Hoy era el primer día de clases de tu pequeño. Ambos amanecieron en tu gran cama de dos plazas destapadas. No quisiste despertarlo todavía, pensaste que sería bueno que descansara unos minutos más. Pero él te siguió hasta el baño.
—Buen día, mamá —susurró, frotándose los ojos.
—Hola, mi amor. No te desperté porque quería que descansaras bien para hoy —comentaste tomando de su mano para que no se cayera de lo dormido que estaba.
—No dormí bien de todos modos, mamá. ¿Por qué llorabas ayer? —preguntó en un tono de voz triste.
No respondiste. Realmente no conocías una respuesta adecuada o una que él lograra entender. Ser madre soltera no era nada fácil. Tener que trabajar día y noche para mantener a un niño en un ámbito correspondiente para su desarrollo... Llorabas de tristeza, tal vez, odiando aquella soledad a la que predisponías a tu nene, odiando como crecía sin poder compartir esa emoción que te generaba junto a su padre, odiando como aquel hijo tuyo te recordaba tanto a él. Esa era la respuesta. Su padre.
—Yo no lloré ayer, loquito —le respondiste cepillando su hermoso cabello color café. —¿Estás listo para tu primer día en el pre-escolar? —preguntaste para cambiar el tema.
—¡Claro que sí! —dijo dando un brinco para que lo alzaras del suelo. —Tengo miedo, pero ya me estaba aburriendo de estar más en lo de la abuela...
—No tienes por qué. Ahora volverás a ver a todos tus amigos de vuelta. Seguro que tendrán buenas cosas para contarte, al igual que tú a ellos.
Ese comentario no te gusto, pero tampoco le diste importancia. No habías tenido tiempo de jugar unos segundos con tu hijo durante sus vacaciones por tener que andar de aquí para allá para darle una vida digna.
Bajaron a la cocina para desayunar, pero te habías olvidado de pasar al mercado y no había leche que darle a Elías. No eras una mala madre, si no que tenías muchos deberes que hacer y siempre algo quedaba olvidado en el final. Estaba vez había sido ir de compras.
—Elías, perdona a tu madre por ser algo descuidada. Hoy te llevaré a desayunar a un lugar que se que hacen la leche tal como te gusta, pero queda algo lejos de aquí. ¿Vamos? —le dijiste arropando su uniforme.
—¿Iremos en auto? —asentiste. —¿Podemos viajar escuchando a Bi Taim Rash?
—Claro, dulzura. —respondiste dedicando una sonrisa torcida. Big Time Rush, como amaba a esos cuatro chicos este niño. Siempre te preguntabas si sería una coincidencia... No se perdía ningún capítulo, y sus canciones se las sabía de memoria... Eso si, en su propio idioma. Amabas escucharlo cantar con toda la pasión de su corazón las canciones. Es por eso que decidiste comprarle los CDs de ellos como regalo para su último cumpleaños, por más que tuvieras rencor. ¿Rencor, angustia quizas...? Eso no importaba, tu hijo era feliz y podrías vivir con ello.
Al llegar a la cafetería del centro de la ciudad, Elías tomó de tu mano y te dirigió hacia la mesa en la que quería sentarse esa mañana. Pediste su leche con chocolate y tu café con algunas galletitas que a él le gustaban. Eras muy buena amiga con la gente del local, por lo que siempre eran bienvenidos con suma amabilidad... y tenías descuento en tus menúes.
De repente Elías se congeló mirando hacia unos cuerpos que estaban en la entrada del lugar. Le preguntaste si se encontraba bien, si había visto algo fuera de lo común... Pero luego su cara se iluminó al ver que un moreno había dejado de hablarle a sus compañeros para saludarlo con la mano. Se había percatado del niño que no lo podía creer.
Él salió disparatado hacia la puerta, y con calma fuiste a lamentarte con él muchacho que se encontraba reclinado abrazando a tu hijo.
—Elí... Perdón, lo sentimos... Te atropello, perdón. —lamentaste retirando a tu pequeño de la mano y mirando a los ojos del extraño... Ambos quedaron paralizados al notar quién era. Tú te tardaste un poco, pero cuando entendiste la alegría de tu hijo, lo reconociste.
—No me ha molestado en absoluto. —dijo sonrientemente—. ¿Cómo estás, cuál es tu nombre, amiguito?
—¡Eres Carlos de Bi Taim Rash! —exclamó Elías volviendolo a abrazar. —Me llamo Elías, y estoy muy feliz porque hoy comienzo a ir al jardín otra vez... —respondió muy entusiasmado sin dejar de hablar un segundo.
—Amor, seguro que esta muy ocupado, volvamos a terminar nuestro desayuno. —balbuceaste en voz baja mirando a Carlos con una mirada extraña.
—Mamá, podrías sacarnos una foto... ¿Carlos, te importaría tomarte una foto conmigo? —preguntó Elías ahora en los brazos de su encontrado ídolo.
—¡Tomaremos las que quieras! Ahora tengo mucho tiempo de sobra, y estamos aquí volviendo de nuestra gira...
—¿Estamos? —preguntó emocionado tu hijo, interrumpiendo a Carlos— ¿Están James, Kendall y Logan aquí también?
—¡Pues claro! Vinimos aquí de paso con los transportes de la gira... ¿Quierés que los llame?
—¡Claro que sí! —respondió aplaudiendo.
Este era el presentimiento que habías estado sintiendo desde que Elías comprobó que era Carlos de Big Time Rush. Por supuesto que estarían todos juntos. Si no fuese por la felicidad que irradiaba tu pequeño, probablemente seguirías pensando que haber venido hasta ese lugar era una mala idea...