CAPÍTULO 1:
Toda mi vida la he pasado entre lujos, riquezas y el saber que eres hija de nada más y nada menos, que de un Dios, una Diosa en mi caso, Atenea. Prácticamente, todo lo que alguien ha podido envidar alguna vez en su vida incluyendo eso de ser medio diosa. No me ha faltado nada, todo lo que quería, lo tenía sobre la mano. Ropa, joyas, fiestas, coches; nada me faltaba. Cualquiera que leyera esto diría que prácticamente, tenía la vida más perfecta que jamás alguien hubiera podido soñar; y les doy la razón, no podía quejarme, lo tenía todo, pero a la vez nada. Cuando me ponía a mirar esas ropas, joyas y demás, no me sentía llena. Era como si no significaran nada para mí. Sí, muchas de ellas habían sido compradas por alguno de mis padres para, de alguna manera, compensar el no haber podido atender a algún evento importante para mí. Como cuando tenía trece años y papá se olvidó de ir a mi graduación de las clases de taekuondo o mi madrastra se olvidó de ir a recogerme después del Campamento Mestizo cuando tenía diez años.
Al principio, me importaba, pero cuando cosas como aquellas pasaban una y otra vez, llegó el momento en el que decidió que no me importaba más. ¿Me regalaban algún coche? Se lo regalaba a alguna familia que realmente lo necesitara. ¿Ropa? A los necesitados. La verdad es que era hasta muchísimo mejor. Tanto para ellos, la gente a la que ayudaba; como para mí. Yo me sentía un poco mejor, ellos recibían algo que no tenían, y yo me sentía llena, pero aún con un vacío que no sabía cómo llenar.
¿Cómo saber que de repente, todo un día cambiaría cuando ya todo lo daba por perdido? ¿Cómo saber que lo que un día creía que iba a terminar en desesperación, iba, en realidad, a terminar como la mayor aventura de mi vida?
Todo empezó ya hace años, cuando yo tenía dieciocho años y estaba preparándome para mi verano sabático antes de entrar en la universidad para formarme como arquitecta. El Campamento había terminado también para mí aquel verano y, prácticamente, no sabía lo que hacer. Todos los veranos anteriores los había pasado allí con Thalia, Grover, Luke, Nico, etc. Había salido de aquella casa y había sido una especie de escape para mí, pero este año que no había, no sabía lo que hacer. Mis padres, para "recompensármelo", habían hecho una especie de fiesta para que así "empezara el verano con buen ritmo"; aunque todo el mundo sabía que aquella fiesta era simplemente una especie de treta para mantener sus lazos en las altas esferas y porque mi otros hermanos habían insistido en ello ya que para ellos: "Se aburrían de ver la Annabeth deprimida". Prácticamente me echaban la culpa de hacer su vida más miserable. Desde luego, más de una vez di gracias de que al menos yo fuera la única en la familia con cerebro.
-Cariño, alegra esa cara- me dijo mi madre aquella misma mañana mientras me preparaba para la fiesta- Los invitados están a punto de llegar y no quiero que te vean con esa cara de agria que llevas…
-Porque no te has visto la tuya…
-¿Has dicho algo?- por suerte, estaba más interesada en su aspecto reflejado en el espejo que en lo que yo había dicho.
-Que no me des bulla, prisa… ¿entiendes?- no dijo nada y, aunque puedo jurar que dijo algo entre murmuros, se dio la vuelta y se marchó.
Suspiré y me observé por un momento en el espejo. ¿Pasar una tarde en el jardín con gente que apenas conozco y que la mayoría no sabrán más que hablar de tonterías sin sentido? Pocas ganas tenía de ello, pero Thalia, que me prometió venir a visitarme, no podía hasta dentro de al menos, una semana y los chicos se habían ido de acampada por lo que, ¿qué me quedaba? La fiesta. Al menos, en la fiesta servirían bebidas, por suerte, algunas alcohólicas y si tenía la suerte suficiente, podría emborracharme y poner en ridículo a mi madrastra y a papá. ¿Buen plan, no?
