¡Hola a todas las que hayan venido a caer por error o coincidencia dentro de este fic! Antes que nada quiero aclarar que éste es mi primer fanfiction yaoi que he hecho desde que empecé a escribir y publicar fics –hace como seis años-, así que sinceramente no sé si vaya a quedar bien o qué onda XD Así que tenedme piedad y comprensión. Segundo, ¿por qué no un AoKaga y sí un OC? Yo amo a esta pareja, es mi OTP después de todo, pero no puedo escribir sobre estos dos hermosos hombres y no sé por qué, pero las ideas no fluyen y me limito a leer fics de ellos aquí y ser jodidamene feliz; así que respeto que no te quedes a leer y sigas tu vida XP Yo sinceramente escribí esto porque amo este fandom y quería hacer algo como esto e irme a casa satisfecha –junto con mi otro fic de KnB-. Así que si te has quedado después de todas las advertencias, unas enormes gracias y espero que te guste lo que leerás.

Quiero agradecer especialmente a una querida amiga. Alba –Khalan_Aka05 para quienes quieran buscarla en , escribe historias originales fenomenales-, tía, sin ti jamás hubiera escrito esto. Porque vamos, eres mi conciencia mala que sólo me da rienda suelta : ). Así que esta historia te lo dedico a ti totalmente.

Yukinu, si llegas aquí algún día, espero la disfrutes :D Ya con tu experiencia en historias yaoi me darás tus tips *O*

Sin más rollo, ¡disfruten! Matta ne =3

Capítulo 1

La llegada del príncipe encantador

Su efímero mes de vacaciones se había esfumado en un santiamén y no había podido aprovecharlo como él hubiera deseado. Sin embargo, no tenía más remedio que volver a clases y tener que soportar a cada uno de los personajes que había desde su salón de clases hasta en el equipo de baloncesto.

Y aunque todo caería en la rutina nuevamente, al menos estaba un poco emocionado. En verano podría volver a medir fuerzas con cierto adversario suyo y hacerle pagar por la derrota vivida en la Winter Cup. Ahora solamente debía mentalizarse que había un nuevo capitán y que seguramente le tocaría las pelotas en más de una ocasión.

Había salido de la comodidad de su hogar, colocando su maletín sobre el hombro y empezó a caminar. En breve se le uniría su molesta y ruidosa amiga de la infancia. Una que para variar no estaba hablándole sobre cierto chico de Seirin.

—Las vacaciones se me fueron volando –suspiraba la peli rosa con cierta desilusión-. No pude reunirme con Tetsu-kun ni una sola vez.

—Habrá tenido mejores cosas que hacer –mascullaba el moreno sin demasiado interés. Su amiga por su lado infló los mofletes y le miró con cierto odio-. ¿Qué?

—Dai-chan, eres un idiota –refunfuñó, adelantándose-. Hay que darnos prisa o llegaremos tarde en nuestro primer día de clases –notificó.

—Te aclaro que fuiste TÚ la que tardó en salir…Tsk…-ahora por la culpa de estarla esperando a que estuviera lista se convertiría en el primer retardo del nuevo semestre; vaya fiasco.

—¡Date prisa, Dai-chan! –gritó Satsuki a su querido amigo.

Tras una pequeña carrera contra tiempo, poniendo en manifiesto su condición física y sus deseos de no ser castigados por llegar tarde el primer día de clases, arribaron a las instalaciones de la Academia Tōō. Al parecer había más alumnos que apenas y la habían librado, y entre ellos se hallaba cierto castaño.

—Sakurai-kun –saludó con amabilidad al chico que apenas estaba recuperando la respiración.

—Satsuki-san, Aomine-san…¡Lo siento, lo siento! –ya estaba de nuevo con esas disculpas innecesarias y que poco o nada tenían que ver con la situación.

—¡Dai-chan, espéranos! –el moreno se había cansado de esperar y continúo avanzando. Debían dirigirse hacia el tablero de anuncios y ver en qué clases les había tocado en esta ocasión.

