Claymare, escena 1: la muchacha perdida

Era bien entrada la noche en la ciudad de Canterlot, una muchacha vagaba por las calles muy asustada, sobresaltándose ante cada pequeño sonido. Era muy hermosa esta joven terrestre: de no más de veinte o veintiún años; cuerpo gris platinado que parecía emitir una bella y misteriosa luz, cabellera rubia que estaba cortada justo a la altura de su barbilla, y una Cutie Mark con forma de Y en rojo, con unos detales extraños; sin embargo no destacaba tanto como sus ojos: de un misterioso color plateado.

—¿Niña? ¿Estás perdida? ¿Quieres compañía esta noche? — Saltó de la nada un sujeto bebido poniendo su casco sobre el hombro de la joven. — Porque si quieres yo te puedo ayudar, ¿qué dices? No quisieras pasar un buen rato…

La chica gritó de horror y empujó al sujeto, con tal fuerza que dejó una enorme grieta en la pared. Entonces la chica miró sus propios cascos y corrió horrorizada, mientras tanto el sujeto que la quiso 'atacar' gemía adolorido ante sus huesos rotos y recordaba que por unos instantes ese rostro asustado se tornó inexplicablemente feroz… y sus ojos pasaron a un aterrador color dorado. ¿Qué era lo que había sucedido?

Mientras tanto la chica siguió corriendo durante diez segundosy cuando se dio cuenta ya se encontraba fuera de la ciudad, extraño, ¿qué no había estado en pleno centro hacía sólo unos instantes? La joven tembló pero se sentía tan cansada que mejor se apoyó contra un árbol y cerró los ojos para intentar dormir. Sintió frío por unos instantes pero con sólo pensar en regular su temperatura lo logró. ¿Quién era ella? Y más importante, ¿qué era?

—Teresa, Teresa…

Ese nombre, Teresa, ¿qué significaba? Bueno tal vez todo se aclararía al despertar. La joven entonces intentó recostarse sobre la mullida hierba pero por suave y perfumada que se encontraba ésta no pudo acomodarse, simplemente no se sentía bien. Dio vueltas, nada servía; entonces vio una rama solitaria en una esquina y sin saber por qué lo hizo, la clavó en el suelo y se sentó frente a ésta y sólo así logró dormir.

A la mañana siguiente los primeros rayos del sol acariciaron la piel de la chica, que se levantó de inmediato totalmente descansada. Sin prisas ella se levantó y buscó a su alrededor, se fijó que en el árbol contra el que había dormido había melocotones; así que de un salto tomó uno y lo comió, bastaba y sobraba, ya sentía que tenía suficiente para mucho tiempo. Luego caminó un poco y halló un arroyo del cual bebió unos sorbos y estaba totalmente recuperada. Y como no tenía ninguna otra idea, regresó a Canterlot. La ciudad estaba mucho más viva de cuando le dejó, con ponis de todas formas y tamaños yendo de aquí a allá ocupados en sus cosas. A todos ellos la joven observaba y seguía su camino, dando vueltas alrededor de la plaza principal.

Caminaba, era todo lo que se le ocurría, hacer cualquiera diría que estaba buscando algo pero ni ella misma sabía decir si eso era verdad. Estaba perdida, por completo perdida y llevaba caminando durante todo el día y una buena parte de la noche. Y por supuesto que este comportamiento pronto llamó la atención. Había mucha circulación en Canterlot pero al cabo de un tiempo todos podían notar a la chica vagando por las calles.

En más de una ocasión un guardia le hablaba, ella regalaba una sonrisa de disculpa y se marchaba para vagar en otro sitio y al cabo de poco tiempo regresaba a donde estaba. Tampoco sabía qué la atraía a esa plaza pero era una fuerza magnética que no la dejaba moverse de aquel punto, ¿qué era? No lo sabía.

Las Princesas Luna y Celestia se encontraban teniendo una pequeña cena entre hermanas en uno de los tantos restaurantes de Canterlot disfrutando de una tranquila noche.

—Como siempre haces un trabajo estupendo querida hermana — dijo Celestia contando las estrellas, o al menos intentando. — Es hermosa.

Luna sonrió complacida.

—Sí, los ponis están comenzando a aceptar la vida nocturna, aunque no es tan común en Canterlot como en Mane-Hattan pero de todos modos…

Entonces un chillido en medio de la noche llamó la atención de ambas Princesas

—¡AAAAAAAAH!

