Capítulo 1:

-No, gracias, ya he comido. –Una sonrisa falsa acompañaba las palabras de Cat.

Se negaba a probar bocado, y, el hecho de que la comida de los aviones tuviese un aspecto tan asqueroso hasta parecía ayudarla en su propósito.

-Como usted desee.

La sonrisa artificial de aquella azafata se esfumó con la misma rapidez con la que el repiqueteo de sus tacones lo hicieron.

Cat bufó y dejó caer su cabeza sobre sus manos, observando atentamente por la ventana del avión. Desvió la mirada unos instantes hacia su madre, que dormía incómodamente en su sillón y no pudo evitar sentir tristeza al pensar que su padre se había tenido que quedar en Nueva York.

Un hombre ocupado, sin lugar a dudas.

Resignada, se recostó en su asiento y se dispuso a dormir.

Odiaba todo aquello.

Odiaba aquel estúpido avión, odiaba dejar su ciudad natal, y, sobretodo, odiaba la idea de no volver a ver a Beth nunca más.

La muerte de su amiga fue algo que ella solita se había buscado y, Cat lo sabía, ahora ella iba por el mismo camino.

Entre tantos pensamientos de odio y de anhelo, se durmió.

Si ya fue totalmente inesperado para ella cuando el avión hizo contacto con el suelo, lo fue aún más el procesar que frente a ella se encontraba su nueva casa.

Era acogedora, eso no lo podía negar, pero el hecho de mudarse no es que le provocara alegría precisamente. Así que simplemente se limitó a encerrarse en la que a partir de aquel día sería su habitación, con una enorme ventana que daba a otra casa al otro extremo.

-Catharine. –Su madre fue la primera en hablar. -¿Piensas ignorarme toda tu vida? –Le reprochó.

-Tan solo mientras pueda. –Afirmó ella, sin siquiera levantar su vista. –Y ya te he dicho que no me llames Catharine. Lo odio.

-Como quieras, la cena está lista. ¿Tampoco piensas cenar?

Esta vez no se esforzó en contestarle, ni siquiera mostró ni un solo rastro de interés por hacerlo. Su madre la dejó sola, aunque era difícil para ella no preocuparse por las pocas cantidades de comida que su hija consumía en los últimos días, aunque tal vez sería más correcto decir "no consumía".

La mañana del sábado llegó, y Cat ya se encontraba explorando un poco de Londres. Sin saber que dirección tomar, le propinó un puntapié a una piedra que estorbaba en medio de la calle.

En realidad, no detestaba Londres, simplemente detestaba la idea de que su mejor amiga no pudiera estar allí para disfrutarlo con ella.

Se encogió de hombros y hundió sus manos en los bolsillos del grueso abrigo.

Justo cuando volvió a emprender la marcha, todo a su alrededor se tambaleó y, dando un traspié, comenzó a caer hacia atrás. Pero, para su suerte, unos brazos lograron atraparla antes de que su cuerpo interaccionase con el suelo y ayudarla a ponerse en pie.

-Gracias. –Musitó ella.

-No hay de que. –Le contestó el muchacho que se encontraba frente a ella.

Cat le dirigió una leve sonrisa para reanudar su camino.

-¡Espera! –Escuchó a sus espaldas la voz del mismo chico de antes. Cat rodó sus ojos al mismo tiempo que un inaudible "¿Por qué?" salía de sus labios. –Soy Niall, Niall Horan.

El muchacho parecía casi esperar que Cat lo conociese.

-Mira, no quiero ser grosera ni nada, pero, si te soy sincera, no me interesa.

Una sonrisa de disculpa asomó en el rostro de ella.

-Solo pretendía ser tu amigo.

-No necesito amigos.

El rubio rio sin poder evitarlo.

-Todo el mundo necesita amigos.

-Bueno, yo no soy todo el mundo.

Y con una sonrisa, se alejó del lugar, dejando a aquel muchacho un tanto confundido.