A/N: He aquí presento mi extraña historia, basada en la película "Lars and the real girl" con Ryan Gosling —suspira— más que nada escrita de todo corazón para la comunidad Draco y Ginny: ¡El mejor amor prohibido! de facebook (por si quieren unirse…deberían) para el reto: películas de verano.

Algunas cuestiones pueden resultar sugestivas y ser malinterpretadas, por si eres menor de edad. Así que lee con discreción. Los personajes son posiblemente OOC, además de la muy posible adición de personajes extras, pero que va. Es el mundo del fanfiction. —al menos que seas un lector muy quisquilloso— y claro, Harry Potter y todo su esplendor es propiedad de nada más y menos que de J.K Rowling.


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Segundas impresiones

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A muy pocas personas les agradan los miércoles.

El alba de aquella mañana tenía una tonalidad anaranjada pálida y melancólica.

Era un otoño muy peculiar, con sus cambios bruscos de temperatura. Especialmente en las mañanas.

— ¡Ginny! ¡Arrasaste con el cartón de leche! —exclamó con fuerza Ron Weasley, una de sus manos manteniéndose ocupada cogiendo un tazón color púrpura.

Una pequeña ave se posó valerosamente en uno de los cables de electricidad

— ¡Ya voy! ¡Ya voy!

Estaba provisto que sería un buen día.

— ¡Necesito que bajes pero ya!

— ¡Ugh, serás necio! —apareció finalmente la joven, sus cabellos rojizos hechos una maraña, y la camisa que utilizaba como pijama al revés. —¿No ves que aún no me he arreglado?

—Síguele desvelándote, síguele.

—Ya me tienes aquí. —Ginny se cruzó de brazos—¿Qué es lo que quieres?

—¡Leche carajo! ¡Un miserable cartón de leche!

—Eres un exagerado Ron. —Y demasiado gruñón. Ahora entiendo porque Hermione lo dejó. Abrió un viejo cajón donde se encontraban un juego de llaves pertenecientes a la alacena. A pesar de llevar poco tiempo habitando temporalmente en casa de su hermano, —las plagas de insectos habían arruinado su departamento por completo— había sido sencillo aprenderse los lugares, compartimentos, y cualquier lugar existente de la casa. Se incorporó momentáneamente hasta dar en blanco con un nuevo cartón de leche, dejándolo reposar en la mesa de madera.

—¿Cómo se dice?

—Humf…—Ronald era un glotón, de eso no cabía duda.

—¿Cómo? ¡No escuché bien!

—Gracias Gen-ee —musitó el joven al sentir un fuerte golpe en su nuca. —Deberías arreglarte, te ves terrible. El afro no te queda nada bien.

Y…otro golpe más. Sólo que más fuerte.

La joven no dijo más y subió hacia su habitación —temporal, no olvidar— dando paso a su rutinario intervalo de retoque para ir a su trabajo.

La vida del adulto es rutinaria, el saber qué hacer, hacia donde ir…que comer y a qué horas salir, total, todos los días es lo mismo. Lo único que le molestaba, era que ahora su trabajo —un viejo edificio perteneciente a una revista popular de la ciudad—le quedaba más lejano, lo cual era distinto a su antiguo departamento. Pero esos son mínimos detalles.

Haber decidido venirse a vivir lejos de Mundo-mágico (Ginny vivía en una pequeña comunidad a las afueras de Londres, donde la mayoría de la populación eran personas muy adultas pero de espíritu inquebrantable) era la mejor decisión de su vida.

Sólo ella y Ron sobrevivieron en su numerosa familia. Y Charlie, pero él vivía en otro lugar, otro mundo que sólo él podía comprender.

La Guerra finalizó años atrás, aún se podían contar con los diez dedos de sus manos.

Lamentablemente, uno tiene que continuar, por más difícil que sea.

Las pesadillas desaparecieron desde hace mucho. Tanto, que apenas lo recuerda.

Pero eso sí, siempre recuerda que el desayuno no se hace solo. Y que su hermano no es de mucha ayuda.

Finalizando su vestimenta con un broche color turquesa en su corto y ondulado cabello, descendió nuevamente hacia la cocina; encontrándose —nuevamente— con el rostro pecoso de su inadvertible hermano.

