La fría lluvia caía a raudales mientras un adolescente recorría las calles en busca de un local al que poder entrar. Se subió la cremallera de su sudadera y ajustó la capucha para impedir que el agua mojase su pelo castaño. Suspiró y miró por última vez aquel viejo edificio antes de ponerse en marcha. Ya era la tercera vez que acababa en un lugar así, aunque debía de reconocer que al menos esta vez tenía una habitación para él solo, y no se encontraba hacinado como una vaca en un establo.
El viento sopló más fuerte y el agua le vino de lleno en la cara. Eren cerró los ojos y continuó su camino sin rumbo en busca de una tienda. Hacía algo menos de una semana que el chico se había instalado y aún no conocía nada, por ello, una vez que había colocado las pocas pertenencias que poseía y se había familiarizado con los hábitos de entrada y salida del orfanato decidió que era la hora de salir a ver que le ofrecía aquel lugar. No le había llevado mucho tiempo salir del orfanato, ya que era costumbre que cuando iba a un lugar nuevo el chico se fijaba en todas las cosas que podían suponer un impedimento para su libertad. Así, nada más llegar fue consciente de que allí la seguridad brillaba por su ausencia, únicamente una cerca de casi dos metros rodeaba el edificio y un celador guardaba el lugar por las noches. Al principio pensó que el celador podría ser un problema, más que nada porque estaría dando vueltas toda la noche, o al menos hasta bien entrada la madrugada, pero no era así, era un viejo que lo único que hacía en su vida era ver la tele, por lo que tras su ronda inicial que comenzaba a las 22:00 y terminaba a eso de las 10:45, según el seguimiento que había hecho Eren, el hombre se sentaba en su habitación con la tele a todo volumen y se pasaba las horas muertas hasta llegar el amanecer.
El asunto de la cerca era aún más sencillo, inicialmente el castaño se imaginó que podría saltar aquella verja con facilidad, pues aunque él no estaba fuerte, si que estaba lo suficientemente en forma como para saltar aquello. Pero su sorpresa fue aún más grande cuando hace dos días, mientras intentaba huir de un chico rubio que no hacía nada más que pegárselo al culo se había topado en el patio trasero, al fondo, detrás de unos matorrales y algo de basura, un agujero que había sido hecho con toda seguridad para poder entrar y salir del orfanato cuando quisieras sin ser visto. En ese momento el chico se preguntó que clases de idiotas llevaban ese maldito sitio.
Metiéndose por una callejuela se dio de bruces con lo que andaba buscando: una tienda, pequeña, apartada y algo lúgubre. Sonrió complacido al ver que ese sitio era perfecto para lo que él quería hacer. Parecía que hoy la suerte estuviera de su parte, se había dicho a si mismo.
Se acercó al establecimiento con parsimonia, lentamente, observando ya desde afuera lo que había dentro, haciéndose una idea de cómo lo haría. No lograba ver bien que había dentro, pues la lluvia había empañado la única ventana del sitio. Sin más dilación entró en el establecimiento y un pequeño chirrido proveniente de la puerta alerto al tendero (quien era de origen asiático, y a juzgar por los ojos de Eren, un vago sin cerebro). Este apenas le prestó atención y continuó leyendo su revista. Sí, el adolescente sabía perfectamente lo que tenía que hacer: a estas horas (eran algo menos de las doce de la noche) apenas había gente por lo que los tenderos solían estar adormilados o estaban entretenidos con algunas gilipollez, por lo que su tarea se hacía prácticamente sola. Tan solo debía de localizar lo que quería y actuar con total naturalidad, no llamar la atención, y si por un casual sintiese que estaba siendo observado solo tenia que comprar alguna cosa de escaso valor y así todo iría bien.