Me levanté un momento para verme en el espejo de cuerpo completo y me sonreí a mí misma. El vestido blanco que había elegido para aquella ocasión me quedaba de lujo, Matthew había sabido al elegir una fiesta de blanco; el pelo lo llevaba recogido en mi trenza habitual, aunque un poco más arreglada y, ¿por qué no decirlo? Me veía guapa. Si iba a pasarlo mal, que al menos lo hiciera hermosa.
Cuando bajé al jardín, los invitados aún no habían llegado al lugar y los camareros estaban preparando las bebidas y poniendo los últimos retoques en los canapés que servirían antes del almuerzo para el que habían preparado una gran mesa en la parte del porche de la casa adornando el lugar con cortinas del mismo color para la ocasión. La verdad es que era raro que solo viera la casa de forma bella cuando estaba metida en algún tipo de celebración.
-Annabeth- me volví para encontrarme con papá, que me sonreía; algo querría- Contigo quería hablar… es sobre la cena de hoy.
-Eso me temía- papá me miró, pero no dijo nada, solo continuó.
-Annabeth, esta fiesta es muy importante para mí y para tus hermanos; pero sobre todo, para ti.- alcé las cejas, sorprendida de oírlo, pero a la vez, queriendo saber por qué- El año que viene, irás a estudiar a Arquitectura a la mejor universidad, a la cual irá el hijo del director, el cual invité…- y de momento, todo me quedó claro.
-Y quieres que yo me haga amiga de él para que puedas tú ser amigo del padre…
-Eres inteligente.
-Soy la hija de la Diosa de la sabiduría, ¿cómo no serlo?- no pude evitar mandarle aquella pequeña.
-Ya bueno, tu… solo sé amable con él y punto, ¿ok?- no me dejó ni siquiera responderle.
Dio media vuelta y se marchó de nuevo hacia la casa, donde mi madrastra lo esperaba en la puerta; seguramente, habría estado mirando nuestra conversación. Me quedé mirándola, pero esta, nada más llegó papá a ella, se volvió y entró con él a la casa. Solté un profundo gruñido y me volví en busca del bar. No podía más. Era la hija de la diosa de la sabiduría y sabía lo suficiente para poder enfrentarme a un ejército yo misma. ¿Por qué mamá no me enviaba alguna misión? Cualquier cosa era muchísimo mejor que estar en aquella casa, creedme, cualquier cosa.
Casi al final del jardín, al igual que en las otras cuatro partes del jardín, había una gran tabla que con unos arreglos, habían convertido en una especie de mini bar para la ocasión utilizando esta como barra y, atrás, colocaron una especie de estantería donde estaban las bebidas. Miré a un lado y al otro, todos los camareros estaban distraídos colocando las servilletas en las mesas, arreglando las flores, o simplemente, poniendo los cubiertos y arreglando las copas que serían utilizadas, nadie me vería coger una de las botellas y servirme un poco en un vaso. Lo había hecho antes y con un poco de hielo y un limón, podría pasar por un té. Asique tomé un Jack Daniels abierto que había, uno de los vasos y me eché un poco colocándome delante de las bebidas para que nadie me pudiera ver.
-Si quieres, te puedo hacer un coctel que sé con la bebida riquísimo…
Al escuchar aquella voz, salté del susto, haciendo que la bebida callera el suelo, haciendo que el vaso lo siguiera, no rompiéndose en este caso por suerte:
-Maldita sea…- salté hacia atrás, evitando mancharme el vestido blanco un poco enfadada- Sesos de alga- ¿era aquello acaso un insulto?
-¿Sesos de alga?- ya se veía que no lo era cuando el camarero rió acercándose-Si querías beber, te hubiera preparado la bebida, no me hubiera importado…- alcé mi cabeza y, por primera vez, observé a aquel camarero a la cara- Lo siento- volvió a repetir.
