Disclaimer: Si yo fuera dueña de OUAT, pueden estar seguros que el capítulo que no debe ser nombrado jamas se habría hecho.

Comentario: Este fanfic es una forma de terapia para mi. Ha estado en mi cabeza por meses y después de lo que paso en la serie...necesito sacar todo lo que tengo dentro, y considero que la mejor opción es esta, dandole un final feliz a mi ship. Cuando sale la línea se cambia el pov, aun no se si lo seguiré haciendo así. Este será un long long long fic. Esta hecho con todo mi cariño para la persona que la hizo de Beta mi Sunshine. Gracias, gracias por todo.


Capítulo I:

Había una vez

"No hay coincidencias. Todo lo que ocurre, ocurre por designo y no hay nada que podamos hacer al respecto, fuerzas mayores que nosotros conspiran para que suceda. Fortuna, destino, como quieras llamarlo, el punto es…que tal vez nos conocimos por una razón."

Neal Cassidy. Había una vez 2x14 "Manhattan"

Había una vez hace mucho tiempo... En realidad no hace tanto tiempo, unos dieciocho años, más bien, nacía una princesa. Con las características físicas de cualquier recién nacido, rosada y regordeta, hermosa a los ojos de sus padres. Pero no todo era felicidad y regocijo por la llegada de la princesa.

Nacía en circunstancias adversas, y no hablamos de cambios climatológicos extremos que podrían dar pie a su nombre, como en el caso de su madre, o una crisis económica en los fondos familiares del reino, como fue en el caso de su padre, no. Su reino estaba siendo amenazado por una malvada bruja, dispuesta a lanzar una terrible maldición.

Pero todos sabemos, que tiene que haber una esperanza en todo cuento de hadas. En este caso lo que jugaba a favor del reino era una profecía lanzada por un extraño señor encerrado en sus propios demonios (con un objetivo desconocido por el resto del mundo), que indicaba curiosamente que la recién nacida princesa, con sus mejillas rojizas y su escasa cabellera rubia sería la salvación de su reino.

Asimismo, no era solo la salvadora. No, era primero que nada una hija, amada como ninguna.

En el momento en el cual se tomaron las decisiones más importantes en la vida de la pequeña, ella estaba envuelta en una manta hecha a mano, con un listón morado, reposando por primera vez en los brazos de su exhausta madre.

—Es hermosa —Susurró la reina cuando pusieron el cálido bulto en sus brazos

—Si, lo es. —El orgulloso padre sonrió ante el pequeño bebe en los brazos de su esposa, acariciándole la cabecita.

Ambos contemplaron a su pequeña por largo rato, absortos en aquella burbuja de orgullo junto con una pequeña oleada de miedo e incertidumbre, que fue creciendo mientras observan dormir a la pequeña niña.

—No podemos hacer esto Charming, no podemos enviarla sola a ese lugar.

—Tenemos que hacerlo Snow, es la única esperanza del reino. —De nuevo se sumieron en un largo silenció.

—¿El armario esta listo?

—No lo está, pero Geppetto está trabajando arduamente para tenerlo listo en el momento en que nosotros lo necesitemos.

Snow no dijo otra cosa, no podía despegar los ojos de su pequeña hija, de acariciar sus mejillas, de alborotar el poco cabello que tenía y de mirarla con adoración. Su esposo podía ver lo difícil que sería aquello para ella, y para él sin duda, pero tenían que hacerlo. Un rey siempre debe ver primero por su reino.

—Snow, yo también la amo y no quiero separarme de ella…—Su esposa no lo dejo terminar, de alguna forma habían tenido aquella conversación cientos de veces en los últimos meses.

—El reino la necesita, lo se.

—No será fácil.

—No podemos.

—En la vida se deben hacer sacrificios.—La pareja se vio a los ojos llenos de lagrimas contenidas, buscando una solución oculta en los ojos del otro.

—Aun así no podemos enviarla…por lo menos aun no… tenemos tiempo. Regina no a lanzado la maldición

—No, pero debemos estar preparados, no sabemos en que momento puede mandarla. Nuestra pequeña debe estar lejos cuando eso ocurra de lo contrario, ¿Cómo lograra romper la maldición?

