Hola, querido y hermoso fandom KorrAsami, este es mi primer fic de la pareja y de La leyenda de Korra. La idea tenía mucho tiempo en mi mente pero no había podido darle forma. Espero que les guste (: nos leemos pronto.

La imagen de portada no es mía, créditos a su autor/a.

Los personajes de La leyenda de Korra no me pertenecen, son propiedad de Brian Konietzko y Michael Dante Di Martino.

VENGANZA CONSUMADA

Capítulo 1

La lluvia torrencial empapaba su cuerpo y los mechones de cabello se le pegaban a la frente y a las mejillas. La oscuridad del callejón sólo era interferida por el poste de luz parpadeante, la cual sacaba destellos de los vidrios rotos sobre el pavimento y que iluminaba sus ojos aterrados fiscalizando todo a su alrededor.

Korra respiraba agitadamente, todavía sin saber muy bien lo que estaba a punto de hacer o hacia dónde debía ir. Se había limitado a caminar sin rumbo fijo durante los últimos minutos. La delgada bata blanca del hospital le pesaba como un yunque, el suelo era demasiado frío para sus pies descalzos y la luz insoportablemente brillante para sus pupilas dilatadas, las cuales le punzaron como si alguien le hubiera clavado un alfiler. Se cubrió con una mano y empezó a avanzar hacia la calle principal.

Al ver su mano a contraluz fue consciente por primera vez en la noche de que estaba cubierta de sangre. Observó su cuerpo con detenimiento de pie en la acera y se dio cuenta de que estaba ilesa, pero cuando trataba de recordar qué había pasado un dolor intenso le perforaba la cabeza y la hacía perder el equilibrio por un momento.

Lo único que sabía con certeza era que alguien la estaba buscando, pero el motivo aún le era desconocido, al menos para su yo consciente.

Era cerca de medianoche y las calles de Ciudad República estaban desiertas. Ni un carro, ni una persona, ni siquiera algún animal en la cercanía. El olor de la basura mezclado con la tierra mojada del pavimento le revolvió el estómago, pero no sabía si había algo en él que pudiera expulsar en forma de vómito.

Y de nuevo, el dolor en la cabeza como si tuviera un cuchillo enterrado en la corteza frontal del cráneo. Se detuvo unas calles más abajo y se recargó en un cristal iluminado por las lámparas de la calle. La mirada que le devolvió su reflejo no le gustó en lo absoluto. Los ojos sin brillo, rodeados de un color purpúreo, las mejillas hundidas y los labios partidos no eran nada del otro mundo, se había acostumbrado a eso desde hacía meses, pero la marca rojiza alrededor del cuello le llamó la atención. Acarició la forma con los dedos de la mano y un recuerdo volvió a su mente de inmediato.

Alguien había tratado de asesinarla.

Recordó un forcejeo en el frío suelo, el peso de alguien sobre ella y la fuerza con la que la tenía sometida. Desechó la imagen antes de que el dolor volviera y siguió avanzando sin rumbo. Sus piernas se movieron mecánicamente, su mente completamente en blanco, tanto que no se dio cuenta del sonido de las sirenas que se acercaba cada vez más y más hacia ella. El ladrido cercano de un perro la sacó de sus cavilaciones y vio las luces a punto de dar vuelta en la calle por la que ella circulaba. Giró a la derecha y corrió hacia las escaleras de emergencia de un edificio de departamentos. Estuvo a punto de resbalar un par de veces por la lluvia, pero al final se las arregló para subir.

Trató de abrir la ventana del primer piso, pero estaba cerrada, siguió subiendo y trató con la del segundo, tercero, hasta el cuarto logró su cometido. Se coló dentro tratando de hacer el menor ruido posible y cerró lentamente.

La habitación estaba a oscuras y en completo silencio. Korra trató de calmar sus latidos, pues estaba segura que en cualquier momento sufriría un ataque cardiaco. El dolor de cabeza la azoró nuevamente y se derrumbó encima del charco de agua que se estaba formando en sus pies.

