DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a bicyclesarecool. Yo solo me adjudico la traducción.

Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)

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Capítulo 1

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The useless days will add up to something. The shitty waitressing jobs. The hours writing in your journal. The long meandering walks. The hours reading poetry and story collections and novels and dead people's diaries and wondering about sex and God and whether you should shave under your arms or not. These things are your becoming.

Cheryl Strayed, fragmento de Tiny Beautiful Things

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Hay días en los que desearía haber ido a la universidad. Días en los que desearía estar sentada en una clase de Inglés y vivir en un dormitorio con un extraño y encontrando un futuro real.

En su lugar, tomé el dinero que ahorré trabajando en la cafetería e hice un depósito para una habitación en una terrible casa en una horrible parte de Seattle mientras trataba de descifrar qué demonios quería hacer con mi vida.

Hoy es uno de esos desearía-haber-ido-a-la-universidad días mientras el viento revolotea alrededor de mi rostro y tengo media pieza de pan seco colgando de mi boca. El autobús debió de haber llegado hace ocho minutos y mi estómago ruge, enojado de solo estar sobreviviendo a pan y café desde hace unos días porque me atrasé con mi parte de la renta y Emmett tuvo que cubrir el resto y le he estado dando cada centavo que puedo encontrar. Pero está bien, tengo unas lecciones privadas con una niña rica de diez años en South Lake Union después del trabajo esta noche y finalmente podré conseguir un poco de comida.

Miro mi reloj por millonésima vez y juego con el cabello bajo mi gorro. Tuve que peinarlo en un moño bajo, sin tiempo para cepillar los salvajes y apelmazados rizos porque voy con mis usuales cinco minutos de retraso.

Ni siquiera he pensado en hacerme un corte durante los últimos meses, demasiado ocupada con el trabajo y la escritura para molestarme con eso. Sin embargo, ahora soy consciente de lo pesado y maltratado que está. Quizá Alice pueda hacer algo al respecto este fin de semana. Quizá solo lo afeite todo.

El viento sopla, el frío aire me golpea de nuevo mientras el autobús se detiene en su parada, ese familiar aroma a transporte público me golpea cuando las puertas se abren.

La verdad es que amo el autobús, incluso aunque me vuelva jodidamente loca con su horario tan irregular. Quizá sea mi horrible vecindario porque nunca he visto un autobús retrasado cuando estoy en el centro. Mientras tomo mi asiento, me pongo mis audífonos, unos terriblemente grandes que mi papá me dio años atrás. Eran suyos cuando creció en los setenta pero suenan bastante bien. Un poco difuso pero me gusta más así.

Mi viaje a Ballard es tranquilo, cada quien está de camino a otro lugar y no se preocupan demasiado por el otro. Escucho un par de demos que Mike y yo grabamos el año pasado, y me irrita la manera en la que su tempo está un poco fuera de tono. Nunca fue un gran baterista, siempre le interesó más besarnos y drogarse que la música.

Quizá ese fue mi problema, la razón por la que sintió la necesidad de mudarse a tres mil millas de distancia hace dos meses, nuestra relación terminando con una competencia de gritos frente al aeropuerto y un "jódete" en lugar de un beso de despedida.

Suspiro, cambiando a música punk furiosa para sacarlo de mi cabeza. Mirando por la ventana, la ciudad me calma, los rascacielos me hacen sentir pequeña. Amo Seattle, de verdad lo hago, pero por los últimos años las casas han ido desapareciendo para dar lugar a esas horribles torres de departamentos y condominios. La gente que ha vivido en vecindarios como Ballard desde los cincuenta son forzados a irse, incapaces de pagar los precios que el aburguesamiento está creando.

Es depresivo. He pasado años idolatrando esta ciudad desde mi pequeño pueblo, maravillándome por la escena musical mientras aprendía a tocar tantos instrumentos como podía.

Pero desde que estoy aquí —desde el verano después de mi graduación de preparatoria— he estado luchando por encontrar esa magia que tanto anticipé en mi mente.

Un brillante rayo de luz es Ballard Music, la tienda en la que he estado trabajando por los últimos años. Es mi corazón y mi alma, y no puedo evitar sonreír cada vez que veo su fachada. Los marcos de madera de las ventanas están pintados de un brillante color amarillo y hay luces de navidad colgadas por todos lados. A través de las ventanas, puedes ver las filas de Cds y vinilos usados y los instrumentos cubrir cada centímetro de la pared. Guitarras vintage, trompetas nuevas, violines ligeramente usados, lo que quieras. Entrando, la música suena un poco demasiado fuerte a través de las pequeñas bocinas, hoy parece que Shelly, la dueña, está en una fase de Etta James.

—Llegas tarde —dice una voz desde algún lugar detrás de la registradora cubierta de calcomanías. Suspiro mientras me dirijo hacia allá, encontrando a Shelly sentada en el suelo, ordenando recibos.

