Bueno, por fin he publicado mi primer fic negitoro. La verdad es que hacia mucho que esta idea me rondaba por la cabeza y como ya tenia medio escrito este capitulo, me animé a seguirlo- ¡que ya iba siendo hora!

Sí, ya sé que no es lo más alegre del mundo, y sí, tengo otras historias menos deprimentes pero esta esa la más avanzada y me hacia ilusión publicarla, así que… ¿disfrutad?

DISCLAIMER: Vocaloid no me pertenece… aún.

Es tan triste y miserable, esta vida. Duele tanto. A nadie le importa. Míralos como ríen…Disfrutando de nuestra miseria. Observando nuestras deformidades como si fueran un simple pasatiempo… Agobiando con gritos, ahogando con demandas (¿Por qué no cantas? ¿Acaso te comió la lengua el gato?). Nos miran con desprecio. Esperando con impaciencia, aullando con superioridad.

Incluso, aunque muy de vez en cuando, nos tiran cosas. Cigarros medio encendidos, comida, piedras… Una vez hasta hirieron a los gemelos con un mechero. Casi perdieron un ojo por eso.

Alcé la cabeza y los miré. Mis manos temblaban, mis pupilas estaban dilatadas-estoy convencida-, sudaba, mi pulso era errático y mi labios totalmente sellados, no pronunciaban las dulces notes que debían formar. Oí un gruñido detrás de mí.

-Hoy estamos poco habladores, ¿eh? –se medio burló, bufó una voz femenina.

No tenia que girarme para saber quien era.

La Mujer de Rojo.

-¿Que? ¿Has tenido una pesadilla o algo otra vez?- sonrío como si la mera idea le diera placer- Sabes que eso no es excusa, M-I-K-U-C-H-A-N – ronroneó mi nombre con una dulzura enfermiza. – Ponte a trabajar…- reveló un mango desgastado escondido bajo su capa. El látigo.-… O tendré que usar esto para obligarte. – Lo besó con sadismo.

No me lo pensé dos veces y miré de frente. Obligué a mis aterrorizados pulmones a coger aire y, con dificultad, empecé a cantar.

La muchedumbre pareció calmarse y dejó de gritar, escuchando fascinada la dulce y a la vez triste melodía. Cerré mis ojos, dejándome llevar y derramé una sola lágrima.

Quiero morir.

Una vez acabada la función, el telón se cerró y pude oír aplausos, con algún que otro silbido.

Hipócritas.

Un cuerpo putrefacto es digno del desprecio y odio de la gente. Ah, pero si le sumamos una voz bella y cautivadora, ya no es para tanto, ¿eh?

Un simple entretenimiento. Algo de lo que comentar con sorna, de lo que reírse, para luego simplemente olvidar y seguir con el día a día, ignorando que de lo que hablaste tiene sentimientos.

Un aplauso cercano me sacó de mis pensamientos

-Como siempre, precioso.- comentó casualmente un hombre alto con finos y brillantes cabellos morados recogidos en una coleta.

El Vigilante Púrpura.

Me sonrío seductoramente y mirándome de arriba abajo dijo -Una lastima. Tengo curiosidad por saber como sonarían tus gemidos con ese bello tono, pero claro, con ese… cuerpo, ¿quien querría averiguarlo?

Le miré con desprecio -Tu sola presencia da más asco que mi cuerpo.

Eso le enfadó tanto como esperaba- ¡…Serás! ¡Te haré pagar, zorra!

Y acto seguido, me agarró del pelo con fuerza y me arrastró hasta una jaula. La jaula donde siempre me encerraban como a un animal. Pero esta vez me ató, y me puso una venda en los ojos. Intente forcejear y zafarme, huir, liberarme de la paliza que sabía que me esperaba, pero todo fue en vano.

Oí un ruido y noté su presencia delante de mí. Cogió mi brazo derecho con fuerza, luego hizo un movimiento que supuse que fue un giro y se reincorporó de nuevo.

-Veamos.- giró varias veces mi brazo, como si lo inspeccionara. – ¿Que tal aquí?

Antes de que pudiera siquiera preguntar a que se refería, noté una atroz punzada. No pude evitar el grito de dolor que escapó de mis labios. Y luego, vino otra punzada. Y otra. Y otra. Y otra. Y otra.

Hasta que pareció que se cansó y con una leve risotada acompañada de un sonido de algo fino cayendo al suelo, murmuró- Tu voz es tan bella… incluso gritando.

Me agarró del pelo de nuevo y me dio una soberana bofetada. Hizo lo mismo con mi otra mejilla y repitió el proceso varias veces, cada vez con más rabia.

Creo que me partió el labio.