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A pesar del ruido de las gruesas gotas de agua que chocaban contra el pavimento y contra las ventanas de su departamento, Asami escuchó aquel ruido en medio de la noche. Se levantó deprisa sin preocuparse por ponerse algo además de la playera holgada que usaba como pijama y tomó la pistola del buró.

No encendió la luz, si se trataba de un ladrón sería mejor que pensara que la casa estaba vacía, así podría tomarlo por sorpresa. Salió del cuarto pisando con cuidado y sin hacer ruido, estaba acostumbrada a moverse en la oscuridad y por supuesto, conocía aquel espacio como la palma de su mano.

No encontró nada en la cocina ni en el baño, ni siquiera en el estudio que era donde guardaba sus ingresos y papeles importantes. Fue en la sala frente a la ventana en donde encontró un bulto tirado en el piso. Se acercó con preocupación latente pero con suficiente prudencia como lo requería su profesión, primero tocó el bulto con el pie y afianzó el agarre de la pistola en caso de ser atacada. Nada pasó, aquel bulto no se movió ni siquiera cuando Asami usó el mismo pie para ponerlo boca arriba.

Se sorprendió bastante al ver a una joven casi de su misma edad, usando únicamente una bata blanca manchada de sangre y empapada por la lluvia. Su largo cabello castaño estaba revuelto y enmarañado y le cubría parte del rostro, tampoco llevaba zapatos, y de no haber sido porque su pecho se movía, casi imperceptiblemente, cuando respiraba, Asami habría jurado que estaba muerta.

¿Qué debía hacer en esa situación? ¿Llamar a la policía? ¿Llevarla al hospital? Era una intrusa, había allanado su morada, pero ¿realmente era peligrosa? Si hubiera hecho caso de los incontables consejos de su padre sobre permanecer alerta y actuar como un detective lo haría, Asami no la habría cargado en brazos ni la habría llevado hasta el sofá para recostarla. Tampoco habría corrido a su habitación por un cambio de ropa seca y un par de cobijas para hacerla entrar en calor. Pero Asami rara vez escuchaba a Hiroshi Sato. Y ahora que estaba muerto, su voz no era más que un eco en su memoria.

El teléfono de Asami sonó en ese momento y la sobresaltó. Vio en el identificador de llamadas que era Amon, el capitán de la policía de Ciudad República y por lo tanto, su jefe inmediato.

Asami hizo una mueca de disgusto antes de responder. Amon era una de las personas más odiosas con las que se había topado en su vida. Era ambicioso y corrupto, y no había desaprovechado la oportunidad de mover sus influencias y cobrar favores cuando Hiroshi murió con tal de quedarse con su puesto. No podía soportar la idea de obedecer las órdenes de una mujer, ni siquiera una que fuera tan competente como Asami, pues el rencor que le guardaba por haber rechazado sus insinuaciones miles de veces era más fuerte que su reconocimiento. Ahora que él era el jefe y podía mandarla de alguna forma, lo sentía como un dulce karma.

Sin embargo, Asami no estaba dispuesta a seguir bajo su yugo opresor. Estaba esperando cualquier oportunidad para renunciar y largarse de ahí de una vez por todas. Si no lo había hecho era porque no tenía el dinero suficiente ni las influencias para evitar que Amon tomara represalias contra ella.

Y ahora, ¿por qué rayos le llamaba en mitad de la noche? No presagiaba nada bueno, y Asami quiso rechazar la llamada con una sonrisa, pero el deber era primero.

-¿Sí? –su voz era todo menos amabilidad.

-Sato, necesito que vengas a la estación. Surgió algo.

-Mi turno termina a las nueve –respondió Asami con dureza.

-Eres una detective, tu turno no termina mientras haya algo que investigar.

Asami guardó silencio. Se estaba conteniendo, no quería responderle algo que empeorara su ya de por sí odiosa relación.

-Ahí estaré –dijo al fin antes de colgar.