—Alice podría hacer eso, ¿sabes? —le digo, un poco preocupada. Shelly tiene una rodilla mala. Y una mala cadera. Ella me mira, rodando los ojos.

—No confío en Alice para hacer esto. Es muy distraída. Demasiadas drogas, de seguro —murmura Shelly y no puedo evitar reír.

—Dice la señora que pasó los 60 en San Francisco. —Aún se viste como si estuviera ahí, largas faldas, anillos en cada dedo. Rueda los ojos otra vez.

—No te pago para que molestes a una vieja, ¿o sí?

—Eso lo hago gratis —digo sonriendo, y Shelly chasquea la lengua e inclina la cabeza, pero veo su sonrisa. Shelly y yo nos llevamos bien, y aunque ella nunca lo admitirá, soy su empleada favorita.

—¿Puedes ir a asegurarte que Alice no se haya caído en una caja o algo así? Lleva bastante tiempo en la parte de atrás —dice Shelly mientras me encamino en esa dirección, sacudiendo la cabeza. Alice afortunadamente no se ha caído en una caja, pero está exitosamente escondida detrás de una repisa de violines.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto y Alice salta diez metros en el aire, su mano vuela hacia su corazón.

—¿Qué mierda? —susurra, la maldición suena cómica en su aguda y tintineante voz.

—Más te vale salir antes de que Shelly traiga los perros busca drogas —le digo con una sonrisa. Alice alza las manos dramáticamente.

Drama es el segundo nombre de Alice Brandon.

—Jesucristo esa mujer ha probado más drogas de las que puedo nombrar. Está paranoica. ¡Está proyectando sus propias fallas en mí! Sabes que no consumo drogas. Jasper está drogado la mayor parte del tiempo y ella no le dice ni una sola palabra.

—Es su encanto sureño —añado—. Es un distractor. Está ordenando los recibos, por cierto.

—¡Le dije que haría eso! Solamente necesitaba un descanso de cinco minutos de su actitud molesta. Jesucristo todopoderoso —murmura Alice, frustrada, mientras camina de mala gana hacia la puerta, de vuelta a la tienda.

—Me encanta tu outfit, por cierto —le digo, y sin perder un segundo, Alice me sonríe por encima del hombro antes de seguir su camino. Alice es la personificación del estilo en una manera que dice que no piensa de más las cosas. He ido con ella a las tiendas de segunda mano y es honestamente algo increíble de ver. Mientras yo me aferro a mi siempre presente suéter o playera demasiado grande para mí y a los overoles/pantalones/pants/lo que sea que combine, Alice parece ir por lo que sea que le llame la atención. Hoy trae puesto lo que parecer ser un vestido de mesera y medias púrpura brillante, sus pequeños pies tienen unas zapatillas rojas que probablemente pertenecieron a un disfraz de Halloween para niños. Su corto cabello negro está en dos rodetes encima de su cabeza y sus labios están pintados para combinar con sus zapatos.

Miro hacia mis viejas botas y pantalones usados. No importa que literalmente haya saltado de la cama y me pusiera lo primero que encontré, este es mi atuendo usual, y está bien por mí. Estoy agradecida de que me haya puesto mi chamarra favorita de lana antes de salir, siempre hay una corriente de aire al fondo de la tienda durante los meses más fríos.

La campanilla sobre la puerta suena y reviso mi reloj, mi primera lección del día debe estar aquí. Me dirijo hacia la entrada, viendo a Paul y a su madre, cuyo nombre ni siquiera puedo recordar.

—Hola, pasen de este lado —llamo y voy hacia mi pequeño espacio del otro lado del lugar, suspirando ante las manchas en las ventanas que pueden verse desde afuera. Una lección de viola anoche, la hermana pequeña babeo todo el lugar mientras veía a su hermano batallar con "Brilla estrellita". Adentro, cuelgo mi mochila en la esquina del fondo y enciendo el amplificador. La lección de Paul es de guitarra eléctrica. Doce años y ama aprender canciones de Nickelback.

Es una hora de puro infierno para mí cada sábado por la mañana.

Sacando mi guitarra de donde la dejé la noche anterior, choco con la pared, rompiendo la esquina de uno de mis posters con mi hombro.

—Maldición —murmuro. Era uno de mis favoritos. Uno de Taking Back Sunday de un concierto que dieron en la ciudad hace algunos años.

No tengo la oportunidad de sentirme triste por eso porque Paul ya se está sentando, sosteniendo rígidamente su guitarra de principiante en su regazo.

—Veamos, ¿en dónde nos quedamos la semana pasada?


Alice está acomodando un nuevo envío de partituras cuando llevo a Paul a la puerta. Tan pronto como él y su madre se han ido, mis hombros se hunden y me arrastro hacia ella.

