Hi! Soy nueva por aquí, este es mi primer fic…el primero que publico…Espero que lo disfrutéis.
Prólogo
Mi nombre es Teresa Lisbon y soy…era policía, y no una cualquiera. Era una de las buenas, trabajaba para la Unidad de Crímenes de California y mi equipo era el mejor, aunque esté mal que yo lo diga. Lo sé. Pero ahora ¿qué más da? No sé si os habréis dado cuenta pero…Estoy muerta. Así que ya nada importa. Esto no está del todo mal una vez que te acostumbras.
Ahora estoy aquí, atrapada y sola. Al contrario que esas bonitas y lacrimógenas películas no he visto a mi madre ni a mi padre al otro lado de la luz, esperándome, vestidos de un blanco impoluto y reluciente, bañados en luz, acogiéndome con los brazos abiertos. No hay luz, no hay paz.
Estoy sola. Sola y atrapada entre la muerte y el mundo real que apenas acabo de abandonar. No espero nada porque no sé qué pasará ni lo que puede pasar, ni como salir de esta especie de limbo en el que me encuentro.
Pero puedo contaros cómo llegué hasta aquí.
Capítulo I: El principio del fin
Todo comenzó con la llegada de Patrick Jane al CBI, a mi unidad, la que tanto trabajo me costó alcanzar y dirigir. En mis palabras se puede notar el resentimiento. Sí, estoy resentida, muy cabreada. Esto no debería haber pasado. No a mí. No ahora.
Tal vez me he remontado muy atrás. Pero es que la llegada del consultor que yo misma contraté fue el principio del fin. Como ya he dicho, yo lo contraté. Pese a todo, lo hice. Y no porque su sonrisa fuera irresistible, sus ojos más azules que el mar, aunque escondían una profunda amargura, y tuviera un encanto que podía llenar una sala. No, fue al conocer de sus inusuales y prácticos poderes y habilidades que pensé que me servirían, y de hecho así fue, en la resolución de casos.
Por aquel entonces yo contaba en mi unidad con dos agentes. Un asiático e inexpresivo, aunque totalmente leal y profesional, Kimball Cho; y Wayne Rigsby, salido del departamento de investigación de incendios, igualmente profesional. Algo más confiado y, en ocasiones, incluso parado. Pero un gran agente. Y ninguno de los dos parecía tener problemas con el hecho de tener una jefa. Se acababa de marchar un tercer agente, Tyler Rees, transferido a otra ciudad para estar más cerca de sus hijos a los que su ex mujer se había llevado. El había estado conmigo desde San Francisco, pero la vida da muchas vueltas y hay que seguir adelante.
Pues bien, estaba a la espera de que un nuevo agente llegara y mientras tanto me vi inmersa en un caso de difícil conclusión por la escasez de pruebas.
Un día me encontraba en los juzgados intentando por todos los medios convencer al juez Anderson de que me diera autorización para entrar en casa del principal sospechoso convencida de que allí hallaría algo (¿no os fastidia cuando los ricos y poderosos intentan saltarse la ley?) y allí estaba él, Patrick Jane. Claro que en aquel momento sólo se trataba de un hombre apuesto, sonriente, rizos rubios cubriendo su cabeza… hablando distraídamente con alguien. Lo miré de pasada mientras hablaba con el dichoso juez. Era duro de pelar. Pero conseguí la orden.
Pero no había nada en su casa. De modo que ahí estaba yo otra vez en mi oficina con una gran pizarra blanca delante de mí haciendo un esquema de lo que teníamos, que era nada.
Recuerdo haber pensando "Vamos, no es tan difícil" mientras miraba fijamente la pizarra y las fotos. Chica asesinada, ahogada con su propio pañuelo, encontrada en su propia casa, forcejeo; bolso, cartera, joyas, todo en su sitio. De buena familia. Aún así se había forjado a sí misma, siempre luchando por ser la mejor. Salía con el hijo menor del presidente de la empresa cosmética en la que trabajaba. Tenía un buen puesto directivo. Su novio fue el primer sospechoso pero quedó rápidamente descartado por un viaje de negocios. Además, su cara, si la hubierais visto…Era el reflejo del dolor. Me quedaba sin pistas.
Fruncí el ceño, pensativa ante el esquema.
- ¿Un callejón sin salida? – una suave voz masculina me sorprendió.
Y entonces le vi. El mismo tipo que había visto en los juzgados con su extraño atuendo estaba de pie en la puerta de mi despacho.
- Eso parece– le dije - ¿puedo ayudarle en algo?
- Quizás yo pueda ayudarla a usted, agente Lisbon– dijo con una sonrisa.
Estuve a punto de preguntarle cómo sabía mi nombre, algo estupido teniendo en cuenta que estaba en la placa de la puerta.
- ¿Qué le hace pensar que puede ayudarme Sr…?
