Los personajes le pertenecen a Jhonen Vazques

Si no te gusta la pareja, no leas


Para Dib ese día era muy importante. Era nada más y nada menos que su cumpleaños. Con ahora dieciocho recién cumplidos, sus amigos le prometieron llevarlo a un lugar sorpresa esa misma noche para celebrar. Dib se mantuvo ansioso desde que le dieron la noticia, pero siempre que intentó averiguar adonde era que lo llevarían, nadie le decía nada para no estropearlo.

Llegando a su salón, todos le sorprendieron con cartulinas muy vistosas y coloridas que decían "Feliz cumpleaños"; obviamente todo eso de seguro fue idea de las chicas, y los chicos solo llegaban junto a él y le daban pequeñas palmaditas en el hombro, igualmente dándole felicitaciones.

Antes nada de eso hubiera ocurrido; sus compañeros anteriormente tachaban a Dib de ser un loco obsesionado con lo paranormal, y bueno, de hecho ¿Quién dice que no lo sigue siendo? Aun le apasiona todo aquello, pero con el tiempo ha sabido disimularlo bien, e incluso aprendió a no hablar solo cuando alguien más está cerca. Eso le hizo ganarse la amistad de algunos quienes ahora le tenían simpatía y las chicas comenzaron a creer que Dib era guapo; incluso algunas llegaron a declarársele, pero él simplemente no desea tener ese tipo de compromisos por el momento; solo quiere disfrutar de su libertada antes de hacer algo definitivo.

La clase de historia ese día empezó normal, con el profesor tomando asistencia. Al percatarse de la ausencia de un chico, peguntó.- ¿Alguien sabe que sucede con Keef? No ha venido desde hace varios días.

Una chica alzó la mano y sugirió que tal vez a Keef lo hubieran cambiado de escuela. El profesor se conformó con que esa fuera una respuesta viable y continuó dando su clase.

Desde hace como un mes que nadie volvió a ver a Keef, pero no le dieron gran importancia; la verdad ese muchacho siempre fue una persona muy molesta para los demás, y el hecho de que nada se supiera de él al respecto les era mucho mejor a todos.

"¿Y si Zim hubiera tenido algo que ver?"-Dib no pudo evitar que su mente imaginara ideas acerca de que el irken fuera el culpable.

A pesar de que el alíen se esté manteniendo "inactivo" por el momento, bien pudiera ser que haya secuestrado a Keef y tenerlo escondido en su laboratorio; porque no era normal en Zim pasar tanto tiempo sin crear nuevos planes malvados. Quizás ocupe a Keef en algún plan secreto y por eso su paradero desconocido.

A la hora del almuerzo Dib se acercó hasta él y comenzó a hablarle con fingida inocencia.-Que raro lo de Keef ¿No crees Zim?

-A Zim no le importa lo que pase con ese humano. Ahora vete y déjame comer en paz, cabezón.

-¡No estoy cabezón!-Al oír esto, casi todos los de la cafetería voltearon a la mesa en donde estaban los dos, y Dib decidió bajar el tono de voz para no volver a llamar la atención. Quería hacer que Zim confesara.-Keef simplemente se desapareció así de la nada.

-¿Qué le insinúas a Zim? ¿Piensas que voy a saber dónde está? ¡Pues no sé nada! ¿Cómo la ves?-Dijo suspicazmente y cruzando los brazos.

-Planeas algo Zim. Quizás necesitaste a Keef para eso y…

-¡Zim no trama nada!-Le calló.-Pero si es eso, es porque aún no se me ocurre nada para acabar con esta mugrosa bola de tierra y sus sucios humanos. Y aunque así fuera, Keef no formaría parte de ello. ¡Los conquistare a todos sin ayuda de nadie, ya lo veras!-Puso su dedo en la nariz de Dib.-Hasta que eso ocurra, mono Dib, deja de acusar a Zim con falsas calumnias y déjame tranquilo.-Agarró su bandeja de comida y dejo a Dib solo.

Ya que el humano no fue capaz de sacarle más información, pensóque tal vez estuviera diciendo la verdad. Pero si Keef no estaba con Zim ¿Entonces dónde?