—¿Qué quieres? —pregunta, sin levantar la mirada de la partitura de Beethoven que está acomodando.

—Solo quería saludar, por Dios.

—Hola, mentirosa, ¿qué quieres? —Le doy mi mejor mirada lastimera.

—¿Me prestarías un par de dólares para ir por café? Te pagaré mañana. Antes de que digas que no, toma en cuenta que tuve que escuchar a Chad Kroeger cantar acerca de cómo le recuerdas que realmente han terminado y terminado y terminado y...

—Por favor cállate y toma mi tarjeta. Quiero un bísquet y un moca con hielo. —Alice extiende su Visa y la tomo con agradecimiento.

—Te quiero, eres mi mundo —le digo mientras voy hacia la puerta, viéndola sacudir la cabeza.

¿Recuerdan el aburguesamiento del que hablé antes? Sí, está pasando en la calle de enfrente. Bueno, ha pasado, o al menos ha comenzado. Margot´s tenía los mejores bizcochos y el café más barato pero desde hace dos semanas, es oficialmente un Starbucks.

Un jodido Starbucks.

He estado evitando entrar tanto como sea posible pero tengo un dolor de cabeza provocado por Nickelback y la falta de cafeína y no hay manera de que sobreviva el día sin algo.

Así que aquí estoy, formada para ordenar un horrible y amargo café por demasiado dinero en este extraño ambiente que parece demasiado esterilizado. La chica preparando los lattes luce muy contenta por estar aquí y me da alivio ver que el chico que tomará mi orden luce tan miserable como me siento.

Tan miserable como sea, no cabe duda de que es apuesto. Mandíbula fuerte, pómulos altos, largas pestañas.

—¿Qué puedo ofrecerte? —pregunta y aunque es ligeramente monótona, su voz es linda. Profunda. Me pregunto si puede cantar. Está esta canción en la que he estado trabajando que realmente sonaría bien con una armonía, alguien con un registro más bajo y...

Una garganta se aclara y mi rostro se ruboriza.

—Lo siento, um, ¿me das un mocha con hielo venti, un bísquet con chispas de chocolate y el café negro más grande que tengas?

Asiente mientras hablo, su cabeza moviéndose con cada artículo que enlisto. Miro sus manos, sus largos dedos. Tendría potencial como pianista. Le tiendo la tarjeta de Alice pero estoy demasiado distraída y prácticamente termino lanzándola al suelo detrás de él. Me mira por un largo momento mientras suelto otra disculpa y luego finalmente la desliza y me la devuelve.

Quiero enterrarme bajo el suelo pero en su lugar me alejo, pretendiendo estar extremadamente interesada en lo que sea que esté en mi teléfono. Entro a Facebook, solo buscando algo que hacer, para distraerme del barista apuesto. Estoy bajando por los estados posteados por personas con las que fui a la preparatoria, hablando acerca de los ¡exámenes!, ¡y sus agendas tan ocupadas!, y de lo ¡maravillosa que es la universidad!

Ugh.

Estoy a punto de guardar mi teléfono y morder mis pulgares o algo así pero una nueva publicación aparece. Una foto.

De Mike con sus brazos alrededor de una chica rubia, su boca presionada en su rostro.

Mi estómago se revuelve y un poco de celos quema mi pecho. ¿Salí con él por cinco años y ya está permitiendo que otra chica bese su mejilla?

Doy clic en su nombre. Jessica Stanley. Ugh, que nombre más aburrido. Veamos, es de New Haven, Connecticut, tiene un cabello con un rubio súper falso y estudia Química en… ¿Harvard?

—¿Qué mierda? —digo en voz alta sin querer. Barista Apuesto me mira, como todos los demás a mi alrededor—. Lo siento —les digo, guardando mi teléfono en mi bolsillo, tomando el portavasos y la bolsa de papel que la Chica Feliz de los Lattes desliza hacia mí.

Básicamente corro de vuelta a la tienda, Alice luce alarmada cuando la puerta se abre de golpe.

—Está saliendo con otra chica. Que va a Harvard —suelto y sus ojos se ensanchan.

—¿Qué mierda?

—¡Eso fue lo que dije!

Se queda pensativa por un momento.

—De acuerdo. —Tiene un plan, amo cuando Alice tiene un plan—. Tú, toma tu café y mantén la calma, tienes cinco lecciones más y esa tocada en South Lake. Yo evaluaré la situación e iremos a casa más tarde para romper y quemar cada foto que tengas de él.

Tomo un sorbo de café, sin importarme el ardor que provoca en mi lengua.

—De acuerdo.


Estoy ida por el resto del día, perdiendo el ritmo con la guitarra durante mis lecciones en la tienda y luego horriblemente distraída durante toda mi lección con Ava, la violinista en South Lake, y casi pierdo mi autobús de regreso, llegando corriendo a la parada. Apenas y recuerdo ir al banco para depositar el dinero y así escribirle un cheque a Emmett.

