Disclaimer: Los personajes y el mundo de la trilogía de "Los Juegos del Hambre" no me pertenecen. Son propiedad de Suzanne Collins.


-1: EL NUEVO-

"Mi destino fue marcado por las malas decisiones que tomé a lo largo de mi vida. Errando en el camino más de una vez, perdiendo a personas importantes y buscando volver a comenzar… sin éxito. Siempre protegiendo a mi familia, a veces olvidándome de mi felicidad y otras veces siendo egoísta en mi afán de perseguir un objetivo.

Dejé de lado las cosas que eran realmente importantes y por eso merezco sufrir. Este es el precio de mis errores. Perdido para siempre, resignado a continuar una vida inútil porque sé que aún me necesitan. Nunca sería capaz de dejar sola a mi madre con mis hermanos, ellos alegran mis días cuando éstos se vuelven insoportablemente grises… pero necesito algo más, algo que perdí y nunca voy a recuperar.

Aún así, yo pido por otra oportunidad a la vida. Lo que daría por volver el tiempo atrás hasta el día en que inventé esas bombas que acabaron con la rebelión, o un poco más, cuando tuve la idea de bloquear las salidas en la montaña militar "El Hueso", con avalanchas. Pero hay deseos que no se pueden cumplir.

Espero que, estés donde estés, no me hayas olvidado y me sigas protegiendo, a pesar de que yo no pude hacerlo, porque yo te maté.

Tu corazón destruido en mil pedazos al igual que el mío lo está ahora. Daría mi vida para poder repararlo y besarte una vez más…"

Hace dos años que acabó la rebelión que llevó a la guerra contra el Capitolio. La Republica de Panem sigue su reconstrucción de forma prospera e ininterrumpida, recuperando esos olvidados derechos que protegían a la humanidad y qué eran tan necesarios para el renacimiento de la paz. Los Distritos ya no viven subyugados a ningún gobierno dictador, los Juegos del Hambre por fin terminaron, las personas continúan sus vidas con renovada esperanza. Las cicatrices de la guerra están presentes en todos, pero son marcas solamente, las heridas no están abiertas…

El feo recuerdo del pasado atormenta a muchos, en especial a quienes sintieron el vil látigo de tortura del presidente Snow en primera persona. Ni siquiera la muerte de ese horrible hombre sirvió para mitigar del todo las llamas de la furia de los rebeldes. Algunos clamaban por más muerte y más venganza, algo que sirva de ejemplo para aquellos que se divertían viendo la muerte de niños inocentes, un castigo. Pero eso nunca pasó. Simplemente no puede haber paz mientras siga viva la venganza, de esa forma se hubiera reiniciado el círculo vicioso de la guerra. Una vez y otra vez, peleando hasta que no quede nada.

De ser por Gale Hawthorne, ese círculo vicioso pudo haber continuado hasta que no haya ni el más mínimo rastro del Capitolio ni de su gente sobre esta tierra, pero aprendió a conformarse. Al final de la Rebelión obtuvo un trabajo que lo ayudaría a canalizar su odio hacia aquellos que despreciaba. Cómo nuevo director del departamento de creación de armas en "El Hueso", Gale descargaba su deseo de destrucción en nuevas y potentes armas que nacían de su prodigiosa imaginación para idear trampas mortales.

Obviamente, la montaña no fue reabierta y actualmente es un monumento en el Distrito 2 en honor a los "Picapedreros caídos". En el centro del Distrito fue construido un edificio con el nombre "El Hueso" para continuar con el desarrollo de armamento e investigaciones "confidenciales" relacionadas con espionaje y relaciones de guerra. Claro que todo era para el desarrollo de la nación en cuanto a avances bélicos, para no quedar expuestos ante un ataque de otro país en una futura guerra.

Un trabajo elegante era el que tenía Gale. Pero con el paso de los meses vino el cansancio, el hartazgo por su empleo monótono y el anhelo a su antigua vida. Con el tiempo se encontró con el lado siniestro de sus creaciones, con el recuerdo de la bomba que mató a Prim, el recuerdo de todo lo que había pasado junto a Katniss.