—Debemos preparar a nuestra hija antes de enviarla, podemos tener un plan de acción para cuando la maldición llegue. No sabemos que hay en ese otro mundo, Charming, no sabemos qué clase de personas lo habitan o que tipo de peligro posee. No podemos mandarla así sin más, por lo menos aun no. Ella debe saber cual es su misión, aún tenemos tiempo.

—Tal vez Regina esta esperando que nos relajemos para lanzar la maldición, tal vez se enteró que el armario solo puede trasladar a uno, o aún peor, se entero de la profecía, y nuestra hija no estará segura aquí.

—¿Cómo podría obtener tal información?, No creo que lo sepa o por lo menos aún no. Es más probable que este esperando a que bajemos la guardia, eso sí.

Los nuevos padres se miraron a los ojos por un largo instante, ahí tenían la respuesta. Tal vez estaban siendo egoístas o malos reyes, pero tampoco estaban negando el destino de su hija, solo buscaban un poco de tiempo. Seguramente lo haría mucho peor después, pero en ese instante parecía perfecto, incluso sensato.

—No la bajaremos, tendremos el doble de seguridad—Afirmo David, mientras tomaba una de las mejillas de Snow.

—En cualquier caso estaremos preparados para la maldición, nuestra hija estará lista para viajar por el armario con todo el conocimiento posible. No la enviaremos hasta que la maldición esté en puerta, no dejaremos a Regina tomarnos con la guardia baja. Emma estará lista para romper la maldición.

Los dos sonrieron ante aquel plan. Aun había tiempo, o por lo menos, el que diera la bruja malvada y estarían listos para lo que fuera, de eso estaban seguros. David beso a su esposa en los labios en un beso conciliador, que se vio interrumpido por el llanto de su hermosa hija, de su Emma.


Dieciocho años y nueve meses después…

El espeso bosque que había considerado su aliado al idear aquel plan estaba jugando en su contra. Al evitar la ruta comercial del reino se vio de frente con la vegetación de su tierra natal, no había esperado tantas ramas golpeando su cuerpo, rasgando su capa, evitando su avance a la misión que se había autoimpuesto. Tenía que seguir corriendo si quería llegar al final del reino esa misma tarde.

Había tardado meses en idear aquel plan, la forma de probar a sus padres que era capaz de hacer cualquier cosa por si misma, y un montón de árboles no le impedirían el paso.

Estaba tremendamente arrepentida de haber dejado ir a su caballo por otra ruta, cada vez que una de aquellas ramas delgadas golpeaba su cara, o tropezaba con una raíz, se reprochaba el haber dejado ir a Samson. Pero tenía que crear diferentes rastros, no estaba segura cuánto tardarían en percatarse de su desaparición, o cuantos entrarían en su búsqueda, por lo tanto había dejado tres rastros diferentes con la esperanza de tener un par de días de ventaja.

Sus piernas ardían, si era justa en realidad todo su cuerpo ardía. Se recostó en el tronco de un árbol para dejarse caer al piso bruscamente, sus pies casi tocaron una raíz gruesa. Busco en la bolsa donde había guardado sus provisiones la cantimplora, bebió hasta saciar, tendría que buscar un arroyo a la brevedad.

Suspiro de frustración y cerro los ojos, dejo ir la cabeza a tras, estaba agotada. Solo podría escuchar las palabras de Pinocho y Alexandra sobre su terrible idea de ir por la espada de Dyrnwyn, junto con un montón de frases sobre su insensatez. Les demostraría que estaban equivocados, a ellos y a todo el mundo. La espada era real, y ella la encontraría.

Abrió los ojos con determinación, lo lograría. Regresaría triunfal, como toda una heroína, con la espada en su poder y las historias de sus aventuras. Se levantó, y cuando estaba por seguir su camino, lo vio. Un carruaje tirado por un solo caballo, medio escondido entre los arboles. ¡Era perfecto! Trato de ahuyentar la idea de estar cerca de casa y se concentro en lo que tenía enfrente. ¡Un medio de transporte sin vigilancia en medio de la nada, prácticamente gritaba que lo tomara!


