Disclaimer: Los personajes no son míos sino de su respectivo dueño, Hidekazu Himaruya y si son del famdom entonces serán de ellos.
Matthew y Alfred son un par de hermanos viviendo en USA. El mayor es un buen policía y en su cuartel hay varios casos extraños y no logran resolverlos, pero Alfred no se rinde y eso hace que los malos se enojen. Algo planean y el equipo del estadounidense tiene que resolverlo antes de que sea demasiado tarde para su hermano menor. Franada y USUK.
You are my life
Chapter 1
Había un par de hermanos que vivían en una ciudad de Estados Unidos. El mayor de ellos con veintidós años tenía por nombre Alfred F. Jones; era alegre pero últimamente, desde que volvió de Canadá hace 4 años y se convirtió en policía, su actitud se volvió más seria y responsable cuidando mucho de su hermano, Matthew Williams, canadiense por un viaje de la madre de ellos para su nacimiento. El chico poseía dieciocho años, algo más bajo que su hermano pero su cuerpo daba indicios de no ser un enclenque en un futuro, su actitud era más calmado al igual que su voz y no le gustaba causar problemas a su hermano mayor. Sus apellidos diferían por causas que ellos mismos desconocían. Y tenían una mascota, o más bien Matthew tenía una mascota, un perrito blanco el cual nunca creció más que un peluche de felpa, su nombre era Kumajiro.
Ambos vivían juntos incluso desde que aún residían en el país hermano, puesto que su madre murió siendo niños y después de un año su padre un día se fue a trabajar para no volver jamás a causa de un aparatoso accidente. Desde entonces recibieron ayuda. Sin embargo fue Alfred quien cuidó a Matthew a pesar de tener doce años, esperando la mayoría de edad para irse a su ciudad natal y aceptar una propuesta de trabajo gracias a un buen amigo de sus padres. Tuvo suerte que donde vivía y a donde iba a los dieciocho se consideraba mayor, ya estaba impaciente.
En el presente, y una mañana como cualquiera. El rubio mayor se miraba al espejo mientras se ajustaba la corbata de su uniforme. Dijo a su hermano: —Mattie, hoy necesito que me ayudes con un paquete que me van a mandar por la tarde.
El chico quien estaba en la mesa desayunando, con su oso debajo de la mesa haciendo lo mismo, respondió tranquilo: —Claro Al, ¿Quién lo trae?
—Francis, el barbudo fumador, ¿Lo recuerdas?
—Sus ojos son como los míos y te peleas con él cada que viene, ¿Cómo no?
—Hahaha ese mismo —asintió terminando de acomodarse la ropa y se dirigió hasta su hermano— Que sepas que hoy vengo algo más tarde.
Le dijo terminándose su tasa de café. El menor sonrió, parecía un día no tan común y corriente, al menos por la visita de ese hombre que era importante para él.
Respondió al limpiarse con una servilleta: —No importa, te dejaré la cena como siempre.
—Entonces me voy.
Le dio un beso en la frente y cogió su morral para salir de la casa.
— ¡Ten cuidado! –dicho apenas se cerró la puerta.
Entonces Matthew miró a su mascota y le habló como si de un humano se tratase, olvidando su nombre como muchas veces lo hacía: —Bueno, Kumashiki, hoy daremos un paseo mientras compramos.
El animal le miró por un momento y se sentó al lado del platón vacío a esperar. El joven se levantó llevando la bajilla para lavarla. Al terminar se fue a preparar sencillamente, luego cogió una mochila, la billetera, llaves y celular para salir de la casa acompañado del cachorro.
Mañana tranquila, día tranquilo. Mientras tanto, después del medio día, el mayor de los hermanos se encontraba en el trabajo analizando varios casos. Podía ser enviado a patrullar a cómo podía ser convocado para investigación y búsqueda, estaba tan abstraído en sus cosas que no se dio cuenta que alguien se acercó a su escritorio por detrás. Tocó sus hombros con ambas manos sobresaltándolo.