—Al parecer nos tocará estar juntos este año –la sonrisa de Momoi iba de oreja a oreja, haciéndole ver mucho más bonita. Aunque Aomine no era idiota y sabía que haría de sus días escolares un infierno viviente.

—Llevémonos bien –comentaba Ryou. Él siempre tan preocupado por las buenas relaciones sociales.

—Justo lo que me faltaba –había iniciado el semestre con el pie equivocado-. Ahora tendré que soportar sus regaños y demandas, en clase.

—Parece que hay mucho movimiento por allí –sus rosáceas pupilas miraron hacia la entrada principal del colegio. Había una gran cantidad de alumnas de primer año reunidas en un mismo punto. ¿Qué podría estar causándolo?

—Seguramente están escuchando las indicaciones de algún profesor o de los miembros del Consejo Estudiantil –propuso Sakurai.

—Creo que es algo completamente a lo que han mencionado –ambos guiaron su atención hacia el mismo punto en que tenía centrada su atención el moreno.

—¿Un nuevo…profesor? –murmuraba la peli rosa.

El rubio opaco de su cabellera se mecía con cierta calma gracias a la agradable brisa de viento que soplaba por los alrededores. Así mismo, alguien parecía pasar por completo de la rebeldía de su cabello y permitirle que hiciera todo el caos que le placiera; pero no era como si eso arruinara su buena apariencia y mucho menos cuando esos celestes ojos se encargaban de darle la armonía perfecta entre su cabellera y el tono de porcelana de su piel.

No es como si fuera un enclenque pero tampoco era la representación misma de alguien que se encarga de mantener su cuerpo totalmente tonificado. Razón por la que sus vestimentas le iban como anillo al dedo.

Una camisa formal de un blanco impecable y aquella corbata carmesí, iban de maravilla con su impecable pantalón negro y esos lustrosos zapatos.

Quedaba clara la razón por la que todas esas mujeres clamaban que les resolvieran sus dudas en la brevedad posible.

—Ahora deben dirigirse hacia el auditorio principal para la Ceremonia de Bienvenida. Descuiden, no hay manera de que se pierdan, ya que sólo deben doblar hacia la derecha y seguir todo recto –explicaba con amabilidad el blondo, enfocando sus ojos en las chicas que parecían ponerle más atención a su persona que a sus indicaciones.

—¿Hacia dónde dijo que teníamos que ir, Tatsuhisa-sensei? –nada como la sinceridad.

—Me encargaré de guiarlas personalmente para que no se pierdan –era la mejor opción. Fue así como el apuesto hombre salió de escena con todas esas féminas detrás suyo.

—…Así que tenemos profesor nuevo. Y vaya que es popular con las estudiantes –susurraba Satsuki. Si bien no estaba impresionada por el rubio porque estaba enamorada de Kuroko, no negaba que era bien parecido.

—Será una verdadera molestia ver a todas las mujeres moviéndole la cola –suspiró con resignación.

La ceremonia de apertura de curso dio comienzo en la brevedad posible. Resultando de lo más aburrida para la gran mayoría del alumnado, especialmente cuando llegó el momento de que el estudiante de nuevo ingreso más sobresaliente ofreciera el afamado y clásico discurso inspirador; algo que a Aomine Daiki le valía un verdadero rábano.

Para cuando todo eso terminó, todavía le restaba mover su humanidad a su salón de clases. El día apenas empezaba y le aguardaba una jornada agotadora hasta que la hora de entrenar llegara.

—…Qué fastidio…-cierto hombre ya estaba de cara contra el pupitre, admirando el paisaje de su ventana. Quería estar afuera y no en clases.

—Vamos Dai-chan. Es el primer día y ya estás con esas ganas de estudiar…-ella conocía que su amigo no era una lumbrera y que odiaba la escuela casi a pulso; razón por la que siempre salía bajo y los maestros deseaban encerrarle hasta que se aprendiera todo el curso.