La vida en el Distrito 2 le era muy pesada, aunque todo fuese más fácil ahora. Podía darle a su familia todo lo que necesitaba y mucho más, ya no tenía miedo a morir en una mina de carbón ni a que los Juegos del Hambre o el hambre se lleven a uno de sus hermanos. Ya no había miedo, ni penas, ni tenía que enfrentarse a un rostro lastimero al que no podía darle un trozo de pan. Pero no tenía aire puro del bosque, arcos y flechas, presas para vender en el Quemador… y tampoco ese sentimiento que se parecía mucho al amor en su pecho cuando besaba a Katniss, a pesar de que solo lo había hecho contadas veces.

El Distrito 12 era su pasado. Un pasado de terror, responsabilidades y culpas. Pero fue su hogar durante toda su vida y no renegaba de eso. Toda la comodidad y el trabajo de lujo no eran nada comparados con esa sensación de libertad que llegaba a él cuando ponía un pie en el bosque. Una libertad que era un crimen. Libertad dentro de una jaula. ¿Quién hubiese imaginado que al ser libre extrañaría la prisión?

Con su madre no hablaba de un posible regreso al Distrito 12, ella no tocaba el tema de todas formas. Hazelle sabía perfectamente la razón de su hijo mayor para no regresar a su hogar. Sería fácil hacerlo, un viaje en tren y estarían nuevamente en el 12… pero no, no lo harían. Gale aún apreciaba a Katniss y no quería lastimarla, estaba seguro que si se acercaba a ella nuevamente la heriría sólo con su presencia. Sabía que en su mente ya no estaría él, sino la imagen de Prim siendo consumida por el fuego. Por ello no podía regresar, porque la quería demasiado debía alejarse de ella para siempre.

Sus tres hermanos y su madre estaban siempre apoyándolo y respetaban sus deseos, ya sea para comenzar de cero en el Distrito 2 o para olvidar la idea de volver a vivir en su vieja casa en el Distrito 12, ellos estaban siempre demostrándole su amor incondicional. El cariño de su familia era el que mantenía parte de su humanidad atada a su cuerpo, la que a veces creía que perdía cuando veía los resultados de sus nuevas armas.

Una vida llena de muerte, iluminada por cuatro personas que le recordaban que aún era capaz de sentir. Las huellas del amor que no fue, que hoy está en un lugar lejano en los brazos de otro hombre. El recuerdo de un hogar al que no regresará jamás porque ya no existe.

Este es Gale Hawthorne dos años después de la rebelión. Un hombre cuyo presente parece bastante tortuoso, pero opta por seguir adelante para hacer honor al futuro por el que luchó tanto y la esperanza que queda dentro de su corazón. Después de todo, todavía hay un mañana el calendario.

-Creo que ya es todo…- Gale suspiró aliviado al ver su nueva casa finalmente lista para habitar después de acomodar el último mueble.

Hace un tiempo que se había decidido a mudarse de la casa de su madre. El motivo no era que le molestara la compañía de su familia, sino que necesitaba un poco de privacidad y la nueva casa quedaba cerca del edificio donde trabajaba, así que le resultaba bastante cómodo por ese lado. A pesar de que ya estaba comenzando a extrañar la presencia hiperactiva de sus tres hermanos y el toque hogareño de la mano de Hazelle, debía acostumbrarse. Sabía que ellos estarían mejor sin él y su mal humor habitual… y también tendría un lugar para llevar a sus conquistas sin ser interrumpido por nadie o tener que recurrir a un hotel.

Si, definitivamente a Gale le haría bien un poco de soledad. Con sus 21 años y su trabajo estresante, ya se consideraba un hombre, y cómo hombre debía ser autosuficiente. Llamar a casa de su madre e ir a visitarla de vez en cuando, llevarles regalos a sus hermanos y pasar los fines de semana en una placentera reunión familiar, serviría para separar a la familia del trabajo y sería un cambio en la rutina. Quizás podría ir algún día a recorrer las montañas del Distrito, así sentiría un poco de la libertad de la naturaleza nuevamente.