Para cuando llego a casa, me siento como un montón de basura. Lo que por supuesto significa que Alice y Emmett y Jasper ya están en la sala, jugando Kings y gritando a la televisión, con Jeopardy de fondo.

Una vez que escuchan la puerta cerrase, todos los ojos están en mí.

—Bella necesita tragos —grita Emmett, poniéndose de pie y desapareciendo en la cocina.

—Tengo un cheque para ti —le grito, colapsando en el sofá, recargando mi cabeza en el hombro de Alice.

—¿Estás bien? —pregunta suavemente. No tengo la oportunidad de contestarle porque Emmett vuelve a la habitación con una botella de Fireball en su mano.

—El tipo era un imbécil y lo sabes, B. Nunca apoyé esa relación —le dice él a Jasper, quien asiente, habiendo escuchado esto antes durante los últimos años.

Él empuja la botella hacia mí.

—No tenemos tequileros, creo que los rompimos en Año Nuevo, así que simplemente tendrás que tomar de la botella.

No toma mucho para convencerme, he tenido un día de mierda y quiero embriagarme y no sentir nada. Pronto Jasper está ordenando una pizza para que no devuelva todo el contenido de mi estómago en la mañana por tomar con el estómago vacío.

—Te mereces algo mucho mejor que esa mierda, B —dice Emmett con seriedad. Ruedo los ojos.

—Él tiene un punto —dice Jasper—. No se dirige a ningún lado en la vida, hombre. Él te habría detenido.

Siento las lágrimas acumularse en mis ojos porque, bueno, yo tampoco me dirijo hacia algún lado. Se supone que me tomaría un año, un año para ver si podía hacer algo con esta estúpida obsesión con la música y luego iría a la escuela. Pero un año se convirtió en tres y medio y no he hecho nada además de escribir canciones y dar lecciones de música y prácticamente morirme de hambre cada mes. Miro a mis amigos y me siento tan pequeña. Emmett ha sido mi mejor amigo desde el cuarto grado y tiene un trabajo que le da seguro médico y aún me deja vivir con él a pesar de que nunca puedo pagar la renta. Alice está en la escuela de peluquería cuando no está siendo una bruja de las finanzas para Shelly y Jasper tiene un jodido título en historia y prefiere estar sin hacer nada.

Pero supongo que eso es lo que yo estoy haciendo también. Nada.

Tomo otro sorbo del whisky.

Alice está en su teléfono, en el suelo con la barbilla recargada en su pecho y Jasper está tamborileando distraídamente en la vieja batería en la esquina de la habitación.

—Se ha dejado crecer una barba horrible —dice Alice hacia nadie en particular pero estira el teléfono hacia mí. Tiene razón, es desigual. Su horrible vello facial ayuda un poco.

—Dios, esta chica usa la misma sudadera en cada foto. Lo entendimos, vas a Harvard, eres maravillosa —continúa Alice sarcásticamente y dejo salir una dolorida risa.

—Que se joda su sudadera de la ivy league —dice Emmett—. Apuesto que es aburrida.

Alice interviene.

—Él solo sale con ella para presumir que su polla la chupa una genio mientras él trabaja en construcción o algo así.

Todos nos reímos, pero mi mente repite lo que Emmett dijo una y otra vez.

—Que se joda su sudadera de la ivy league —repito en voz baja—. Que se joda tu sudadera de la ivy league.

—Tú eres mucho mejor —dice Jasper, golpeteando en la batería, solo un ritmo simple pero se queda en mi mente.

—Uh oh. —Emmett se ríe—. Tiene esa mirada en los ojos. Alguien pásele una pluma.

Una aparece junto a mí, la tomo sin ver quién me la da y ya estoy escribiendo en un viejo menú del China Garden.

—¿Una canción? —pregunta Jasper y escucho a Emmett y Alice contestar al unísono como si esto fuera una jodida película de Disney.

—Una canción.

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Sean bienvenidas a una nueva traducción :D

Me da mucho gusto volver con ustedes y sobre todo con una de mis historias (y de mis Bellas) favoritas :´)

Para responder las dudas que sé que surgirán, lol:

-La historia tiene 38 capítulos (ya con el epílogo)

-No, ya no es una historia tipo drabble.

-Los capítulos son (más o menos) de este largo.

-Sí, tiene final feliz (con un poco de drama).

-Las actualizaciones serán los días habituales: lunes, miércoles y viernes.

Como siempre, mil gracias a Yani por el beteo :D

Espero que este primer capítulo fuera de su agrado y por favor, no olviden dejar un pequeño review con sus opiniones y/o expectativas sobre esta historia :)

¡Nos leemos pronto!