—Según nuestro horario, la primera hora es inglés –genial, el tópico que peor se le daba a Daiki.

—Mejor voy a la enfermería por algo antes de que las clases inicien… -sus perezosos deseos se quedarían estancados. El profesor había llegado al fin, dedicándose a poner su nombre sobre el verde pizarrón.

—Pero si es el mismo…de hace rato –comentó quedito, Satsuki. Sus compañeras de clases no se quejaban, de hecho hasta parecían tener muchas ganas de aprender.

—…Mi nombre es Tatsuhisa Kai y a partir de ahora seré su profesor de inglés, espero que podamos llevarnos bien y trabajar juntos para mejorar el promedio de la clase –habló con amabilidad, siempre acompañado de una impecable sonrisa que lograba derretir a más de una-. Así que ahora procederé a escuchar sus presentaciones –diciendo esto, tomó asiento y tomó su lista.

Tras la amable petición del oji azul, cada uno de los alumnos se fue presentando, ofertando algún dato adicional que iba desde sus hobbys hasta en lo que eran buenos. Cosa que era habitual cada que se retomaban las clases.

—Soy Aomine Daiki y me gusta jugar baloncesto –ser conciso y directo eran los atributos que definían por excelencia al moreno. A los que lo conocían no les sorprendía en lo más mínimo su inapetencia por hablar más de su persona.

—Oh, baloncesto. Recuerdo cuando lo jugaba. Es un excelente deporte… He escuchado que el equipo de esta academia cuenta con un jugador renombrado, perteneciente a la Generación de los Milagros –comentó con normalidad, cruzándose de brazos.

Por unos breves segundos el moreno sintió que le observó detenidamente, atravesándole con esa intensa mirada celeste, al tiempo que le regalaba una tenue sonrisa socarrona. A su punto de vista parecía que estaba burlándose de él, en su cara, frente a todos y con una discreción épica. Pero quizás sólo eran meras especulaciones.

Podría jurar que estaba burlándose de mí…-la sola idea le molestaba, especialmente si consideraba que era un profesor nuevo y a cargo de la materia que más dificultad le causaba.

—Ya que he escuchado un poco de todos ustedes, deseo evaluar su nivel de conocimiento. Ya que es necesario que conozca el nivel del grupo para determinar qué medidas tomar o en qué temas debería retomar –expuesto esto liberó de su portafolio un bonche de hojas. Todos sabían qué significaba eso-. Sí, es un examen sorpresa así que guarden sus cosas y dejen únicamente pluma y corrector.

Las chicas parecían encantadas con la idea de probar sus conocimientos, pero no así el resto de los alumnos; ellos ya habían etiquetado al rubio como enemigo público número uno; ¿y cómo no? Todas parecían estar babeando por el nuevo profesor.

Y tras media hora de un torturante examen, todas aquellas hojas fueron recogidas en la brevedad posible.

—Mañana mismo tendré sus calificaciones listas. De momento daremos inicio a una pequeña lectura…La pronunciación también es importante –oh sí, los chicos ya tenían al hombre en su lista negra mientras las adolescentes solamente deseaban que les corrigiera su acento inglés.

El timbre de salida al fin sonó, por lo que ahora podría olvidarse de los fastidiosos maestros y todo lo referente a ellos.

Era hora de entrenar, por lo que dirigirse al gimnasio principal era lo ideal.

Y gracias a que iba a toda marcha, ignorando a su alrededor. No se dio cuenta en el instante en que casi logra desbalancear a ese grupo de tres maestros.

—¡Aomine-kun, fíjate por donde miras! -gritó el maestro más grande de edad del grupo. Uno que casi se quedaba pelón.

—Está bastante animado -comentaba el más joven de los tres.

—Eso es porque el básquetbol es lo único que logra motivarlo, Tatsuhisa-kun -profesaba suspirante la única mujer del grupo.

