"Nadie puede decir algo malo de alguien que siempre viste de rosa."

Sherlock se recarga en su Cadillac DeVille sintiéndose fermentado. Si, fermentado. Un ejemplo de que la vida es posible sin oxígeno. Esa palabra le parece correcta, siendo que va por su tercer cigarrillo en el día y apenas es hora de su primera clase. No es que vaya a entrar de todas formas. Sin embargo, él piensa que Mary Morstan tiene razón cuando dice que nadie la juzga, pero también es verdad que el color de la ropa no tiene nada que ver con el asunto. Es un día melancólico, y la niebla que se esparce como el humo de su cigarro le hace pensar en que él realmente ha dejado su casa sin haber desayunado.

"Encanto, sentimentalismo y dulzura." Mary lee, sacando de su bolsa un libro del tamaño de la palma de su mano. Sherlock asiente como si estuviera recibiendo una clase sobre límites con polinomios. Ella da vuelta a la página.

"¿Qué dice del rojo?"

Sólo tiene curiosidad por el color de su auto, ¿de acuerdo?

"Es un activador. Te hace ver enérgico y peligroso."

Sherlock piensa que, tal vez, si es enérgico y peligroso.

Ellos caminan hacia la cafetería sin hacer mucho caso a la gente que les mira. Ya están acostumbrados. Sherlock y Mary son como uno de esos compañeros de aventuras que son ajenos al resto, y tal vez eso es bueno también. Porque Sherlock en realidad se siente como un perdedor la mayoría del tiempo y Mary puede estar un poco obsesionada con el orden y las notas perfectas aunque sólo entre a la mitad de sus asignaturas. A pesar de lo que todo el mundo pueda creer, la parte más interesante de su día suele ser el desayuno. Mary no toma una charola, sólo un jugo. Sherlock llena su espacio en la bandeja de metal con una porción de papas fritas, una hamburguesa, una pizza, y una botella de agua mineral. Los dos se hacen paso hasta la mesa en el centro que ellos han adoptado desde que se conocieron en primer grado, y hablan sobre el programa de entrevistas de las nueve, y de los talentos ocultos de Shirley MacLaine. Mary dice que se trata de una futura leyenda, pero Sherlock no le hace mucho caso cuando ella comienza a hablar de modelos. No es su área, siendo honestos.

"¿Sherlock?"

El chico de la chamarra de cuero negra voltea hacia el pasillo, aún sosteniendo una papa con los dedos, y mirando al chico ridículo con el suéter amarrado al cuello y pantalones beige. Trae gel en el cabello y una camisa tipo polo de color rosado, pero él no derrocha encanto. "Graham."

"Es Greg."

Mary reposa sus brazos sobre la mesa y le entrega su total atención. El chico podría desmayarse en ese momento.

"¿Qué quieres, Greg?"

Él voltea directo hacia la puerta doble de la entrada. Señala con la cabeza al chico de traje que platica con uno de los profesores.

"Uh-huh."

"Tu hermano dijo que iría a mi fiesta de la tarde si tú accedes a ir. Así que estás invitado."

Sherlock se toma su tiempo para comer un par de papas más. "¿Y Mary?"

"Ella también puede venir."

"Eso es muy amable de tu parte, Graham. Pero puedes hablarle a ella. No creo que tengas que usarme como un mensajero, aunque ya estés tratando de usarme para llegar a Mycroft."

Mary se ríe. "Es cierto. Es más, Sherlock y yo podríamos llamar a un par de amigos que manejan esas motocicletas tan bellas que se encuentran fuera de la escuela y usarlos para asistir también. ¿No te gustaría, Greg?"

Él palidece. Sherlock le dedica una sonrisa.

"Por favor."

"Tal vez deberías tratarnos mejor. El novio de Mary puede patear tu trasero un día de estos."

Ella no tiene novio.

"¿Por qué haría eso?"

"Porque nos estás usando."

"No."

"Si."

"Sólo ve. Es la primera vez que me dice que si. Puedo ayudarte para conseguir ese trabajo en la policía del que hablas tanto."

Y eso, de alguna forma, no suena tan mal.

Sherlock termina arrepintiéndose en cuanto ve el inmenso patio, con un camino empedrado y autos estacionados alrededor. Mary ha quedado en llegar allí, porque ella le ha dicho que es mejor actuar como un par de personas que se conocen en una fiesta para parecer sociables. Ella ha estado preocupada últimamente, y es que parece que será nominada para la reina del baile y no hay nada más deprimente que aparecerse del brazo de tu mejor amigo cuando puedes invitar a algún chico lindo que juega americano o, ya soñando, de la mano de un universitario. Sherlock sólo le dijo que debería de dejar de pasar tanto tiempo con él porque, según su madre, ellos eran la mala influencia del otro. Y tal vez no se refería a la escuela, sino a los defectos que solían encontrar en las parejas del otro. O a todo el tiempo que pasaban fuera de casa.

"¿Greg vive aquí?" Su hermano no parece estar impresionado. En su mente podría estar pensando en pasteles.

Él asiente y toca a la puerta. Graham los deja pasar de inmediato, y cuando Sherlock se separa para buscar a Mary, él entrega toda su atención en Mycroft. Lo comienza a presentar con un grupo de jóvenes que se encuentran en medio de un juego de billar. Él se une a la conversación mientras toma un taco y Greg le entrega la tiza. Entonces Sherlock deja de prestar atención.

Camina por la sala, ignorando las miradas que lo siguen por todo el camino. Decide que todo le aburre, y sube las escaleras de caracol sin tener algo en la mente. Ignora el bullicio de abajo y se concentra en las fotos sobre la pared. Greg en su partido de rugby, Greg esto, Greg aquí y allá. Suficiente de Greg. Saca un cigarro y lo prende en el pasillo; se pasea alrededor admirando los jarrones colocados en las esquinas, y cuando se cansa de fumar, lo deja en uno de ellos. Está a punto de bajar las escaleras cuando alguien le toca del hombro. Un chico de cabello como la arena, con unos pantalones de mezclilla y una chaqueta oscura, que trae la colilla de su cigarro en la mano.

"Olvidaste esto."

Sherlock la toma con cuidado y la lanza al otro lado del pasillo.

"Gracias."

Él baja, sin darle tiempo al chico para que le devuelva la colilla una vez más. Vuelve a la sala, para encontrar a Mary sentada en uno de los sillones con su bolso sobre las piernas. Le hace un gesto y ambos caminan a la mesa de bocadillos para hablar. Sherlock se sirve del ponche rojo que reside en un tazón de cristal, y también le da un vaso a Mary mientras ella le cuenta sobre lo que tuvo que hacer para asistir. "Tendrás que salir con Molly."

"¿Quién?" Él no la conoce. No todavía.

"La chica de mi proyecto de Economía del Hogar. Tuve que convencerla de hacerlo todo ella sola."

Sherlock va a responder, pero algo cae en su bebida. Él no tiene que fijarse para saber de qué se trata. Hay alguien frente a él, de nuevo ese chico. Sonríe a la expresión estoica de Sherlock y susurra: "De nada."