De esta historia, pocos elementos me pertenecen, y estoy segura de que en su momento los reconoceréis como demasiado poca cosa para haber sido creados por J. K. Rowling.


El enemigo creado


SINOPSIS: Después de muchos años de paz, una nueva amenaza se cierne sobre el mundo mágico. Una que juega con vidas, que destroza familias. Una que, en cierto modo, ha sido creada por ellos mismos. Y que quizá, sólo quizá, lo único que desee sea ahuyentar sus propios demonios.


Prefacio

Hay miedos que se acurrucan
entre uno y otro escalón
de la escalera que sube
de tus sueños hacia el sol.
Mägo de Oz-No queda sino batirnos

Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Que su orgullo a veces es tal que se niega a admitir que está tomando el sendero equivocado aunque lleve siglos dándose con el mismo muro, y que su tozudez lo hace seguir intentando pasar por ahí, sin darse cuenta de que hay un camino sin muros a sólo unos metros de él, porque está demasiado obcecado imaginándose lo que le aguarda en el más que improbable caso que logre atravesarlo, demasiado emocionado al darse cuenta de que ha logrado resquebrajarlo unos milímetros.

Algunos también dicen que hay ciertas historias que están destinadas a repetirse inevitablemente, como la cadena de la bicicleta de un niño; que, pese a desplazarse en el espacio y en el tiempo, siempre son los mismos eslabones los que rozan las estrellas y los piñones del vehículo, aunque en tiempos diferentes.

Dicen, también, que las cosas no tienen importancia hasta que alguien se las da.

Dicen muchas cosas.

Harry James Potter no está pensando nada de eso esta fría y oscura noche de diciembre. El hombre, de cuarenta y cinco años, observa el paisaje nevado con esos ojos verdes que dicen que son exactamente iguales a los de su madre, a diferencia del resto de su aspecto. La edad empieza a hacerse notar en él; diminutas arrugas, todavía imperceptibles salvo que alguien se fije, se dibujan tímidamente alrededor de sus ojos y su boca. El pelo color azabache que tapa parcialmente una curiosa cicatriz en forma de rayo que tiene en la frente empieza a cubrirse por su propia nieve, una que no puede sacudirse con pasarse los dedos por él.

Sus antiguos profesores le han enviado una invitación para cenar con ellos esta noche, igual que cada año por esas fechas. Todos lo quieren; los mayores se enorgullecen de él, los que tienen su edad lo aprecian y los más jóvenes lo admiran. Desean escuchar las sabias palabras del Elegido, que les diga cómo se deben comportar.

Harry deja escapar una risa irónica mientras camina por los terrenos de Hogwarts cuando sus pensamientos alcanzan esos derroteros, encogiendo el cuello para protegerse del frío tras la bufanda que le tejió su suegra como regalo la anterior Navidad. Después de tantos años teniendo a todo un país pendiente de sus movimientos, uno pensaría que el hombre está más que acostumbrado a esas formalidades, pero Harry casi nunca sabe qué decir todavía. Lo suyo siempre han sido los hechos, no las palabras.

Entra por la enorme puerta principal al castillo que fue su primer hogar. Y todavía sigue siéndolo. Tras la Guerra, lo restauraron casi por completo, pero no cambiaron la disposición de absolutamente nada. De modo que Harry puede pasear por los pasillos y ver a Luna caminando de esa forma suya tan característica, a saltitos, sumida en su propio mundo plagado de nargles y torposoplos, a Fred y George muy juntos y hablando en susurros sobre algún plan maquiavélico y que con toda certeza no traiga nada bueno, a Ron y Hermione discutiendo hasta el infinito y más allá, e incluso oír a Draco Malfoy arrastrando las palabras de esa forma tan característica y (aun después de tantos años, todavía lo piensa) ridícula.

Entonces escucha unos pasos. Harry se da la vuelta, consciente de que no se lo ha imaginado. Necesita sólo unos segundos para comprender lo que ocurre:

-Lily, ¿qué haces levantada a estas horas?

Escucha el bufido de su hija pequeña. Una pequeña que celebró su decimoctavo cumpleaños el pasado Halloween, junto con Hugo Weasley.

-¿Cómo lo has sabido?-pregunta desde debajo de la capa. Harry sonríe.

-No eres ni la primera ni la última que se escapa por la noche a vagabundear por ahí. ¿Dónde vas?-al no oír su respuesta, Harry comprende cuál es-. Que tu madre no se entere-le advierte.

-¿No se lo vas a decir?-inquiere Lily con cautela.

-Sabes que a mí no me molesta con quién salgas, cielo-replica Harry-. Pero ten cuidado.

Casi le parece ver la sonrisa de su hija:

-Gracias, papá.

Harry suspira y escucha los pasos de Lily alejándose. Se pregunta cómo reaccionaría Ginny si se enterara de lo permisivo que es con su hija menor. Bueno, de todas formas, piensa, lo más probable es que no lo sepa nunca.

Sube varios pisos hasta llegar al despacho de la directora Vector. Supone que dentro de poco habrá otro director; la mujer ya es muy mayor y está cansada. El hombre ve como las opciones más probables a Neville y a Ernie, aunque supone que Neville no aceptará. Perdió hace unos años a una hija, y Harry cree (no sin motivos) que su amigo más valiente quiere disfrutar tranquilamente de la familia que le queda.

Cuando entra, todos lo reciben con cordialidad. Harry responde con amabilidad a su simpatía, y charlan, comen y beben mientras se alegran, en el caso de algunos, de tener al Niño Que Vivió con ellos, en el caso de otros de poder estar con un viejo amigo.