La casa no era muy grande, pero era bastante espaciosa para una sola persona. Gale había hecho un gran esfuerzo la mitad del día para poner cada cosa en su lugar y, por más ridículo que suene, a veces se perdía un poco en las habitaciones, pero ya se acostumbraría, solo era cuestión de tiempo.

Se recostó en una cama y se cubrió los ojos con las manos para eclipsar los rayos de luz naranja del atardecer que se colaban por la ventana. Siendo vencido por el agotamiento, entrando en un estado de sueño ligero. No pasaron ni cinco minutos cuando el sonido del teléfono lo puso en estado de alerta de nuevo. Gale se puso rápidamente de pie, alarmado por su despertar abrupto. No tenía idea de quién podía estar llamándolo, no le había dado el número de la casa a nadie y sabía que su madre lo llamaría a su teléfono celular si pasaba algo. Fue a la sala y contestó la llamada, camuflando un poco su cansancio.

-Diga…-

-¿Señor Hawthorne? Habla Helena.-

-¡Ah! Hola Helena ¿Algún problema?- ¿Quién más iba a ser? Ella misma había mandado a instalar el teléfono, era obvio que tendría el número antes que nadie. Helena Levine era la secretaria de Gale desde que comenzó a trabajar en El Hueso. Una mujer de unos treinta años, muy eficiente, seria y trabajadora. Pronto iba a ser ascendida y era su responsabilidad conseguir un reemplazo para su puesto. Tarea por demás difícil, ya que Hazelle le había advertido que la secretaria de Gale no debía ser una cualquiera cómo las que le gustaban a su hijo.

-Lamento molestarlo en su día libre señor, pero creí que le gustaría saber que ya encontré a alguien para que sea su nuevo asistente.- Al parecer lo había logrado…

-¿Nuevo? ¿Es un hombre?- Sí a Gale en un principio le desagradaba la idea de no tener de mano derecha a Helena, más le desagradaba que su reemplazo fuese un hombre. Todo esto era culpa de su madre y sus intromisiones, de no ser por ella quizás una linda chica, a la que él podría disfrutar, sería su asistente. Hace mucho que tenía esa fantasía, algo que no logró con Helena porque estaba casada.

-Sí señor. Ya le envié el perfil del joven a la señora Hawthorne y ella lo aprobó. Claro que estará bajo mi supervisión la primera semana, pero quería que supiera que ya mañana va a estar a prueba como su asistente.-

-¿Por qué mi madre tiene que aprobar a mi "Secretario"?- Estaba molesto, era increíble que Hazelle aún intentara controlar su vida, y más que haya elegido a su nuevo asistente. Del otro lado de la línea, Helena se encogía de hombros.

-Si mal no recuerdo, la señora insistió tanto en la elección que al final usted terminó cediendo…-

-Sí, lo recuerdo…- Se golpeó la frente con la palma de la mano, era frustrante saber que todo había sido su culpa. Si tan solo hubiese intentado ganar esa discusión, ahora no tendría que lidiar con un hombre como asistente… pero tampoco tendría dientes si se hubiese pasado de listo con Hazelle. Era vergonzoso de solo pensarlo, todos sus colegas tenían secretarias, sería el hazmerreir de la oficina.

-Ya le avise al joven que estaría a prueba ¿Quiere que lo cancele?-

-No, sería algo injusto. Pero si yo no lo apruebo, se va.- Sentenció remarcando con voz severa las últimas dos silabas.

-Sin dudarlo señor, usted es quien tiene la decisión final.-

-Exacto. Gracias por todo Helena, nos vemos mañana.-

-Hasta mañana señor Hawthorne.- Así finalizó la comunicación. Gale colgó el teléfono en un movimiento iracundo, casi rompiendo el aparato. ¿Cómo era posible odiar a alguien que ni siquiera conocía? ¿Era por qué lo escogió su madre? ¿Era por qué había arruinado una de sus fantasías sexuales? ¿O por qué era un hombre?