Ron le dirigió una mirada superficial mientras leía el diario, por lo que Ginny se acercó al área de platos y cubiertos. Al coger un pequeño plato de porcelana, fijó su vista hacia la ventana y se encontró al vecino de la casa de al lado. El hombre se encontraba de espaldas, hincado y si divisabas minuciosamente, una pequeña navaja en una de sus manos enguantadas. Posiblemente limpiando alguna de sus plantas. Tiene finta de jardinero.

—Oye Ron.

—Dime Ginbug.

—¿El vecino de al lado es jardinero? —preguntó Ginny con su voz habitual.

—No, es Draco Malfoy.

—¡¿Qué acabas de decir?!—al pelirrojo le pareció divertido el semblante atónito de su hermana.

—Ya me escuchaste, —replicó el joven, sus ojos una mezcla de picardía y burla. —el mismísimo Malfoy de carne y hueso.

— ¿Y cómo es posible que viva en el mismo lugar que nosotros? —exclamó aún más alarmada.

—No lo sé, Ginbug. Merlin, no puedo saberlo todo. Pero no te preocupes, Malfoy no muerde ya.

¿Escuchó bien?

Su hermano… ¿Cómo era esto posible?

No sabía si echarse a reír o arrancarse el cabello de lo inaudito que era la situación.

Se acercó a la mesa, quitándole en segundos el papel periódico que cogía su hermano y depositándolo en un rincón. Después, buscó una silla y se sentó en ella, para terminar diciendo:

—Explícate.

Ron la miró por unos reflexivos momentos, hasta que finalmente dio un suspiro, como si fuese a contar una larga historia. Tal y cómo los abuelos los hacen.

—Cuando yo llegué a esta casa, Malfoy ya vivía en la casa de al lado. Supongo que fue coincidencia. —sus ojos se tornaron más azules, posiblemente por la claridad del día— Bien, lo siguiente que diré sonará raro pero el tipo ha cambiado.

—¿A qué te refieres con que ha cambiado? —preguntó Ginny contrariada —¿Guarda ataúdes con personas en su ático? ¿Come carne cruda?

—No seas estúpida, bien sabes que él no fue de esos. Y está comprobadísimo.

—De acuerdo. Continúa. —cruzó sus brazos detrás de su nuca, en posición relajada.

—El punto es, que Draco Malfoy no es el mismo patán que alguna vez nos molestó no una, sino incontables veces. Me lo he topado un par de veces, y es extrañamente cordial. No dice muchas palabras.

—Tal vez quiere enmendar los errores.

—Puede ser. Pero…

—¿Pero?

—El individuo se volvió muy raro.

—Ah, es maricón.

—No tonta, lo que quiero decir es que es muy conocido en la comunidad. Pero por ser extraño. No habla con las personas. ¿Si ves que hay una iglesia a menos de un kilómetro de aquí? Marc, mi compañero del trabajo me invitó para que fuese y me volviese más espiritual y esas cosas. Bueno, las veces que he asistido, Malfoy se encuentra ahí, pero siempre se sitúa en el lugar más alejado y cuando termina el protocolo, desaparece rápidamente. Algunos han intentado hablarle, pero el tipo sólo responde con sí o no y desaparece. Es de las cosas más extrañas que he visto.

Hubo un largo silencio.

—No sé si creerte Ron.

—Te hablo con la verdad, es tan loco y descabellado pero es cierto. Además de que se viste fatal.

—Que bastardo eres. —replicó Ginny con un gesto de desaprobación. —¿Qué crees que le suceda?

—Fácil. Es un maniático.

—Ronald…

—No lo sé Ginny. —La expresión del pelirrojo se volvió sombría. Sus cejas se fruncieron y ligeras arrugas aparecieron en su frente. —Muchas veces me pregunté si su actitud era una simple apariencia falsa, pero creo que va más allá de eso.

Por las palabras y la mirada de su hermano, Ginny comprobó que la Guerra le había dejado un estrago muy profundo, pero que en alguna manera, le había ayudado a madurar.

De pronto, sintió extraña simpatía por Draco Malfoy. Su mente lo dibujaba, el cabello platino cubierto de crema para el pelo, extremadamente alisado, y vestido de un overol para jardinería. Era curioso y divertido, el simple hecho de imaginárselo.

