Dentro de unos días se hará una fiesta para festejar el reingreso de Nagisa. Todos lo han estado esperando, y fue por eso mismo que nadie escatimó en gastos: dulces exóticos, confiterías exclusivas y luces multicolores fueron algunas de las "ofrendas" que se comenzaron a acumular en la Gran Casa, donde Makoto sólo sonreía amablemente mientras buscaba en su bolsillo alguna pelota para el estrés que le había regalado Gou, la hermana de uno de sus colegas.

Mientras tanto, arriba en la piscina, Haruka movía su cabeza buscando disimuladamente a Rin, quien se encontraba dirigiendo a los señores de las carpas y las sillas. Nadie se atrevía a hacer algo no estipulado si el pelirrojo no daba la orden. Un leve gesto de gusto se reflejó en los ojos de Haru, que no debería de tardar más en bajar o la cocina sería un campo de batalla más en ésa mansión.

Rei se había estado alistando desde temprano en la mañana –nunca admitiría que se moría de ganas por traer a Nagisa de vuelta él mismo, y hasta había dejado unas listas indicando a todos lo que debían de hacer. Claramente, nadie le hizo caso. Porque sólo faltaba media hora para tener todo hecho y no había ni un alma lista.
Bueno, Nitori estaba en la entrada con un enorme cartel que se tendría que disponer dentro de la casa, no fuera de ella.

Rei lo mataría si dejaba que Nagisa lo viera y se diera cuenta de todo.

Y es que, ¿quién no querría tener al blondo de vuelta con una deslumbrante sorpresa como ésta? Durante los días que estuvo de quirófano, el odio que había inundado muchos corazones dejó paso a una incertidumbre muy cercana. Entre ellos son como hermanos, aunque sus familias hayan sido una sola hacía mucho, parecía que después de todo así seguía siendo. Y aunque sabían en el entorno en el que trabajaban, nadie nunca está listo para perder a sus seres queridos.

Porque en la Mafia, no hace falta de mucha ciencia para perderlo todo, estar arriba o abajo.