Capítulo 1. Primera parte.

Las mejores y más bellas cosas de este mundo no pueden ser vistas o incluso escuchadas; deben ser sentidas con el corazón.-Helen Keller.

El otoño había arrasado con las pizcas de un verano caluroso. Miles de estudiantes regresaban a clases luego de un periodo largo de reposo. Levi estaba seguro que muchos de esos chiquillos no habían siquiera tomado un libro en las vacaciones, sólo habían disfrutado de las playas o seguramente de la vida nocturna en alguna ciudad cercana a Berlín. No estaba completamente seguro. Tampoco le importaba.

- Buenas tardes, Levi – dice una chica rubia de grandes ojos azules. Se llama Petra Ral, es la profesora de Literatura y Filosofía de la Preparatoria Sina.

- Tardes, Ral. – Levi siempre se refiere a otra persona por su apellido, resultando ser curioso para algunas personas más jóvenes que él.

Levi Ackerman es profesor de Algebra avanzada y Estadística. Un hombre de estatura baja, cabello azabache y unos ojos azul hielo. Llamativos y atractivos como toda su persona. Levi es un hombre pragmático, de pocas palabras, grosero y sarcástico. No le gusta gastar saliva innecesariamente, se refiere a sus propios alumnos como mocosos. A veces los insulta de una manera cruel y socarrona.

Erwin Smith, el profesor de Historia suele decirle que su mal carácter les da motivo a los chicos para señalarlo como un enano gruñón. A Levi no le importa realmente lo que opinen los demás de él.

- ¿Está listo para el primer día? – pregunta Petra en tono amable, sonriendo siempre.

Petra es joven y muy bonita, Levi sabe que es la amante de Erwin, los había atrapado en la sala de profesores fornicando. Y Aunque Erwin estaba casado con la dulce Margaret, era un secreto a voces que en ese matrimonio no había ni el más minimo cariño.

- Supongo – responde tajante. Apresurado sale del estacionamiento donde minutos antes se había encontrado a Petra, ella estacionando su Honda negro, saludando a algunos colegas.

El azabache deja atrás a la rubia, con pasos cada vez más rápidos se direcciona a la oficina de Pixis, el estricto director del plantel educativo. Ya va tarde, y con lo mucho que odia ser impuntual se atreve a trotar un poco para llegar a las nueve en punto.

- Un minuto antes, Levi. ¿Quieres derribar tu propio record de puntualidad o sólo estas emocionado porque tendrás al grupo de tercer año por primera vez? – Pixis pregunta al escuchar la puerta de su oficina ser abierta de golpe.

No tiene que girarse para encarar al invitado, sabe de sobra que se trata de Levi Ackerman, el joven profesor francés que llevaba radicando en Alemania cinco años.

Levi cierra la puerta con cuidado. La oficina es lúgubre, sin color. Todo de tonos obscuros a grises, apagado en realidad. Una mesa ergonómica erigida en el centro repleta de papeles desordenados, una fotografía familiar y la placa metálica con el nombre del director. No hay cuadros, sólo una enorme repisa de trofeos, todos ganados por los Titanes de Sina. El equipo de futbol americano de la preparatoria. Dos pequeños pero cómodos asientos de cuero negro son lo más elegante de toda la estancia.

- Me imagino que el inútil de Smith ni siquiera ha puesto un pie aquí – afirma cansino, sopesando la respuesta.

- En realidad llegó hace media hora.

- ¿Qué? – Levi se sorprende de lo puntual que ha sido su amigo cuando nunca antes se había tomado la molestia de llegar temprano.

- Ya sabes, Maggie es una buena esposa y lo ha enviado a nosotros antes de lo previsto.

- No lo dudo, Pixis. No lo dudo. – Pixis gira la silla con los pies encarando a Levi.

El profesor luce completamente alineado. Lleva un traje negro, una camisa de seda debajo del saco y una perfecta corbata del mismo color anudada con cuidado. Su cabello está más corto y el flequillo rebelde que caía a los lados del rostro ahora está hacia atrás, embadurnado de cera, le parece.

- Ya sabes a donde ir: ultimo grado. Tu horario te será entregado al final de la jornada. Ve a patear algunos culos adolescentes.

Levi asiente, girándose sobre sus talones sale de la oficina sin despedirse.

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Levi abre la puerta del ultimo salón que se encuentra en el ala noreste, en el último pasillo. Es un espacio de cuatro paredes, todo es blanco, reluciente, nuevo.

Al momento de entrar, todas las voces se apagan y un sonido estremecedor acaricia sus oídos. Docenas de pares de ojos lo miran con atención, sin perder un minimo de sus movimientos. Los mocosos del último grado son los peores, por palabras de la propia Petra. Incontrolables, burlones, rebeldes.

Una manada de idiotas con las hormonas alborotadas y con cientos de malas palabras en su vocabulario. Levi ya ha trabajado anteriormente con jóvenes de diecisiete años. No le parece nuevo encontrarse con miradas hostiles, recelosas, o con sonrojos de las féminas, algunas cuchicheando sobre él.

Bufa a toda respuesta.

- ¡Muy bien malditos mocosos! – su voz es fuerte, atronadora y con una pizca de desinterés que pone a todos los chicos en alerta. – Me llamo Levi Ackerman, seré su profesor de Estadística. Tengo una paciencia muy corta así que no me la acaben en menos de una hora. No permitiré burlas, chistes locales, sobrenombres, alguna pendejada digna de mocosos como ustedes. ¡nada!, yo soy el que manda aquí. – Levi camina hasta su nuevo escritorio de madera vieja, deja caer el portafolio que lleva consigo. Los adolescentes se quedan petrificados ante la mirada mortal que les dirige. – No soy su amigo, ni su mamá. Conmigo trabajaran sí o sí. Y quien se quiera pasar de listo no recibiría al final del año mi recomendación para una buena universidad. ¿Ha quedado claro? –no escuela respuesta alguna. Cierra los ojos por unos segundos para luego volverlos a abrir y con voz amenazadora soltar: -¿Ha quedado claro o no?

- ¡Sí! – responden todos al unísono.

- Bien. Voy a empezar anotando en el pizarrón mi criterio de evaluación para que no tengan la menor duda en cuanto a tareas u exa…-

Un suave toque interrumpe su perorata provocando que todos los alumnos giren su cabeza en dirección a la puerta que ya ha sido abierta.

Levi frunce el ceño. Hay un chico de metro setenta y algo frente a él y a todos sus alumnos, de piel bronceada, cabello castaño y unos enormes ojos que brillan gracias a la iluminación natural que se cuela por las ventanas.

- Llegas tarde mocoso -

Sin embargo, no hay una réplica por parte del adusto joven de mirada centelleante. El chico carraspea y de su boca sale un gorgoteo, como de ave herida.

Sus temblorosas y morenas manos hacen señas con los dedos. Todos en el salón expresan su desconcierto para nada discreto. Levi, que sabe el lenguaje de señas debido a que su especialidad como pedagogo le había inmiscuido con niños con necesidades educativas especiales, le hizo saber que ese chico no era como los demás.