Sea cual sea la razón, no tenía planeado dejar por mucho tiempo a su nuevo asistente en ese puesto. Tenía en mente conseguir lo que buscaba, por más egoísta que fuera, era su trabajo y haría lo que se le viniera en gana con el personal de la oficina.

-Y esa es la oficina del señor Hawthorne. Te lo advierto; no toques absolutamente nada de lo que hay ahí adentro, si él ve algo fuera de lugar se pondrá furioso.- Helena le estaba dando un pequeño tour a su sucesor por algunas partes del edificio, precisamente por los lugares que mas tendría que transitar. Ella misma estaba contenta con la elección que había hecho, pero también estaba segura de que Gale le haría la vida imposible al chico nuevo para sacárselo de encima y así poder contratar a alguna chica tonta para el puesto. Eso no era para nada justo, pero no podría oponerse llegado el momento.

-Entendido…-

-Recuerda, Keiler; Tienes prohibido equivocarte o confundir los horarios de la agenda. Un error de ese tipo sería catastrófico.-

-No va a haber problema con eso, no soy alguien que esté acostumbrado a la desorganización.- Keiler, el nuevo asistente de Gale, tenía claro que su trabajo sería muy difícil. Sin embargo no tenía miedo, había pasado por cosas peores en la vida, y un jefe complicado no sería algo con lo que le costaría lidiar. Siguió a Helena pacientemente por todos los lugares que ella le mostró, prestando especial atención a las indicaciones y ayudas que le daba para facilitar su trabajo. Debía admitir que era un edificio bastante grande y le constaría trabajo no desorientarse, pero Helena le aseguró que durante su etapa de entrenamiento lo ayudaría con ciertas cosas, aunque eso no quitara el hecho de que no podía darse el lujo de equivocarse mucho.

-Me alegro de que así sea. En media hora llegará el Señor Hawthorne y sobre su escritorio debe estar el libro de progresos de la última semana junto con su café.-

-Perfecto, lo haré.-

-Bien, recuerda que le gusta el cappuccino.- Helena le tendió el libro de progresos a Keiler y él lo tomó ansioso. –Buena suerte, yo estaré cerca si me necesitas.- Antes de retirarse le dedicó una gran sonrisa y le guiño el ojo a través del cristal de sus gafas. No podía negarse que era una mujer bastante simpática y amable.

Sin soltar en ningún momento el libro, Keiler se dirigió a la cafetería para preparar el café, claro que se tomó su tiempo para hacerlo, aún le quedaban unos veinte minutos y no quería dejarle un café frío a su jefe. Le llevó una taza de cappuccino a Helena en señal de agradecimiento y se retiró a paso relajado a la oficina del señor Hawthorne. En el camino apreció que todas las oficinas eran bastante grises y aparentaban frialdad, se notaba que habían intentado emular (sin éxito) a las oficinas comerciales. Sus compañeros de trabajo se notaban bastante amigables, la mayoría de ellos lo saludaban, haciéndolo sentir cómo uno de ellos y no cómo "el chico nuevo", solo esperaba que su paso por El Hueso no sea tan rápido como para no llegar a sentirse integrado al equipo…

Ingresó a la oficina con cautela, con mucho cuidado de no hacer movimientos bruscos para que no se le volcara el líquido caliente en el piso o sobre su ropa. Apoyó la taza suavemente sobre el posavasos en el escritorio de cristal, junto con el libro de progresos. Keiler quedó muy sorprendido por la colección de libros que habían en las bibliotecas de la derecha, y las muchas replicas de armas miniatura que había en unas estanterías en la pared izquierda de la oficina. Era igual de funcional y gris que las otras, pero esas cosas que le llamaban la atención le daban una pista de la personalidad de su jefe: Si era tan joven cómo Helena le había dicho, los libros eran para inspirar madurez y sabiduría. Las replicas de armas eran porque, sin duda, era un hombre de armas, seguro la guerra le había dejado alguna marca. Pero estaba seguro que, entre tantas cosas funcionales y los objetos decorativos algo siniestros, debía haber algún símbolo de que su jefe no era un loco insensible, algo que denotara algo de humanidad en un ambiente tan vacío de colores y calidez… Y lo encontró.