Asami le dirigió una última mirada a la joven que yacía en su sillón. ¿Sería prudente dejarla sola por una par de horas? No parecía que fuera a despertar, pero en todo caso sería mejor ocultar todas las armas que tenía en la caja fuerte por si resultaba ser peligrosa. Lo último que necesitaba era estar involucrada en una investigación cuando su jefe sólo estaba buscando un pretexto para arruinarla por completo.

Se puso la misma ropa del día anterior, o mejor dicho de unas horas antes, se recogió el cabello en una coleta y se aplicó un poco de labial rojo para no dar la apariencia de haber estado dormida, pese a que era lo más lógico. Se calzó las botas negras y agarró su chaqueta negra antes de salir de su departamento y cerrar con llave.

Cuando llegó a la estación aparcó su moto en el lugar de siempre. Estaba empapada, pero no le dio la menor importancia. Saludó con un asentimiento de cabeza al guardia nocturno y se dirigió a su oficina. Amon estaba de pie frente a la sala de interrogatorios, hablando con un par de personas. Cuando la vio, interrumpió su conversación y se acercó a ella.

-¿Qué sucede? –preguntó Asami.

-Un asesinato –respondió Amon-. En el hospital psiquiátrico de Ciudad República.

Esto llamó la atención de Asami, y sin poder evitarlo su mente viajó a la chica en su departamento, que se había colado usando una bata blanca únicamente y que estaba empapada en sangre.

-¿Sabes algo al respecto? –preguntó Amon al ver que se quedaba ensimismada.

Asami desvió la mirada con fastidio.

-No, ¿cómo se supone que lo sepa? Acabo de llegar.

Amon frunció el ceño por su respuesta, pero no tenía excusas para reprenderla. No había usado malas palabras y únicamente había resaltado lo obvio. Se limitaba a actuar en la línea media sin traspasarla, muy astuto de su parte.

-La víctima fue mi hermano, Tarrlok.

-¿Cómo dice?

-Al parecer alguien lo asesinó a sangre fría, usando un maldito bolígrafo.

Asami se quedó estática y sin poder pronunciar una sola palabra. La noticia de que se tratara de alguien tan cercano a Amon debería hacerla decir un par de frases que lo alentaran o le levantaran el ánimo, una especie de promesa de que atraparían al culpable y que se haría justicia, pero no pudo pensar en nada. Su mente estaba en blanco, la información no era suficiente como para compadecerse por Amon ni regocijarse con su pérdida.

-¿Hay alguna pista?

-Una paciente se escapó, los internos piensan que es ella.

-¿Cómo es posible que una paciente lo haya matado con un bolígrafo? ¿No era Tarrlok un guardia de seguridad?

-Ya me hice esas preguntas, Sato, si no aportarás nada a esta investigación no me estorbes –gruñó Amon caminando hacia la ventana.

Asami rodó los ojos y suspiró antes de seguirlo.

-¿Qué puedo hacer?

-Necesito que vayas al hospital e investigues qué demonios fue lo que pasó.

-Bien, ¿algo más?

-Te llamaré si surge algo –sentenció Amon.

-De acuerdo –respondió Asami.

Salió de la oficina y subió a su moto. En esos momentos lo último que necesitaba era perder el tiempo allá afuera cuando había algo más importante en su departamento, pero no podía ignorar las órdenes de Amon. Algo le decía que sería una investigación difícil, sobre todo por el parentesco de la víctima con el jefe de la policía.

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Asami llegó al hospital psiquiátrico y no se sorprendió al ver al menos tres patrullas cercando la entrada con una cinta amarilla. Le enseñó su placa de detective al oficial y éste la dejó pasar sin hacer preguntas. El médico encargado del lugar estaba reunido con dos policías que lo interrogaban, pero cuando vio la placa de Asami decidió dejarlos de lado para hablar con ella.

-Soy la detective Asami Sato, ¿puede decirme qué fue lo que pasó?

-Doctor Sayao Tenma. Estoy en las mismas condiciones que usted, detective. Lo único que sé es que tengo el cadáver de un guardia de seguridad a medio pasillo y la celda vacía de una paciente.

-Lléveme a ver el cuerpo –pidió Asami.

-Por aquí.

