Disclaimer: El mundo de Harry Potter pertenece a JK Rowling, este sencillo fanfiction a mi inventiva. Y los reviews, a ustedes amables lectores.
Capítulo Uno
¿Por qué no te casaste con tío Harry?
—Mamá, ¿Por qué no te casaste con tío Harry?.
En una pequeña casa en Inglaterra, una chica de cabello castaño rojizo se apoyaba sobre la mesa del pequeño comedor mientras revolvía con desgano el tazón con avena que tenía frente a sí. Rose Weasley llevaba puesta una túnica negra con el emblema de su colegio bordado, además de una bufanda de colores rojos y dorados. Era este el último año que cursaría en Hogwarts y se veía que no había podido dormir durante la noche. Sus grandes ojos almendrados miraban al techo pensativamente, tan pensativamente, que no notó que su madre dejaba desatendidos los huevos revueltos que estaba guisando y clavaba la mirada en la pared cuando escuchó la pregunta que le había formulado.
Esa era, posiblemente, la única pregunta para la que Hermione (ahora Weasley) no tenía una respuesta a pesar de sus cuarenta y dos años, una edad madura donde los sueños no existen más y solamente queda dar paso a la realidad. Como si fuera una película, sus pensamientos viajaron velozmente a través del tiempo, cosa nada dificil debido a su excelente memoria. Desde que tenía once años y había entrado a estudiar al colegio de magia, donde conoció a sus mejores amigos y donde nunca imaginó que conocería al amor de su vida.
Un fuerte olor a quemado y el grito que salió de la boca de Rose la hizo despabilarse y gritar ¡Aguamenti! apuntando con firmeza su varita hacia la sartén que contenía los huevos chamuscados, ahora cubiertos de un chorro de agua. Tosió con fuerza y prendió la campana sobre la estufa, mientras su hija abría las ventanas para ventilar la estancia. En ese momento, un alto y apuesto hombre pelirrojo entraba corriendo a la cocina, seguido de un muchacho casi tan alto como su padre y con su largo cabello lacio y castaño cubriendo la mitad de su rostro.
—¿Qué ha pasado?, ¿Rosie?, ¿Hermione? —indaga el pelirrojo alarmado y tomando a su hija por los hombros y sacudiéndola enérgicamente. —¿Están bien?
—Dime Rose, papá. Sabes que no soporto que me digas Rosie, ya no soy una niña —responde la chica apartándose con brusquedad de su padre. —Creo que se quemó el desayuno.
—¿Mamá? —se acerca el chico castaño de quince años mirando con pena el estropeado desayuno. Hermione volteó a verlo algo apenada. —¿Puedo desayunar tostadas?
Rose Weasley rodó los ojos en un digno gesto de su madre y vuelve a tomar asiento de nuevo frente a sus gachas de avena mientras su mamá asiente con la cabeza y acaricia el cabello, que ya llegaba a los hombros, de su hijo adolescente.
—¿No piensas ponerte el uniforme de una vez, Hugo? —cuestiona la castaña poniendo pan de caja en el tostador y apareciendo la jalea de fresa sobre la mesa. —Es el último año de Rose y no quiero que empiece su curso estresada.
—Siempre serás la niñita de papá — dice el ahora adulto Ronald Weasley sin prestar atención a las actividades de los otros dos integrantes de la familia. —Y ahora confiesa, ¿ya no hablas con el muchacho ese cierto?
—Papá —responde la castaña-pelirroja volviendo a rodar los ojos. —Se llama Scorpius, además no entiendo tu manía por hacer que me lleve mal con él. Es el mejor amigo de Albus y a tío Harry no le importa en lo más mínimo que se apellide Malfoy.
—Pero... — insistió el señor Weasley.
—Rose tiene razón Ron —dice Hermione en defensa de su primogénita ya prestando atención a la conversación mientras su hijo Hugo se apresura a comer las seis tostadas que caben en su plato, ajeno a la plática en el comedor. —Si a Harry le parece bien, no veo porque...
