Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.


Nota: El titulo de esta historia es creacion de mi amiga Stormaw, que en otras ocaciones también me ha ayudado con eso. Muchas gracias por tu ayuda y apoyarme nuevamente con este nuevo fic.


Junto a Tí

CAPITULO I

Una nueva vida en el hogar de Pony

Desde que él había llegado a su vida nuevamente, se sentía tranquila, protegida y querida. Los últimos meses habían sido muy duros para ella. La ruptura con Terry le había causado una gran herida en su corazón, sus ilusiones se habían roto en mil pedazos que no tenía ganas de seguir viviendo, pero gracias a el ya no sentía el mismo dolor. Una vez más se había logrado recuperar y seguir adelante como miles de veces lo había hecho. Sabía que tenía el apoyo de él, su amigo, su querido amigo de la infancia, que le salvó la vida cuando era una niña. Ese acontecimiento fue tan considerable para ella, pero nunca imaginó que ese dia su vida se uniría a la de él para siempre. Después su rencuentro con él en Londres y ahora en el hospital donde ella trabajaba, definitivamente el destino siempre se lo estaba colocando en su camino.

Cuando esa tarde lo vio ahí en una camilla tan mal, herido e inconsciente, no tenía claro que fuera su amigo aventurero. Tenía la duda, su apariencia era diferente, ya no tenía esos oscuros anteojos y esa larga barba que no dejaba apreciar bien su rostro, pero aun así en su corazón sentía que era él y pudo comprobarlo cuando vio a su tierna mascota Puppet. Desde entonces, se propuso cuidar de él, aunque solo sabía que se llamaba Albert. En muchas ocasiones se ha preguntado quien es realmente su amigo, de donde vendrá y quien será su familia. Deseaba descubrir todo sus secretos, sin embargo al mismo tiempo le daba miedo descubrirlos, si eso pasaba, si el recuperaba la memoria él se marcharía de su lado y eso ella no quería que ocurriera. Se había acostumbrado tanto a su presencia, a su compañía que sabía que su vida sin él no sería lo mismo.

Desde su rencuentro en el hospital, compartían un pequeño departamento. Un lugar tan modesto, con una decoración sencilla, pero donde los dos viven felices, compartiendo una vida juntos, como dos buenos amigos que se tienen cariño, confianza y se cuidan mutuamente, como si un lazo muy fuerte los uniera, un lazo más fuerte que la amistad.

Esa mañana Candy se fue temprano a su empleo. Albert le había preparado un rico desayuno con tostadas, leche, fruta y unos ricos huevos con jamón que le daría muchas energías para enfrentar un largo dia de trabajo. Algo que le agradecía enormemente a su querido amigo. Ella era tan inútil en la cocina que ni un jugo de naranja se podía hacer sola. Una risa salió de sus labios pensando que si Albert se marchaba de su lado ella se iba morir del hambre…Sentía vergüenza de que Albert siendo hombre sabía cocinar perfectamente y ella era un completo desastre en la cocina.

—Aunque me cueste tengo que aprender a cocinar - se dijo a si misma al llegar al hospital.

En eso una de sus compañeras se le acercó.

—Candy, que bueno que llegaste, el Dr Leonard quiere hablar contigo.

—Gracias…Voy enseguida a verlo.

Candy pensando que era lo que el director del hospital quería hablar con ella, se dirigió hasta la oficina de él.

—¿Dr Leonard quiere hablar conmigo?–le preguntó la rubia al entrar a la oficina.

—Si…pase –respondió el hombre desde su escritorio.

—¿Qué tiene que decirme doctor?

—¡Esta despedida!

—¿Que…?

—Que esta despedida, ya no necesitamos de sus servicios en este hospital.

—¿Pero porque…? ¿Acaso hice algo malo? –preguntó Candy desconcertada con la situación.

—No ha hecho nada malo en el hospital, pero fuera de aquí sí.

—¿No le entiendo Dr. Leonard?

—Ya me enteré que está viviendo con el hombre que meses atrás llegó herido aquí y usted se encargó de cuidar especialmente.

—¿Se refiere a Albert?

—Sí, me refiero a él –le confirmó el doctor con molestia –Lo encuentro inconcebible, que usted este viviendo con ese desconocido. Nunca pensé que fuera esa clase de mujer…

—Usted está equivocado, entre Albert no hay nada…él es mi amigo, además yo lo conocía de antes.

—Eso da lo mismo…la situación es que usted vive con él y eso aquí en este hospital no se puede aceptar a enfermera de ese tipo de reputación. Así que ya no tiene nada más que hacer aquí. Y no se empeñe en buscar trabajo en otros hospitales, porque yo mismo me encargaré de dejar dicho que no le den empleo.

—Usted es muy injusto conmigo –protestó Candy sintiendo una gran impotencia por lo que estaba pasando.

—¡Señorita White, váyase de aquí! –le gritó el doctor parándose del escritorio –¡Si no tendré que sacarla a la fuerza!