El doctor la guió hasta donde los forenses estaban trabajando. El cuerpo de Tarrlok yacía boca arriba con una herida brutal en la garganta y una mirada aterrada en sus ojos. En efecto, no parecía que tuviera más heridas que la del cuello, aunque un par de moretones en la mandíbula y en la sien habían pasado desapercibidos debido a la sangre salpicada por todos lados, cosa que llamaba la atención con creces. Hubo una lucha previa a la muerte, ¿era posible que la paciente le hubiera hecho frente o en cambio había peleado con alguien más?

-¿A qué hora ocurrió esto?

-Encontramos el cuerpo hace una hora aproximadamente y no dudamos en llamar a la policía.

-¿Por qué dedujeron que había sido la paciente? ¿Cuándo se dieron cuenta de que había escapado?

-Uno de los internos escuchó un tremendo alboroto en el ala 2, así que mandamos a alguien para tranquilizar a los pacientes. Primero notó la celda vacía y poco después el cuerpo de Tarrlok.

-Quiero hablar con ese interno –dijo Asami.

-Ya se lo llevaron a la estación.

-De acuerdo. También necesitaré la declaración de todo aquel que trabaje en este turno y que haya tenido algo que ver con la víctima –el doctor asintió-. Y por último, necesito ver el expediente de la paciente que se escapó.

El doctor soltó una risa.

-Detective, me temo que eso es información confidencial. Mi ética como médico me prohíbe…

-Pero esto no se trata de ética, doctor –lo interrumpió Asami forzando una sonrisa-. Por lo que usted me dice, una paciente asesinó a un guardia. Se volvió el trabajo de la policía desde el momento en que salió de este lugar, así que me corresponde a mí investigar el caso. Si se rehúsa a darme el expediente, lo acusaré de interferir en la investigación y de obstruir mi trabajo para hacer justicia.

El médico palideció al escuchar la amenaza de Asami. No le quedó otra opción más que guiarla a su oficina y darle lo que le pedía.

El corazón de Asami dio un vuelco cuando vio la foto de la paciente. Su nombre era Korra, y se trataba de la misma chica que había irrumpido en su departamento antes de recibir la llamada de Amon. Tenía veinte años y era esquizofrénica.

Su mente comenzó a dar vueltas y vueltas. ¿Qué debía hacer? Los hechos indicaban que era una asesina, y aún si no lo fuera, su condición demandaba que estuviera en aquel lugar siendo vigilada y medicada con frecuencia. Pero…parecía tan vulnerable, tan débil y desprotegida. La manera en la que entró a su departamento y luego se desplomó. ¿Era aquella la apariencia de un alma malévola? ¿De una asesina? ¿De alguien que podría atacar a un guardia y matarlo con un bolígrafo? Asami creía que no. O tal vez una parte de ella lo creía, pero la otra, la que en ese momento tenía más peso y que no dudó en agregarle la identidad de la víctima, no.

Era bien sabido la clase de calaña que era Tarrlok, y por si eso no fuera suficiente, bastaría con ver quién era su hermano. Asami estaba dispuesta a averiguar cómo había ocurrido aquel sangriento asesinato, pero por lo pronto decidió no sacar conclusiones apresuradas dejándose llevar por sus emociones. Primero interrogaría a Korra, y si su versión justificaba aquel asesinato, entonces no habría más que aclarar. Podía ser defensa personal, pero…

Pero los esquizofrénicos muchas veces se volvían agresivos. ¿Qué tal si Korra había atacado a Tarrlok en un momento de locura? ¿Qué tal si Tarrlok únicamente estaba haciendo su trabajo y fue víctima de las circunstancias? ¿Asami estaba tan cegada por su odio a Amon que trataba de justificar el asesinato de su maldito hermano? Ni siquiera conocía a aquella chica castaña, y al retenerla en su departamento sin dar aviso a las autoridades para que hicieran algo al respecto era, oh sorpresa, obstrucción de la justicia.

-¿Detective? –el médico se acercó a ella-. ¿Está usted bien?