Mientras caminaba hacia la pared de cristal que daba al exterior, volteó a la computadora y vio que junto a ella había un retrato de una familia feliz en un jardín de flores silvestres. Una mujer adulta, ya con sus años pero se veía joven, que abrazaba a tres niños delante de ella, dos adolescentes y una niña. La mujer era abrazada por un hombre alto y bastante apuesto, no era su esposo, parecía ser su hijo mayor. No había padre en esa fotografía. Keiler observó la imagen por un largo rato y volvió a ver todo lo que lo rodeaba con diferentes ojos, intentando pensar cómo su jefe, quién seguro era el hombre en la foto. El sostén de una familia de cinco, sin un padre, actuando él mismo cómo tal y siendo tan joven. Responsable de la creación de artefactos de muerte, quizás sea malvado, pero no era su responsabilidad juzgarlo.

Volvió a fijar su vista en la foto, tentado a tocarla, aguantándose una lágrima que estaba luchando por salir. Cerró los ojos unos segundos y pensó en su propia familia, en sus padres. Un segundo y ellos estaban ahí, al otro el ensordecedor sonido de enormes rocas deslizándose cuesta abajo en una montaña los reemplazaba. Gritos, fuego, polvo sofocante y muerte. Abrió los ojos rápidamente y sacudió la cabeza para alejar ese pensamiento de su mente, era demasiado horrible.

Se dirigió a la puerta para salir de ese lugar y esperar en su cubículo a su nuevo jefe. Lo último que notó antes de caer al suelo fue el golpe del borde de la puerta en su frente.

Gale había ingresado a su oficina con urgencia, necesitaba ver si los avances en los últimos proyectos eran tan favorables cómo lo imaginaba, solo esperaba que el tonto de su nuevo asistente haya dejado el libro en su lugar, sino ya tendría la primera razón para echarlo. Abrió la puerta de forma brusca, pero ésta fue detenida por algo a lo que golpeó. Entró cautelosamente para asegurase de que no hubiese ninguna amenaza adentro, puede que alguien haya intentado plantar alguna especie de trampa. Con lo único que se encontró fue con un mocoso sentado en el suelo sobándose la frente, claramente adolorido por el golpe. Un mocoso de no más de 18, pequeño y delgado, vestido con una camisa blanca, pantalones ajustados negros y un saco de tela fina también negro, las prendas superiores remangadas hasta los codos, rozando el límite con lo informal.

Si ese era su asistente, en serio que no estaba en el lugar indicado, debería mandarlo a la escuela o a casa con mami. Pero no hizo nada de eso, lo tendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie.

-Gracias…- Le respondió el chico, aceptando la ayuda, aún cubriéndose con su mano el ojo derecho el cual presentaba un dolor agudo. Gale rogaba en su mente por no haberle hecho algún daño grave.

-Déjame ver…- Le apartó la mano lentamente y se inclino un poco para revisarle el ojo. No se notaba dañado, pero estaba sorprendido con el color de esos ojos, parecían dos esferas de ámbar y brillaban como el oro. Ese color tan bello en una mirada jamás lo había visto, quedó obnubilado casi al instante mientras sostenía una de sus mejillas con la mano, la que había tomado para poder examinar mejor la supuesta herida. Había algo extraño en ese chico ¿Pero qué? Sin duda, la escena era muy extraña desde la perspectiva de Keiler.

-Estoy bien, usted disculpe.- No le gustaba mucho que el hombre esté tan próximo a su rostro y lo viera con cara de tonto, era algo muy incomodo, más que nada porque era su jefe. Se alejó un poco de él y le sonrío tímidamente para demostrarle que no había problema, que ya no le dolía el golpe. Pero Gale se notaba serio ahora y lo examinaba de pies a cabeza, eso sin dudas era más incomodo que lo que hacía antes.