—Señorita, venga conmigo — dijo el guardia tomando violentamente de un casco delantero a una chica de rubia y de pelaje gris.

La joven soltó un gemido de sorpresa.

—¿Eh?

—Lleva dando vueltas en este punto desde la mañana, tendré que detenerla.

La joven lo miró muy asustada, con una expresión que dejó helado al guardia; no era la expresión de una muchacha sino de una niña cuando estaba extraviada y asustada. El guardia la soltó de inmediato y a tiempo porque la joven estaba a punto de empujarlo con su tremenda fuerza.

—Oye, ¿te has perdido? — Preguntó el guardia preocupado por lo que veía. — ¿Buscas a alguien? ¿Por qué no pediste ayuda desde el principio?

La joven murmuró algo.

—Disculpa, no puedo entenderte…

—Soldado — llamó de pronto la Princesa Celestia acercándose junto con Luna.

El soldado se cuadró de pronto alejándose dos pasos de la joven de gris, que seguía viéndose muy asustada.

—¡Sus Majestades! — Dijo él.

—¿Soldado le importaría explicar qué está pasando? — Preguntó la Princesa amablemente.

—Este… sí, hemos recibido reportes de esta muchacha vagando por esta plaza desde la mañana como buscando a alguien. Está poniendo nerviosa a la gente, ya le hemos hablado pero sigue viniendo. Pensaba ponerme fuerte pero…

Entonces Celestia miró a la joven, de nuevo esa expresión fue la que llamó su atención; lo mismo que el Guardia. Esos no eran los ojos de un adulto haciendo algo malo sino de un niño perdido y que no sabía a dónde ir.

—¿Te encuentras bien? — Preguntó de pronto Celestia.

—¿Sí, cómo te llamas? — Se unió Luna igualmente preocupada por esta joven.

Ella las miró a ambas y luego murmuró:

—Clare.

—Disculpa no te escuchamos — dijo Celestia acercándose.

—Teresa.

—¿Quién eres? — Preguntó Luna. — ¿Clare o Teresa?

—Clare.

—¿Y buscas a Teresa? — Adivinó Celestia.

Los ojos de la joven se llenaron de lágrimas.

—Teresa, Teresa…

Se puso a llorar en el pecho de Celestia. Ni guardias ni Princesas supieron qué hacer por un tiempo hasta que Luna usó su magia para dormirla.

—¿Dicen que lleva todo el día vagando en esta zona?

—Sí sus Majestades. De hecho de no haber venido no hubiéramos sabido qué hacer para calmarla. ¿Qué quieren que hagamos?

—Por cómo se ve deberíamos dejarla dormir por esta noche, no creo que nos afecte darle una cama en el Palacio con todas las que tenemos… — opinó Celestia. — Mientras tanto busquen por una tal Teresa o Clare en los registros para reunir a esta chica con esta tal Teresa. ¿Entendido?

—Sí sus Majestades — dijeron los soldados poniéndose en marcha.

Clare, Teresa, estos dos nombres no eran muy comunes; supondrían que sería fácil hallar a, ¿la madre de la chica? No tenían ni idea quién era Teresa… o a Clare, a estas alturas no entendían quién era quién.

Cuando la subieron al carruaje para llevársela al Palacio se dieron cuenta del horrible corte que tenía, desde su sexo hacia el ombligo. Era un corte bien profundo del cual los órganos se hubieran desparramado hacía tiempo de no ser porque estaba toscamente cosido. Se miraron preocupadas, ¿qué clase de vida tuvo esta chiquilla?

Mientras tanto en el mundo de los sueños de quien era presumiblemente Clare, la joven huía como podía de una horrible criatura: con forma humana pero gigantesca, con dos enormes alas membranosas, cabello rubio como el suyo, piel extrañamente metálica y un enorme cuerno.

En el carruaje de las Princesas de regreso al Palacio, la joven se retorcía y murmuraba un tercer nombre una y otra vez:

—Priscila, Priscila…


Claymore mi manga favorito de todos los tiempos por mucho que el final la haya regado tanto, pero siempre será el manga que me perdió para siempre en el camino del Otaku. Quienes conozcan Claymore habrán reconocido mi intento de regresar a Clare al tiempo en que conoció a Teresa pero bueno, ya llegaremos a eso. Espero les haya gustado y:

Chao; nos leemos!

(Ah, sí, advierto de antemano que me tomaré las cosas con calma haciendo una mezcla inicial del lado sentimental de Claymore y MLP; hasta más adelante incluiré acción propiamente dicha)