La nieve, en su mayor y más delicado esplendor caía rapidamente agitada y dispersa por todos los alrededores y territorios de la gran franja siberiana. Parecian balas blancas, que solo herian a los monticulos de nieve, ironicamente. Sus antecesoras, aunque todas juntas, formadas en una especie de montañitas, transformando el lugar en un desierto helado, lleno de inmensas dunas de nieve. Hacia un viento escalofriante y molesto, lo que al ruso le parecia algo común en aquella zona de la gran Rusia.
El ruso se distingia bastante bien en aquel panorama, ya que aunque su piel era considerablemente palida, su pelo y ojos rojizos y sus vestimenta oscura, era una forma no muy logica de camuflarse. Pero a eso al ruso no le preocupaba. Estaba mas atento a acunar a la niña que yacia entre sus brazos, que no podia cesar sus huecos sollozos. El ruso,empezo a desesperarse. El no estaba preparado para eso, pero alfinal de tantos mimos algo violentos del ruso y muchos acunamientos algo rapidos, afortunadamente la consiguio consolar y dejarla dormida. El ruso nunca estuvo mas feliz. Casi lloraba de emocion y daba un salto de alegria, pero se lo impidio su sentido comun y su orgullo de hombre, todo esto apesar de no habia nadie mirandole.
Siguió su camino, cuidando sus pasos para no despertar a la pequeña por las brusquedad que sus pies causaban. Pero no lo podia evitar. Él era asi de nacimiento.
-Enrealidad, eres una niña bastante linda...y algo obediente cuando deseas serlo...también eres bastante risueña...se que solo eres un bebé, y que todos los bebés son iguales, pero eres una niñita especial..o eso creo entender.- la acunó de nuevo asustandose. La niña se volvió a despertar, pero solo hacia ruditos indefensos. Falsa alarma. Al ruso ya le dolia todo, sobretodo la cabeza. Parecia la tipica madre quinceañera con ojeras y peleandose con el padre de el bebé una y otra vez...aunque todo para el parecia una mierda.
Llego a su destino, un hospicio de niños, comunmente para poder entendernos, orfanato. Si, el ruso pensaba dejar a la pequeña en manos desconocidas y, por la apariencia de aquel sitio no parecia muy educativo o incluso perjudicioso para la salud de la niña. Pero no quedaba otra. O escondia la niña en el mismo corazon helado de General Invierno, o simplemente deberia darle muerte. Sus superiores, e incluso el padre de origen chino, apoyaban las segunda opción. Debia cumplir ordenes. Habia estado dos meses pensando en como matar a la pequeña, pero debia reconocer que se le cojia cariño facil. Con su mano derecha, tocó la campana bruscamente, lo que la campana caió al suelo. Dió un pequeño respingo y escondió la campana bajo la nieve. No habia pasado nada...No habia pasado nada...Derrepente la puerta se abrió y una muchacha rubia de pelo y verde de ojos apareció para mirar atentamente al ruso, que daba pisotones fuertes en la nieve. Sin duda penso que el otro tenia alguna especie de grave problema mental.