Aún no estaba seguro de dónde se encontraba, no podía tener más de dos horas en aquel lugar. En las dos o tres horas que llevaba en este nuevo mundo, universo alterno o lo que fuera, había conseguido un carruaje, unas pocas provisiones y la determinación de ir hacia el sur, en busca de alguna ciudad. En su experiencia como trota mundos, o como quiera que se le llamara a las personas como él, que no podían encontrar un hogar, había aprendido ciertas cosas básicas como: uno, tenía que encontrar provisiones; dos, un medio de trasporte y tres, pero no menos importante, correr al lugar más apartado del lugar donde había tomado los primero dos puntos.

Observó el cielo, para tratar de reconocer la hora, pronto anochecería, lo mejor sería estacionar el carruaje en algún lugar y dormir un poco. ¡Dormir!, en verdad le hacía falta, por lo menos unas doce horas. Dio ordenes al caballo de entrar al bosque, y lo detuvo entre dos frondosos arboles.

En la bolsa que había tomado había unos cuantos vegetales, frutas y dos cantimploras de agua, aquello era buena suerte. Le dio al caballo una zanahoria, un poco de agua, tomo una manzana para él y se metió en el carro. No recordaba la ultima vez que había dormido en un lugar medianamente cómodo, cerro los ojos e intento alejar las pesadillas.

El traqueteo del carruaje lo despertó. ¿Cuánto tiempo llevaba dormido? ¿Una hora? ¿Cuatro? Aún estaba cansado, y el movimiento oscilante del vehículo que podría pasar como una mecedora y sumergirlo en el mundo de Morfeo, no era normal…¿Tal vez lo habían encontrado? ¿Pero porque no lo habían capturado? ¿Serían acaso bandidos? ¿Dónde había dejado su espada?. La encontró debajo del asiento la tomo con una mano y con sumo cuidado se asomo por la ventana que comunica con el conductor.

¡Vaya sorpresa! Se acaba de topar con la ladrona más bonita del mundo, en su posición actual solo podía verle el perfil y su ondulante melena, seguro sería tan suave como el algodón. No supo cuánto tiempo se le quedo mirando, ella sin duda no tenía idea de que él estaba ahí. Lo cortés sería hacerse notar, pero por otra parte la vista era adorable. Después de un tiempo de indecisión decidió aclarase la garganta.

—La pregunta aquí es: ¿por que una chica tan bonita querría secuestrarme?—Se acomodo uno de los risos que le tapaban la visión y lo puso detrás de la oreja, movimiento que no obtuvo el éxito esperado, ya que el mechón no era lo suficientemente largo para quedar atorado en su oreja.

—¡¿Qué demo….—Fue lo único que pudo pronunciar la chica. Mientras jalaba las cuerdas del caballo y se detenían en seco.


La princesa había escuchado la expresión "un susto de muerte", y creyó que eran exageraciones hasta ese día. Aquel sujeto, había hecho que casi se le saliera el corazón por la boca. ¡Ella lo sabía!, aquello había sido en extremo sencillo para ser real, ese muchacho podría haber estado siguiéndola desde el palacio, ¡Seguro! ¿Cómo se atrevía? Y aparte se burlaba de ella, porque aquella sonrisa solo podía expresar mofa absoluta. Sus desconcertados y furiosos ojos se enfocaron en los chocolate de él, el tipo intento apartar de nuevo el mechón de sus ojos.

—Sigue conduciendo, está bien.

—¡No lo esta! ¿Quién eres? y ¿por qué me sigues?

—Tranquila.

—¿Por qué me sigues?

—Creo que aquí hay una confusión, exactamente, ¿Por qué te seguiría?

—¡Oh…!—no supo que decir. Así que el chico bonito no sabía quien era ella.

—¿Entonces?

—Ah…ahmm….¡Acabo de robar tu carruaje!…

—Ya nos estamos entendiendo.

—No lo creo.

— Acabas de confesar.

—Si fuera tú, estaría preocupado.

—¿Por qué?

—Tú vida podría estar en peligro. — Y vaya que lo estaba, solo podía pensar en las mil forma de estrangular al fulano ese.

—Me estás diciendo que, aparte de robar carruajes, ¿Matas gente?

