Carol cerró el horno, tomando el paño cocina comenzó a limpiar el mesón. Risas a la distancia llamaron su atención. La voz aguda y dulce de una niña se escuchó, seguida de la grave y suave de un hombre. Carol no pudo evitar sonreír.

Los últimos dos años habían sido una locura, locura que la hacía feliz, locura que convertía el infierno en el que había vivido en una pesadilla, pesadilla de la que había despertado.

Hace dos años, un día como hoy, Ed llegó a la casa ebrio, la golpeo y violó hasta el cansancio, como muchas otras veces. Pero lo que cambio ese día fue que, no contento con la masacre que hizo con el cuerpo y alma de Carol, y el hecho de que la hija que tenían en común escuchó todo lo ocurrido desde su habitación, una vez terminado el ultraje a su esposa se dirigió a pieza de Sofía. Carol sabía exactamente qué significaba eso.

Los meses previos había percibido como Ed dejó de ver a Sofía como el pequeño renacuajo al que tenía que mantener y comenzó a fijar su atención a sus tiernas curvas y cara angelical. Carol solo sentía deseos de vomitar, si Ed consideraba que ella no satisfacía sus necesidades por qué no se conseguía una prostituta. Si había algo claro para Carol en ese infierno era que nunca dejaría que Ed le hiciera a Sofía lo mismo que le hacía a ella.

Carol, a través de la inflamación y la sangre vio como el hombre se alejaba y en qué dirección. Sintió como se vientre en dolor se hacía agua. A Sofía no. Como pudo se levantó y con mucho dolor se puso de pie. Sobre su velador había una lámpara, artefacto que tomó y apretó en su mano derecha. Sigilosamente, avanzó hasta la pieza de su hija, empujó la puerta que estaba entre abierta, y vio cómo su esposo se inclinaba sobre la niña de 10 años, mientras ésta lloraba aterrada.

Los siguientes minutos son solo recuerdos borrosos de imágenes inconexas. Lo siguiente que recuerda es estar abrazando y consolando a su hija, mientras Ed yacía en el piso con una herida sangrante en la cabeza.

Después del incidente, Carol tomó una maleta y a su hija, y corrió al hogar de acogida al que en un tiempo pasado había acudido. Allí recibieron a ambas con los brazos abiertos. Los funcionarios solicitaron a Carol asistir a un centro médico para que atendieran sus heridas y dejara constancia de las lesiones. Ella se negó en un principio, sin embargo le reiteraron que estar en el refugio incluía este tipo de procedimientos. No tenía donde más ir con su pequeña. No tuvo más opción.

Las siguientes semanas fueron una tortura, estaba aterrada de que Ed apareciera y se las llevara de vuelta a casa, con el tipo las consecuencias que eso implicaba. Su teléfono sonaba constantemente. Los asistentes y cuidadores del refugio la guiaron y aconsejaron todo el tiempo, sin embargo se seguía sintiendo perdida. Sofía también lloraba todos los días y dormía entre pesadillas por las noches.

Carol conoció a Daryl una semana después de su llegada, cuando una asistente fue a buscarla a la cocina, explicándole que su hija se había encerrado en uno de los baños. Cuando llegó al lugar, vio la puerta del baño abierta y dentro un hombre maduro, de aspecto rudo y andrajoso, que estaba sentado a un lado de su pequeña. Él hablaba a Sofía con una suavidad inaudita para un hombre de sus características, su voz era acogedora y tranquilizante. Carol no atendió a lo que decía, sorprendida por la expresión de seguridad que su hija tenía en ese momento.

Después Sofía le contó que esa mañana había estado mirando por la ventana y había visto a alguien parecido a su padre fuera del recinto. Con pánico había corrido al baño y se había encerrado a llorar. La asistente se había dado cuenta de esto y había golpeado la puerta exigiéndole salir. Esto solo había asustado aún más a Sofía. De repente, los golpes cesaron y un hombre le había hablado, quien con palabras tranquilizadoras le había hecho entender que no corría peligro, que no estaba sola, y que él entendía como se sentía.