—¿Y si le hacemos amistad?

—¿Tú? ¿Ginny Weasley? —Ron se echó a reír con sarcasmo. —Ahora que mierda te picó.

—Vamos, no es una mala idea.

—Es tan mala que no te resultará. —giró sus ojos en expresión de aburrimiento.

—¿Al menos lo has intentado?

—No.

—No seas cabezota y apóyame. Tengo la sensación que resultará. —Eran esas sonrisas brillantes de las que no podías echarte para atrás.

El joven lo pensó un largo rato, mientras se levantaba para alistarse hacia su empleo.

—¿Cuál es tu razón para intentarlo Gin-gin?

Ginny se giró hacia la ventana. Ya no había rastros de aquel peculiar jardinero, pero sus guantes amarillos se divisaban a lo lejos.

—Cómo tú dices, tal vez se volvió raro; pero no por eso no le vamos a hablar. Total, tal vez descubramos que fue lo que le sucedió. ¿No crees? Yo digo que planeemos una cena y lo invitemos a cenar. ¿Cómo ves?

—De acuerdo. —dejó posar un delicado beso en la frente de su hermana mientras se despedía —Pero eso sí, tu preparas el platillo fuerte.

—¡Hasta crees que te iba a dar el permiso de que destruyeras la cocina!

—Ah, ah. Mi cocina. —dijo alzando una ceja suspicaz.

Nuestra. Y punto.

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Ginny es una loca. Pensaba el joven pelirrojo al dirigirse a las oficinas donde laboraba la víctima. La idea era descabellada, pero cuando Ginny estaba de acuerdo en algún argumento, permanecía firme hasta la muerte. Espero que esto funcione. ¿Por qué tengo la sensación de que será lo contrario?

Curiosamente —por segunda casualidad— ambos laboraban en el mismo edificio de aquella empresa que se dedicaba a la fabricación de textiles. Tantos años en Hogwarts para terminar de trabajador de tiempo medio.

Al ingresar en el área de documentación, caminó a través del estrecho pasillo. Una joven empleada de cabellos rizados miró hacia su dirección. Por el color de su cabello, era fácil de reconocer. Nadie más tenía esa tonalidad tan extraña.

Hizo un pequeño ruido en la pequeña mesa, provocando que el joven se girase para enfocar su atención.

—Eh, buen día, —comenzó Ron con cautelosa precisión —Malfoy.

—Buen día señor Weasley. —replicó el rubio con una cordialidad forzada. Parecía turbado, como si de pronto una avalancha apareciese delante de él y no saber cómo actuar.

—Me enviaron para entregar estos documentos.

Draco Malfoy asintió, su mirada desviada, y aceptando el par de carpetas mostradas.

No hubo replica alguna, ni siquiera un simple gracias. Pero a Ron no le pareció descortés por alguna razón.

—¿Eh Malfoy? —aquí venía el intento.

El joven le dirigió una extraña mirada. Juntó sus puños en señal de que estaba dispuesto a escuchar.

—Han pasado demasiadas cosas, —el pelirrojo se recargó sobre una pared de material falso —y muchos años. Sonará extraño pero quisiera que olvidásemos los malos tiempos, invitándote a que asistas a cenar conmigo y con mi hermana.

Si de algo estaba seguro, es que se veía más patético que el chaleco de rombos que vestía el ex Slytherin.

—Disculpa, no puedo aceptar. —respondió Malfoy y asintiendo, se giró nuevamente para dedicarse en su actividad habitual.

Cuando Ron regresó a su casa, tenía una extraña sensación en su interior. Ginny lo recibió con una enorme taza de café, y le dijo que no se preocupara.

Ya vendría su intento.

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Le gustaba observar los paisajes a solas.

Soledad, tranquilidad. Dos palabras que lo definían perfectamente.

Era poseedor de una amplia casa, pero con pocos muebles.

¿Desde hacía cuanto que su vida había dado un giro radical?

Su vida siempre había sido extraña.

Tanta quietud…no sé.

A veces era demasiado.

Se dispuso a tomar té en una pequeña taza de porcelana china y meditar, —siempre meditaba, porque no había nada más que hacer— cuando sonó el timbre de su casa.