— ¡¿Quién es?!
Se giró rápidamente y volvió a respirar tranquilo al ver que sólo se trataba de su fiel pareja sentimental y de trabajo.
— ¿Eres tan idiota que ya no me reconoces? Deberías de comprarte un nuevo cerebro.
Era la actitud complicada y poco amable del joven británico de 23 años, bellos ojos esmeralda resaltando en una nívea piel y nada débil hay que añadir.
—Lo siento, pero es que esto no concuerda en nada —se refería a los casos que tenía en la mesa, el recién llegado tomó tres de ellos y los ojeó— Parecen relacionarse pero a la vez parecen diferentes, sin contar con las pistas que tenemos.
Suspiró pesadamente haciéndose para atrás en la silla.
—Hm…sí es extraño…de cualquier forma no vine para esto, —dejó los documentos en su lugar al lado de las anotaciones del mayor— Déjale esto a Iván y ven a patrullar de inmediato que se nos fueron otros dos inútiles.
— ¿Otra vez? —preguntó cansado— ¿Qué les cuesta mantenerse en el puesto más de dos meses?
Decía al levantarse, pesadamente, y cogiendo sus cosas. El mayor se dirigió con él hacia la salida; respondiendo la pregunta anterior con algo de resignación: —Mejor pregúntaselo a ellos.
Se subieron a la patrulla, Alfred conducía y Arthur iba de copiloto; continuaron la charla anterior.
—No puedo creer esto, —se quejó el oji-azul arrancando el coche y yendo a la carretera principal—. Llevan un año haciendo eso.
— ¿Y crees que yo sé? Lo mejor —sarcasmo—, es que parecen ser mejores y cuando hacen algo bien poco después se largan así no más…cobardes —refunfuñó.
—Esta maldita ciudad se va al desagüe, los casos aumentan y el personal disminuye, ¿Acaso es un video juego o qué?
—Sí…—suspiró— ¿Y qué pasó con el héroe que decías ser?
Dijo tratando de hacer algo para animarle o que se distrajera. Pero tuvo el efecto contrario. La respuesta de Alfred fue: —Vamos, Artie, eso ya no calza ahora, apenas puedo con el trabajo sin descuidar a mi hermano.
—Deberías tomarte un día libre, —le miró de reojo, con cierta preocupación—. Pasa el día con alguien al menos… el estrés daña.
—Otro día.
—Bloody hell, ya no tienes remedio.
Fastidiado volvió su vista a la carretera de nuevo. El camino se vio envuelto en silencio hasta que la radio empezó a sonar en busca de respuesta: "Tenemos un problema en la calle veintitrés" "Están causando disturbios, envían a alguien de inmediato". "Refuerzos de inmediato". Alfred tomó la llamada respondiendo: —Vamos en seguida, patrulla cuatro a en camino—. Terminando dejó la radio y dirigió el auto a la calle indicada.
En efecto, había un disturbio entre varios hombres y algunas mujeres, los dos oficiales bajaron de la patrulla. El mayor con un megáfono ordenando el orden y el menor estaba a su lado buscando algo y a la vez atento a las personas presentes. Después de un rato lograron calmar al grupo, sus compañeros que iban en camioneta se llevaron a más de la mitad, a la pareja les tocó llevarse a un par de italianos. Les interrogaron a pesar de verse algo jóvenes.
El inglés, de pie frente a los jóvenes, habló firmemente: —Se supone que ustedes fueron causantes del problema, ¿Qué hicieron exactamente?
Al parecer eran hermanos, el mayor se notaba más serio y agresivo que el menor y sus ojos almendrados eran más expresivos en cuanto a otra cosa que no fuera enojo u odio. Tenía un rulo idéntico al de su congénito, pero a la izquierda y hacia arriba, se notaba la diferencia de edades. Ambos estaban sentados frente a los agentes de policía.