Se adentró por uno de los pasillos mirando tranquilamente, fijándose en todo lo que había para la próxima vez que volviese a por más. Hoy su objetivo era claro, solo quería dos cosas para pasar una noche relajada, dos cosas que todo establecimiento 24 horas como ese tenían. Por fin logró dar con su objetivo, se detuvo frente a la estantería donde se encontraban las bebidas y con mano firme cogió una lata de cerveza al azar que rápidamente fue guardaba en el espacio que había entre su pantalón y sus boxers. El chico se ajusto apropiadamente su ropa y continuó con su camino impasible, aunque tuvo que detenerse ya que casi choca contra otro cliente. Él no mostró el menor interés en dicha persona, de hecho ni siquiera se dignó a levantar la vista o a disculparse, por un lado porque realmente no le importaba la persona que tenía delante, y por otro porque cuantas menos personas fuesen capaces de reconocer su cara, mejor. Ahora si, se detuvo en frente de un pequeño mostrador de revistas que se encontraba algo apartado aunque bastante cerca del dependiente. Comenzó a mirar y sus ojos casi por instinto se detuvieron en aquella sección. Su mano se alzo titubeante, ¿Cuál debería coger, tal vez esta? Ojeo la revista que en su portada se hallaba una mujer joven juntando sus pechos en una pose morbosa. Eren negó con la cabeza sin darse cuenta y dejó la revista. Esta…si. Especial tetonas, me gustan las tetas grandes. Sonrió el chico con malicia. Una vez elegida la revista hizo el mismo procedimiento que la vez anterior, aunque ahora la revista fue a parar dentro de su sudadera.
Ahora que ya tenía todo lo que necesitaba podía irse. Puso rumbo a la puerta del establecimiento pero se percató de que el dependiente reparaba más en él cuanto más se acercaba a la salida. Esto inquietó un poco al chico, le hizo dudar, y ante la duda prefirió ir sobre seguro, así que se acercó al dependiente y sin que le temblase lo más mínimo la voz pidió una cajetilla de cigarrillos. Sabía que era casi imposible que le vendiese tabaco porque era menor y además se notaba a la legua, pero si pedía algo así el dependiente daría por sentado que solo era un niñato en busca de algo de tabaco. El asiático le miró de arriba bajo levantando una ceja. Esto crispó al muy calmado Eren hasta el momento. Además para más INRI un cliente esperaba tras él. Impaciente, el castaño carraspeó esperando una respuesta. Respuesta que como supuso fue negativa, aunque imaginó que posiblemente fuera negada por el hecho de tener un cliente tras él, seguro que si no hubiera habido nadie ahora tendría un cigarrillo humeando en su boca, a pesar de que no fuese un aficionado a esto. Bufó como si realmente estuviera molestó y se metió las manos en los bolsillos, andando derrotado hacía fuera del establecimiento, dejando atrás al tendero quien ya cobraba al siguiente cliente.
Cuanto más se acercaba a la puerta más amplia se hacía su sonrisa. De nuevo se había salido con la suya. Empujo la puerta chirriante y salió de allí. Durante un segundo suspiró aliviado y tuvo que detenerse porque sin que se hubiera dado cuenta todo su cuerpo se había puesto tenso. Sacudió el cuerpo como cuando un perro se seca al mojarse y se dispuso a caminar con el paso lento que tanto le caracterizaba al oír que la puerta se abría de nuevo tras él.
-Eh, tú. Espera ahí.- una voz demandante (que Eren suponía que era la del tendero) hizo que el chico se girase sorprendido. Y más sorprendido se quedó al darse cuenta de que era alguien a quien nunca había visto. Un hombre joven con cara de pocos amigos se encontraba a poca distancia de él. Con los ojos como platos volvió sobre sus pasos y se dispuso a huir. No sabía si le habían pillado, pero desde luego no se iba a quedar allí para averiguarlo.- Dije que quieto.- ordenó nuevamente.
Y antes de que el adolescente pudiera dar dos pasos seguidos su mano izquierda fue cogida con brusquedad y doblada por su espalda, obligándolo a parar. Este se quejó en una mueca de dolor casi inaudible y se revolvió entre los brazos de su opresor quien tiro con más fuerza hacía arriba de su brazo, produciéndole más dolor y pegando aún más si cabía sus cuerpos. ¡¿Qué demonios quería ese tipo?!