Y aunque no era costumbre por mi parte ante los chicos, por un momento, me quedé sin poder hablar. No sé si era por la vergüenza, aunque estaba enfadada con él, porque me hubiera descubierto o porque era…¿guapo? Pero hasta que no me golpeé mentalmente y me obligué a volver a la realidad, mi cerebro no reaccionó para poder conseguir hablar:
-Ya bueno… ahora mismo necesito algo más fuerte que un simple coctel- dejé la botella a un lado y lo miré- Te dejo trabajar…
-Créeme, la solución no está en la bebida- me paré rápidamente, girándome cuando escuché eso- He oído lo que le has dicho a tu padres y… bueno, solo digamos que entiendo tu situación…
-¿Has estado espiando nuestra conversación?- el chico soltó una dulce risa y me negó.
-Tengo cosas más importantes que hacer- indicó con la cabeza las mesas- Hazme caso, siempre hay algo mejor en la vida que ahogar tus problemas en una botella de whisky….
Nos quedamos por unos minutos mirándonos. No sabía el por qué, ni siquiera el cómo, pero por alguna razón, en lo más profundo de mi corazón, notaba que había algo en mí que despertaba. ¿Algún sentimiento malo? ¿Quizás bueno? No lo sé, pero aquel chico, alguien que no debería ser mayor que yo, quizás de mi edad incluso; había hecho despertar algo en mí. Era raro de describir en su manera.
-Ok- solo dije volviéndome de nuevo, esperaría a los invitados en el salón.
-De todas formas, está disponible mi invitación a ese coctel…
Me fui a girar, pero sin en cambio, seguí hacia delante intentando ocultar mi sonrisa.
-Que hablando con el servicio sea la única forma de hacer que sonrías…- y, como no, Bobby, me había pillado, mirándome divertido desde el porche, donde había tomado el asiento, presidiendo la mesa- Que bajo has caído, Annabeth…
Me giré, lo miré y le mostré una irónica sonrisa:
-Pues mira, ahora me has causado tu una sonrisa… espera, ¿quiere eso decir que estás a la altura del servicio?- la cara de Bobby fue lo mejor de aquella mañana, me encantó aquel gesto.
Bobby no dijo nada más, solo mostró la misma cara que su madre cada vez que hablaba conmigo y siguió con lo suyo cuando los primeros invitados empezaron a llegar a casa. Como no, la mayoría de ellos, eran simplemente amigos de papá o de mi madrastra que venían con sus hijos. La mayoría, solo los conocía de vista, pero otros, los había visto por casa de vez en cuando. Algunos, venían con sus hijos, pero al ser Bobby y Matthew más amigos de ellos, terminé después de una hora en la que papá me informara que el hombre del que tenía que hacerme amiga con su hijo no vendría; con un amigo de papá y su esposa hablando sobre mi futuro junto a papá que también se nos unió después casi en el momento en el que llegué.
-Sabes, Frederick, tu hija es fantástica- le decía Marco, un profesor amigo de papá de la universidad cuando este llegó- Será una increíble arquitecta. Me ha dado un increíble idea para remodelar nuestra biblioteca y hacerla más grande.
-La verdad es que estamos muy orgullosos de ella- sonreí, aunque no por el cumplido, si no por la ironía en su frase- Por suerte, este año empezará el curso y sé que será una gran experiencia para ella. ¿No es así, Annabeth?
-Claro, papá.
-Desde luego, una gran dama- saltó su esposa, una señora que llevaba más cosméticos en ella de los que yo compraba en un año, ¿por qué nadie acepta sus años?- Educada e inteligente… Mi marido le encanta siempre agrandar cosas.
-Bueno, tuve el placer de conocer vuestra biblioteca hace años, ¿verdad, Marco?- asintió aquel hombre cuando papá le preguntó- Aunque ya, para mi opinión era ya grande e exquisita- la verdad es que el grado de "intento de agradar" en aquella conversación había subido al más no poder de repente.
-Bueno, ya sabes, Frederick, la obsesión de mi marido por hacerlo todo grande- dijo en un tono divertido su mujer, cosa que no pudo si no desagradarme aun más.
-Claro que sí- le rió papá la gracia- Todo es mejor a lo grande, ¿no crees, Annabeth?- los miré nerviosa cuando me sacaron del sueño y solo llegué a asentir mientras mi cerebro formaba alguna frase.