Por enésima vez, el mayor de los italianos volvió a defenderse: — ¡Nosotros no causamos nada!
—Feliciano y Romano Darvas —habló esta vez Alfred con unos documentos en mano sacados de la computadora—. Si no me equivoco los encontramos en el centro del embrollo y según los involucrados y testigos ambos empezaron la riña.
—No tienen nada a su favor, defiéndase correctamente —les comentó Arthur de brazos cruzados.
—Fratello sólo me defendió de unos malvados, vee…es todo.
Al menor, el cual se abrazaba a su hermano, le temblaba la voz incluyendo a su tic verbal.
—Defendí a mi pequeño hermano tonto, ¿En qué parte eso es malo? Maldición —se molestaba cada vez más el muchacho.
—No se trata de defenderlo, —habló el anglosajón— además si sólo era eso, ¿Por qué él también estaba peleando?
—Me alejaron de él por un minuto ¡Tuvo que defenderse sólo!
Y esta vez fue Alfred quien preguntó: — ¿Y qué le hicieron?
—No estábamos haciendo nada…—desvió la mirada tratando de calmarse— Pasábamos por ahí mientras hacíamos los mandados, había mucha gente en la tienda así que decidí entrar solo dejando a Feliciano afuera por un momento. Cuando salí unos malditos bastardos lo estaban molestando, no me quedaría quieto y les di su merecido.
— ¿Qué fue exactamente lo que le hacían a tu hermano? —preguntó Arthur.
Eso provocó que Romano se exaltara, mirándoles con furia contestó a gritos llenos de enojo: — ¡No lo sé! ¡Maldición, ¿crees que me detendría a preguntar?! ¡Sólo les llegué y punto!
— ¿En buena mañana estaba llena la tienda? —interrogó Alfred, curioso.
— ¡Era medio día! —volvió a gritar, en verdad estaba molesto con ellos dos— ¡Y eso no tiene que ver en esto!
Arthur suspiró, tratando de ser paciente. Respondió: —De acuerdo, ¿Y qué estaban haciendo en la tienda?
Feliciano se atrevió a responder tímidamente: —Comprábamos la comida de la semana, vee.
— ¿Qué edad tienen los dos? —de repente interrumpió el norteamericano.
—Dieciocho y catorce —respondió Romano, bufando.
Eso en un sentido profundo aturdió a Alfred, quedándose estático, mirándoles absorto en sus pensamientos. De repente recordó a Matthew pero no en la actualidad, sino cuando regresaron de Canadá, que es cuando sus edades coincidían con la de los hermanos italianos. Sacudió la cabeza tratando de concentrarse y preguntó: — ¿Dónde están sus padres? Es necesario llamarlos.
—Ellos…—el menor de ellos bajó la voz, apenado— Ellos murieron…vivimos solos…
De nuevo Alfred sintió ese vacío al recordar de nuevo a su hermano menor. Esos chicos tenían mucho en común con su causa, no pudo articular palabra, totalmente abatido. Y Arthur lo notó, así que decidió seguir hablando él.
—Dado el caso que son menores…—suspiró pensando un poco, era difícil la situación— ¿Tienen algún tutor o alguien mayor de confianza?
— ¡Antonio y Ludwig! —expresó Feliciano con una sonrisa al recordar a esas personas.
—Idiota —espetó el mayor.
—Entonces les daremos un teléfono para que los llamen.
Al decir esto se dio media vuelta para abrir la puerta y llamar a un compañero y que los cuidara mientras tanto. Un hombre de tez morena con cabello castaño llegó. Arthur le dijo a Sadiq, su compañero, que les vigilara y que esperara a las personas que los muchachos llamaran. Ante eso el hombre arqueó una ceja, le respondió exagerando una ofensa algo tonta: — ¿Por qué me hablas como si no supiera el proceso? ¿Qué te pasa?
—No, sólo te lo recuerdo.