—Escuché que te ha tocado ser el tutor de su clase -las celestes pupilas del chico se orientaron hacia el hombre; no parecía aterrado por ello.

—Además es un tanto pervertido -agregó la fémina. Al parecer sus encantos de mujer no habían pasado desapercibidos por el alumnado.

—Supongo que será la edad. La mayoría de los chicos de preparatoria traen las hormonas a flor de piel -soltó con un aire de ironía y seriedad.

—La tendrá difícil con él si es que quiere mantener el promedio de la clase. Aunque siendo el tutor de ese salón, imagino que hará todo lo posible por estar dentro del margen de las demás.

—No creo que sea tan mal estudiante como dicen -comentó de momento. Aunque tras sacar esos exámenes que guardaba meticulosamente en su portafolio, la realidad le golpeó-. Realmente apesta para inglés... Espero que en las demás no esté igual...

Tras entrar al gimnasio e ignorar la mirada envenenada del ahora actual capitán de Tōō, se dispuso a cambiarse y ponerse a calentar.

Ahora lo que le importaba era ponerse a entrenar.

—¿Por qué llegas tarde, eh? -demandó saber el hombre.

—Tenía cosas que hacer -ya estaba totalmente cambiado y ahora simplemente amarraba por cordones de sus tennis.

—Tsk... No te creas mucho eh Aomine -espetaba Wakamatsu con irritación-. Suficiente tengo con ese nuevo profesor que se hace el chulo con todos como para aguantar tus desplantes de divo.

—Pareciera como si toda la escuela hablaran de ese nuevo profesor...-Satsuki era de las pocas que no estaban tras los huesos del blondo.

—Bueno, no es de extrañarse... En la escuela sólo hay maestros que lucen como nuestros padres. Únicamente las profesoras son jóvenes...Algunas. Pero eso no debería ser suficiente. Es decir, yo soy mejor parecido que él...

—Wakamatsu-san, eso es un poco... ¡Lo siento, lo siento!

—¡Siéntelo maldito emo! -ahora resulta que nadie le respetaba. Aunque eso había sido desde que esos dos novatos entraron el año pasado.

—Sólo cálmense ustedes dos -pedía Momoi, quedando entre el castaño y rubio-. Debemos entrenar y no perder el tiempo en disputas.

—Como sea... ¡Yo soy más popular que ese profesor oxigenado!

—Pensar que los hombres también se comportan de esta manera...-la peli rosa debía de tener mucha paciencia, mucha.

Tras el término de la jornada de práctica, todo el equipo tomó su camino y se dirigió a casa. El cielo se había coloreado de tonos naranjas y amarillos; el día lentamente perecía.

Aomine se adelantó. No quería esperar a su querida amiga en lo que terminaba de actualizarse con los cotilleos que circulaban por en la escuela; porque seguramente la mayoría eran sobre cierto blondo.

Espero que se les pase la fiebre a todas o el año escolar será una verdadera patada en el culo...

Ya que tenía el apetito a flor de piel, habría de hacer una escalada breve en Maji Burguer. Nada como una hamburguesa y una dotación destacable de papas fritas.

Tras pedir, tomó asiento y se dispuso a comer.

—¿Y ese barullo? -porque repentinamente todo el ambiente se tornó lleno de susurros y gritillos reprimidos-. Debes estar bromeando...-su suerte podría ser envidiada por todas sus compañeras de clase, pero no por él. Hasta donde deseaba creer, los profesores eran criaturas que sólo vivían para la escuela y no se les podía concebir en cualquier otra actividad que no fuera la enseñanza.

—Parece que he venido en un mal momento...-susurraba el blondo. Y efectivamente así parecía ya que todas las mesas estaban ocupadas.

—Aquí hay una libre -mencionó con inocencia una chica cuyo uniforme delataba que estaba en secundaria.

—Podemos hacer un lugar para ti si quieres -agregó otra muy considerada en compañía de sus amigas.