-Y tú eres…- Debía sacarse la duda, no quería subestimar al chico pero era muy difícil no hacerlo ¿En serio ese sería su asistente?

-¡Oh! Lo lamento, no me presenté. Soy Keiler Vancroft, estoy a prueba cómo su nuevo asistente.- Continuaba con su sonrisa a pesar de que la mirada de ojos entrecerrados del señor Hawthorne lo estaba intimidando, no lo iba a demostrar.

-Y… ¿Qué hacías en mi oficina?- No se le ocurría ninguna otra cosa para preguntarle, había algo extraño en ese chico pero no lograba descifrar que era.

-Vine a dejar su café y su libro de progresos, ya estaba saliendo…-

-De acuerdo…- Una última mirada y supo que era eso que le llamaba tanto la atención. Gale estaba acostumbrado a la apariencia gente de La Veta, de pelo oscuro, piel clara y ojos grises. La gente del Distrito 2 no era muy diferente a la de La Veta, pero este chico desencajaba completamente con la mayoría de las personas que conocía. Con su pelo de color zanahoria y ojos ambarinos, Keiler le recordaba vagamente a Darius, el agente de la paz con el que a veces comerciaba antes de la rebelión, antes de que lo convirtieran en Avox por intentar interferir con el látigo de Thread y su espalda. Nunca pudo ni podrá pagar esa deuda y quizás esa sea la razón por la cual Keiler le resultaba tan llamativo, él era cómo una versión más menuda de Darius.

-¿Necesita algo más señor?-

-¿Qué?- No había escuchado lo que le dijo, estaba muy ensimismado en sus pensamientos.

-Si necesita alguna otra cosa.- Le reiteró pacientemente.

-Eh… ¡Sí!… Quiero que le digas a Helena que venga para acá.- Tenía que hablar con Helena, confiaba en su criterio pero este no era lugar para mocosos cómo el que acababa de contratar.

-¡Bien! Ahora la llamo señor. Con su permiso.- A Keiler le pareció que esa era una orden bastante ridícula, su jefe bien podría llamarla por el intercomunicador, de todas formas obedeció sin cuestionamientos. Salió de la oficina dejando a Gale sólo y se dirigió al escritorio de Helena a paso rápido.

Antes de llegar a su trabajo el nuevo le caía mal, ahora que lo conocía le hacía recordar a una parte bastante fea de su pasado. Sentado en la silla detrás de su escritorio, Gale meditaba sobre lo que acababa de pasar hace unos momentos atrás, intentando ordenar sus pensamientos y ubicarse en la realidad. Estaba en el Distrito 2, dónde antes de la rebelión se proveían agentes de la paz al Capitolio, Darius era un agente de la paz que probablemente era nativo de este Distrito, puede que Keiler sea su hermano pequeño. Era improbable esa conclusión y algo descabellado emparentar a cualquier pelirrojo con Darius, pero era la única explicación que encontraba para no dejar de sentir culpa por lo que estaba a punto de hacer…

Después de dar tres golpes suaves en la puerta y que Gale le diera su aprobación, Helena entró a la oficina y se detuvo delante del escritorio de su jefe, algo extrañada por el gesto de intriga que él tenía en su rostro.

-¿Me mandó a llamar señor?-

-Helena, dime por favor ¿Cuántos años tiene el muchacho al que contrataste?- Gale hablaba en tono calmado pero se notaba su molestia. Cuando él pensaba en la palabra "Asistente" o "Secretaría" pensaba en una mujer de unos 21 años o más, guapa y con gracia, no en un mocoso que se choca con las puertas.

