Pequeños Universos

I

Superfluo

«No necesario, que está de más»

Y nuevamente se encontraba corriendo tras aquel joven. Persiguiéndolo, tratando de llegar a su lado, alcanzarlo. Su imagen preferida era cuando lo perseguía y él le daba la espalda. Era una sensación de lucha constante y que de alguna y otra forma le gustaba. Quizás era masoquismo puro. Sabía que él nunca le pertenecería.

Llegó a su lado al momento en que se detuvo frente a un gran edificio. No quería ondear en detalles, pero debía decirlo: El lugar era un asco. Con paredes mohosas y las ventanas rotas, ¿Realmente una persona podía vivir en esas condiciones? Aunque era un muy buen lugar para esconderse o secuestrar a alguien.

Justo el motivo por el que se encontraban ahí.

—¿Seguro es aquí? —Le preguntó al chico que parecía estar perdido en la vista de sus anteojos.

—Si, estoy seguro. —Ese tono tan serio que empleaba para ciertas ocasiones era de vez en cuando desconcertante. Te producía una sensación de intranquilidad que te carcomía.

—Entonces entremos. —Sugirió.

—¿Estás loca? —Seguramente si no estuviesen en esas condiciones, la pregunta sería un grito. El chico la reprendió y le señaló unos puntos de sus anteojos que se había sacado— ¿Ves? El hombre al que le logré poner un rastreador ha estado en movimiento todo este tiempo, significa que está vigilando el lugar. Y él no debe ser el único.

La chica se limitó a asentir con su cabeza. Se escondieron detrás de unos arbustos mientras trataban de planear algo.

—¿Y ahora que haremos? —le preguntó la castaña. El chico se limitó a bajar sus hombros.—Oh, vamos —Se molestó—. Sé que algo estás pensando y no quieres decírmelo.

—No es tan simple... —Evitó la mirada de las castaña y se concentró en mirar la casona.

La chica bufó y concentró su atención en analizar la situación. Se hallaban juntos, muy juntos. Casi podía sentir la entre cortada respiración de su compañero, su corazón subió y bajaba... ahí estaban otra vez esos latidos.

Y cada vez más rápidos.

Y no acababan.

—¿Entendiste? —Fue lo que escuchó del chico. Sus ojos azules la miraban penetrante, su aspecto serio le daba gravedad al asunto. Y la verdad es que no había escuchado nada, sus pensamientos se perdieron al momento en que empezó a sentir como su corazón se aceleraba ante tal situación ¿Sería por la tensión del momento? ¿Eran nervios y nada más?

Nada más...

El chico procedió a explicarle nuevamente el plan, no sin antes lanzarle un reproche por su despiste.

—Hay que salvarla. No puede esperar más. —Fue lo que dijo antes de salir disparado rumbo hacia el la construcción.

Nuevamente volvía a ver su espalda. Siempre diestras de él, mirando su espalda.

Con inquietud, salió de su escondite y se aventuró hacia donde su compañero le había señalado. Se detuvo frente a una de las ventanas y ahí esperó hasta la señal.

Y esperó.

Y siguió esperando.

¿Por qué se demora tanto? ¿Acaso le ha ocurrido algo? Todas sus dudas eran un vaivén sin final en su cabeza. Estaba nerviosa y un extraño sentimiento de miedo empezaba a emanar desde su interior.

Fue cuando oyó un disparo que su corazón pareció pararse.

Un golpe. Vidrios quebrándose y un cuerpo de un hombre inconsciente apoyado en este.

—Esa es la señal. —La sonrisa triunfante del chico apareció por entre el polvo de la habitación. Se apresuró en saltar la ventana y entrar junto a él a la casa.

—¿Y qué me toca hacer ahora? —dijo en el tono más indiferente que logró disimular. El chico le dedicó una sonrisa ladeada.

—Digamos que solo desatarla. —Tras eso dio medio vuelta y se fue corriendo escaleras arriba. Ella lo siguió aún sin entender del todo.

¿Él hizo todo el trabajo? ¿Se enfrentó a los malos solo?

¿Por qué?

Los sonidos de sus acelerados pasos rebotaban por toda la habitación. Se detuvieron frente a una gran puerta que parecía ser la única cosa de ese lugar que estaba más o menos en buen estado. El chico se aproximó a esta y la abrió lentamente.

Su corazón volvía a latir rápido.

Pero ya no por la misma causa.

Una pistola los esperaba frente a ellos. Un hombre de sonrisa arrogante y altiva, macabra, les apuntaba desde unos metros más allá. Detrás de él estaba ella. Por quien habían venido en primer lugar. Verla atada y desmayada en el suelo lleno de cólera al chico a su lado.

—Lástima, después de haber llegado tan lejos. Dejando a todos mis hombres inconscientes y rodeando el lugar de policías. —Por primera vez la chica se daba cuenta de los ruidos de sirenas que rodeaban el área. Pequeñas luces rojas entraban por entre las rendijas de las ventanas. Estaban rodeados— Pero ya no importa. El objetivo original de este plan se vio alterado, pero eso no significa que vaya a dejarlos ir. Sus cadáveres se pudrirán en este suelo, el de ustedes y está chica.

Un disparo. La bala atravesando el viento del lugar. El chico empujándola hasta quedar en el suelo.

El la protegía.

Una mancha roja.

Un balón voló por la habitación golpeando directamente en la cara al repugnante sujeto. Este cayó de inmediato al suelo.

—¿C-Cómo? —La chica miró, incrédula, al niño.

—Traje un repuesto. —Fue lo que respondió antes de correr rumbo al cuerpo de la joven que estaba ahí amarrada.

Y nuevamente veía su espalda.

Unos minutos pasaron y la chica al fin comenzó a reaccionar. Sus ojos violetas animaron mucho al ojiazul. Una sonrisa se esculpió en su rostro.

—Ran neechan... —susurró antes de recibir un abrazo por parte de ella. Las lágrimas corrían por las mejillas de los dos jóvenes.

—Conan-kun, arigato... —El abrazo fue cortado y los dos se pararon, con dificultad.

La castaña observaba desde un rincón de la habitación toda la escena. Pero... esperen ¿De donde era la mancha de sangre del piso? Su vista se posó rápidamente en el hombre del chico. De este salía un pequeño fluido rojo que poco a poco iba tiñendo de color oscuro la chaqueta que este traía.

—Edogawa-kun, estas-

Fue detenida por un gesto del chico. Este le pidió silencio.

Pasó junto a su lado mientras iba de la mano con Ran y, por un momento, le dedicó unas palabras a la castaña menor.

—Gracias por tu ayuda Haibara... —Sonrió y volvió a fijar la vista en la joven de pelo largo.

Y nuevamente estaba detrás suyo. Viendo su espalda. Siempre veía su espalda, iba detrás suyo y cuando parecía que lo iba a alcanzar aparecía ese razonamiento una y otra vez.

A Shinichi le gustaba Ran. Y daría todo por ella.

Y ahí es cuando se sentía sobrante, cuando analizaba todo y se daba cuenta de su triste situación. Que ese no era su cuadro y era innecesaria en ese escena. Ella sobraba ahí. Estaba de más.

Superfluo.

Y resolvía que su única vista siempre sería su espalda. Admirar una y otra vez su espalda, por su lado ya estaba ocupada por otra persona.

Y no era ella.


¡Nueva historia! Y esta será larga. Pequeños relatos que se irán entrelazando de a poco, conformando algo más grande y bonito. Espero lo disfruten mucho.

CONI-Chan