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¡Muy feliz cumpleaños, Banana Sama!
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Hace mucho, mucho tiempo, en un mes muy lejano, Banana Sama cumplió años y yo no tuve listo su regalo, pero ahora el día ha llegado, y a la gruviadoradora mayor, le entrego ahora este Gruvi Gruvi desde el fondo de mi corazón.
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Disclaimer I: Fairy tail y sus personajes pertenecen a Hiro Mashima. La historia de fluff y miel es mía.
Disclaimer II: Inspirada muy ligeramente en "Den lille Havfrue" mejor conocida como "La Sirenita".
Referencias De Lectura:
Diálogos.
«Pensamientos»
Narración.
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] I [
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La petite sirène
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―Los Dos Reinos―
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Si las lágrimas son la lluvia del corazón, el alma es el mar que las contiene.
Las lágrimas de una historia.
La historia de un amor.
La cueva de piedra caliza permanecía igual que aquel día en que recibió su don. De la misma manera en que el destino los juntó justamente en ese gruta. Las olas besaban de igual manera la arena de una de sus entradas que la marea baja ahora permitía ver, la espuma intrusa quedaba rezagada entre las piedras de colores y las caracolas que decoraban la base del arco que permitía su acceso, el sol continuaba filtrándose desde lo alto, por las pequeñas ranuras que el tiempo y la inclemencia de la naturaleza habían creado, la laguna en medio de la gruta, que disimulaba la segunda entrada a esa cueva brillaba como un zafiro y el arrecife…
El arrecife seguía mirando hacia el palacio.
El palacio que había tenido que abandonar.
El palacio en donde estaba él.
La joven sirena ahogó un sollozo y suprimió sus lágrimas, sino podía estar a su lado para hacerlo feliz al menos se aseguraría que la lluvia no volviese a empañar la vida de su príncipe inalcanzable y si eso significaba no volver a derramar una lagrima estaba preparada.
Ya no quería su don de todas maneras.
…Que al menos él si pudiese vivir feliz bajo el sol sin nubes era su deseo…
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Las olas chocaban juguetonas contra el arrecife.
El esmeralda se mezclaba con el turquesa en la superficie del mar mientras los destellos del sol le sacaban brillos dorados, para la pequeña sirena de cerúleo cabello todo parecía mágico y emocionante. Era la primera vez que salía a la superficie y era más hermoso de lo que pensó, sobre ellos la bóveda celeste de lo que sus padres llamaron cielo y ella concebía como un segundo océano, se encontraba apenas manchada por nubes que le recordaban la espuma de mar, sus mejillas pálidas estaban teñidas de rojo por la emoción de estar allí.
A punto de obtener su nombre y con él, su don.
Su padre sujetaba su mano. Su madre le sonreía a un par de metros de ella.
La cueva estaba aún un poco lejos, justo detrás del inmenso castillo que se alzaba a la distancia.
―Ya verás que tu nombre será hermoso ―le dijo su madre acomodando su cabello tras su oreja, algo curioso de hacer pues la siguiente ola se lo desacomodaría, o eso pensó hasta que recordó que el don de su madre era controlar las olas―, prométeme que atesorarás tu obsequio, mi pequeña…
La pequeña sirenita asintió con un gesto de su cabeza.
Era la única manera en que se podía comunicar aún.
Pero pronto, cuando por fin Grandeeney, la voz de la naturaleza, le diese su nombre, su voz brotaría junto con él y entonces ella por fin sería una sirena de verdad, podría salir a curiosear a la superficie o en las partes profundas del reino de su padre sin ningún impedimento.
Como lo venía deseando desde hacía tanto tiempo.
―Siete años… ―su padre la miró con cariño―. Por fin escucharemos el canto de nuestra hija…
La bella mujer que ostentaba una hermosa y larga cabellera del color de la espuma del mar asintió con una sonrisa llena de orgullo y, tomando la mano de su hija se sumergió de nuevo en el cálido océano.
…Su inmenso hogar…
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Veía de un lado al otro sin aburrirse.
La luz caía desde arriba, desde una abertura entre la piedra caliza que formaba la gruta. Cuando emergió del túnel submarino por el que entraron no pudo evitar casi gorjear de alegría al ver los brillos que salían de las piedras de colores y las caracolas que se acumulaban en el lugar, ella sabía de magia, pero aún así nunca había visto algo más mágico que eso.
Sentía que justo ahí podía crearse cualquier cosa.
Hasta milagros.
La niña no le dio importancia a la laguna que la rodeaba, era pequeña en comparación con el inmenso océano. En esa cueva que se encontraba sobre el nivel del mar el agua se acumulaba de manera inusual debido a la entrada submarina de agua que poseía y que según las leyendas que las demás sirenas y tritones cantaban, esa gruta había sido construida por el primer rey del mar para poder comunicarse con los espíritus naturales. Y ahora ella, a pesar de su corta edad, entendía y sentía que en esa cueva había una magia diferente a muchas otras que ella ya había sentido antes.