-¿Keiler? Tiene 18.-

-¿Y te parece que un chico, que seguro recién salió de la escuela, tenga la preparación suficiente para este puesto?-

-Claro que sí señor, usted comprenderá que él fue entrenado para este trabajo por el programa de preparación de El Hueso. Ese programa entrena a todos los empleados, por lo general son hijos de personas que ya trabajan aquí.- Sacó una hoja de adentro de una de las carpetas que llevaba en su mano y se la tendió a Gale, éste la examinó con bastante interés, eran los datos de Keiler. –El Hueso no contrata gente que no esté especialmente preparada para estos trabajos. Claro que los entrenamientos son diferentes al trabajo en sí, pero cada una de las personas que ingresa a nuestras instalaciones debe estar lista para trabajar en una empresa no muy habitual. A pesar de que la fachada sea de una compañía comercial, usted sabe muy bien qué es lo que se "cocina" aquí adentro.-

-Entiendo…- Seguía leyendo la hoja con los datos. En sus dos años al frente del departamento de creación de armas, no había escuchado jamás que todas las personas que trabajan en El Hueso eran entrenadas por un programa especial. Pero no le sorprendía, en el Distrito 2 todo estaba muy bien calculado, educaban a cada persona desde temprana edad para que cumpla con una determinada actividad, incluso en el pasado lo hacían con sus tributos.

-Keiler quedó seleccionado de un grupo de siete aspirantes, cinco mujeres y dos varones. Él pasó la selección especial de su madre también.-

-Déjame adivinar, el que quedó cómo segunda elección fue el otro chico ¿Verdad?- Preguntó con sorna. Le molestaba que su madre se metiera en su trabajo para evitar que conquiste a una chica, y más aún que todas las aspirantes hayan quedado fuera por su culpa.

-No señor, de hecho aquí tengo las fichas de los otros aspirantes…- Sacó unas hojas más de la misma carpeta y se las dio a Gale. –La chica de la primera hoja será la que ocupará el lugar de Keiler si él no pasa esta semana de prueba.-

-Tienen todos casi la misma edad y preparación ¿Por qué lo eligieron a él?- Pasaba hoja por hoja y casi no había diferencia entre un aspirante y otro.

-Porque, según la base de datos, Keiler Vancroft demostró tener una gran imaginación para mejorar armas. Claro que le tomaron esa evaluación hace más de dos años, pero el equipo confía en que ese talento siga vigente…- Gale analizó cada una de las palabras de Helena hasta que les encontró un sentido. Ese chico no estaba ahí para ser su asistente, lo estaban entrenando para que sea su reemplazo, y eso era algo que no iba a permitir.

-Ósea que mis superiores ya han estado buscando a mi reemplazo ¿Me equivoco?- Estaba sonriendo pero lo que menos sentía era felicidad, era más bien para demostrar que no estaba intimidado por las circunstancias.

-¡Oh! No señor Hawthorne, aceptamos al joven porque puede serle útil a usted y se desempeñará mejor en esta área.-

-Bien… gracias Helena, puedes retirarte.-

-Con su permiso.- Helena dio media vuelta y se fue de la oficina, dejando a su jefe nuevamente en soledad.

Gale se quedó mirando la ficha de Keiler por un rato largo, leyéndola una y otra vez, ese chico sonriente en la foto anexada a la hoja con sus datos era una amenaza para su empleo. Se condenó en su mente por pensar solo en sexo cuando bien pudo haber previsto esto que le estaban haciendo ahora. Había dado lo mejor de él durante los últimos dos años y ahora le traían a un mocoso entrenado para ocupar su puesto, demostrándole lo insignificante que era. No odiaba a Keiler, para odiarlo tendría que conocer mejor su personalidad, pero no le agradaba desconocer sus intenciones. Tendría que cuidarse las espaldas con él tan cerca, después de todo ¿Quién sabe cómo terminará todo esto?


Keiler es un personaje de mi creación y recurrente en algunas historias originales que escribo. Más adelante van a ir aclarándose algunas partes de su vida.

Me gustaría que, a medida que transcurra la historia, me comentaran si es de su agrado o en que puedo mejorar.

Nos leemos muy pronto! Saludos :)