-Claro que sí- pareció agradar a papá, aunque, como no, quise arreglarlo para fastidiarlo un poco- Ya sabe lo que dicen los médicos sobre los hombres y su necesidad de hacerlo todo a lo grande- miré a su mujer y sonreí- que tienen que compensar otras cosas…
Las reacciones fueron de lo más diversas. Papá me miró con ganas de querer colgarme y matarme; la señora me miró divertida, hasta puedo jurar que rió; y su marido, simplemente me miró primero sin saber que decir, luego miró a papá y de nuevo a mí. Eso sí, no sin antes escuchar la voz de Atenea en mi cabeza que me gritó enfadada "Annabeth, compórtate"; pero ¿qué me iba a hacer? No podía bajar con los mortales:
-Tú hija es increíble, Frederick….
-Sí, demasiado- respiró profundamente enfadado- Annabeth, estarás sedienta, ¿por qué no vas a por algo de beber?- lo miré para encontrarme con su mirada asesina- ¿no?
Asentí mostrando la sonrisa en todo momento. No quería estar allí, sobre todo cuando sabía que estaba más obligada que porque yo quería. Además sí, necesitaba una bebida, pero una bebida de las fuertes.
-Vodka con Coca-Cola- era la hija del tipo que les pagaba, si no querían servírmelo, podía sacarlo.
El camarero se volvió, cuando descubrí que era el mismo que antes:
-Asique… vuelves..
-Desgraciadamente- suspiré- y ahora, ponme ese Vodka… realmente lo necesito…- el chico me miró y, aunque con un poco de duda, empezó a servírmelo- Gracias.
-Es mi trabajo después de todo… aunque una chica como tú, podría con esa gente…- lo miré de nuevo y sacudí mi cabeza.
-Realmente no sabes nada de "esa gente"- le repetí sus palabras mientras observaba el Vodka caer entre los cubitos de hielo.
-Gente con dinero que solo se preocupa de su estatus…- pues si que lo sabía- Los conozco, créeme.
-Valla, el de los sesos de alga tiene cerebro al final- bromeé.
-Mucho- sonrió entregándome el vaso aunque este no llegó a mi mano cuando Matthew me lo quitó antes de que si quiera pudiera poner un dedo en él- Hey, eso era para la chica…- saltó de repente protegiéndome el camarero, cosa que me extrañó en cierta manera.
-Cuidadito con tus palabras, que yo soy el que paga…- respondió Matthew.
-Lo hace tu padre….
-No- lo corté entonces yo- ni te molestes- le supliqué, él no conocía a Matthew, yo sí.
-Vodka con Coca-Cola- lo ignoró- Mi favorito…. Aunque no sé que habría echo padre si te ve bebiendo esto…
-Lo mismo que a ti si te viera el dinero que te gastaste el otro día en el coche que te prohibió comprarte- intenté quitarle la bebida, pero él me esquivó- Matthew… ¿te recuerdo que eres menor que yo?
-Y más influyente sobre papá- tantas maneras de matar a bestias que había aprendido en el campamento mestizo y no podía utilizarla con él, que pena- Que tengas una buena tarde…- y sin más, se marchó.
Suspiré e importándome ya nada el protocolo, me eché sobre la barra, apoyé mi cabeza y suspiré profundamente:
-Sí que necesitabas esa bebida…- alcé la cabeza y lo miré cuando ya me estaba preparando otro.
-¿Ahora me entiendes?
-Más que nunca- terminó de hacerlo y me lo entregó rápidamente- Aunque aún pienso que habría mejores formas de decirle adiós a esas penas.
-Si lo encuentras, dímelo- tomé el vaso y le di un gran trago, intentando contener el ardor que aún se sentía a través del refresco del alcohol- Si hago el ridículo estando borracha, quizás, pueda librarme de esto antes…
-Wow- rió a carcajadas el chico- sí que eres increíble.
-¿Lo dudabas acaso?- y quizás fuese por el alcohol, pero le sonreí y hasta el guiñé un ojo.
Desde luego, el alcohol era malo para mí, pero me iba a ayudar a pasar por todo aquello ya que, al no haber nadie con quién tuviera que hacerme amigo, pues tenía más tiempo que pasar intentando hacer amigos por mi cuenta y siendo agradable con los invitados.