En eso se la paso pensando todo el tiempo mientras estuvo en la escuela.

Saliendo de ahí se dedicó a hacer la tarea que tenía; cuando la hubo terminado, recibió la llamada de uno de sus amigos diciéndole que se reunirían en la pizzería de una plaza cercana para comer y Dib accedió.

De su closet saco su nueva chaqueta de cuero negro que Gaz le obsequio esa misma mañana. Se despidió de su hermana menor y se encontró con los demás en el lugar indicado.

Después de la pizzería se fueron al cine a mirar una película de terror, y por si no fuera mucho, aun tuvieron tiempo para ir a comprarse un helado.

Sin que se dieran cuenta, el día se les había ido bastante rápido y Dib lo disfrutó bastante.

-Gracias chicos, me la pase muy bien. Sin duda es el mejor cumpleaños de mi vida.

-¿De qué hablas?-Preguntó uno de ellos.-Lo dices como si ya tuvieras que irte a casa, pero esto apenas está iniciando.

-Así es Dib.-Reafirmó Torque.-Si este ya es el mejor cumpleaños de tu vida, se pondrá mejor aún.

-¿Ah sí? ¿Y adonde iremos ahora?

-¿Recuerdas que hace una semana prometimos llevarte a un lugar sorpresa?

-Sí.

-Pues ahí es adónde vamos. Llamaré a mi hermano, él nos recogerá en su auto y nos llevará allá.

Esperaron al hermano mayor de Torque en el estacionamiento. Cuando el chico lo vio llegar, le indicó al resto que se subiera al auto y emprendieron el camino.

Llegaron hasta una zona muy pobre y descuidada de la ciudad. Empezando porque la carretera estaba llena de baches que al parecer nadie se molestaría en reparar; algunas coladeras estaban abiertas, los faroles emanaban muy poca luz, pero la suficiente como para distinguir en el suelo las siluetas de una que otra rata que corría a esconderse de los gatos.

-Oigan ¿En dónde estamos?-Preguntó Dib un poco desconcertado.

-Descuida.-Habló el hermano de Torque quien volteó para mirarlo.-Yo ya conozco bien aquí. He venido varias veces. Y no te preocupes, estamos a punto de llegar.-El auto se detuvo frente a una casa enorme, mucho más que las demás, parecía casi una mansión o algún hotel; en la fachada se veían al menos diez o quince ventanas a cada lado y en el centro se situaba la entrada, que era un enorme portón de madera; el techo era de tejas. Toda la construcción era de un color azul rey y se veía rara.-Bájense. Aquí es.

Todo el mundo se bajó. El hermano de Torque iba al frente y tocó el portón en el cual había una pequeña rendija por la que quien estuviera adentro se asomara a mirar. Esta pequeña rendija de abrió y se distinguieron un par de ojos marrones que dieron un rápido vistazo a todos los jóvenes.- ¿Qué quieren aquí?-Les preguntó la persona con voz grave.

-Solo venimos a divertirnos. Yo ya he estado aquí.-Habló el mayor.

-Deben mostrarme sus identificaciones.-Les dijo.

Rápidamente todos se apresuraron a buscar en sus carteras o en sus bolsillos y le enseñaron a aquel hombre que todos ellos ya eran mayores de edad.

-Muy bien. Son bienvenidos. Pero entren rápido antes de que alguien los vea.-El hombre tras de la puerta les dio acceso a entrar; la madera de la puerta crujió debido a lo vieja que la estaba. Cuando todos se fijaron en el físico del hombre se dieron cuenta de que quizás fuera al gimnasio a diario. Todo su cuerpo era muy musculoso y era algo intimidante. Ese hombre estaba ahí porque era el vigía del lugar y quien dejaba entrar a quienes lo desearan.