Daryl era un obrero a quien el centro frecuentemente contrataba para reparaciones. Solía ser rudo y huraño, pero suave y muy respetuoso con las usuarias y sus hijos, si es que se los encontraba en su camino. Los funcionarios del centro le tenían estima y confiaban en él, aunque era un hombre muy reservado.

Desde ese momento, se podía apreciar como Daryl y Sofía interactuaban un poco más cada día. Carol tenía miedo en un principio, en su historia personal los hombres siempre significaban peligro y sufrimiento, desde su abuelo hasta su esposo. Pero a medida que iba conociendo a Daryl, empezó a ver que era una persona muy bondadosa. En una ocasión pudo presenciar como este hombre defendió a otro de los niños del centro que estaba siendo golpeado por su madre a modo de castigo. El no solía interactuar casi con nadie, pero era de los que no dejaría que alguien lastime a un niño.

Cada vez que lo veía a los ojos podía ver mucho de ella misma en él. Al mes, se enteró, por medio de una de las funcionarias, que Daryl había sido como Sofía, su padre era violento y hubo una vez en que su madre había escapado, recurrido a su amiga, quien era la actual directora del refugio. Lamentablemente, luego de un breve tiempo ella volvió con su esposo, se sabe que unos años después la mujer murió en un incendió y al chico no lo volvieron a ver hasta tiempo después. Un Daryl ya adolescente se había acercado a la directora, rogando lo pudiera recibir al menos por una noche. La funcionaría le explicó a Carol que nadie sabía exactamente qué había pasado con el muchacho esos años. Cuando la directora creo el refugio Daryl comenzó su ir y venir al centro, casi no hablaba con nadie, pero siempre estaba ayudando en lo que podía.

Cuando Carol decidió demandar a Ed, al mes de entrar al centro, solía dudar de su decisión cada diez minutos, sintiendo que iba a ser mayor su pérdida si se separaba por siempre de su esposo, ya que ella se consideraba a si misma inútil, débil y sin valor. Fue una de las primeras conversaciones que tuvo con Daryl, donde él le dijo que ella era fuerte solo que la habían convencido de lo contrario. El juicio contra Ed tuvo un resultado positivo, le dieron algunos años en prisión, aunque no los que a Carol le hubiese gustado.

Más de dos meses después de su ingreso, Carol consiguió un trabajo de mesera y dos meses más tarde pudo costear una pieza para ella y Sofía. Cuando le comentó a Daryl que se iban del hogar de acogida, el hombre puso una expresión neutra, sin embargo sus ojos decían más de lo que podía ocultar. Se veía herido y desamparado ante la idea de no verlas más. Carol no lo conocía profundamente en ese momento, pero sabía que podía confiar en él, así que en respuesta a las emociones del hombre, ella lo invitó a visitarlas cuando él quisiera. El rostro de Daryl se relajó un poco pero su mirada aún se veía perdida, entonces Carol explicó que la pieza no estaba en las mejores condiciones y que debía cargar algunas cosas básicas y que, por lo tanto, estaría muy agradecida si él podía ayudarlas. La boca de Daryl se estiró de una esquina, lo más cercano a una sonrisa que había visto en él. Algo en Carol se movilizó, exactamente qué no sabía, era irresistible la idea de hacer feliz a este hombre, de hacerlo sentir amado, de mostrarle lo valioso que era, a la vez algo en su vientre la hizo sentir inquieta y su corazón saltó en un ritmo que había olvidado que podía ocurrir.

Dos años habían pasado, y ninguno de ellos eran los mismos. Sofía había crecido y aprendido a sonreír más, esto con ayuda de la dedicación, cuidado y contención de Carol y Daryl, además de un terapeuta. Ahora asistía a un nuevo colegio, Daryl solía ir a dejar y buscarla al establecimiento. Muchas veces las profesoras lo confundían con el padre de Sofía.

Daryl hoy en día pasaba más tiempo en casa de ellas que en la propia. Siempre las visitaba en sus descansos, almorzaba ahí apelando a que era el lugar más cercano a su trabajo. Con el poco dinero que ganaba les compraba cosas a ellas. Seguía ayudando en el refugió siempre que podía, los trabajadores del lugar notaron como el hombre suavizó su temperamento, habló y participó más con la comunidad el último tiempo, y todos sabían por qué.

