Bueno, otros 5 vicios, con otras cuatro personas y yo. Espero que les gusten. Saludos y besos a las chicas participantes. Cariños a los lectores.
Disclaimer: Nada me pertenece, excepto ideas. El resto, le pertenece a JK Rowling.
MariSeverus.
El primero, me pertenece.
Vicio 1.- Querer morir
No quería escuchar a las razones, sencillamente. Estaba harto del universo y sus complicaciones. Deseaba dejar de encontrarse fingiendo. No quería seguir sintiendo que tenía que continuar su camino. Quería que su pasado terminara, por comerse a su futuro. Con una sonrisa suave, miraba su varita con detalle.
¿Y si el mundo se acabara? Eso era lo que deseaba. Todos en la noche, susurraban su nombre. Lo llamaban
Traidor.
- ¿Profesor Snape? ¿Está allí adentro?- una suave voz, emergió de un oscuro corredor. Tenía una angustiosa voz, él tenía días sin salir de aquella habitación a oscuras- Profesor Snape, escúcheme por favor.
¿Por qué tenía que escuchar, lo que nadie quería escuchar? Entre sus noches, podía escuchar las palabras tras su espalda. A veces, quería cerrar sus ojos y simplemente soñar con el desprendimiento de su alma, sobre el cuerpo.
Algunas noches, quería sentir, que ya no estaba. Que se había fundido con el suelo y nadie podía verlo. Pocas veces, sus pies hacían eco en la fría piedra del lugar donde vivía.
Por que ya no era nada importante. Solo era el traidor del que todos se llenaban la boca. ¡Severus le dijo idiota al señor tenebroso! ¡Severus le dijo idiota al señor tenebroso!
- ¡Váyase! ¡No quiero saber nada, de nadie!- espetó, los grados de alcohol en su sangre, amenazaban con quitarle la poca cordura que representaba, tener un cerebro pensante.
Y entonces, ¡Sonó un crac! Algo se desplomaba, sobre otra cosa pesada. Rechinó como madera hueca y vacía. Algo de vidrio, rodó varios metros y golpeó con la puerta cerrada.
- ¡Profesor Snape, por favor!- la dulce voz, ya no se encontraba. Estaba llena de lágrimas, de sentimientos de perturbación, por no poder entender lo que estaba por ocurrir.
Lo que estaba él, por sentir,
Mirando el techo, con el rostro cubierto por breves sombras que se van, mientras el atardecer declina. La noche le permite cerrar los ojos. No quiere que se acerquen tanto a él. Desea morir insensible para poder decir.
Que no iba a extrañar a nadie. Que no iba a perder nada, con solo poner su varita en su corazón y caer en el suelo frío.
Por que era allí donde debía estar. En el suelo frío, de sus propia carne podrida. No servía para nada. Nadie miraba lo que hacía, nadie prestaba atención a eso que sentía. Solamente miraban los errores, para recordárselos toda la eternidad.
Por no querer ser más, el juguete. Por solo beber un par de copas con la muerte. ¡Por no escuchar la incansable voz de Hermione Granger! Tras aquella puerta de caoba negra, que no entiende como no se derrumba, con el odio con el cual, la está mirando.
- Aléjese, Granger. No quiero verla, no quiero oírla. No quiero saber que está allí.
Mucho menos, quiero sentirla.
- No pienso irme, sin que me escuche. Sin que deje de actuar de esa forma. Estamos muy consternados, por usted.
- En este preciso momento, solo tengo un deseo en mi cabeza...
Las horas del reloj, marcan con sonidos desesperantes, que se demora en hacerlo realidad. Mira los segundos, que se tragan a los minutos, que entierran a las horas.
No podrá con tanta agonía y entonces, el vaso resbala de sus dedos. Ya no puede sostenerse. Ya no puede decir que todo está bien.
Que puede soportar lo que una vez pudo. Que puede enfrentar eso, que una vez pudo.
Solo quiere morir y morir. La forma, le es irrelevante. Si pudiera morir, hasta el dolor, le concedería placer.
Pero, no hay nada que puedan decir o hacer, para que no lo intente. Se levanta entonces, endemoniado, pateando todo lo que encuentra.
Su varita sostiene, entre sus dedos y la mueve entre ellos. ¿Cómo sería, lanzarse un Avada Kedavra, él mismo?
Ha de ser alucinante. Ha de ser exquisito, verse caer, frente a un espejo resquebrajado. Verse sentir a sí mismo, lo que otras manos y varitas, quieren hacer con él.
- ¡Señor, por favor! ¡Escúcheme! No sé qué es lo que pretende, pero no quiero que cometa una locura. Por favor, escúcheme.
- Es tarde ya. El sol se puso. Mi vaso está vacío.
- Soy capaz de solo llenárselo, si eso lo calma.
Espera pacientemente, pero cree que él jamás escuchará ese ruego. Suspira y cree que todo está perdido, hasta que la puerta comienza a abrirse lentamente.
Frente a ella, hay un hombre destruido. Hay un hombre en serios aprietos, que toma bebidas como su sangre.
Que espera beberse su sangre, gota a gota, para luego sentir su propio ardor en la garganta. Esa sangre asquerosa, que todos odian.
- Yo voy a beber con usted, se lo prometo.
Se sienta y mira como una copa, aparece en sus manos. Nunca ha bebido, pero por él, aprendería a beber miles de cosas.
Solo por no ver morir, a un inocente.