—¿...Puedo tomar el asiento libre?

La penetrante mirada del moreno observó al rubio. Allí estaba parado frente a él, con su charola y esa amable sonrisa en sus labios. Por alguna razón le mosqueaba su actitud.

—Como quieras -fue lo último que dijo antes de retomar su actividad de alimentarse.

—Ey, ey, ¿podrías darnos tu número de teléfono? -por lo visto había chicas valientes que se animaban a ser tan directas.

—Lo siento, pero soy profesor -esa simple declaración hizo a la chica enrojecer de la pena, por lo que se fue de allí en un parpadeo.

—Sería problemático que te vieran salir con una estudiante -agregó el moreno tras acabar su hamburguesa. Ahora estaba haciendo bolita el envoltorio de la misma.

—Independientemente de las implicaciones legales, ninguna de ellas es mi tipo -su hamburguesa iba por la mitad y sus papas igual. Alguien no parecía tener apetito.

—Así que eres quisquilloso -bromeó.

—Podría decirse que soy de gustos selectivos -esbozó una pequeña sonrisa ladina-. Cuando llegues a mi edad lo entenderás.

—Te oyes como un viejo empedernido que no ha gozado la vida -se burló, acompañado de esa sonrisa socarrona-.

—Tan viejo no soy -aseveró con buen tono-. Acabo de cumplir los 22 -aclaró-. Estoy en la flor de la vida.

—Pues parece que la flor de tu vida está bastante marchita y aburrida -soltó con saña.

—Es de tontos divertirse con lo primero que se te cruce en el camino -sentenció con un poco de rudeza-. ¿No lo crees?

—Si te da diversión, no importa que sea pasajero. Igual nadie busca nada serio a esta edad.

—Podrías tener razón -se levantó con esa charola con alimentos a medio comer-. Parece que este tipo de comida no va conmigo... Como sea. Que tengas buena noche -dio media vuelta con dirección al área donde se colocaban las charolas usadas-, y procura estudiar más... Porque de nada sirve que seas talentoso en el básquetbol si no hay suficiente materia gris en tu cavidad craneal...

No podía verle la cara, pero juraba por todas las deidades que estaba sonriendo. Sonriéndole de manera burlona y despectiva.

Ese hombre le estaba diciendo idiota de manera sutil y usando palabras estéticas.

Sólo apretó los dientes, causando un molesto rechinido. Ese hombre le cabreaba demasiado fácil.

—¡Si será cabrón...!

Un nuevo día arribó, por lo que las clases no demorarían en dar inicio. Y aunque la asignatura de inglés no era de las primeras, si era la que cerraba el horario de clases de ese grupo.

Trágicamente el día se fue en un abrir y cerrar de ojos. Y ante su propio escepticismo el popular maestro ya había dado inicio a su clase.

—Los que hayan obtenido nota reprobatoria deberán quedarse al final de la clase -más del 99% habían pasado. Lástima que Daiki formaba parte del 1% que no.

—¿Cómo te fue, Dai-chan? -Momoi sabía que no le había ido bien a su amigo, pero conservaba la esperanza de que había pasado.

—Lo menos que quiero es quedarme aquí después de clases -chasqueó la boca y estuvo a nada de arrugar el examen y tirarlo.

—Dai-chan...debes estudiar más...

—Serán sesiones después de clases hasta que logren estar al nivel del resto debla escuela.

—¡¿Qué?! -Aomine se puso de pie. Consideraba que esas medidas eran extremas y se negaba a aceptarlas.

—Lo que escuchó, Aomine-kun. Los que no aprobaron deberán quedarse después de clases y mejorar su desempeño. Especialmente usted, después de todo está en los titulares y tiene que conservar cierto promedio –¿le estaba amenazando? ¿Estaba insinuándole que si no se aplicaba en su materia podría poner en peligro su participación en el básquetbol?