Después, empezaron los puñetazos con una fuerza descomunal. Por todos los lados y ángulos posibles, sin piedad, con ferocidad. Estaba totalmente indefensa ante tal ataque y lo único que podía hacer era protegerme como pudiera, escondiendo mi torso y 'piernas', que también habían caído presa de la furia del Vigilante.

-Ah… Querida, no te escondas… ¡Grita más fuerte! – jadeó con placer y extenuación.

Yo le contesté con un leve gruñido que apenas alcanzó a oír. De repente, noté que paró y pude oler su aliento en mi cara. Blergh. Alcohol.

-¿Mm? ¿Qué has dicho, cariño?- susurró con altanería, acariciándome una mejilla.

Sin pensármelo dos veces, le escupí en lo que supuse fue su ojo – Que ojalá te pudrieras en el infierno.- le respondí con socarronería.

Y me dio una patada en el estómago.

Fue tan fuerte, que el aire se me escapó de los pulmones, dejándome sin aliento y casi inconsciente al acto.

Creo que también me rompió alguna costilla.

-Guarra. Más te gustaría.- Me dio otra patada en el torso. –La única que se va a pudrir aquí serás tú. ¿Que otro futuro tienes, si no? Aunque salieras de aquí, ¿Que crees que podrías hacer?- volvió a darme otra patada, aun más fuerte- Si casi no puedes caminar, por Dios… - Se burló de nuevo y yo no pude evitar escapar una lágrima. Como lo odio.

-Si escaparas, ¿crees que la sociedad te aceparía con tal cuerpo? ¿Crees que vivirías tranquilamente, sin nadie burlándose o despreciándote por esas piernas? ¿Que alguien te hablaría, que tuvieras amigos? Sin contar ya de que alguien te quisiera, y mucho menos tuvieras hijos o una familia. Y ya ni pensemos de-

- …Para…- Le interrumpí al borde de las lagrimas- Para, para, para…- intenté cubrirme los oídos en vano.

Ya es suficiente.

De repente, note que una mano me levantó la venda, dejándome ver el rostro del hombre en frente de mí. Sonreía satisfecho y con crueldad- Así me gusta, Miku.- me dio un beso fiero pero rápido. Me dieron ganas de vomitar.

-Aunque tengas este cuerpo…- sacó una navaja del bolsillo de su pantalón de cuero. Me temí lo peor- Aunque no seas tan bella como las mujeres que me pertenecen…- cogió con fuerza mi brazo izquierdo y lo miró divertido.- Tu siempre serás mi ídolo numero uno- sonrió macabramente.

Y alzó la navaja en el aire.

El dolor que sentí fue tan profundo y horrible que creí que me había cortado completamente el brazo, pero no. Estaba inscribiendo brutalmente, incesante, repitiendo una y otra vez la misma forma en mi piel. Quise evadir el cruel y frio filo de la navaja pero fue en vano.

Me puso la venda de nuevo.

-Ah-Ah, querida. No quiero que veas la sorpresita que te estoy preparando.- Y prosiguió con su tortura.

Lenta y agonizante, sin fin, parecía como si nunca fuera a cansarse y dejar que me ahogara en mi propio desconsuelo.

Podía notar como la sangre chorreaba de mis heridas y empapaba el traje que llevaba. Por un momento, la retorcida idea de imaginarme el vestido con un precioso carmesí cruzó mi mente.

Sería fabuloso.

-¿A que viene esa sonrisita rara? ¿Acaso estás disfrutando?- su voz parecía lejana, como si me hablara a través de un cristal y estuviera lloviendo a la vez.

Je. ¿Ves, Miku? Estás perdiendo demasiada sangre.

-…Cállate…- apreté la mandíbula con fuerza, intentando ignorar el dolor. Él, en cambio, río disimuladamente y cortó con más ímpetu.

-Ah… Precioso, precioso… Creo que así ya va bien- Y me soltó.

Por fin.

Caí al suelo, rendida. Al fin y al cabo, era él el que realmente me había estado sosteniendo todo el tiempo, y yo, sinceramente, no tenia la energía suficiente ni para mover un dedo.

-Sabes, me he quedado a gusto. Y la sorpresita me ha quedado muy bien.- le oí que se levantó.-Bueno, Miku-chan, ya he acabado lo que tenia que hacer.- sus pasos se fueron alejando.- Espero… que hayas disfrutado tanto como yo.

Bastardo.

-Ah, por cierto…-hizo una pausa.- No olvides lo que te he dicho.- dijo con burla.

Y se fue con pasos tranquilos y ligeros, como si nada.

Mi cuerpo y mente ardían de dolor y humillación.

¿Cómo se atreve?¿Como podía existir alguien tan cruel y despiadado?

Antes de caer inconsciente, un último pensamiento cruzó mi mente.

Juro que me las pagaras.