Sin pensarlo, se apresuró a abrir la puerta.

Se encontró con un rostro delicado de una joven de cabello rojizo.

—Draco ¿cierto? —el rubio no le respondió. Vaya, de verdad se viste terrible. ¿Cuánta crema utilizará en su cabello? Era muy alto. Y muy pálido. —Soy Ginny. Ginny Weasley. ¿Me recuerdas? —que patética sonaba.

De nuevo, sin respuesta.

—Llevo poco tiempo viviendo aquí, —hizo lo único bueno que sabía hacer. Hablar sin parar. —hubo una plaga de insectos que fulminó con mi antiguo departamento. Eh, creo que me desvié. —suspiró lentamente —Vengo a invitarte a que cenes conmigo y mi hermano.

—Sí. Tu relativo me dijo lo mismo esta mañana. —hasta que por fin decía algo. —Pero no puedo. —dijo en voz baja y se dispuso a cerrar la puerta, pero su acción fue evitada, ya que Ginny se adelantó y bloqueó su objetivo.

—Oye, de verdad, ya sé que somos un par de excéntricos y posiblemente no nos creas pero, queremos invitarte porque sentimos que hace falta no sé, llevarnos bien con nuestros vecinos. Ya ves que la mayoría son individuos muy adultos.

Draco Malfoy hizo un gesto proveniente de su boca. Se asemejaba a una sonrisa.

—¿Qué dices? —insistió Ginny una vez más.

—Está bien. —replicó Malfoy, su mirada enfocada en el manojo de la puerta.

—Bien. —y he aquí otra de esas sonrisas destellantes de Ginny Weasley —Mañana a las ocho. ¿Va?

Fue respondida con un ligero "sí" y al dirigirse hacia casa nuevamente, comenzó a tararear una melancólica canción.

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Las cenas nunca fueron tan quietas…hasta ese momento.

A simple vista, los cambios en Draco Malfoy eran palpables. Si alguna vez había sido bendecido con tener una abundante cabellera, ahora se encontraba con poco cabello. La tonalidad era la misma. Sus facciones se habían acentuado con el paso del tiempo y sus ojos estaban más oscuros.

Ah, y tenía un pálido bigote rubio.

Ginny y Ron no dejaban de intercambiar miradas furtivas.

—Te ha quedado muy bien el guisado Ginbug. —el pelirrojo procedió a hablar.

—Gracias, —Ginny emitió una débil sonrisa —¿Te ha gustado Malfoy?

Su plato permanecía casi lleno.

—Sí. Muy bueno. —el rubio asintió lentamente, una de sus manos jugando con el cubierto.

—¿Puedo llamarte Draco?

—Sí.

—Eh, Ginny, no tan rápido. —espetó Ron divertido.

—No importa. —dijo el rubio con sinceridad y después volvió a fijar su vista en el plato.

Era demasiado el silencio.

¿Qué más? ¿Qué más?

—Hay postre en el refrigerador. —habló Ginny tiempo después al levantarse.

—Yo creo que…—Malfoy se levantaba de su asiento.

—No, no. —la joven lo interrumpió —Aún es temprano. Quédate al postre, no te demorarás. No tardo.

—Entonces, Malf- es decir, Draco. ¿Continúas practicando algún deporte? —preguntó Ron durante aquel intervalo de espera.

—No…eh, —decía turbado—no. Estoy oxidado.

—Ginny y yo jugamos béisbol de vez en cuando, —Ron decía al beber un vaso con agua— nos recuerda al Quidditch por alguna razón. Digo, por si quieres ir un día con nosotros. Tal vez te agrade.

—Eso es…Interesante. Sí.

¿Dónde estaba aquel Draco arrogante y presuntuoso de Hogwarts?

Ginny apareció en un instante. Ella y tres tazones de tapioca.

El rubio tuvo que admitirlo, la tapioca estuvo deliciosa.

Más tarde, en el momento de despedida, ambos hermanos vieron cómo el hombre caminaba hacia su casa.

—Ron.

—¿Si?

—¿Crees que sea extraño que me preocupe por él?

Su hermano la rodeó en un delicado abrazo.

—Es extraño pero no sé. Algo no anda bien.

—Ni siquiera sabemos qué le sucedió durante la Guerra. —Ginny lo miró contrariada. —Simplemente desapareció.