Ahora bien, en el interior de la enorme casa se extendía un enorme corredor tapizado con alfombra roja en el cual todos comenzaron a caminar. Hasta el fondo del mismo se veían unas escaleras de madera igual, que ascendían al segundo piso. Las paredes eran amarillas y de todas ellas colgaban espejos gigantescos que muy difícilmente debieron haber sido colocados en ese lugar. El techo era del mismo tipo de madera y todo lleno de candelabros que servían con electricidad y que iluminaban el camino. A cada lado del corredor había varias salas, pero todas ellas estaban cerradas, a excepción de una de la cual se escuchaba que provenía algo de música que estaba de moda, varias voces y risas. Los chicos se acercaron a mirar y se fijaron en que esa sala era diferente; era muy espaciosa, casi del tamaño de un salón de fiestas. El suelo ahí ya era de mármol y el techo era de yeso blanco, igual que las paredes, con focos en lugar de candelabros. La estancia estaba llena de mesitas con cómodos sillones alrededor en donde los hombres se sentaban a entablar conversación con las mujeres.

Había un pequeño mini bar en el que un cantinero atendía, y uno que otro mesero se movía de allá para acá llevando cervezas u otras bebidas que se veían costosas.

Las mujeres eran quienes se maquillaban excesivamente, con los labios rojos, muchas sombra y rímel en los ojos y las mejillas bien pintadas. Vestían ropas muy escotadas. Minifaldas o shorts que apenas y alcanzaban a cubrirles el trasero, blusas de manga corta muy ajustadas que acentuaban la figura de sus caderas y de sus senos (muchos de ellos, ya ni siquiera eran naturales y que aun así, lucían muy orgullosas de sí mismas). Zapatos de plataforma o tacón alto, aretes extravagantes en las orejas y el cabello suelto y rizado. Había que admitir que algunas se veían muy bien, pero su forma de arreglarse, al menos para Dib, le fue una exageración.

Fue entonces que cayó en cuenta de lo que era ese sitio y su motivo de porque estaban ahí.

-¿E-esto acaso es un…burdel?

-Así es amigo mío.-Exclamo el hermano mayor en lo que le daba palmaditas en el hombro.-Es para que te "estrenes". ¡Todos nos estrenaremos esta noche…!-Les dijo a los demás con entusiasmo, a lo que los chicos se veían bástate ansiosos y chocaban las palmas unos con otros en señal de aprobación.-Bueno, yo no.-Continuó.- Yo ya lo hice hace tiempo, pero otra vez no hará daño.

Dib interrumpió la pequeña charla que se formó entre el grupo.- ¡Esperen!…ustedes ni siquiera me pidieron mi opinión para esto. Si nunca antes he tenido una novia ¿Cómo quieren que acceda a acostarme con gente que no conozco?

-Por eso mismo Dib.-Le aclaró Torque.-Si no has tenido novia ¿Cuándo será la vez en que estrenes? Además, ya eres un adulto. Los adultos hacen este tipo de cosas.

-Si Dib, no tengas miedo.-Le animaban los demás.

Todos ignoraron las palabras de Dib. El mayor tomó la palabra una vez más.-Miren chicos, les voy a explicar cómo son las cosas aquí. Todas las chicas que están en esta sala,-Apuntó al interior de la misma.- y que portan una pulsera roja en la mano derecha, son sexoservidoras. Y si ya están charlando con algún hombre, lo más probable es que no tarden en buscar una habitación para ellos solos; en pocas palabras, ya están apartadas. Si quieren conseguirse una, debemos ir con la matrona del lugar.

-¿La matrona?-Preguntó uno.- ¿En dónde la hallamos?

-En su oficina. Esta por aquí; síganme.-Les hizo una seña con la mano y los demás le siguieron el paso, inclusive Dib, quien a pesar de todo seguía sin sentirse cómodo con la situación.

La oficina de la matrona se encontraba muy cerca de las escaleras. Tocaron a la puerta y se escuchó un "Adelante" por respuesta. Todos entraron y la mujer que estaba ahí les dio la indicación para que se sentaran en las sillas delante de su escritorio.

