Todo estaba hecho. El funeral había terminado, los trámites estaban en orden y lo único que quedaba era marcharse del hotel y dirigirse al aeropuerto de Hong Kong. Antes de empezar el viaje, Ayuzawa Misaki fue al cementerio para llevar las últimas flores a la tumba de su marido.
—Supongo que esto es un adiós — dijo Misaki después de colocar las flores cuidadosamente. —Vendré a verte luego, supongo que después del viaje, pero no sé cuándo exactamente. Depende de lo que encuentre cuando llegue a Tokio.
Misaki miro la tumba de su marido y suspiro, mientras las lágrimas se deslizaban por su rostro.
—Adiós — susurró — siempre te llevare en mi corazón.
Habían estado tan unidos en espíritu que sentía que aun estaba con ella mientras el taxi la llevaba al aeropuerto y montaba el avión. Durante las horas en las que cruzo el océano, ella recordó cómo había surgido su extraño matrimonio.
Ella había dejado de desfilar en el punto más alto de su carrera, cansada de esa vida y con la intención de convertirse en una mujer de negocios. Había amasado una gran fortuna y sólo necesitaba invertirla. Pero ese fue un gran error, pronto descubrió la porquería de empresa en la que estaba apunto de invertir su dinero. Antes de firmar los cheques Antonio fue en su rescate, advirtiéndole, así se conocieron, cuando él la salvo del desastre.
Se habían hecho muy buenos amigos después de eso. Él pasaba de los setenta y ya le había comunicado que no viviría demasiado. Cuando le había pedido que se quedara con el hasta el final, ella acepto sin dudarlo, se habían casado en secreto y Misaki había querido a Antonio con todo su corazón, hasta el día que murió en sus brazos.
Antonio había hablado abiertamente de cuando ese momento llegara y de lo que le había previsto para ella, algo excesivo en opinión de Misaki.
—SERÁ castigada por lo que ha hecho. ¡Voy a asegurarme de ello aunque me lleve lo que me queda de vida! — Grito un hombre de unos 25 años, cabello color rubio, lentes y ojos color verde, que vestía un elegante traje.
Usui Takumi le dirigió una última mirada de odio a la fotografía que tenía en la mano antes de retirar su silla e ir hacia la ventana con vista a la bahía de Tokio, donde el sol de la mañana era claro e iluminaba el cielo azul profundo, añadiendo resplandor a las diminutas olas que se reían y ondulaban a los barcos.
Se situaba junto a esa ventana todas las mañanas, saboreando la belleza de Tokio preparándose para afrontar el día que tenía por delante. Había dinero que ganar, críticas que silenciar y enemigos que vencer de una forma u otra.
Belleza. Esa idea le hizo volver a centrar su atención en la fotografía y salir de los recuerdos. La fotografía mostraba a una mujer, sencillamente hermosa, físicamente perfecta: de mediana estatura, esbelta y muy bien proporcionada. Cualquier hombre lo diría, ya que ese cuerpo no le pedía nada a nadie, parecía creado para complacer a los hombres.
Usui, bien preparado para juzgar al género femenino después de haber tenido a muchas de ellas desnudas en su cama, había estudiado a ésa en concreto con detenimiento antes de dejar que su odio estallara. Ahora estaba mirando de nuevo la imagen, estimando sus muchas maravillas y asistiendo como si lo que veía fuera exactamente lo que esperaba.
Pero sus fríos y hermosos rasgos masculinos no se suavizaron. Si acaso, se hicieron más severos mientras sus ojos verdes vagaban por la magnifica silueta que apenas quedaba cubierta por el diminuto bikini negro; esos pechos, esas piernas, ese trasero. Todo calculado, pensó. Cada centímetro había sido cuidadosamente tallado, todo planeado para inflamar el deseo masculino y proporcionarle a la dueña de ese cuerpo todo el dinero que quisiera. Y ahora ella tenía todo el dinero que había planeado conseguir. O eso creía.
Pero yo también puedo hacer cálculos— Pensó el—Como estás apunto de descubrir.
Después de heredar una de tantas empresas de su familia, Usui Takumi fue asesorado por su tío de edad avanzada llamado Antonio, gracias a el la empresa de Usui triunfo, pero a ese hombre se le conocía como un hombre que también le gusta pasarlo bien en compañía de mujeres que solo lo buscaban por conveniencia, su último "capricho" según Usui era la mujer que estaba en la fotografía, su detective privado había hecho un pésimo trabajo al tomar esa fotografía, la cara de esa mujer fue cubierta por el sol. Antonio se caso con esa mujer, la cual se aprovecho de Antonio y de su muy avanzada edad para en su debido tiempo, poder heredar su fortuna, dos semanas atrás recibió una notificación de que Antonio había fallecido y ahora, los abogado de la esposa de Antonio, lo habían llamado para decirle que ahora esa empresa ya no era solo de el, si no también de esa mujer que estaba apunto de llegar a reclamar lo que Usui ya consideraba como absolutamente suyo.