—Ya lo sabremos.

Ginny Weasley estuvo muy próxima a creerle. Lo cierto, fue que se sintió aún más desanimada.

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—Mira Malfoy, tienes que ver esto. —Harold Fleishman, su compañero de oficina, de tez pálida y cabello rizado le mostraba una página a través del computador. Los dispositivos muggles no dejaban de ser extraños y anticuados.

—No me gusta la pornografía. —dijo el rubio momentos después de mirar la pantalla.

—Claro que no lo es. Bueno, un poco. —replicó Harold entusiasmado —Pero mira la cantidad de opciones. Hasta puedes decidir su peso y color de cabello.

—¿Acaso te gustan esas cosas?

—Es divertido, —rió un poco. —son las mujeres perfectas. Hermosas, no hablan y lo mejor…puedes maniobrar con ellas como quieras. ¡Mira nada más!

El rubio prefirió girarse y regresar a su asiento habitual.

Había una pila muy alta de papeles que analizar y documentar.

Sería un largo día.

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Estaba anocheciendo, se notaba por la nitidez de la habitación.

Draco miraba hacia el techo.

No había día en que no pensara en ellos.

Ese silencio habitual…que a veces era demasiado para sus oídos. Para su ser.

Aquella vaga idea se le cruzó nuevamente por la mente.

¿Y si…?

Sentía que estaba empapado de sudor, pero no sudaba.

Lo volvió a pensar.

Varias semanas después, una enorme caja sellada de madera llegó a su domicilio.

Así empezó.

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Ginny cargaba un canasto con artículos para jardinería. Probablemente Ron se molestaría, ya que la consideraba una descuidada y generalmente sus plantíos nunca daban fruto.

Pero no más.

Utilizando un jumper desgastado y unas botas de su hermano, se dispuso a situarse en el lugar más lejano del patio trasero.

—Weasley. —la voz de su vecino la sobresaltó, causando que el cesto se cayese de sus manos.—Déjame ayudarte.

—Me has dado un susto muy grande. —comentó la pelirroja sentándose en el suelo.

—En ese caso, te pido una disculpa.

—No importa. —sonrió la joven, disponiéndose a abrir un hueco en la tierra.

—¿Se encuentra tu hermano? —preguntó Draco momentos después.

—Oh, no —respondió extrañada —tenía un compromiso hoy. ¿Necesitas algo?

—No lo sé…bueno, sí. ¿Podrías ayudarme?

Esta nueva actitud de Malfoy, era muy inusual.

—¡Por supuesto!

El joven se situó al lado de Ginny a cierta distancia que quizá resultase invasora, aunque pasó desapercibida por ambos.

—Tengo una visita.

—Eso es genial.

—Es una chica.

Oh. —las cejas de Ginny se alzaron sorpresivamente. —¡Fantástico!, ¿Cómo se llama?

—Nina.

—Es un bonito nombre. —dijo la pelirroja aún más animada.

—Tiene un pequeño problema. —Draco bajó el timbre de su voz, con cierto nerviosismo en su semblante —Tuvo un accidente, por lo que utiliza silla de ruedas.

—Entiendo, —asintió Ginny rápidamente —a cualquiera le puede suceder.

—¿Crees que tu hermano acepte que ella se quede en tu casa? Es una chica bien portada.

—Absolutamente, no te preocupes por ello. —rió Ginny divertida, sin embargo, el rubio se alejó rápidamente de ella.

—Y no habla mucho.

—Draco, tranquilo, será un gran placer para mí y Ron conocerla. ¿Qué tal una cena hoy? —la mirada del rubio se encontraba distante. Quizá su estatura resultase intimidante para muchos, pero no para Ginny.

¿De dónde habrá conocido a aquella chica?

Sinceramente, se moría de curiosidad.

La sangre Weasley después de todo.

—De acuerdo. —respondió el joven finalmente. La miró finalmente por unos instantes y le causó cierta perplejidad el notar la cantidad de pecas en sus mejillas. En un parpadeo, se encontraba caminando de regreso hacia su casa.

Ginny Weasley no pudo evitar sonreír.

Tal vez esto resultaría más sencillo de lo que pensó.