—¡Solamente porque a Harry le parece! —exclamó el hombre de ojos azules algo alterado alzando los brazos violentamente, pero al ver la cara de su mujer, aspira lentamente. —Lo que quiero decir —prosigue con un tono más calmado— es que si fuera la pequeña Lily...
Pero nadie supo que pasaría si fuera la pequeña Lily ya que la alarma del reloj de pulsera de la castaña empieza a sonar sobresaltando a la familia Weasley.
—Hora de irnos — informa Hermione dedicándose a lo que mejor se le da y olvidando por completo la pregunta que le había hecho su hija mayor minutos antes.— Hugo y Rose vayan a cepillarse los dientes, Ron, ¿quieres poner los baúles en el automóvil? Tienen cinco minutos para irnos —tan rápido como dio ordenes todos obedecieron sin reparo, no convenía hacer enojar a mamá. —¡Y no olviden traer sus respectivas mascotas!
El joven Hugo Weasley corrió a su habitación donde cogió la jaula donde descansaba su lechuza gris, tomó su ipod (regalo de cumpleaños de la familia Potter) encantado con pila de duración anual que gracias al hechizo aplicado por su mamá podía funcionar aún en Hogwarts y se apresuró a ir al lavabo de último momento. En cambio, Rose Weasley cepilló sus dientes primero y después invocó la cesta de mimbre donde descansaba su pequeño gatito negro que tenía un brillante listón verde botella atado al cuello.
Cuarenta minutos después aparcaron cerca de la estación de Kings Cross. Tranquilamente y gracias a la puntualidad de Hermione, cargaron un par de carritos con el equipaje de Rose y Hugo y atravesaron la barrera que divide el andén nueve y el andén diez de la estación. Frente a ellos apareció un magnífico tren escarlata entre el denso humo que arrojaba la locomotora del mismo tren. Ronald Weasley se adelantó empujando el equipaje de su hija, mientras Hugo empujaba el suyo propio.
—Mamá —se acercó la hermosa Rose a su madre, ambas tenían los mismos ojos. —¿Nunca te...? bueno... —Dijo en un susurro tan fino que la castaña que la cogía del brazo tuvo que inclinarse un poquito, pero esto solo acobardó a la chica de cabellos alborotados. —Mejor olvídalo.
—Rose, cariño, ¿te pasa algo? —animó Hermione a su hija a hablar. —¿Sabes que puedes confiar en mí verdad? —Pero la valiente ex-Gryffindor se arrepintió casi al instante por insistir a su hija, quien con determinación soltó lo que no le había permitido conciliar el sueño la noche anterior.
—¿Alguna vez te enamoraste del tío Harry? —Rose Weasley pudo comprobar que las mejillas de su madre se pintaban de un rojo intenso, un color que nunca le había visto en su rostro a no ser por las ocasiones que su papá la hacía rabiar. Y tal y como sucedía a su madre, un rayo de entendimiento cruzó su mente y sus ojos se abrieron aún más en alarma. —¿Qué sucedió mamá?
Hermione Granger respiró profundamente siendo consciente del color que había subido a sus pómulos. Sintió una pulsada en el pecho del lado izquierdo. Después de muchos años, alguien había desenterrado el deseo más oscuro y turbio de su corazón, desesperado pensamiento que ella misma se había negado a albergar aún en los momentos más llenos de soledad. Dolorosamente, debía hacerlo de nueva cuenta, pero era algo tarde, su inteligente hija ya sabía más de lo que nadie había imaginado nunca, tal vez solo Víktor, quien fue otro hombre de su vida.
—¿Mamá? —volvió a hablar Rose jalando el brazo de su madre.
—Escucha Rose... —Hizo una pausa cerciorándose que no había nadie lo suficientemente cerca para escuchar. —Hay momentos, donde es más importante el bien mayor. Donde, a pesar de lo que deseamos, es mejor sacrificar los sueños que por más que crucemos los dedos y pociones y hechizos que empleemos sabemos que nunca, nunca ocurrirán. —Cerró los ojos cinco segundos y volvió a decir —¿De acuerdo? Andando que tu papá y Hugo nos esperan.
