Todo lo reconocible pertenece a J. K. Rowling. Yo sólo lo tomo prestado.
Este fic participa en el reto Hogwarts a través de los años del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.
Para evitar los problemas
Es uno de los cuatro fundadores de la primera escuela de magia de Gran Bretaña. Se dedica a educar sólo a los alumnos más valerosos que entran en Hogwarts (si ha de ser sincero, el nombre del colegio le parece un tanto ridículo) y ha encontrado el método perfecto para que ni él, ni Rowena, ni Helga ni el imbécil de Salazar tengan que estar evaluando a los nuevos alumnos cada primero de septiembre.
Debería estar orgulloso. De hecho, está orgulloso. Su valor, temple y caballerosidad son conocidas a lo largo y ancho del país, así como su afinidad con los leones, que es tal que ha adoptado al rey de los animales como símbolo propio.
Pero luego llega Salazar, siempre por las sombras, siempre sigiloso como las serpientes con las que tanto habla, exponiendo que los nacidos de muggles no merecen estudiar en su prestigiosa escuela, y logra sacarlo de sus casillas.
El mago entra en su torre, en la que tiene una habitación sólo para él, con el león al que adoptó hace unos años. Se quita las botas, se sienta en la alfombra junto a su mascota y rasca al felino detrás de las orejas, arrancando un sonoro ronroneo al animal.
Le relaja hacer eso. Sobre todo hoy. Desde que Rowena tiene que ausentarse para cuidar de su única hija, Helena, durante varias semanas, las discusiones en el castillo no han hecho más que aumentar. Godric nunca ha podido soportar a Salazar, con lo que desde que los cuatro magos más poderosos hasta la fecha han tenido pequeñas rencillas desde que se conocieron siendo apenas unos críos, pero últimamente el ambiente es insostenible. Pese a su buena voluntad, Helga no tiene tanta determinación como Rowena, y no es capaz de poner firmes a los dos hechiceros, que cada vez llevan sus discusiones a extremos de los que no pueden volver.
Entonces llaman a la puerta. Godric levanta la vista y descubre a la persona a la que menos aguanta.
-No te he dado permiso para entrar-le recuerda fríamente.
-No te lo he pedido-replica Salazar en un susurro que suena como un siseo-. Además, por raro que parezca, Godric, no vengo a discutir.
Godric arquea las cejas con incredulidad.
-Entonces, ¿qué quieres?
Sin esperar su autorización, Salazar se sienta en uno de los lujosos sillones tapizados que hay en la habitación, ignorando la mirada de su anfitrión.
-Me voy-anuncia.
A Godric se le olvida toda la insolencia que Salazar ha mostrado al oírlo.
-¿Cómo que te vas?
Salazar suspira y mira al león, que enseña los dientes y gruñe, al menos hasta que Godric le da un manotazo en el hocico. El felino baja la cabeza mansamente.
-Uno de los dos tiene que irse. Ni tú ni yo somos capaces de dejar de discutir, y eso sólo se arreglará cuando dejemos de vernos-Godric se queda boquiabierto-. Sé que tú no te irás, pues crees que tu valor, temple y lo que quiera de lo que te jactes son indispensables en el colegio. Pero la realidad es que esto no puede seguir así. Antes aguantábamos gracias a Rowena, pero ella está cuidando a su hija y apenas viene dos veces al mes. Y los dos sabemos que Helga no es capaz de mantenernos firmes. Si nos separamos, será mejor.
Godric se muerde el labio. Le gustaría decirle a Salazar que la solución no es que se largue del castillo, sino que ambos maduren de una vez, pero en el fondo sabe que, si no lo han hecho en treinta y siete años, es poco probable que lo hagan ahora.
No obstante, hay otra cosa que le ronda por la cabeza:
-¿Y Helga? ¿La piensas dejar sola?
Salazar se levanta del sillón y se alisa la túnica.
-Es la única razón por la que he tardado tanto en decidirlo-explica-. Como a sus oídos llegue una sola palabra de esta conversación, Godric Gryffindor, me encargaré de que mueras en las circunstancias más deshonrosas posibles-amenaza.
-Entonces, ¿para qué has venido?-Godric cada vez entiende menos.
Salazar echa a andar hacia la puerta, sin decir nada. Godric lo observa irse con sentimientos encontrados; sigue pensando que hay una solución menos radical que romper la sólida amistad que los años han ido reforzando, pero, mientras no la encuentren, supone que lo más sensato es que Gryffindor y Slytherin estén separados.
-Cuídala-le pide entonces Salazar, justo antes de cerrar la puerta.
Godric baja la vista hacia su león, preguntándose cómo va él a consolar a la pobre Helga cuando su amiga se entere de que van a tener que sustentar entre tres lo que crearon cuatro.
