsable de Hogwarts.
- Estas vacaciones me han sentado realmente bien, Harry. Y cualquiera diría por tu comentario que no me consideras una persona graciosa. – Silencio- Soy graciosa. – repitió mirando a sus compañeros, que parecían haber perdido la capacidad de habla.
Al final Ron rompió el silencio:
- Verás, Herm. Tienes que admitir que no eres el alma de la fiesta, precisamente. Siempre agobiada con las clases, los apuntes, los exámenes, los Éxtasis…
La cara de Hermione era totalmente inexpresiva. El carruaje se detuvo y antes de bajar rápidamente dijo mirando a los allí presentes con una misteriosa sonrisa pintada en los labios:
- Ya vais a ver lo que he podido llegar a cambiar.
Dicho esto saltó al suelo que, para sorpresa de todos, no estaba embarrado como todos los años. "Esto es una señal" pensó Herm "Este año va a ser diferente, va a ser el mejor de todos, y está empezando como nunca".
N/A.- Este es mi primer fanfic, y por lo tanto seguro que tendrá muchos errores y fallos que espero que me señaleis. Si es que alguien se digna a leerlo, claro xD
Suelo tener tendencia a escribir mucho para contar muy poco, y espero que se me perdone eso...
