CAPÍTULO 1
23 AÑOS DESPUÉS
Yokohama, Kanagawa
20:12, 12 de abril de 2016
‒ ¡WOOOOOOOAH! ‒ gritó el joven desde su habitación. Su emoción desbordante llenó de sonidos eufóricos todos los rincones de la casa pese a que su habitación era la más alejada del salón y tenía la puerta cerrada.
‒ Shiro, te he dicho mil veces que no grites. – le regañó su madre, notablemente molesta, desde el salón. Apenas hacía unos meses que se habían mudado a su nueva casa y los vecinos ya le habían hecho saber de forma amable que, de vez en cuando, oían a su hijo gritar.
‒ Es que ese mate ha sido espectacular mamá. – le contestó el muchacho desde su habitación. La señora Ryoichi no pudo evitar dejar escapar un largo suspiro que resumió su enésima rendición en lo que a esa lucha se refería. Su hijo llevaba siendo así desde que era un renacuajo. Siempre había sido muy apasionado en todo lo que hacía. Y el baloncesto llevaba algunos años siendo lo que, para disgusto de su madre, más gustaba al joven.
Y es que a Shiro Ryoichi le había encantado el baloncesto desde el día en el que, con ya doce años cumplidos, se había visto obligado a mudarse a Kanagawa desde su anterior hogar en la lejana Hokkaidō. Su madre había encontrado un trabajo mejor en Yokohama, y había tenido que dejar todo atrás para empezar lo que para él era una nueva vida lejos de su verdadero hogar. Sin amigos, ni tan sólo conocidos. La mudanza había supuesto comenzar de cero. Y la primera piedra que había encontrado para construir su nueva vida había sido Kawata Murai. Kawa-chan y Shiro se habían conocido en su primer día de clase de Secundaria. Los dos compartían clase, sentados el uno junto al otro y tras algo de conversación, descubrieron que vivían el uno muy cerca del otro. A las pocas semanas, los dos eran ya grandes amigos. La gran pasión de Kawata, pese a ser tan pequeño, había sido siempre el baloncesto. Por lo que al poco de empezar el curso, le propuso a Shiro, bastante más alto y atlético que él por aquel entonces, que se apuntara al equipo de su escuela. Tres años después, no podía imaginarse su vida sin la pelota naranja de por medio.
El joven detuvo el sonido de su televisor cuando oyó que su madre tocaba a la puerta de su habitación. Sin perder un segundo, se alzó de la cama y abrió.
‒ Aquí tienes, el uniforme para mañana. Está planchado, así que no lo arrugues.
‒ Gracias mamá. ‒ le agradeció, dándole un abrazo y un buen beso en la mejilla para, acto seguido, cerrar la puerta de nuevo tras de sí.
Con cuidado, extendió la ropa encima de su cama. Se trataba de una camisa blanca, una chaqueta negra y unos pantalones de ese mismo color. Estaba emocionado. Mañana empezaba su primer año de preparatoria. "Espero poder hacer muchos nuevos amigos allí" pensó, mientras se recostaba en su cama de nuevo y tomaba el móvil para llamar a Kawata. El camino hacia la preparatoria Shohoku le obligaba a pasar por delante de la casa de su amigo, por lo que quería saber a qué hora podía pasar a buscarle.
Yokohama, Kanagawa
20:35, 9 de abril de 2016
El teléfono de la casa de los Imado resonó dos veces antes de que el padre lograra alcanzarlo desde el sofá. Apenas oyó la voz que le hablaba desde el otro lado de la línea telefónica, le pidió que esperara sólo un segundo y tapó parte del interfono para alzar la voz.
‒ ¡Hideki, es para ti!
Unos segundos después, el sonido de unos pasos bajando por las escaleras precedió a la aparición del único hijo de la familia en el salón. El joven tenía todavía su corto cabello mojado, recién salido de la ducha. Su padre le hizo una seña con la mano, como si estuviera botando un balón. Era Nobuo quien estaba al otro lado del teléfono.