Y Sybill Trelawney, como no podía ser menos, predice que James tendrá una esposa preciosa y le dará un montón de nietos tan valientes como él. Harry se abstiene de comentarle que su primogénito es homosexual, mientras Neville y Ernie luchan por no atragantarse con sus respectivas bebidas, dándose palmadas en la espalda mutuamente, y una Minerva McGonagall arrugada como una pasa pone los ojos en blanco, aunque no por eso deja de sonreír.

Tras varias horas, Harry decide que ha llegado el momento de volver a casa. Se despide con educación de los profesores, agradeciéndoles su cortesía, y sale del despacho que un día perteneció a Albus Dumbledore; pero, para su horror, la profesora Trelawney, con varias copas de más encima, se ofrece a acompañarlo.

La mujer nunca ha sabido que fue ella la que hizo la profecía que cambió la vida de Harry y pudo haber cambiado la de Neville. Nadie cree que sea bueno que su ego, ya de por sí demasiado grande, crezca aún más. Y el Elegido no es precisamente la excepción.

-Siempre supe que harías grandes cosas-comenta la mujer, tambaleándose cuando ella y Harry se bajan de las escaleras giratorias-. Desde que te vi, incluso antes, antes de que nacieras. Estabas predestinado, ¿comprendes…?-Harry asiente, deseando llegar pronto a la escalera para librarse de ella. Sybill Trelawney hipa varias veces.

-Vamos, profesora-dice, acelerando el paso. Sin embargo, cuando está a dos metros de ella escucha un sonido que lo transporta hasta su examen final de Adivinación durante su tercer año en Hogwarts:

-Corazón emponzoñado de mal y bondad…-a Harry se le abren los ojos como platos al oírlo, y nota cómo se le pone el vello de punta-, del Oscuro Señor, contrario e igual… La purga inversa a cabo llevará-el hombre observa cómo los ojos de Sybill Trelawney se ponen en blanco- . Fuego apagado, oro fundido, sangre se derramará. Negro y blanco plata formarán La oportunidad de salvarse, sólo una vez vendrá… Corazón emponzoñado… mal y bondad… sólo una vez…

La profesora es sacudida por un acceso de tos. Harry se acerca a ella y la sujeta para que no se caiga. Tras unos segundos, la mujer respira hondo y se yergue todo lo que le permite su embriaguez. Lo mira confundida durante unos instantes, los mismos que Harry sigue observándola, horrorizado por lo que acaba de oír.

-Profesora…-empieza con un hilo de voz. Le sorprende que sus cuerdas vocales sigan funcionando. Está conmocionado.

-Lo siento, querido-dice ella, soltando un bostezo sin molestarse en taparse la boca con la mano-. Me temo que debo de haberme… atragantado con algo-comenta. Entonces repara en la mirada de Harry-. ¿Ocurre algo?

Harry recuerda lo que acaba de oír: el vaticinio de tiempos oscuros, de un corazón emponzoñado… se pregunta si le haría algún bien contarle algo. Decide que probablemente no.

-Nada, profesora-miente-. Si me disculpa, tengo que volver a casa.

Harry echa a andar rápidamente para salir del castillo, todavía sin creerse que Sybill Trelawney haya hecho una tercera profecía en su vida, y que ninguna haya augurado nada bueno.

Se desaparece cuando sale de los terrenos del colegio, intentando olvidar lo que ha oído. Para ser francos, no tiene mucho éxito en su empresa.

Recuerda entonces lo que Dumbledore le dijo en una ocasión: la mayoría de las veces, las profecías sólo tienen el valor que se les concede, y muy pocas de las que hay en el Departamento de Misterios se cumplen alguna vez.

De modo que Harry decide no concederle ninguno.

Dicen que hay historias que son contadas antes de que ocurran. Dicen que hay cosas que suceden cuando deseamos justamente lo contrario.

Dicen muchas cosas.

Y, a veces, tienen razón.


Notas de la autora: Sí, como he sobrevivido a Selectividad, cumplo con lo prometido. De lo contrario, lo hubiera hecho mi madre, y he de decir que no termino de fiarme de sus aptitudes para la tecnología.

Y ahoraVarias cosas. Para empezar, he estado una semana dándole vueltas a la dichosa profecía. No sé si será poéticamente correcta, pero al menos rima, lo cual es un gran (y creedme cuando digo gran) logro para mí.

Otra cosa que se me ha hecho algo complicada es escribir a Harry tan mayor (en este momento debe de tener unos cuarenta y cinco años), porque pienso en él y lo primero que me viene a la cabeza es un niño que duerme en una alacena debajo de la escalera. Pero supongo que el tiempo no pasa en balde, ni siquiera para él…

Ah, y antes de que se me olvide: la profecía es para vosotros, no para Harry. Con esto quiero decir que él no investigará el asunto ni lo relacionará con hechos posteriores, al menos seriamente; de hecho, lo que Harry quiere es olvidarlo. Y casi lo hará, porque la historia propiamente dicha se desarrolla unos años después de este momento.

Y, para terminar… creo sinceramente que Trelawney es gafe. Todo lo que predice trae crueldad y baños de sangre...

PD (siempre las añado, porque no soy capaz de callarme ni debajo de agua): Pese a que el principal motivo por el que escribí este fic era porque quería mostrar el "romance" (llamémoslo así a falta de una palabra más adecuada) de Tom Watson y Lisbeth Nott, ambos tardarán unos capítulos en salir, así que no me agobiéis, que sé lo que hago. XD

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