—Como sea...-dijo de mala gana tras tomar asiento. Y tras aquel desplante la clase prosiguió con normalidad.

La chicharra sonó, aunque eso no significaba alivio en su vida. El muy toca narices estaba afuera del salón para evitar que sus víctimas escaparan.

—Me alegra saber que sólo cuatro alumnos no aprobaron.

Porque Daiki no estaba solo en su infierno, aparte de él había dos chicos y una chica.

—Iré uno por uno para establecer su programa de estudios y lo que irán haciendo en la semana. Los viernes tendremos conversaciones en inglés para que mejoren su fluidez y pronunciación.

—Grrr...Qué fastidio... Lo peor es que el idiota de Wakamatsu estuvo más que encantado con esto...-para cuando sus pensamientos se asentaron en la realidad, ya tenía al rubio sentado en el pupitre de enfrente.

—Cuesta creer que seas tan malo en lo básico. Mismo que debiste de haber visto en secundaria -ahí estaba de nuevo, dándoselas de sabiondo.

—Tsk...Sólo quiero que esto acabe lo más pronto posible...

—Y eso no hace más que despertar mi curiosidad de cómo es que pasaste tus cursos...-él hablaba y hablaba, y bueno, Aomine le ignoraba.

Lo peor es que todavía cabo entrenar tras salir de esto... ¿En qué momento se supone que tenga vida?

—Pero dejaremos esos temas para otro momento. Por ahora debes concentrarte en tus estudios actuales. Me temo que retomaremos desde lo más básico de lo básico -allí estaba esa sonrisa apacible. ¿Es que le pagaban por sonreír o enseñar, o ambas?

Sólo quiero irme a casa y no saber nada de este idiota...-el resto parecía estar bien con las tareas que el rubio les dio, pero él no compartía su júbilo.

—¿Estás escuchando, Aomine-kun? -llamó al moreno una vez más.

—Sí, sí, lo básico de lo básico, ¿no?

—Justamente.

Juraba que habían pasado horas desde que sus clases extras iniciaron. Aunque la única verdad era que quería largarse y dejar de ser sermoneado por el blondo.

Ahora estaba aliviado de estar en la duela, encestando el balón desde cualquier ángulo y practicando sus fintas.

—Es más fastidioso que la misma Satsuki -el muy descarado le había dado un bonche de hojas con vocabulario a memorizar para el viernes, así como ejercicios básicos-. No sé cómo todas andan babeando por él -nada como sacar su ira contenida encestando una y otra y otra vez.

—Creo que una de las razones por las que no te va bien, es porque olvidas la tarea...

Al moreno casi se le sale el corazón del susto en cuanto escuchó la voz de quien maldecía tanto. Estaba parado justo en la entrada con su castigo en manos: todas esas hojas de deberes.

—Lo que me faltaba...-sin mucho humor se acercó al profesor, tomando esas hojas.

—No olvides que tienes tarea para mañana -le recordó; el moreno frunció el entrecejo.

—Ya lo sé...-ahora estaba acumulando más estrés.

—Bien. Hecho mi trabajo, te dejo que sigas entrenando -estaba listo para irse, no obstante, las palabras del moreno lo frenaron.

—Dijiste que jugabas, ¿no? Ya que no tengo nadie con quien practicar y que hayas sido el culpable de que entrene solo, juguemos un one-on-on.

—Te aclaro que tú fuiste el que reprobó mi examen y que esto es consecuencia de tu vagancia.

—Lo que sea. Sólo entra a la cancha -arrojó el balón contra el rubio con "poca" fuerza.

—No es como si quisiera arruinar mi ropa. Es costosa, ¿sabes?

—Mejor admite que tienes miedo que un crío como yo te dé una paliza -provocó con ese tono prepotente y aire de superioridad. Era Aomine Daiki después de todo y debía marcar su posición.