-Veamos que nos ofrece el mocoso…- preguntó con cierto cachondeo en su voz mientras seguía forzando a Eren a permanecer quieto mientras que con su mano libre se adentraba a través de la ropa del muchacho, más concretamente hasta llegar a su bajo vientre provocando un escalofrío en el chico al notar el contraste de su fría mano con su piel. Pero su mano no se quedó ahí, sino que siguió moviéndose hacía dentro del pantalón y entonces la mente del castaño casi colapsa al notar como una mano se movía por aquel lugar, aunque dicha mano salió con rapidez para el menor pareció una eternidad.- Ummm…¿alcohol, uh?.- puso la lata de cerveza frente a los ojos del chico. Este contempló la escena atónito, no le salían las palabras, más que no salírselas era que ni tan siquiera tomaban forma en su cabeza, no pensaba, solo era presa del dolor cada vez más incipiente en su brazo y de la sensación de la respiración del hombre en su cuello.- según la Ley 6/1995 de la LCM queda prohibida la venta de alcohol a los menores de 18 años. Aunque claro, tú lo has robado, así que técnicamente esto no se aplica a ti.- se burló el mayor. Ahora que había sido descubierto el adolescente se preguntaba que ocurriría con él, ¿lo denunciaría, tal vez le daría una paliza?.- ¿Qué tenemos por aquí?.- el chico dio un brinco al notar de nuevo aquella resbaladiza mano pasar por su pecho hasta dar con lo que buscaba. Lo sacó y al igual que había hecho con la cerveza, lo puso frente a los ojos del muchacho.- No tienes mal gusto…-movió la revista dejando ver a alguna mujer con escasa ropa. Instintivamente Eren ladeo su cabeza y agacho la mirada, sintiéndose totalmente incómodo.-…aunque a mi me van más los culos.- confesó con descaro en el oído del castaño y este se revolvió nervioso. Esta situación se le veía demasiado humillante, no podía quedarse quieto permitiendo como un desconocido lograba someterlo de esa manera, más que someterlo, le estaba degradando como si de un animalillo se tratase, acorralándolo. Una vez más se convulsionó con fuerza para zafarse del agarre de su captor, pero el efecto fue todo lo contrario, el desconocido hizo un leve movimiento que hizo que al chico casi se le saltasen las lágrimas. ¡Joder! ¿Cómo era posible que lo tuviera así? Ese tipo debía de ser más bajo que él y aún así… Maldijo el chico mientras intentaba no gritar del dolor.
-¿Qué es lo que quieres?.- Intento hablar con la voz más intimidatoria que el dolor le permitía poner. No iba a permitir que ningún gilipollas lo amedentrase.
Oyó perfectamente como una risa burlona le taladraba el oído, cosa que lo hizo enfurecer y querer reventarle la cara al susodicho, pero se contuvo, pues sabía que si ese hombre movía un poco más su muñeca su hombro sería dislocado en un instante.
-¿Crees que puedes permitirte ser tan rudo en la situación en la que te encuentras?.- Bufó exasperado en el cuello del menor y este se estremeció. ¿Por qué estaba tan nervioso, por que le temblaban las piernas? No le gustaba nada como todo se le había ido de las manos. Había perdido el control hasta de su propio cuerpo.- Quizás debería domesticarte.- Parpadeo incrédulo, ¿domesticar? Que era, ¿un perro? Esto había llegado demasiado lejos, si tenía que dislocarse el brazo, lo haría, pero ese hombre no se iría de aquí con la cara intacta. Apretó los ojos mentalizándose del dolor que iba a sufrir y un segundo antes de que se moviera su cuerpo fue empujado con aplomo hacía delante y su brazo quedo libre. Tal sensación hizo que Eren respirara tranquilo de nuevo y se llevo instintivamente su mano a la muñeca, la cual masajeó intentando proporcionar algo de alivio.- Tranquilo, no me interesas.- se burló y echo a caminar. -Ahh… gracias por el alcohol y el porno gratis.- Se mofó del muchacho una última vez sin detener su marcha .El adolescente quiso articular una palabra, más que una palabra, quería proporcionarle toda clase de insultos y si podía quería romperle la cara, pero no lo hizo, se quedo quieto, callado, tocando de manera compulsiva su muñeca mientras le veía perderse en la oscura noche.