‒ ¿Qué horas son estas, Nobuo? ‒ preguntó, con cierta sorna, al tomar la llamada. Tenía la suficiente confianza con su amigo y compañero cómo para sacar a relucir su reducido lado bromista. Sin embargo, el tono bromista desapareció a los pocos segundos. Su sonrisa se diluyó poco a poco, a medida que los ojos se le abrían cada vez más de forma gradual hasta tomar el tamaño de platos de vajilla. Tragó saliva de golpe y balbuceó varias sílabas sin sentido alguno. Desde el sofá su padre le miraba con cara de preocupación y le hacía varias señas para saber si algo iba mal, señas que el hijo fue incapaz de captar.
‒ Entonces el entrenador Nagano… ‒ pronunció balbuceante, casi temeroso de lo que suponía terminar la frase.
‒ Lo ha dejado Hide. ‒ respondió de forma clara la voz al otro lado de la línea. ‒ Quedan tres días para empezar el curso y no tenemos entrenador. El director me ha dicho que se ha puesto en contacto con alguien, pero no sabe si podrá tenerlo todo listo para el primer día. ‒ el tono de Nobuo tampoco era alegre, ni mucho menos, era una mezcla extraña entre preocupación y sorpresa.
‒ Entiendo. Gracias por llamar Nobuo. Descansa. ‒ se despidió, pero la verdad era que no lo entendía. A tres días de empezar el curso y la nueva temporada, su última antes de la Universidad, el equipo de baloncesto del que Hideki Imado sería capitán se encontraba sin entrenador.
Yokohama, Kanagawa
19:34, 12 de abril de 2016
El motorista miró a su derecha y detuvo su vehículo en el pequeño espacio libre situado justo a su lado. El motor de la potente motocicleta gris calló cuando el hombre, tras colocar el caballete, giró las llaves y la apagó. Hacia varios segundos que su atención estaba fija en un punto, pero hasta que se quitó el casco su cabeza no tuvo la libertad suficiente como para observar con comodidad el edificio situado al otro lado de la calle.
Sonrió ante la visión de lo que durante muchos años había sido un fijo en su rutina del día a día. Había llovido mucho desde aquel entonces, eso era algo que cualquiera podría deducir rápidamente. El motorista no era ningún chaval. Era alto y seguía en buena forma, pero su cabello y barba llenos de canas le delataban.
Sin perder tiempo, pues llegaba varios minutos tarde, cruzó la calle en dirección a las verjas que daban acceso al recinto.
‒ ¿Cuántos años habrán pasado? ‒ se preguntó a sí mismo en voz baja.
‒ Veintitrés largos años. ‒ le respondió una voz proveniente desde el interior del lugar. Una voz más que conocida para el recién llegado, que esbozó una amplia sonrisa al dirigir su mirada hacia el origen de la voz, un hombre de su misma edad o algo mayor, que todavía llevaba las gafas que le habían caracterizado durante toda su juventud. Kiminobu Kogure no había cambiado casi ni un ápice desde su último año de preparatoria.
‒ Me alegro de verte de nuevo, viejo amigo. ‒ le dijo al motorista, con una amplia sonrisa en el rostro. ‒ Te agradezco mucho que hayas aceptado venir, me sacas de un gran apuro. Nuestro entrenador dejó el equipo hace unos días por motivos de salud.
‒ No tienes que agradecérmelo Cuatro Ojos. ‒ respondió con picardía su interlocutor a lo que su amigo y antiguo compañero de equipo no pudo hacer más que encogerse de hombros y reír de nuevo.
‒ Tú nunca cambiarás, ¿verdad Hanamichi?
Notas del autor:
Bueno, esto es el "capítulo piloto" de esta historia. Agradecería muchísimo que me dijeseis que os parece y que me dejarais cualquier comentario que se os ocurra, tanto positivo como negativo, todo es bienvenido (aunque sed constructivos si puede ser por favor).
Sé que no soy, para nada, un escritor demasiado bueno pero la verdad es que hace mucho tiempo que me hacía ganas empezar esta historia (que espero que disfrutéis tanto leyendo como yo lo hago escribiendo) y la verdad es que espero que pueda alargarla todo lo posible para darle un buen final. Mi idea es a partir de ahora actualizar cada 20-30 días porque los capítulos serán más largos.
Un saludo y mil gracias por leer,
Dekapre
