Disclaimer: Todo a Bradley Raymond y J. M. Barrie. Disney ganó los millones, no yo.
Claim: Un Tink/Silv *3*
Advertencias: ¿Silvermist es una chica? ¿Y Tinkerbell también? Ohhh, pues entonces es femslash *duh*
Notas: ¡Alex, lo que haremos en el mundo! Corromperemos mentes inocentes y mancharemos la imagen de las hadas de Disney. Y me encanta, lol. Tarde pero seguro, mujer ;D
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Pieces of Innocence
Tinkerbell siempre fue un hada muy activa. Le encantaba volar de aquí para allá, desperdigando polvillo por todos lados, ese polvillo dorado que brillaba y tintineaba siempre. Luego de buscar e intentar, de fracasar y lamentarse, se había dado cuenta realmente de que debía estar orgullosa de ser una artesana. Y lo estaba, ya que con sus inventos podía ayudar a los demás.
Pero nada se igualaba con viajar a Tierra Firme. Era hermoso. Y simplemente por dos motivos.
El primero era porque todo allí era mágico, mucho más mágico que en donde ella vivía. Le encantaba ver cómo sus amigas trabajaban; como Rosetta ayudaba a las semillas a sembrarse, como Silvermist las regaba, como Iridessa las iluminaba para que crecieras y como Fawn ayudaba a los animalitos a despertar. Amaba ver cómo el hielo desaparecía con el sol y cómo las hadas pintaban todo de vívidos colores. Verde, rosa, amarillo, violeta, azul. Hermosos colores que hacían todo parecer un arcoiris. Más mágico de lo que era Pixie Hollow.
Pero le agradaba más por el motivo dos. Cuando ella veía a Silvermist con ojos cómplices, cuando se acercaba a ella y le tomaba de la mano, para decirle que debía de contarle algo, mientras las otras estaba ocupadas. Cuando la llevaba a un lugar apartado, privdo y lejano. Todo eso era mejor incluso que ver los cambios de estaciones.
La primera vez, Silvermist estaba extrañada. No entendía nada. Sólo seguía a Tinkerbell, quien la guiaba a quién sabe dónde.
— Oye Tink, no sé qué hacemos aquí, pero y-
Pero el hada artesana se giró rápidamente y le plantó un beso. Un beso torpe, un beso para tantear terreno y ver si era aceptada.
Y lo fue.
Pero el segundo fue distinto. A Silvermist se le había vuelto tan adictivo como a Tinkerbell, y ninguna podía evitar esconderse por allí a jugar con sus dedos donde no deberían. En principio era cada vez que iban a Tierra Firme, pero luego la urgencia les ganó y buscaban lugares recónditos en Pixie Hollow para disfrutar de intimidad. A Silvermist le agradaba aquello tanto como a Tinkerbell. Le agradaba acariciar cada espacio del cuerpo del hada artesana bajo ese vestido verde, y le gustaba recibir las caricias de parte de Tinkerbell bajo el suyo azulado.
Cuando notó que el hada rubia dejaba de besarla, reprochó.
— Tink.
— Oye Silv, volvamos, ¿sí?
Ahora era el hada del agua era quien tomaba la iniciativa.
— No —dijo con una sonrisa traviesa.
La tomó por el brazo, la besó con ímpetu, y comenzó a planear cómo deshacerse de aquel molesto vestido sin romperlo. No le importó nada, y a Tinkerbell menos, ya que los últimos trozos de inocencia se les escapaban de las manos en ese momento (literalmente).