—Solo en mi tiempo libre.

—De acuerdo, ahora estoy un poco asustado, pero me voy arriesgar.

—Yo no me arriesgaría.

—Posees una de esas miradas que matan.

—Digamos que es un adelanto.

—Eh, eh, eh, ¿Por qué tanta violencia?

—Te dije que tú vida estaba en peligro.

—Ya lo creo, pero deberías seguir conduciendo. No creo que este sea un buen lugar para discutir este tipo de cosas.

Su bufido de exasperación salió aun más exasperante de lo que creía que saldría. No se volvió a mirar a su próxima victima y espoleo al caballo para continuar la marcha. No quería darle la impresión al fulano de alguna especie de victoria, pero no quería ser reconocida y lo menos que el sujeto viera de su cara mejor.

A final de cuentas su misión era salir del reino… Lo extraño estaba en que el muchacho parecía relajarse, aun más si eso era posible, ahora que el vehículo estaba en movimiento.


Era bonita y con carácter, tenía que admitir que admiraba eso. Aun estaba refunfuñando algo en su fuero interno, no lograba entender lo que murmuraba. Eso no importaba por ahora, tenían que salir lo antes posible de ese reino. No podía permitir que capturarán a una chica tan adorable, necesitaba unas cuantas clases de cómo vivir en el mundo de los ladrones, con urgencia.

—¿Sabes?, la regla número uno a la hora de robar un carro es asegurarte de que no haya nadie dentro.

—Así que eres todo un experto.

—Algo así. Neal Cassidy.

—No te diré mi nombre, podrías ser un pervertido.

—Yo podría ser un pervertido, pero tu sin duda eres una ladrona—Estaba jugando con ella, y sin embargo ella lo tomó muy en serio. Lo desconcertó por un instante y espero a que la chica pensara.

—Emma…Emma Swan.

—Buen nombre—Se sumergieron en un pequeño silencio.

—Y dime, Cassidy. ¿Vives aquí o esperabas a que alguien robara el carruaje?

—Es una buena pregunta, ¿Por qué no te invito….

—¿Perdona? —Emma lo puso toda su atención en él. Tal vez no era el momento para coquetear después de todo. Justo enfrente de ellos había un tronco.

—Los ojos en el camino—Señalo con el dedo el obstáculo. Emma apenas tuvo tiempo para esquivarlo.

—Eso estuvo cerca.

—Ni que lo digas.


Aquello había estado cerca, tenía que ser más precavida. No conocía la zona, y si sus conocimientos básicos no le mentían ya tenían un buen rato que habían pasado la frontera del reino.

Neal salió por la ventanilla del carruaje y se sentó a su lado, tal vez tener un compañero de aventura no fuera tan mala idea, y era lo menos que podía hacer después de haber robado su medio de trasporte.

—¿Cuánto nos falta para llegar a la próxima ciudad?—le pregunto su acompañante, estaba por contestar cuando vio algo extraño en el saliente donde se amarran las cuerdas del caballo, algo que no había notado antes. En toda la circunferencia del saliente estaba grabado el escudo de armas de su familia.

—Este no es tu carruaje, ¿Verdad?—Neal, si es que ese era su verdadero nombre, le regalo una sonrisa traviesa—¿Robe un carruaje robado?

Ese tipo de cosas solo le pasaban a ella. Se sorprendió a si misma correspondiendo la sonrisa, por un segundo se perdió en los ojos de él, que también parecía estar bajo el mismo hechizo.

Ninguno de los dos se percato del árbol caído en mitad del camino, salvo el caballo, el cual intento saltarlo sin mucho éxito. Ocasionando una colisión que volcó el carruaje.


Uno podría esperar que la vida domestica fuera un aburrimiento total y una rutina de la que no se puede escapar. Pero para Snow, cada día en compañía de su familia era maravilloso. No podía pensar en algo mejor que un día con toda su familia.

Cepillaba su largo cabello negro, que empezaba a tornarse cano, sin perder de vista a su marido por el reflejo del espejo. David comenzaba aquel proceso lento y encantador, donde desabrochaba con elegancia su ropa y se enfundaba en su cómoda pijama. Ese pequeño ritual que compartían era una de las tantas razones por las que Snow podía asegurar que era una de las personas más afortunadas y feliz de la tierra.

