Summary: Regia. Hermosa. Perfecta. Vergüenza. Pecado. Cuando el hacha del verdugo descendió hacia su cabeza, sólo podía pensar que había perdido.
A Song of Fire and Ice le pertenece completamente a George R.R Martin
Este one-shot participa en el reto #28 "Vientos de Invierno" del foro "Alas negras, palabras negras"
-Tris Chase
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Regia.
Hermosa.
Perfecta.
Eso era lo que antes había sido.
Caminó por los pasillos de la Fortaleza Roja, donde antes había llevado prendas de seda, joyas, teniendo el poder en la palma de su mano. Desde que el tío Kevan murió, todo había sido borroso y confuso para Cersei y, de alguna forma, ella terminó siendo culpable de sus crímenes. Y con la mayor amenaza, con la mayor insinuación de posición de superioridad, la condenarían más rápido.
Sólo estabas retrasando lo inevitable.
Estaba vestida con un simple vestido que marrón y sucio que, si no fuera por la falda, podría considerarse prenda de un hombre; con las manos atadas: el breve cabello que le había crecido, tan dorado como el sol, sucio y despeinado, no era ni la mitad de lo que habían sido sus rizos. Se había creído la reina, la que controlaba todas las piezas del Juego de Tronos, cuando en realidad había sucumbido y Margaery había ganado.
Vergüenza.
Pecado.
Los susurros de todo Desembarco del Rey le seguían, murmurando ofensas y burlas. Ella, la leona, una Lannister de Roca Casterly, la hija de Lord Tywin Lannister, había sido rebajada a todo eso, a una traidora. Una pregunta furtiva pasó por su mente, si los dioses le estaban castigando por todo lo que había hecho, por todos los muertos y asesinados.
«El Gnomo, donde quiera que esté, debe de estar muerto de la risa» Pensó en Tommen, su pequeño Tommen, el rey. Un alma tan noble y amable como la de él no estaba preparada para el cruel Juego de Tronos y menos con las rosas de los Tyrells y la víbora de Margaery. Pero ella no podía hacer nada.
Aún así, caminó altiva, con la barbilla al frente, sus ojos esmeraldas clavados en lo que le esperaba. Ella iba a ser digna, una digna leona, no una traidora. «Jaime... al menos me reencontraré con él» No sentía que su gemelo estuviera muerto, pero no había venido y no había razón alguna más que esa.
Destinada al mismo destino que Ned Stark.
¿Sería esa una venganza de los Antiguos Dioses? ¿Robert la esperaría con martillo en mano, tan joven, bello y fuerte como había sido antes? ¿Jaime la protegería? ¿Estaría allá su hijo, Joffrey? ¿Qué pensaría su padre, Lord Tywin, al verla humillada y muerta como una traidora?
Ya estaba allí: vio al verdugo, cuyo nombre desconocía, el reemplazo de Ser Ilyn Payne; el sitio del rey vacío y, a su lado, Margaery. Lo siguiente que pasó fue borroso para Cersei, como si hubiera tenido cera en los oídos y no escuchara nada. Acto seguido, la colocaron en posición, dejando su cuello expuesto y vulnerable. Cerró los ojos. En un pensamiento extrañó, se preguntó si dolería y, en tal caso, cómo sería la muerte. Se preguntó, también, cuál sería el próximo destino de Poniente, la supuesta Reina Dragón y el hijo de Rhaegar, los Hijos del Hierro, el Gnomo... y quién, sobre todo, ganaría el codiciado Juego de Tronos.
Cuando el hacha del verdugo descendió hacia su cabeza, Cersei Lannister sólo podía pensar que había perdido.