—Tienes una lengua bastante suelta. Así que estaría bien darte un poco de humildad -se sacó el saco de encima y la corbata. Iba a ser un sufrimiento jugar en zapatos formales pero no le quedaba de otra.

El juego dio inicio, siendo comandado indudablemente por el moreno. Cosa que no costaba trabajo creer, ya que era ágil, rápido y su sed de victoria era capaz de machacar el espíritu débil de sus contrincantes. Sin embargo, eso no parecía ser suficiente para lograr que Tatsuhisa cediera un poco. Él no parecía ser de los que se intimidaran por tan poco.

—No lo haces tan mal, viejo -agregó triunfal. Estaba siendo bloqueado por el rubio y siguiendo sus movimientos sin demasiado problema.

—Lo tomaré como un halago viniendo de ti -quizás terminaría odiando esa sonrisa. Porque allí estaba otra vez sobre sus labios, enervándole-. Pero si esto es lo mejor que puedes hacer, Tōō está en problemas.

Ese comentario encendió la chispa de enfado del moreno. ¿Cómo se atrevía a hablarle así a él? Iba a callarle la boca en ese momento.

Fue así como rompió su bloqueo y avanzó a toda marcha hacia la canasta. Pero no estaría solo por demasiado tiempo, ya que el rubio estaba rozándole los talones, dispuesto a quitarle el balón a toda costa.

—Eres insistente.

—Mira quién habla, Aomine-kun.

La confrontación continuaba. Y aunque el moreno había hecho un par de puntos, el rubio no permitía que continuara con su racha.

Odiaba admitirlo pero era lo suficientemente bueno como para desmontar exitosamente sus fintas.

Estaban frente a frente, atravesándose con esas miradas celestes, tan intensas como competitivas.

Ninguno hacía movimiento alguno. Solamente se limitaban a mirarse en busca del siguiente movimiento del otro. Incluso sus respiraciones estaban en perfecta coordinación.

—Quizás puedas divertirme...un poco -agregó el moreno con esa sonrisa que denotaba que había pillado a alguien que podría ayudarle a entrenar.

—Yo aún no estoy seguro de ello, pero no lo haces nada mal -esa sonrisa era muy diferente a las otras que le había visto. Era como si expusiera la complacencia que tenía de enfrentarse a él en el básquetbol.

En ese instante en que ambos mantenían un estado de absoluta conservación de la energía, el tiempo parecía haberse detenido, quedando únicamente el deseo de cada uno de predecir el movimiento que haría cada quien.

Se inclinaban tenuemente hacia un lado y hacia otro. Se habían marcado tan bien que moverse costaba demasiado.

Esos celestes ojos le observaban atentamente y al mismo tiempo parecían llenos de brío y regocijo. Y esa sonrisa se había vuelto más disimulada pero a la vez un tanto enigmática y fascinante.

No es como si le importara demasiado el tener que soportar el suave aroma de su loción, pero lo que si estaba resultándole incómodo, era su apenas perceptible pero cálida respiración.

Apenas había caído en cuenta que la distancia que les apartaba era mínimo. En su intento de impedir que el rubio le arrebatara el balón, había reducido su área de movimiento.

¡Maldición, estamos demasiado cerca!

Lo mejor era desmarcarse y seguir con el partido.

—Sabes que estando así nadie podrá hacer nada y esto será un partido muerto, ¿verdad?

—No me digas genio -agregó gutural. Estaba molestándose, pero no por las razones obvias.

—Entonces terminemos con esto -le sonrió con descaro. Pero eso no le preocupó, hubo algo más que le erizó la piel de todo su cuerpo.

Aomine podía jurar que la escasa distancia entre ambos se había acortado aún más, que no sólo esa respiración se estampaba contra sus labios y mejillas, sino también pudo experimentar brevemente la fricción de su tostada piel contra la fina y suave tela de su esa suma de sucesos, surgidos tras un one-on-one, estaba causándole desasosiego, inquietud y algo parecido al nerviosismo.

¿Pero por qué?