Sin embargo, aún cargaba con viejas preocupaciones. Creía que desaparecerían con el paso de los años, pero no era así del todo. La amenaza seguía latente, aunque las posibilidades fueran cada vez menores, hacía años que nadie había oído hablar de Regina. Por lo que intentaba concentrarse en lo principal, en su desarrollo como madre, esposa y reina. Creía que estaba haciendo un buen trabajo, aunque últimamente no lo sentía tanto, y eso la torturaba más que cualquier maldición prometida.

—Estoy preocupada por Emma.

—Esta pasando por esa fase…

—¿Una fase? ¿De verdad?

—Es una adolescente Snow.

—No, ya no.

—Solo tiene dieciocho años, es una niña.

—Chraming…

—¡Vamos! todos pasan por esa fase, quieren ser un poco rebeldes.

—¿Tú pasaste por esa fase?

—No lo recuerdo, pero seguro que sí. Además es tú hija.

—¿Perdona?

—Es un cumplido—Snow lo fulmino con la mirada.

—¿Por qué cuando hablamos de su testarudez es mi hija? Cuando claramente eso lo heredo de ti.

—Hablare con ella mañana, ¿De acuerdo? A demás no estaría tan preocupada por ella. Johanna le ha estado llevando de comer y me informó que recoge el plato vacío.

—Aun así, no puede seguir así…¿Cuánto tiempo lleva molesta?

—Una semana, pero sólo lleva un día encerrada en su cuarto.

—Somos unos padres horrendos.

—No, tenemos una hija digna de nosotros—David se acerco a su esposa y con las dos manos tomo su rostro.—Vamos a resolver esto, no puede estar molesta toda la vida. Va a entender que lo hacemos por que la queremos.

—Tal vez deberíamos dejarla ir a una misión—Soltó Snow antes de que David depositara un beso en sus labios.

—Tú eras la que no quería mandarla lejos del castillo.

—Lo sé, lo sé. Pero no puedo seguir preocupada por las amenazas de Regina, han pasado dieciocho años, si fuera a hacer algo encontrar de nosotros ya lo habría hecho. ¿No?

—Es probable…aun así no se si podemos bajar la guardia.

—No es como si la fuéramos a enviar sola, no estoy loca.

—Nunca sugeriría algo así.

—Podríamos ir con ella, tal vez llevar a Red, Graham o a Grumpy.

—Y la mitad de nuestros guardias, seguro que eso le gustaría.

—No, se que no aceptaría. Por eso le diré que puede elegir a cualquiera de ellos.

—¿Qué misión quieres darle?

—Algo seguro. Tal vez lo de la espada de la que tanto habla.

—No sabemos si es real, y podría terminar como tú aventura con Excalibur.

—¡Oh!, vamos Charming, estoy buscando la forma de hacer las pases con nuestra hija.

—Es adorable, y yo también quiero estar en buenos términos con ella. Pero creo que deberíamos escoger otra misión, una donde no corra peligro y de la que pueda salir victoriosa.

—Y luego dices que la sobreprotectora soy yo.

—Encontraremos algo para ella, le pediremos ayuda a Red. Siempre hacemos un mejor trabajo juntos. Digo, mira a nuestros hijos.

Snow soltó una pequeña carcajada y jaló el camisón de su esposo para atraerlo hacia ella y poder besarlo. David no tardó en corresponder el beso, tomó a Snow en sus brazos y la acostó en la cama, reían entre besos. Al final lograrían solucionar las cosas, siempre lo hacían. David dejaba una estela de besos en el cuello de su esposa cuando llamaron a la puerta.

—¡Su majestad!

—Los voy a matar—Logró decir Snow, mientras intentaba recuperar el aliento.

—Te ayudaré.

—¡Su majestad!

—¡Ya vamos!

—¡Señor es urgente! ¡El señor oscuro ha escapado!

Los dos se quedaron inmóviles por un segundo y al siguiente se estaban fuera de la cama arreglándose.


Comentario: A esto le llamo terapia ocupacional. ¿Qué tal?