Candy con sus ojos llenos de lágrimas, salió corriendo de la oficina del doctor, sintiendo la injusticia que se estaba cometiendo con ella. Todo por ayudar a su amigo Albert, cuidar de una persona sin memoria, algo que no se arrepentía.

...

Por la tarde la rubia llegó al departamento, después de haber salido a caminar, para pensar en lo que había ocurrido. Sin embargo ya no quería pensar en eso, se había quedado sin trabajo, pero Albert estaba bien y eso era lo único que le importaba.

Entró al departamento, sintiendo un rico olor a comida. Dejó su cartera en uno de los sillones de la sala y se dirigió a la cocina, donde se encontró a Albert que estaba alegremente cocinando.

—Pequeña, llegaste –le dijo Albert con una sonrisa –Mira lo que estoy preparando, un rico estofado de carne.

Candy se acercó a mirar la olla.

—Se ve delicioso.

—Debes venir con mucha hambre, ¿verdad?

—Sí –contestó sin mucho entusiasmo.

Albert la miró, la conocía tan bien que de inmediato se dio cuenta que algo le sucedía a su querida amiga.

—¿Pequeña, pasa algo? –le preguntó.

—Nada…estoy bien –respondió para no preocuparlo.

—No me mientas, ¿algo te sucede? ¿Dime que te ocurrió?

Ella dio un suspiro antes de responder.

—¡Me despidieron del hospital!

—¿Por qué pequeña?

—El director del hospital se enteró que estamos viviendo juntos.

—¡No puede ser! -exclamó Albert tomándose la cabeza –Oh pequeña todo es mi culpa, nunca debí venir a vivir contigo.

—Albert, no digas eso…que vivamos juntos no tiene nada de malo. ¿Que ese doctor piense lo que quiera?

Albert la abrazo con cariño.

—Pequeña…eres tan buena, estoy seguro que pronto encontraras otro trabajo en otro hospital.

—No Albert…ya nunca más podre trabajar aquí en Chicago. El doctor Leonard me dijo que en ningún hospital me van a recibir.

—¡Pero es injusto Candy! –replicó Albert con enojo - Yo voy hablar con ese doctor.

Candy lo siguió deteniéndolo.

—¡No Albert! No vale la pena. Lo he estado pensado bien y es mejor que me regrese al Hogar de pony.

—Es una buena idea, haya estarás mejor.

—Vamos a estar mejor, porque tú te vienes conmigo.

El la miró asombrado.

—No pequeña, no quiero darte más molestias.

—Lo hago con gusto, Albert –le dijo con una sonrisa -Aunque no lo recuerdes, tu eres una persona muy importante en mi vida.

—Ojala algún dia pueda recordad todo eso que me has contado…-le dijo con un tono melancólico acariciándole el cabello.

Ella se apartó de él y lo miró a los ojos. Esos ojos que tenían miles de secretos, que ella no podía descubrir y que al mismo tiempo le daba miedo descubrirlos. Sin embargo, sabía que no podía ser egoísta que Albert deseaba recuperar la memoria y saber quién era realmente, seguramente tenía una familia que el necesitaba y que ellos lo necesitaban a él.

—Albert, tranquilo. Yo sé que algún dia podrás recuperar la memoria. Sabrás quien eres y quien es tu familia –le dijo con dulzura.

—¡Mi familia! –repitió pensando en su supuesta familia, si realmente la tendría o sería un huérfano de la vida como lo era Candy. Deseaba tanto poder recordar algo, que le diera alguna señal de quien era en verdad, pero su mente estaba completamente en blanco que no podía recordar nada, absolutamente nada…

—Sí, tu familia, me imagino que debes tenerla. Es más hasta una novia puedes tener en algún lugar.

—Jajajaja pequeña, que cosas dices, yo tener una novia.

—¿Por qué no? Eres un hombre muy atractivo.

—Oh gracias por lo atractivo –se sonrojó Albert.

Candy también se sonrojó, con el comentario que ella misma había hecho sobre su amigo. Un comentario que no venía a lugar y que la hiso sentirse avergonzada tanto como a Albert. ¿Por qué tenía que ser tan imprudente? ¿porque no aprendía a mantener su boca callada? Se evitaría muchos problemas.

Pasó una semana y Candy y Albert tomaron el tren rumbo a Michigan. Stear, Archie, Annie y Patty los fueron a despedir, muy tristes por la partida de la rubia y Albert al que le han tomado mucha estima.

Después de un largo viaje tanto en tren como en carreta Candy y Albert llegaron al hogar de Pony, donde la señorita Pony y la hermana María los recibieron con mucho cariño. Candy les conto lo que había pasado y que no podía dejar solo a Albert por su enfermedad. Ellas entendieron la situación y dejaron que el rubio se quedara con ellas en el hogar. Le pasaron un cuarto donde guardaban cosas que ya no usaban para que se acomodara. Los rubios se encargaron de limpiarlo, quedando perfecto para que Albert tuviera su espacio en el hogar.