—Pero mamá —insistió su hija. —¿Nunca se lo dijiste mamá?, ¿Papá lo sabe? —preguntó Rose sin querer avanzar y cruzándose de brazos.
—Hija, ¿Porqué quieres saberlo?
—Es solo que...
—¡Herms! —el saludo lanzado por un guapo hombre maduro de cabello negro las hizo dar un sobresalto asustadas.
—¡Harry! —dijo de vuelta la aludida y por un segundo pareció que iba a lanzarse a sus brazos, pero la mirada curiosa de su hija la frenó totalmente, intensificando los colores que ya estaban en su cara y dejando al ojiverde con los brazos estirados. Harry Potter torpemente volvió a poner las manos en el carrito que llevaba empujando.
—¡Papá! —un muchacho muy parecido a su padre llegaba corriendo a su lado —mamá y Lily ya están cerca del tren, te estamos espe... ¡Rose!, ¿Qué haces tú aquí? Vi al tío Ron y a Hugo acercándose a saludar a mamá.
—¡Albus! —exclamó la chica de ojos claros. —¡Mírate! ¡Parece que has crecido aún más este mes que estuviste fuera de vacaciones! ¡Debes ponerme al tanto de la magia que solían emplear los sacerdotes antiguos de los mayas!
Mientras los jóvenes reían, Hermione suspiró al abandonar el tema que tanto la incomodaba, miró a su hija sonreír dejando de lado su pregunta y más concentrada en cuestionar a su primo Albus sobre su último viaje. Evitó ver a su amigo de toda la vida y empezó a caminar detrás de Rose y su sobrino. Pero Harry le dio alcance.
—Hermione —el hombre de ojos verdes la tomó del brazo ligeramente. —¿Estás bien? —ese detalle de saber lo que sienten sin la necesidad de palabras hacía tiempo que lo había olvidado. Ella prefiere no responder y ahora caminan uno al lado del otro. Pero aun así ella no puede evitar preguntarse.
¿Qué hubiera pasado si...?
Llegan con sus respectivas familias cerca del tren escarlata que parte en punto de las once de la mañana rumbo a Hogwarts. Los rostros alegres de Albus, Rose, Hugo y Lily se despiden de sus padres agitando los brazos. Los Potter se despiden de los Weasley, pero Ginny se entretiene acordando con su hermano la reunión familiar que tendrá lugar el próximo fin de semana, cuando la primer familia Weasley se reúne para desgnomizar el jardín.
A unos pasos de distancia, el atractivo moreno se pasa una mano por la cabellera negra, donde empiezan a asomarse algunas canas, su barba de candado casi gris contrasta maravillosamente con su piel bronceada, evidencia de su viaje por la Riviera Maya.
—Herms, traje algo especialmente para ti, claro, aparte de los recuerdos de ley —dice guiñando un ojo a la mujer que tiene frente a él.
—No tenías por qué, Harry —agradece ella, tranquila al haber espantado los pensamientos que minutos atrás le atormentaron. Él no añade más, pero del bolsillo de su pantalón saca una pequeña caja negra de no más de diez centímetros por lado. —No creo que sea buena idea que des obsequios a una mujer que no es tu esposa —insiste ella sabiendo de antemano que una caja como esa no trae sino alguna costosa joya.
—Bah —contradice él restando importancia con un gesto de su mano desocupada. —Ginny sabe que sobretodo sigues siendo importantísima para mí. ¿O acaso crees que olvido que fuiste tú quien siempre estuvo a mi lado cuando nadie más lo hizo? —coloca la cajita en las manos de ella. —Hermione, nunca podré dejar de agradecer todo lo que has hecho por mí.
Ella derrama una lágrima que él seca con el pulgar de su mano derecha suavemente. Parece que el tiempo se detiene solamente para ellos dos. Miles de pensamientos flotan en el aire que casi es posible tomarlos con la mano en una nube de ensueño.