La matrona era una mujer en exceso obesa y cachetona. La blusa color fucsia que traía ni siquiera le cerraba bien, y entre los huequitos que se veían en medio de los botones se veía su ombligo. El pantalón de vestir negro le estaba a poco de reventar, y los tacones de aguja de sus zapatos también negros apenas y soportaban el peso. Su cabello estaba entintado en rojo y planchado.- ¿En qué les puedo servir caballeros?-Preguntó con voz amable.

-Aquí a mis amigos les gustaría conocer a algunas chicas.

-Vinieron al lugar indicado.-Se levantó de su silla, pero no sin antes hacer un gran esfuerzo para ello, apoyando sus manos regordetas fuertemente en el borde del escritorio para poder pararse. Después procedió a sacar del cajón una carpeta llena de fotografías con nombres de las chicas y un pequeño número debajo de las mismas. Los números iban del uno hasta el cincuenta y representaban el número de habitación en que se encontraba cada una de las chicas. La matrona sostuvo un momento la carpeta en sus manos, como viendo que estuviera en buen estado y se las pasó a los chicos.-Elijan la que quieran, la que más les guste. Todas son muy complacientes.-Decía.

-Me gusta ella.-Dijo uno de ellos señalado una foto.

-A ver, déjame ver.-Le dijo la mujer. Volvió a tomar la carpeta y examino a la chica.-Veremos si Nancy está disponible en este momento ¿Sí?-Tomó el teléfono y marcó el número veinte, que correspondía al número en la foto de la tal Nancy; comenzó la llamada.-Hola Nancy ¿Te interrumpo algo, preciosa?...Oh, lo siento mucho; ya no te vuelvo a molestar.-Y colgó.-Lo siento, pero Nancy en este momento está ocupada con alguien más. A veces se tiene suerte si no es así, pero a veces no. No te preocupes jovencito, puedes escoger a cualquier otra.-El chico volvió su mirada a las fotos, buscando a alguna otra muchacha que fuera de su agrado.

Al cabo de unos minutos cada quien ya había elegido con quien pasar la noche; solo faltaba Dib, quien a esas alturas ya se había quedado solo. Todas las chicas que los demás eligieron se presentaron paulatinamente en la oficina, tomaban a su cliente de la mano y se salían con él para empezar su trabajo. Algunos chicos en lo que esperaron, se animaron a hojear un libro de kamasutra que estaba en una canasta llena de revistas.

-¿No te gusta ninguna de las chicas, cielo?-Preguntó la matrona mirando a Dib de forma triste.

-No es eso señora, es que…yo no quería venir aquí. No me siento con ánimos de…

-No hables más cielo. Yo te comprendo. Aunque no lo creas, a muchos de los que vienen aquí a "estrenarse" como dicen, los traen en contra de su voluntad, y eso no me parece bien. Si no quieres estar aquí, con toda confianza ya puedes retirarte.

-Gracias.-Dib abrió la puerta y se salió.

Quería regresar a casa. El problema era que no sabía cómo. No conocía el camino de regreso, y aunque sí, aún estaba muy lejos como para irse caminando. No podía tomar ningún autobús y no era por falta de dinero, sino porque no sabía si en esa zona transitaban autobuses, si lo dejarían cerca de su casa, y a esas horas de la noche era mucho menos probable.

Lo que se le ocurrió fue esperar en la sala donde antes había estado. No le agradaba la idea de ver a las mujeres seduciendo a los hombres en frente de sus narices, pero no veía otra opción.

Pasó a la sala, y en uno de los muchos silloncitos vacíos tomó asiento. Ahí se quedaría esperando a los demás hasta que todos terminaran. Y si de casualidad alguno le preguntaba si había "estrenado" él les mentiría diciéndoles que sí, que estuvo muy increíble, etcétera.

Pasaron solo unos cuantos minutos y se estaba aburriendo mucho. Menos mal que comenzó a jugar un juego de los que tenía su celular, pero una llamada lo interrumpió. Era Gaz. A Dib le dio miedo contestar, y mejor optó por apagar su aparato.

Cuando se fijó, una bonita joven se le acerco de manera sensual y se sentó junto a él.-Hola guapo ¿Por qué tan solito?

-Ehmmm…hola.-Saludó con nervios, incluso se sonrojó.

