No se sorprendió cuando la sintió acercarse. Podía ser difícil reconocerlo, pero él sabía que ella se preocupaba por él. Por eso, cuando él se sentía tan confundido, era ella la que se sentaba a su lado. Se lo agradecía profundamente, su compañía era una fuente de fortaleza. Saber que ella nunca lo dejaría era importante para que se mantuviera en pie, pero el que lo siguiera hasta ahí era más que eso, era un recordatorio de que esa era su decisión, no solo una obligación.
No volteó a verla, todavía tenía muchas cosas qué pensar, decisiones qué tomar respecto a las recientes revelaciones. Ella no hizo ruido alguno por la hora y media que estuvieron ahí. "Tal vez al final no importaba tanto", pensó. Por mucho que trataba de imaginarse las cosas de forma distinta, de cambiar su propio curso, al final la respuesta a la que llegaba era la misma que había estado siguiendo por todo ese tiempo. No podía forzarse a sí mismo a hacer las cosas distinto, simplemente no era él.
Suspiró cansado. Era bastante pesado que se hubiera tomado tanto tiempo para llegar a tan pobre conclusión. Se levantó y finalmente posó sus ojos en ella. Estaba por disculparse por hacerla esperar cuando notó que tenía los ojos cerrados y estaba temblando. Maldijo por lo bajo.
Cruzó los pocos pasos que los separaban con rapidez. Se agachó y la tomó en sus brazos. Aún a través de la tela podía sentir que estaba helada. Su nombre se escapó de sus labios en un suspiro.
—¿Ya terminaste? —preguntó ella, voz calmada y ojos entreabiertos.
—Sí. Perdona que demorase tanto.
Por toda respuesta, ella solo se le acercó un poco más. Él frotó sus manos sobre sus delgados brazos, tratando de brindarle calor.
—¿Estás suficientemente caliente? —Se veía más relajada, pensó que ya podían levantarse a caminar, pero ella lo sorprendió.
—No. —En vez de separarse para ponerse en marcha, agachó la cabeza, enterando su rostro en su hombro.
Tembló. Le recorrió un escalofrío cuando sintió la nariz de su prometida chocar contra su piel. Estaba congelada. La abrazó con algo más de fuerza y se agachó un poco, tal vez su respiración ayudara a aliviar el frío un poco.
Funcionó, Anna se volteó hacia él en un silencioso gesto de agrado. Quería ayudarla más, así que, decidiendo que era mejor no pensar las cosas demasiado, se acercó a besarla.
Empezó incómodo, en verdad tenía los labios demasiado fríos, y parecía no querer moverlos. Aún así, él los mantuvo apretados hasta que le respondió. De lento a rápido, no supo cuando cambió, pero cumplió con su cometido, ambos entraron en calor.
Se sintió avergonzado cuando finalmente reabrieron los ojos, no había sido su intención que durara tanto. No pudo más que sonreírle. Quién sabe cuánto rato más se hubieran quedado ahí, quietos, mirándose a los ojos, si una ráfaga de viento no los hubiera hecho temblar de nuevo.
—Es mejor que volvamos de una vez a casa.
Ella asintió, así que juntos se pusieron de pie. Caminaron abrazados, no quería que ella se enfriara de nuevo, y ella parecía más preocupada por recibir su calor de lo que le apenaba andar así por la calle. Tal vez sí había valido la pena toda esa introspección después de todo.