No se percatan que dos hermanos pelirrojos los miran a través del humo que empieza a desvanecerse al ya no estar el tren en la plataforma. Pero no dicen nada, no interrumpen el momento, porque ellos saben más que nadie lo que aquellos significan el uno para el otro. Y aunque duela admitirlo, algo que nunca harán, ellos son los que siempre han ocupado el segundo lugar a pesar de ser los primeros, porque simplemente donde Hermione y Harry están, ni siquiera hay lugar o competencia, prácticamente Ginny y Ron ni siquiera llegan a la carrera.
Al fin la castaña y el moreno se separan y ella abre con un deje de emoción la caja, que contiene un precioso dije con la letra H en plata y rodeada de jade verde. No son necesarias las palabras, con verse a los ojos basta.
Los hermanos al fin deciden acercarse y sin proponérselo se colocan al lado de su respectiva pareja en un gesto de posesiva pertenencia. El más alto de aquel viejo grupo de amigos propone ir a almorzar a algún restaurante cerca de la estación, alegando que quiere saber cómo estuvieron las vacaciones de los Potter, cuando en realidad lo que le importa es llenarse el estómago al no haber podido consumir el desastroso desayuno. Y así se van los cuatro tomados de las manos y unidos hasta el final.
Mientras tanto, el expreso de Hogwarts atraviesa kilómetros y kilómetros de verdes montañas y maravillosos paisajes. En un compartimiento tres jóvenes platican sus aventuras que les dejó el verano. El moreno se disculpa porque tiene que ir al baño, dejando solos a su prima y a su mejor amigo.
—¿Le preguntaste, Rose? —cuestiona el rubio aprovechando que Albus abandonó el compartimiento.
—Lo hice, Scor, pero mentiría si te dijera que me contestó, sin embargo pude comprobar que le dio nostalgia. —Se escapa un suspiro de sus labios rosas. —Creo que lo mejor es no insistir en un tema que además de incómodo puede ser doloroso.
—¿Para ella o para ti? —sus ojos grises recorren el delicado rostro de Rose Weasley, tan parecido al de la señora Hermione en sus años de juventud, lo que lo hace recordar el antiguo anuario de su padre que encontró durante las vacaciones de verano.
—Doloroso para ella, incómodo para ambas. —Dejaron de hablar algunos segundos hasta que Scorpius Malfoy cortó el silencio.
—Si hubieras sido la hija de Potter no tendríamos que ocultar nuestra relación, al menos mi padre pondría menos reparos y el tuyo no te prohibiría el acercarte a mí. —Se inclinó al ver la ligera sonrisa de su novia y la besó dulcemente en los labios separándose con delicadeza.
—Bueno, no es que me importe demasiado.
—¿Qué no te importa Rose? —preguntó el muchacho de ojos verdes que regresaba del lavabo. —¿Qué hacían que se han sobresaltado?
—Nada, Albino —alega el no tan rubio al tener un ligero rosado en el rostro.
—A veces eres una molestia, Scor —se queja el chico de ojos verdes y cabello alborotado que al parecer no se ha enterado de nada —no sé cómo te puedes llamar mi amigo. ¡Oh! —sus ojos se abren enormemente. —¡La señora del carrito de los dulces!, ¡hola, señora! —grita Albus cuando se abre el compartimiento, sus amigos sueltan una sonora carcajada.
A mitad del viaje, una lechuza parda alcanza el tren llevando una carta en su pata, es para la chica de cabello castaño rojizo. El rubio Scorpius saca las manos y mete a la lechuza que parece agotada. La chica deja que los chicos se encarguen de la lechuza mientras ella lee la carta. Un par de minutos después termina de leerla por segunda ocasión.
—¿Todo bien? —Se acerca el primo de la chica curioso —de seguro la tía Hermione te está recomendando algunos libros para mejorar tu promedio perfecto.
—Sí, Albus —miente tranquilamente sin inmutarse, dobla el pergamino y lo mete con cuidado a su bolsillo.