Esa tarde, se preguntó varias cosas: La primera fue si había elegido las semillas adecuadas de su plantío o si las había mezclado, la otra fue qué tanto se demoraría su hermano en llegar, y la última, quizá un tanto vaga pero que no pasó por desapercibida, si existía suficiente verdura fresca para la cena.

Estuvo a un momento de concluir que la vida lejos de Mundo-mágico era mejor. Quizá muy cerca, pero lo cierto es que nada se compararía con aquellos maravillosos años, que lamentablemente tuvo que enterrar en el olvido.

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—¡Ronald! ¡Cúbrete con una camisa! —exclamó la joven alarmada al notar la cómoda actitud del pelirrojo. —Llegaran en cualquier momento.

—¿Qué te hace pensar que vendrán?

—Lo presiento. —replicó Ginny orgullosa.

—No empiezes...

—¿Crees que me queda bien esta blusa?

—No sé de qué te preocupas, siempre estás lindísima Gin, al menos cuando te encuentras de buenas.

—No digas tonterías y arréglate. —lo decía en serio.

—Ya, ya. —Qué chiflada. Pensó Ron vagamente. Después de su corto intervalo de arreglo masculino —porque los hombres también se toman su tiempo—, descendió hacia la puerta principal, donde aparentemente su hermana conversaba con una persona.

Distraído, no tuvo noción de su alrededor por unos instantes, hasta encontrarse con Draco Malfoy figura ante el umbral y después, en el rostro pálido de la pelirroja.

¿Por qué se le veía tan turbada?

Lo único extraño era una muñeca de tamaño real en una silla de ruedas, frente a él.

¿Qué?

—Malfoy.

—Weasley. Disculpa por la tardanza, pero ya saben cómo son las mujeres con eso de arreglarse. —dijo el rubio con cautela. —Ella es Nina.

Ron tenía unas ganas de girarse y mirar a su hermana.

No entendía…no. ¿Qué mierdas? ¿Acaso era un chiste?

Simplemente…no.

—Hola eh, Nina. —dijo Ginny bruscamente con una sonrisa forzada. Sentía que no podía parpadear. Una muñeca, por Merlin. ¿Estaba loco?

Nina era una muñeca de abundante cabellera oscura y mirada frívola. Si así pudiera decirse. Lo terrible es que se veía casi real, que era sencillo confundirla con una persona.

¿Qué decir, qué decir?

Sus ojos se encontraron con los del joven rubio por unos momentos. La miraba expectante.

—¿Porqué no entran? La cena ya está lista. —dejó soltar una extraña risa. —¿Necesitas ayuda Draco?

—No. —respondió Draco mientras se adelantaba junto con Nina. —¿Qué dices Nina? Sí, es una linda casa.

Increíble.

El pelirrojo jaló a su hermana del brazo.

—¡Qué coño está sucediendo! —le susurró en voz muy baja.

—No lo sé Ron, ni siquiera lo entiendo.

—¡Está loco! ¡Loco!

—No creo que sea completamente cierto.

—Entonces explícame eso. —apuntó hacia el comedor metros adelante. Malfoy situaba con delicadeza a Nina en una silla.

—¡Oh Ron, esto es terrible! —exclamó Ginny preocupada.

—Te dije que no debíamos intentar hablarle.

—No es mi culpa. —replicó la joven avergonzada.

—¿Qué se supone que debemos hacer?

—Seguirle la corriente.

Ginny nunca olvidaría la mirada sombría que su hermano le dirigió.

—No me digas. ¿Hablarle a una muñeca de plástico? —la expresión de sarcasmo del pelirrojo era palpable.

—Se llama Nina.

Ron Weasley dejó escapar un largo suspiro.

—Vamos Ron, al menos por hoy. —suplicó Ginny con dulzura.

—De acuerdo. —sonrió el pelirrojo derrotado —Pero por ahora deseo cenar.

—Confía en mí. —le dijo finalmente, al dirigirse a la cocina. —Creo que tengo una idea. Pero necesito de tu ayuda.

Y así transcurrió la cena más extraña para los hermanos Weasley.


A/N: Espero les haya agradado leerlo y acepto cualquier comentario crítico. ¡Recuerden dejar un review! Tanto para mí, como para todos aquellos que publican sus historias.