―¿Pero que tenemos aquí? ―una sirena de escamas blancas y cabello plateado con mechas color zafiro salió de debajo del agua y se sentó en la más baja de las dos piedras del centro de la laguna con un pequeño impulso de su cola, la niña sonrió al ver que sus escamas brillaron plateadas al ser golpeadas por la luz del sol―. La más pequeña de las princesas del señor del mar ―inclinó la cabeza al volver a ver al monarca.
―Y con siete años ―expuso su madre con una gran sonrisa―, y con muchas ganas de entonar el rito que hará brotar la corriente marina del este en el cambio de estación ―informó cerrando un ojo a la pequeña quien nadó hasta esconderse detrás de la amplia espalda de su padre.
―Así que una pequeña princesa inquieta ―la mujer asintió―. Entonces será mejor que no perdamos más tiempo ―la sirena entonó una nota que hizo a a la pequeña sirena apartarse de su padre con curiosidad, gracias a eso observó cómo un par de peces dorados entregaban una caja que fácilmente podría confundirse con los colores del arrecife.
―Hija ―el hombre de cabello azul oscuro y unas cuantas canas la miró con una ceja alzada―. Es hora de que hagas tu parte, la niña asintió y con las mejillas sonrojadas de timidez y emoción se acercó a la sirena plateada.
―Mi pequeña ―la sirena le acarició el cabello y ella sintió la calidez de su magia, de alguna manera supo que esa sirena que estaba frente a ella no era una normal, incluso su toque no parecía algo del todo tangible, más tarde sabría que esa señora frente a ella era solo una manifestación de un espíritu tan antiguo como su amado océano―, tienes un espíritu dócil y tranquilizador, como deseo oírte ya cantar… ―le sonrió y luego tomó el cofre que le habían traído los pececillos dorados―. Aquí están las runas del Océano ―Grandeeney cantó con el tono que el viento tiene al acariciar la superficie del mar, mientras abría el objeto y sacaba una a una varias piedras de colores con un símbolo diferente en cada una―. Escoge las cálidas o escoge las frías, escoge las pesadas o las ligeras, mira… ―señaló a las cientos de piedras que la sirena plateada había colocado en la piedra enorme y más alta junto a la que ella estaba sentada―. Mas si de una clase escoges, escógelas todas, y atesora el don y el nombre que según ellas te corresponda. Es un regalo, es una ofrenda, son los antiguos que en ti se manifiestan ―al terminar el cántico las piedras brillaron del mismo tono plateado que las escamas y los ojos de la arcana.
La pequeña extendió la mano.
Su madre ya le había hablado muchas veces el ritual, era su historia preferida cuando sus ojos ya rogaban por cerrarse, y por eso, sin mayores explicaciones la niña observó y tocó las piedras una a una y sin darse cuenta escogió la primera, y la segunda, y las siguientes.
―Frías… ―apuntó Grandeeney al tocar las piedras cuando la niña hubo terminado―. Una elección inusual. Los seres vivos suelen ocultarse y alejarse del frío, no cualquiera puede lidiar con él.
―¿Eso es malo? ―preguntó el padre intentando no sonar tan preocupado como se sentía.
―Eso solo significa que su hija tiene un corazón tenaz a pesar de su docilidad aparente, yo diría, que aplicado de la manera correcta es una gran virtud ―peinó el cabello de la pequeña antes de mirar de nuevo las piedras.
―Grandeeney Sama ―la sirena de cabellera blanca habló―. ¿Qué dicen las runas?
―Las runas cantan Kothbiro ―su mano se alzó hacia la luz que se filtraba y se formó una esfera luminosa―, la lluvia venidera… ―asintió a la nada antes de continuar― Juvia ―le habló a la pequeña y esta separó los ojos de la esfera para observar la mirada bondadosa que la veía―. Ese es tu nombre, y con él, aquí está tu don… ―la esfera de luz dejó la mano de Grandeeney y se aposentó en la frente de la niña.
―Juvia… ―susurró la pequeña antes de cerrar por completo sus ojos.
…Y cuando la niña los abrió de nuevo, ya no estaba en la cueva…
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El salón estaba demasiado lleno para su gusto.
El pequeño príncipe de cabellera azabache frunció el ceño y se bajó de la silla excesivamente ornamentada de un brinco ahogando una exclamación de fastidio al tocar el fino mármol del suelo. Odiaba esas sillas en las que no podía siquiera tocar el piso con sus piececillos infantiles. No le gustaba ser un niño, él quería ir y proteger el reino, pero sus padres insistían en decirle que él apenas era un bebé.
Y él no lo era, por más que sus padres se lo repitieran todo el tiempo, aunque lo aguantaba cuando venía de su mamá junto con un abrazo y un beso, pero cuando venía de su papá y su sonrisa burlona se formaba un lío en el palacio que solo acababa cuando el Rey Silver aceptaba un combate en el campo de prácticas con la impronta de que si Gray ganaba le dejaría de llamar de tal manera, esa era una de las pocas maneras en las que el pequeño príncipe conseguía tiempo de su siempre ocupado padre.
No que admitiese tal razón para los combates.