Esa misma tarde después de la cena, Candy llevó a su amigo y Puppet a la colina de Pony, esa colina que ella tanto le hablaba y que tenía los recuerdos más hermosos de su niñez.

—Así que esta es la famosa colina de Pony que tanto me has hablado, pequeña –dijo Albert mirándola detenidamente.

—Si Albert. Esta colina es muy importante para mí, aquí jugaba mucho cuando era una niña y aquí conocí al príncipe de la colina.

—Nunca me habías contado eso, pequeña…

Ella se sonrojó.

—Es que era un secreto…

—Se supone que entre nosotros no hay secretos.

Ella sonrió.

—Tienes razón…Bueno te voy a contar. El príncipe de la colina fue mi primer amor –confesó con un suspiro –Aquí apareció un dia, que yo estaba llorando por la partida de Annie. Él estaba vestido de escoces y tocaba una gaita, una melodía tan hermosa que aun la siento en mis oídos.

—Y después….¿qué pasó…?

—Bueno…el desapareció y nunca más lo volví a ver.

—Entonces, nunca supiste, ¿quién era?

—Yo una vez pensé que era Anthony, porque se parecía mucho a él, pero después me di cuenta que no era –dijo con tristeza –Al parecer nunca sabré quien es mi príncipe de la colina.

Albert le tomó el mentón con una de sus manos.

—A lo mejor yo soy…-le dijo sin pensar.

—Tú –parpadeo ella rápidamente…

—Sí, yo pequeña…

Ambos se miraron a los ojos intensamente, con una mescla de emoción y nerviosismo. Un nerviosismo que ninguno de los dos se podía explicar.

—Candy, Candy –la llamó la hermana María interrumpiendo el mágico momento.

—Vamos, la hermana María nos está llamando –dijo ella adelantándose.

Albert se quedó mirándola con una sonrisa, no podía negar que Candy, su amiga era muy fuerte, fantástica, un ángel que la vida le había puesto en su camino y que él se iba a encargar de cuidar y proteger para que nadie la volviera a lastimar. Ella había sufrido mucho por todo lo que ella misma le había contado y por verla llorar amargamente cuando terminó su relación con Terry. Pero ya nunca más iba permitir que nadie hiciera llorar a su pequeña, y él se iba a encargar que desde ahora en adelante ella solo fuera feliz.

En la mansión Andrew de Chicago, uno de los lujosos automóviles de la familia, se estacionaba en la puerta de la residencia. Vestido con su negro riguroso, George Johnson bajaba del vehículo, con el rostro pálido y ojeroso. Un rostro que reflejaba un gran cansancio y a la vez una gran tristeza que invadía su corazón. Las últimas semanas habían sido intensas para él, había recorrido Europa y África en busca de William Andrew, el patriarca de la familia. Aquella búsqueda lo había dejado sin aliento, busco por todos lados hasta debajo de las piedras, pero lamentablemente encontró algo que no esperaba. Algo que le causaba un gran dolor, y que se lo causaría aún más a Elroy Andrew. Como le iba comunicar a ella tal noticia, de donde iba sacar las fuerza para decirle que su sobrino William no regresaría jamás. Sin embargo tenía que tomar las fuerzas para hacer aquella labor, la más difícil de toda su vida, desde que trabajaba para la familia Andrew.

Respiró hondo y entró al salón de la mansión, donde Elroy lo estaba esperando.

—George, por fin llegas. Me traes noticias de mi sobrino, ¿verdad? –le preguntó esperanzada de que fuera así.

El trago seco.

—Sí, señora Elroy…-respondió con una voz temblorosa.

—Cuéntame, ¿dónde se encuentra William?

—Señora Elroy, lo que le voy a decir es muy delicado...

—¿Que pasa George? ¿Le sucedió algo malo a William?

—Si…señora Elroy.

—Habla de una vez.

—Encontré a William muerto.

Ella negó con la cabeza.

—¡No! ¡William no puede estar muerto!

—Lamentablemente lo está. Lo siento tanto.

—¡No, mi sobrino no! –gritó Elroy enloquecida.

George se acercó a ella para contenerla.

—Cálmese, señora Elroy, le puede dar algo.

—Cómo quieres que me calme, si me acabas de decir que el patriarca de esta familia está muerto –replicó desesperada –Como se los voy a comunicar a la familia, al concejo de anciano y a la novia de William, la pobre no lo va poder resistir.

Continuará…


Hola lindas chicas.

Espero que se encuentren muy bien. Aquí les traigo un nuevo fic, me llegó la inspiración jejeje, así que me puse a escribir otra historia de nuestros rubios. Está basada en la época donde Albert tenia amnesia y Candy lo cuidaba, pero es una versión a mi estilo, donde la mayoría de los sucesos es diferente a lo que ocurrió en el manga o anime.

Deseando que les guste y que mande sus lindo reviews para que me cuenten que les pareció este primer capítulo. El otro fic que tengo lo seguiré actualizando, así que no se preocupen por eso.

Un gran abrazo a la distancia y muchas bendiciones.