-¿Quieres que me quede a acompañarte?

-E-eso no estaría mal.-Rió tímidamente.-Pero, lo que pasa es que…-No terminaba de hablar, cuando otra se acercó también, y le dijo a su compañera:

-Oye, preséntame al muchacho.

-Yo lo vi primero.-Dijo en broma la primera mujer.

La otra se sentó al otro lado de Dib, quedando este en medio de las dos.- ¿Cómo te llamas?

-M-me llamo Dib.-Las chicas hicieron una exclamación de ternura.

-Dib.-Repitió la que estaba a su derecha.-Es un nombre muy lindo.

-Sí. Tú eres lindo.-Mencionó esta vez la de su izquierda.-¡Mira tu pelo! Me gusta mucho.-Acarició con delicadeza su mechón que parecía guadaña.

-Ah…pues gracias.-Dijo un poco más animado.

-¿Quieres que te traiga una cerveza Dib?

-No, yo no tomo.

-Uy, que educado. La mayoría de los que están aquí sí toman.

-Y dime.-Hablo la otra.- ¿Estudias o trabajas? ¿Tienes pasatiempos?

-¿Pasatiempos?...Pensó.-Sí, si tengo.

-¿Cuáles?-Ahí Dib comenzó a decirles a ambas que le fascinaba todo lo paranormal, que su sueño era ser un investigador, y al parecer ellas quedaron encantadas con esa sorpresa; les llamó mucho la atención. La plática comenzó a hacérsele divertida con las muchachas, estaba contento con su presencia. Casi hasta se había olvidado momentáneamente de sus compañeros y así el tiempo se le iría mas rápido. Les contaba en ese momento una de sus muchas aventuras paranormales.

-…entonces salí de mi casa cuando escuche los ruidos. Abrí la cochera ¡Y Pie Grande estaba ahí!

-¡No!-Dijeron sorprendidas.

-¡Sí! Estaba usando la banda reductiva. Creo que solo quería bajar de peso, pero me vio y salió corriendo despavorido. Lo había asustado.

-Un video hubiera sido genial.-Señaló su acompañante.

-Sí Dib.-Dijo la otra.- Creo que tienes muchas agallas para que te gusten esas cosas. Yo en tu caso me hubiera muerto de miedo.

-Bueno, al principio si da miedo, pero con el tiempo te acostumbras.-La amena platica se vio interrumpida cuando alguien más entró en la estancia. Como había muchas personas reunidas ahí, Dib solo pudo verle el cabello al individuo de lejos. Al principio creyó que sería solo un cliente más que frecuentaba el lugar, pero aquel peculiar tono de pelo rojizo le llamó mucho la atención. No había visto a nadie que tuviera el cabello de ese color, excepto a…

-Chicas ¿Me disculpan un momento?-Dib se levantó del sillón y lentamente avanzaba entre la muchedumbre. Cada quien ya tenía a su pareja y se ponían a bailar, lo cual dificultaba más caminar entre todos ellos.

Finalmente Dib vio que aquel pelirrojo estaba en el mini bar pidiéndole al cantinero una cerveza que empezaba a saborearse. El tarro de vidrio lo sostenía con la mano derecha, y al hacerlo, se distinguió que llevaba puesta una pulsera roja, como las chicas con las que acababa de estar. Cuando finalmente estuvo lo suficientemente cerca de él, le tomo por el hombro, y el otro volteo un poco impresionado.

-¿Keef?

-¡Dib! ¿Q-que…que haces aquí?

-¿Puedo preguntarte lo mismo?

-Yo…yo s-solo vengo por un trago.

No le creyó.-¿Un trago?

-No tiene nada de malo. Yo ya puedo beber si quiero.

-Oh…ya veo.-Dijo con simpleza.- Oye ¿Por qué hace mucho que no estás en la escuela?

-P-porque…

-¿Estás seguro de que solo vienes por un trago Keef?-Diciendo esto, le tomo de la mano derecha, mostrando así la pulsera.

El pelirrojo tragó saliva y empezó a sudar frío.