Asami sacudió la cabeza para alejar todos esos pensamientos. En esos momentos necesitaba su mente trabajando en frío, y hasta que reuniera más información entonces podría decidir qué hacer a continuación.

-Me llevaré esto –anunció levantando el expediente-. Publicaremos su foto en los periódicos y pondremos anuncios en las calles para atraparla.

-De acuerdo.

-Los forenses analizarán el cuerpo de Tarrlok y después le daré a conocer los detalles del informe.

Asami se dirigió a la salida.

-No sé si ha trabajado con gente así, detective, pero los pacientes psiquiátricos son muy peligrosos. Tenga cuidado –exclamó el doctor.

Asami reprimió una sonrisa.

-Lo tendré. Antes que nada hay que encontrarla, después decidiremos qué hacer con ella.

El doctor parecía desconcertado y alarmado al mismo tiempo.

-¿A qué se refiere con "decidiremos"? ¿Qué no es obvio que ella lo mató?

-Creo, doctor Tenma, que al igual que todos merece el beneficio de la duda. La joven Korra es inocente hasta demostrar lo contrario, y eso únicamente sería con una declaración.

-Pero ya vio usted que es esquizofrénica. Es probable es que las voces que escucha le dijeron que matara al guardia.

-Y también es probable que se haya defendido de una agresión.

Los ojos del médico se abrieron con asombro. De todas las explicaciones, esa era la que menos esperaba escuchar. Decidió no preguntarle más cosas y simplemente dejar que se fuera. Ya hablaría más tarde con su superior para que darle la queja de su subordinada y sus disparatadas ideas sobre poner en tela de juicio la culpabilidad de Korra.

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Korra abrió los ojos lentamente y los acopló a la oscuridad que la envolvía. Se vio acostada en un cómodo sillón, cubierta de cobijas y con ropa seca. ¿Qué había pasado? Recordaba haber corrido por las escaleras al ver las luces de las sirenas… ¿y luego? Nada.

Se incorporó en su lugar y en ese momento escuchó que la puerta se abría. Una joven hermosa de cabello negro recogido en una coleta y unos preciosos ojos color jade la miró con curiosidad. No parecía asombrada de verla ahí, por lo que Korra dedujo que ella la había rescatado. En cambio, la joven cerró la puerta y encendió la luz. Los ojos dilatados de Korra se cerraron en respuesta. La joven encendió en su lugar dos lámparas que despedían una luz más tenue y amable. Se sentó en la orilla del sillón y ninguna de las dos dijo nada por un rato.

Korra retrocedió asustada cuando vio que levantaba la mano y se cubrió la cara en acto reflejo.

-Tranquila, sólo quiero ver si tienes fiebre.

Korra se relajó y dejó que palpara su frente. Su voz era suave pero firme, y su toque era delicado aunque sus manos estaban frías por la lluvia. Tenía unas manos muy blancas y cuidadas en contraste con la piel morena de Korra.

-Me llamo Asami, ¿cuál es tu nombre?

-Korra –respondió en voz baja.

Asami asintió.

-¿Puedes decirme lo que pasó? ¿Cómo llegaste aquí? Te encontré en el piso, completamente empapada.

-Lo siento.

-¿Qué pasó?

-No…no lo sé…cuando trato de recordar me duele mucho la cabeza.

Asami acomodó la almohada de Korra y la tapó con las cobijas.

-Trata de dormir un poco, hablaremos en la mañana.

-¿Cómo puedes dejarme dormir aquí como si nada? ¿Qué tal si soy peligrosa?

-¿Lo eres?

-No lo sé –admitió Korra con voz temblorosa recordando las manchas de sangre en sus manos y en su ropa.

-Bueno, Korra, por suerte para las dos, soy policía, así que no hay nada qué temer –respondió Asami con voz tranquilizadora. Acto seguido se levantó y le dejó un vaso de agua en la mesita de centro-. Descansa.

Y se retiró a su habitación, confiando en que Korra no haría nada que hiciera que se arrepintiera de su decisión durante la noche. Sin embargo, durmió con la pistola bajo la almohada.

Continuará…