Carol había conseguido un nuevo trabajo en una tienda comercial, donde prontamente la ascendieron de puesto como administradora. Con el proceso de juicio logró recuperar su casa, la que vendió para comprar una nueva, para una vida nueva. Ella se sentía poderosa y realizada, se dio cuenta que Daryl tenía razón, ella siempre había sido fuerte, además de inteligente y, por qué no decirlo, hermosa.

En la medida que ella hacía que Daryl viera lo valioso que era, él la apoyaba en su redescubrimiento personal. Si alguien le preguntaba a Carol que clase de relación tenía con Daryl, probablemente ella se habría quedado callada. Jamás supo de qué forma definirlo ¿amigos? ¿mejores amigos? ¿más que amigos? ¿almas gemelas? Quién sabe. De todas maneras establecer eso no era una prioridad para ella. Lo que si sabía es que amaba profundamente a Daryl, y él también a ella. Daryl también amaba a Sofía, y viceversa. Ambos se apoyaban para crecer como personas, se cuidaban entre ellos y cuidaban a Sofía a la par… casi como el padre que Sofía merecía. A veces Carol se permitía soñar en sus momentos de soledad qué pasaría sí, de alguna manera, con Daryl iniciaran una relación de pareja; luego reía sobre lo insólito que esto sonaba. No es como que no hubiera notado la tensión y el nerviosismo que los invadía a ambos en momentos íntimos, éstos eran fluctuaciones de profunda confianza y tiempos que eran cómodos e incómodos a la vez; tampoco es como si no se hubiese dado cuenta de que ambos casi no necesitaban palabras para entenderse. Pero habían cosas que la convencían de que esa posibilidad era sólo una estúpida idea; Daryl era una persona que rehuía el contacto físico, y aunque había abrazado en una o dos ocasiones tanto a Sofía como a ella, siempre tenía la sensación que la cercanía física en el aspecto sexual era totalmente ajeno a él, de alguna manera sentía que Daryl la tenía sobre un altar, tan alto que no lograba rozarla ni con las puntas de sus dedos. O, quizás, simplemente, Daryl no sentía absolutamente nada de eso y mucho de lo que ella percibía sólo eran señales influidas por sus deseos más egoístas. Daryl era un hombre de honor, el tipo de persona que ella siempre había querido, y lo admiraba y amaba por eso.

Carol dejó el paño de cocina estirado sobre el mesón y se acercó a la puerta de la sala, apoyándose en el marco. Sofía y Daryl estaban jugando con el obsequio que el hombre le había entregado a su hija. Frente a sus ojos estaban los dos seres más preciados que tenía en la vida. De pronto su celular empezó a sonar en el bolsillo de su pantalón, Carol revisó el mensaje, era de Axel.

"Mañana, tú y yo, la misma cafetería. Vamos dime que sí.

Hay que celebrar tu premio del trabajo ¡eres una magnifica mujer!"

Los labios de Carol se torcieron en una suave sonrisa, la cual desapareció cuando re focalizó su mirada en Daryl y Sofía.

Axel era un compañero de trabajo, un hombre tierno y agradable. La primera vez que hablaron fue un encuentro extraño pero gracioso. Axel había intentado coquetear con ella a penas la vio, cosa que Carol encontró repugnante, sin embargo al darse cuenta de lo torpe que era este hombre, solo le causo gracia y curiosidad. Día tras día empezó a conocerlo mejor, después de un par de meses la había invitado a una cita. Carol, pensando que era bueno intentar rehacer su vida amorosa después de toda la basura por la que había pasado, aceptó. Sin embargo era frecuente que recordara de alguna manera a Daryl cuando pensaba en esto; esos pensamientos eran rápidamente eliminados de su cabeza, en la certeza de que eso nunca sucedería. Justo como ahora, alejando su mirada de la imagen de Daryl sonriendo mientras jugaba con su hija, respondió:

"Sí, nos vemos Axel. Abrazos".

Continuará. Sin beta, cualquier corrección se agradecería.