―¿A dónde piensa mi bebé que va? ―la voz de su padre le trajo a la memoria el último combate que perdió justo unas horas antes de que iniciase la fiesta de su décimo cumpleaños y no pudo evitar cruzarse de brazos enojado.
―No te importa, viejo ―le contestó de mala manera y para su disgusto su padre le sonrió divertido.
―Claro que me importa, Gray ―se acercó a él y le desacomodó el cabello mientras reía, Gray escuchó el repiqueteó del dije de la cadena del sello real que su padre siempre portaba contra el peto de armadura formal que el Rey usaba en tales eventos del festejo―. Si el homenajeado de la fiesta deja el asiento de honor justo antes de que le cantemos cumpleaños, el rey debe de hacer algo ―su padre se acuclilló junto a él, le acomodó la capa azul que acentuaba la blancura del ropaje del príncipe y le dio un golpecito en la frente―, y además tu madre se pondrá a llorar si te vuelves a escapar como has estado haciendo todos estos días.
―Yo no me escapo ―se defendió de la acusación―, y tampoco… tampoco quiero hacer llorar a mamá… ―bajó la mirada y Silver volvió a desacomodarle el cabello.
―Sé que no, pero no salir sin la escolta real es peligroso y eso es lo que has hecho últimamente. ¿Por qué lo haces? Nunca antes lo habías hecho. Si lo sigues haciendo tendremos que impedirte salir siquiera del palacio, ¿quieres que suceda eso?
―Yo… no…
―Si no quieres decírmelo a mí ―Silver sonrió con tristeza, con cada año que pasaba parecía que el tiempo que pasaba con su familia disminuía―, lo entiendo…
Gray odió esa sonrisa.
―Yo, papá… eso es porque… ―el pequeño príncipe miró cohibido hacia una de las altas paredes de piedra iluminadas con lácrimas doradas, tal vez su padre casi no confiaba en él, pero él sabía muy bien que Silver vivía preocupado por todos en el reino―, si voy acompañado… ella no…
―Su majestad ―el general de la guardia se acercó presuroso al rey interrumpiendo la confesión del pequeño―, tenemos noticias sobre la incursión en el mar del norte, las tropas de reconocimiento no…
―Vamos a la sala de reuniones, General Vastia ―Gray supo que su padre lo señaló con la mirada, nunca hablaban frente a él sobre los asuntos del reino, y mucho menos cuando tenían que ver sobre las fuerzas rebeldes de Deliora―. Gray, ve a tu puesto, tu madre está por venir con tu sorpresa ―Silver le desacomodó de nuevo el cabello y se levantó para desaparecer por uno de los corredores más custodiados del palacio por llevar a la zona en que el trono había sido aposentado.
Gray frunció el ceño.
El pequeño no supo que le dolió más, si ver a su padre irse en ese momento o el que la confesión que estaba por hacerle hubiese sido tan fácilmente desechada.
«Mejor así…» Se dijo así mismo.
Así no traicionaría el secreto de ella.
Un rato más tarde, mientras todos se reunían frente a él y el enorme pastel de cumpleaños, Gray repasó las caras de todos los presentes, sus amigos estaban ahí, Natsu y Happy, e incluso sus amigos lejanos, el príncipe Jellal y Lady Erza del reino Altair habían venido junto a la rubia heredera del reino Heartfilia, dos de los reinos amigos del Reino Thilorier, el reino de su padre.
Y entonces Gray lo supo, justo en el momento en que su madre le sonrió llena de cariño mientras que él se inclinaba a apagar las velas de su pastel.
Su padre no estaba ahí.
…Y eso era lo que más le dolía…
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¿Review?
Gracias por sacar un momentito para comentar
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Aclaraciones:
Kothbiro: Palabra de la lengua Luo que significa "Lluvia venidera". Para la zona Keniata la caída de la lluvia es una de las más grandes bendiciones pues es una rara eventualidad, hay una canción para instruir a los niños en el que hacer si llueve pues no muchos niños han visto llover.
Reino Thilorier: En honor al apellido del científico que descubrió el hielo seco. Este hielo alcanza una de las más bajas temperaturas, -78°C
Rincón De La Escritora En Proceso:
La misión Fairy Tail x Fairy Tale continua.
Esto, obviamente, está inspirado en "La Sirenita" pero al igual que lo hice con el Gale y "La Bella y la Bestia" (La Belle Et La Mort) también tiene muchos fluffmadas mías. xDDDD Por cierto, Juvia y Gray tienen la misma edad, solo que entre el "Bautizo" de Juvia y el cumple de Gray han pasado tres años. Y sí, Jellal y Erza están ahí… 7x7)r ¿Qué esperaban de Sabastu? Ellos son tres años mayores que Gray y pertenecen al Reino de Altair.
Como me es imposible quitarle el –Sama a Juvia cuando le habla a Gray a pesar de que el titulo está en francés (para que calce con mi misión de Fairy Tail x Fairy Tales), me tomaré esa libertad literaria aquí. YOLO. 7w7)r
Y… creo que nada más…
xDD
Y de nuevo…
¡Feliz cumpleaños, Banana Sama! QwQ/
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Gracias mil por leer y comentar
Adieu.
.o./
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