— ¿Estos chiquillos no habían estado aquí antes? —decía al verlos desde la puerta.
Arthur los miró por un par de segundos, ambos abrazados en la banca mientras el mayor sólo le fulminaba con la mirada. Suspiró y respondió con simpleza: —No, pero tal vez los reconozcas porque fue el mayor de ellos quien te dio una patada cuando lo metimos a la patrulla hahaha.
—Maldito idiota —dijo antes de despacharlo del lugar.
Luego de eso, se fue caminando hacia la salida, seguido de Alfred aún en sus fantasías. Arthur le miró con algo de preocupación y duda, le preguntó sobre lo que le sucedió ahí adentro segundos atrás.
Tardó unos segundos en responder, con una distraída reacción retardada: — ¿Disculpa qué dijiste?
— ¿Que qué te sucedió ahí adentro? Apenas hablaron de su vida te pusiste muy tenso.
Respondió con voz queda: —Ah…es que…de pronto recordé a Matthew, es la casi la misma historia…
—Está bien que te pongas nostálgico pero…
Regresaron a la patrulla, cada uno en su respectivo asiento. Arthur siguió cuestionando a su pareja, con preocupación y seriedad impregnada en su voz: — ¿Por qué te entristeces cada vez que recuerdas eso?
—Jamás te lo dije ¿No?
— ¿Qué no me has dicho?
—Me lo traje de Canadá cuando tenía catorce años; ya tenía algunos amigos y le tenía cariño con quienes se relacionaba, en cambio yo me mantuve trabajando y casi no estaba con él y sólo llegamos aquí y apenas y le veo, es frustrante para mí.
Se rió de sí mismo, sintiéndose tristemente patético. El inglés frunció el ceño, inmediatamente dijo con tosquedad: —Conduce, estúpido melancólico.
— ¡¿Qué?!
—Que enciende el motor y trabajemos que ya te pusiste nostálgico —continuaba con el gesto de molestia.
—De acuerdo, de acuerdo —encendió el auto, extrañado por esa actitud.
Alfred no entendía, y tal vez nunca lo haría, que el motivo de Arthur por comportarse de esa forma cuando le decía algo triste o difícil de su vida, era porque se sentía impotente al no poder ayudarlo. El mayor simplemente odiaba ver triste a su pareja, le dolía en el alma; y le dolía más el no poder ayudarlo. Alfred sentía un poco de confusión ante ello, pero sólo pensaba que era parte de su carácter… Y si así tiene que ser, pues que así sea.
Mientras tanto. Matthew se encontraba de vuelta en la casa. Mientras estaba organizando los víveres que consiguió en las tiendas que visitaba, su mascota comía un bocadillo a su lado. Más de las cuatro de la tarde marcaba el reloj. Se escuchó el timbre. Corrió a recibir a su visita con tranquilidad.
—Sí, ¿Qué dese—?
Se detuvo abruptamente al ver a quien se encontraba en el lumbral de la puerta.
— ¿Me dejas pasar?
Fue la pregunta que salió, con un tono aburrido y serio, de un serio francés posado frente a él. Su cabello estaba algo desarreglado y largo, sus ojos violáceos no podían compararse al de los del canadiense, ya que estos mostraban un semblante despreocupado y serio. Fumaba tranquilo y usaba un uniforme de policía como el de Alfred, pero sin su saco ni corbata; en su mano traía un sobre de manila tamaño carta algo grueso.
El menor tragó en seco, algo nervioso le respondió al dejarlo entrar: —Cla-Claro, pasa—. Y cerrar la puerta tras de sí.
.
En un grupo de Facebook publicaron algo sobre fics incompletos, y que desesperaba esperar un capítulo de un fic que lleva esperando años en actualizarse…Y este resulta ser que lleva un buen tiempo en pausa, por lo que decidí comenzar a arreglarlo y luego ir actualizando.
Espero les guste. Nos leemos.