—¿Segura, Rose? —interviene el otro muchacho mirándola con sus ojos grises. Ella asiente con la cabeza y propone una partida de snap explosivo, que los dos varones aceptan de inmediato.
Y así pasa el tiempo entre risas y conversaciones que ni las diferencias que rigieron los pasados de sus padres pueden intervenir en una amistad verdadera, porque en este nuevo mundo no hay desigualdad. No hay sangre-puras, no hay sangre-sucias.
En este presente hay convivencia entre el hijo de un auror y el hijo de un mortífago.
Sencillamente no hay diferencias.
Querida hija:
Escribo esta carta que algún día llegara a tus manos. Es la evidencia de que todo Gryffindor guarda al menos un temor en su interior. No todos podemos ser tan valientes como tu tío Harry.
¿Recuerdas lo que me preguntaste y torpemente no pude contestar? Confiaste en mí al preguntar lo que te perturbaba y respondiendo a esa confianza escribo esta carta.
Harry siempre fue más considerado conmigo de lo que fue tu padre. Supongo que se debió a la vida que le tocó, orillándole a madurar antes de lo que debía corresponderle. Siempre estuve al lado de ambos, pero hubo ocasiones en que me necesitaba más tu tío, ahora pienso que también yo lo necesitaba más que a Ron. Pasé más tiempo en el colegio al lado de Harry que de tu propio padre, e inevitablemente me enamoré de él. ¡Éramos unos críos! Pero nunca me atreví a decírselo, pues él tenía demasiado en la cabeza como para añadirle un problema más. Y si él no me correspondía, sería muy difícil apartarme de su lado. Pensé que yo le era más útil como amiga.
¿Si él alguna vez me correspondió o si me lo quiso dar a entender? No lo sé. Con Voldemort pisándonos los talones cada dos por tres no había mucho tiempo para pensar en tonterías adolescentes. En nuestro sexto año, Harry se enamoró de tu tía Ginny. Y cómo no hacerlo, ella era la mejor en Quidditch, divertida, atractiva y poderosa, todo lo contrario a tu madre. Sin embargo, fue a mí a la que permitió seguir a su lado. Con reparos y quejas (conoces a tu tío y su complejo de héroe), pero a su lado a fin de cuentas.
Al correr lo que debió ser nuestro séptimo año en el colegio, me di cuenta que el corazón de mi mejor amigo ya tenía dueña y el mío seguía flotando confundido en aquel tiempo. Los celos que sentí por tu padre en sexto me hizo dudar de mis propios primeros sentimientos y después Ron empezó a portarse mejor conmigo, a ser comprensivo, a ser el caballero que nunca fue. De hecho, nunca me ha dicho como aprendió a comportarse, es a lo que Harry llama "el secreto de su éxito".
La partida de tu padre en un momento crucial y el dolor que sentía tu tío y que lo hacía constantemente apartarse de la gente que se preocupaba por él, me hizo extrañar fuertemente la presencia de tu padre, porque él traía el compañerismo masculino a Harry, se podría decir que completaba el hueco solitario que existía ahí. Lentamente se abrió camino a mi corazón.
Amo a tu padre hija, pero tu tío Harry siempre estará presente en mi corazón, pocas personas somos privilegiadas de amar doblemente.
Espero que esto no cambie el concepto que tienes sobre mí. Además todo es referente al pasado.
Por eso te animo Rose, atrévete a amar libremente ahora que el mundo respira la paz por la que nosotros luchamos hasta alcanzarla.
Con cariño,
Tu madre.
La joven de ojos almendrados presiona su bolsillo derecho mientras sube a una carroza que ha de llevarla a ella y a sus amigos al castillo donde pasarán su último año. Pues en la carta está plasmada la respuesta a una duda menos. Ahora quiere conocer la otra parte. Ya habrá tiempo. Tiempo para investigar el corazón de Harry Potter, el hombre que en la frente tiene iluminada una pequeña cicatriz.
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Editado: Enero 2019.