- Jane, Patrick Jane– estuve a punto de reírme ¿Jane?
El tenía las manos a la espalda y fue adentrándose poco a poco en mi despacho.
- Bueno, es evidente por la manera en que mira esa pizarra que está buscando una respuesta que no encuentra y esto la perturba– el muy cretino no abandonó la sonrisa en todo el tiempo – Puedo ayudarla.
- Usted estaba el otro día en los juzgados – dije entornando los ojos recelosa – ¿Quién es? ¿Abogado?
- Dios me libre. No, no soy abogado – se acercó un poco más – Soy consultor. A veces trabajo para la policía de Sacramento en casos de asesinato, en casos como este.
- Ya veo– yo seguía dudando, obviamente – será mejor que se marche.
Pero no me hizo caso. Sólo se adelantó hasta situarse frente a mi pizarra y la observó detenidamente.
- ¿Sabes? Es bastante simple. Fue Gregory Stabler. El hermano mayor del novio –noté que empezaba a tutearme.
- Oh, ¿y cómo llega a esa conclusión Sherlock? ¿Por casualidad no le habrá llamado la atención el hecho de que su foto tenga una gran flecha apuntándole y ponga en letras gigantes "principal sospechoso"?
- Tú sospechas que es él porque no te queda otra. Yo sé que es él.
- Espera un momento. ¿El trabajo que haces para la policía no será de vidente…? – mis ojos se abrieron como platos y me volví hacia él. Nunca se lo dije pero los videntes me parecían charlatanes.
- Vamos – se burló – Los videntes no existen. No soy vidente. Yo observo el entorno, a los sospechosos, leo sus mentiras…
Pues estaba arreglada. Se me había metido un loco en la oficina.
- Y te diré lo que veo aquí.
- Claro, usted no se corte…
- Gregory, el hijo mayor – comenzó a explicar mirando las fotos, las pistas… - el primogénito. Desde pequeño todo el imperio de su padre estaba destinado a ser para él. Pero entonces su hermano Carl llegó a convertirse en el competente empresario que es ahora. Y goza del beneplácito y el cariño de su padre. Y él queda en un segundo lugar, en la empresa y en el corazón de su padre. Esto lo hace un competidor y no un hermano. Gregory es celoso, competitivo, inteligente… Y luego llegó Megan, y lejos de calmar los ánimos… Ya sabes lo que pasó.
- Vale. Eso lo entiendo pero ¿cuál es la conexión? La mata…para ¿Qué? ¿Fastidiar a su hermano?
- Bueno – ladea la cabeza varias veces– No exactamente. Es más bien "si yo no la tengo nadie la tendrá".
Mi gesto se volvió en confusión.
- ¿Estás insinuando que Gregory estaba enamorado de la novia de su hermano?
- Mmm, sí – me leyó el pensamiento – Mira, fíjate en esta foto. Está fechada en marzo. Aparecen sonrientes Gregory y Megan. En todas las fotos posteriores Megan lleva un colgante. ¿Lo ves?
- Mm hum.
- Bien. Pues ahora mira ésta – señaló la última de todas las fotos que habíamos recopilado de Megan Tate – Aquí está en la fiesta de navidad de ese mismo año, en la empresa. Ya no lleva colgante y está con Carl. Y si te fijas bien en la esquina superior derecha aparece Gregory observándolos. Fíjate en la cara de odio con que mira a su hermano pequeño, cómo su mano se aferra con rabia a la copa. No hay juego limpio. En ese mismo momento dejaron de ser hermanos. Le quitó a la chica, la chica prefirió a su hermano, igual que todos los demás.
- Sí, eso está muy bien, Sr. Jane. Pero hacen falta más que meras suposiciones y una historia bien hilada para convencer a un jurado. No puedo procesarle con tan poco. Así que si me disculpa seguiré pensando en algo – fruncí el ceño de vuelta en la pizarra.
- Pero tú crees que fue él.
- Claro que fue él. El problema es que no tengo pruebas.
- Quizás yo pueda ayudarte en esto también – esa fue la primera vez que rodé los ojos ante un comentario de Jane.
Lo cierto es que su discurso y su forma de sacar conclusiones de las fotos y la información de mi tablón me impresionaron, pero seguía sin tener cómo vincular a Gregory Stabler a la noche del crimen o al lugar.
En definitiva, callejón sin salida.
Eso pensaba yo hasta que Patrick Jane apareció con pruebas para incriminar a nuestro hombre. ¿De donde las sacó? Pff, de donde siempre. Su despacho. Sin autorización. Cartas de la chica guardadas bajo llave en la caja fuerte diciéndole que sus sentimientos hacia él no eran de la manera en que él pensaba. Que lo quería como a un hermano. Y que eso era lo que serían porque se iba a casar con Carl. Habían discutido, claramente reflejado en unas cintas de video de las cámaras de seguridad de los aparcamientos de la empresa. Entonces él la llamó días después fingiendo querer disculparse, ella le dijo que podían verse en su casa y tomar algo como en los viejos tiempos. Cometió el error de confiarse y acabó mal parada.
