Era una tarde lluviosa… Ella quería regresar a su antiguo hogar. "Papá, ¡te odio! ¿Por qué me hiciste esto?" serepetía una y otra vez… Odiaba esto, de verdad lo odiaba. Odiaba su nuevo hogar, el lugar donde ahora vivía, a la gente, a…

-Baah, no seas tan amargada, hija. Vas a ver que Konoha va a ser divertido, ¡te lo prometo! – Mencionó su padre, más bien fingiendo entusiasmo.

-Papá, lo dices porque tu no tendrás que inscribirte a una decimoquinta escuela, hacer nuevos amigos, conocer gente nueva… ¡Tú siempre estás trabajando! - Gritó la muchacha, para acto seguido, salir corriendo de su casa.

"Estúpida familia que me cargo… Bueno, si es que se puede decir familia…" Pensaba ella. Caminó y caminó sin rumbo fijo, cuando vio una linda tienda de "chucherías" y cosas por el estilo. Decidió entrar. Estaba tan entretenida viendo unos peluches de diferentes formas, tamaños y colores que chocó contra alguien.

-¡¿Qué te pasa, imbécil?! – gritó la voz de un muchacho, muy enojado.

-Perdón, en serio per… - su voz se perdió cuando vio a un muchacho muy guapo, de ojos azules y cabello rubio, con unos bigotitos muy finos en las mejillas. A el también se le borró el ceño fruncido cuando vio a la hermosa muchacha que al principio fue la causa de su enojo.

-Eh… No te preocupes. Perdóname a mi, por haberte dicho imbécil y haberme enojado muy feo, sin haberte visto… - Mencionó el chico rubio, admirando la belleza de la nueva muchacha que había llegado a Konoha.

Y claro, cómo no verla, si era preciosa: tenía unos ojos verde zafiro, con cabello rosa y un listón rojo en él a forma de diadema. Tenía una figura perfecta para su edad, y unos labios tan suaves… Esos labios…

-… ¿Y tú?

-¿Yo qué? – preguntó el chico ojiazul, rascándose la cabeza.

-Te acabo de decir que me llamo Sakura – le dijo ella, riéndose por la falta de atención del rubio – y después te pregunte tu nombre…

-Oh, yo soy Uzumaki Naruto, ¡el ninja número uno de Konoha! – gritó Naruto, señalando el dedo pulgar, al tiempo que Sakura reía.

-Ja, ja, ja, ja! Hey, Naruto… Tengo que irme. Me dio mucho gusto conocerte, eres muy lindo… - al oír esto, el rubio se sonrojo.

-G-graci-cias… Tu eres muy linda, Sakura. Espero poder vernos… ¡Mañana!

-¿Mañana? Oh, claro, es lunes… - Sakura puso los ojos en blanco.- Entonces… Te veo… Mañana en la escuela… Cuídate, Uzumaki Naruto! – La pelirosa echó a correr y llego feliz a su casa.

Al entrar, su padre le había dejado una nota. "Como siempre" se dijo a sí misma.

Sakura:

Salí a trabajar, perdóname.

Tendrás que comer sola con Kuino,

regresaré en la noche.

Con amor, tu padre.

Bueno, total, no era tan malo comer con su propio hermano. Le llevaba 4 años, si no mal recordaba, y como él era más grande, a él le tocaban todas las responsabilidades. Incluyendo hacer de comer.

-Y bien, ¿qué tal te fue comprando cosas tontas?

-No eran cosas tontas… Además… -se tapó la boca con una mano. Si su hermano Kuino descubría que ella había conocido a un muchacho nuevo, no tardaría su padre en saberlo. – Eh… Además, hay comida muy rica.

-Si vas a dar indirectas, hazlo bien.

-Jódete. Mañana hay escuela, y tengo que dormir temprano, así que me largo.

Sakura se levantó de la mesa sin recoger ni siquiera su plato, dejando a un muchacho de cabello gris y ojos azules boquiabierto. Su hermana nunca lo dejaba hablando solo, y mucho menos lo dejaba a él a cargo de recoger la mesa.

La muchacha de ojos verdes abrió la puerta de su cuarto, el cual había quedado tal y como el cuarto que ella tenía antes. "Vaya que mi padre se esmera en que éste lugar me guste" pensó, y se acostó en su cama. Su cuarto era sencillo, tenía las paredes rosas y espirales de muchos colores pintadas, formando dos finas líneas. Había un clóset blanco, junto a una cama y dos burós a sus lados, también color blanco. En una pared había un tocador (también blanco) con un gran espejo. El edredón de su cama era blanco con corazones rosas y morados. Se puso a pensar en su "nuevo amigo" y en que lo vería al día siguiente, en la escuela…

-Quizás… Sólo quizás, mi estancia aquí no sea tan mala después de todo… - Dijo en voz alta, sonriendo.

Al decir esto, quedó profundamente dormida.