Disclaimer: Gravity Falls no me pertenece; si fuese de ese modo abría Pinecest. Pero su creación corresponde al querido Alex Hirsch. Si no les agrada, favor de no seguir la lectura, desde ya muchas gracias.


"Hoja en blanco."

Suspendido en la nada, rezagado en su mente, las hojas en blanco de aquel cuadernillo de opalina desgastado, resplandecían cuando su mirada se encontraba fija en aquel opaco y taciturno día nublado; dibujado en un lugar dónde no tenía algún propósito exacto que lo hiciese envilecer sus intenciones de sostener un lápiz, y dejarse llevar por la noción de saber que tan sólo se encontraba existiendo. Como un adolescente de un perfil bajo; apunto de escribir la primera prosa que se convertiría después de un tiempo en una misma basura que no querría admitir si alguien lo señalase con el dedo índice acusadoramente.

¿Qué iría a hacer, si después de todo, muchos lo hacían mejor que él? Observando al lado de su hombro el trabajo de otros.

No era la envidia, cuando sonreía con una honesta tristeza.

Era el silencio y la mueca de que jamás llegaría a hacerlo igual que ellos. Porque a unos se les premiaban con una armoniosa voz, y otros poseían la maestría de cincelar paisajes que lo transportarían a aquella escena imaginaria.

Tan sólo le debía dar paso a aquellos que logran entregar un mejor trabajo que él; una oportunidad que a pesar de todo esfuerzo que emprendiera, jamás lograría compararse con aquellos que, sin maldad ni discordia, incluso osaban en ayudarlo. Y a él, a pesar de todo, le iban las letras. Esas mismas que se esmeraba en escribir día tras día, para tener algo por lo que realmente sentir pasión y dedicarse a ello por completo. Al final de día, otro siempre lo haría mejor que él.

Sorbeteó su nariz, ese mismo sonido que se produce cuándo la víspera de un resfrío era la que marcaba el reloj en una de sus muñecas inertes; muertas en su nueva falta de inspiración de esa tarde, en inicios de Abril y a las seis un cuarto de la tarde nublada, cálida y fría.

Nunca se le había hecho problema rebajarse ante esos que eran mejores, o que los consideraban de esa forma. Era el saberse inútil la razón del porqué de su ensimismamiento de aquel momento. El poder de aquella sensación erradicaba cuándo esa misma mañana, la había visto agazapada en el rincón de sus sábanas, tonta y torpe, destilando a través de sus lágrimas femeninas la pena que le conllevaba el no saber hacerlo bien, el querer hacerlo y llegar a un punto dónde era mejor no actuar. Con aquel cabello matutino que se encontraba enmarañado, de olor a marrón tan intenso como la devastadora forma en como intentaba no sollozar fuertemente, con aquellos pies descalzos y el rostro oculto de unos brazos que se protegían de algo dentro de sí; mientras que los dedos con furia rasguñaban la ropa que en esos instantes vestía.

Él palideció y de alguna forma, su cuerpo lívido en su posición, sabía que era mejor quedarse de esa forma.

Borró una pequeña línea en un intento de letra que se encontraba en el cuaderno. Sabiendo que, lo peor de todo era que debía apartarse y dar el camino a aquellos que de verdad irían a destacarse. Entonces, ¿Cómo explicaría la estocada en su corazón y el enrojecimiento de sus párpados producto del impetuoso llanto que estaba conteniendo? Más que envidia, era tristeza del saber que nunca podría alcanzarlo. Y era mejor hacerse a un lado y alejarse completamente, dejando un vacío. Justo como esa misma hoja en blanco, cuando un sonido de un lápiz desplomándose contra ese cuadernillo, lo llevaba a dejarse caer en su cama.

Lo peor de todo, es que no quería hacerlo.


El precio de nuestras historias.

Atte.

Goliath.