Después de una sesión de cuarenta y cinco minutos de arduo interrogatorio con Cho, el hombre se desmoronó y confesó el crimen. He de decir que mostró bastante frialdad el tipo, pero al final no pudo con la carga de acabar con la vida de alguien.
- El tipo vio todo su futuro desmoronarse y la ira que sentía hacia su hermano se hizo demasiado fuerte– comenté con los chicos mientras tomaba un trozo de pizza de la caja.
- La típica envidia entre hermanos – dijo Cho – suerte que soy hijo único.
- Pero ¿matar a la persona a la que amas por envidia? – este era Rigsby; estaba convencida de que era un romántico empedernido, sí, a lo mejor un poco bruto, pero sensible. Desde ese momento deseé que la nueva incorporación no fuera una chica o, por lo menos, no una demasiado guapa ni demasiado simpática porque entonces Rigsby se me enamoraría y habría problemas. Y, los hubo. Vaya si los hubo. Lástima que cuando llegó el momento, no lo tuve en cuenta.
- No la quería tanto si en lugar de desear su felicidad al lado de su hermano decidió acabar con su vida.
- Hey, Sr. Jane – vi a Patrick salir del despacho de Minelli y caminar hacia el ascensor. El hizo un gesto con la mano y se acercó como siempre esgrimiendo una sonrisa – ¿Pizza?
- Oh, sí. Muy amable.
- Estos son Kimball Cho y Wayne Rigsby.Los agentes de mi unidad – los señalé. Luego fue el turno de Jane – Patrick Jane.
- Sí, los vi en el interrogatorio.Un placer – se estrecharon las manos – Le apretaste bien las tuercas, ¿eh?
- Gracias. Tú tampoco hiciste un mal trabajo.
- Bah. No ha sido nada – dijo con modestia.
- Apropósito. ¿Piensa decirme cómo consiguió las cartas?
- Quizás algún día. Pero, vamos, acabamos de resolver juntos un caso…tuteadme, por favor.
Comimos pizza durante un rato. Después me alejé, como siempre, a mi oficina, pero desde allí podía ver a Jane bromeando con los chicos. Amor a primera vista. Los chicos y él, quiero decir.
Lo vimos mucho más por allí durante las siguientes semanas. Y a mí me picó la curiosidad. Fui al despacho de Minelli y le pregunté que pasaba con el tipo. Me lo explicó todo. Quién era él, lo que le había pasado a su familia…El caso había sido sonadísimo y los hechos brutales. Claro que sabía quién era Red John. Pero por alguna razón durante los días que vi a Patrick Jane dándose paseos por la oficina y trabajando en algún que otro caso, con otros equipos, no lo enlacé con aquello. Lo que yo no sabía era que se trataba de un juego, una artimaña. El ya sabía que yo tenía el caso de John El Rojo. Acababa se serme asignado. Y quería pegarse a mí para ver si conseguía algo.
De hecho, el día que vino a mi oficina venía a tantearme. Quería averiguar de qué pie cojeaba yo. Me molestó, pero yo ya había tomado mi decisión. El tipo era bueno y yo lo quería en mi equipo. Pero no de manera periódica. Lo quería en mi equipo permanentemente. Lo que significaba hablar con mi superior directo para asegurarme de que podía disponer de él.
Virgil Minelli ya sabía de las andanzas y complicaciones de Jane, por supuesto, y no tardó en ponerme al corriente. Pero yo estudié la situación. Casi el cien por cien de los casos en que se había involucrado el consultor resultaban salir bien. Se cerraban, y bien cerrados. Lo cual lo convertía en un instrumento casi infalible. Yo lo necesitaba y él a mí. Podíamos ayudarnos mutuamente, de modo que le pedí a mi jefe que lo contratara de manera permanente y lo asignara a mi equipo. ¿Un error? Tal vez. Pero…lo hecho, hecho está.
Hablé con el señor Jane, le expliqué la situación. Juntos fijamos las bases de nuestra pequeña sociedad. Pura manipulación (más por su parte que por la mía), que al final acabó convirtiéndose en un quid pro quo. El tenía a Red John, yo lo tenía a él. Cerrábamos casos y eso era lo importante. Los chicos y él se cayeron bien enseguida. Y yo intentaba mantenerme un poco al margen de él. No por nada en especial, sino porque me habían dicho que era un tanto inestable en ciertos aspectos y quería observarlo con perspectiva y ver qué de cierto tenían los rumores y las advertencias que me habían hecho.
Espero que os haya gustado. Sí, ya sé. A lo mejor al principio está un poco aburrido… luego llegará la acción ….. Mientras tanto, unos reviews no estarían mal :D
Gracias por leer.
RR.
